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Ezequiel Zamora: Miticidad y populismo

domingo, enero 22, 2017
El proceso independentista venezolano puede explicarse como una doble ruptura, tanto con el estatus colonial como con el régimen monárquico. Un proyecto de transformación político-administrativa que representó un esfuerzo de concientización por parte de la clase emergente de productores y exportadores de capital agrícola y pecuario que dominaba la economía del país.




Por Adolfo Rodríguez

DELIBERACIÓN E INCONSCIENCIA EN LA FORJA DE UN CAUDILLO

La ausencia de una conciencia política por parte de Ezequiel Zamora, y por lo tanto, la imposibilidad, de algún modo, de generar una producción escrita que diese cuenta de las motivaciones que lo guiaban, participan de esa facilidad con que sus adoradores se esmeran en fabricarle presuntas coordenadas en función de los proyectos de dominación que se suceden luego de su muerte y triunfo de quienes lo acompañaban en sus luchas.

EL CAUDILLISMO VENEZOLANO ENTRE EL ATAVISMO Y LA MODERNIDAD

EL PRIMER CAUDILLISMO REPUBLICANO

El proceso independentista venezolano puede explicarse como una doble ruptura, tanto con el estatus colonial como con el régimen monárquico. Un proyecto de transformación político-administrativa que representó un esfuerzo de concientización por parte de la clase emergente de productores y exportadores de capital agrícola y pecuario que dominaba la economía del país. A cuyo efecto segrega, a través de la universidad, tertulias, viajes y viajeros, una intelectualidad apta para legitimar sus expectativas.

Es como se forja una dirigencia ganada por el modelo nacional republicano, que experimenta difíciles retos para responder a la reacción realista, pero que finalmente logra sus propósitos a través de una figura centralizadora –Simón Bolívar, cuya excepcionalidad se explica por una patética consustanciación con el objetivo trazado, como por su formación cultural de vanguardia (La Ilustración) aunada a una flexibilidad en el aprovechamiento de los acontecimientos vividas. Inteligencia, conocimientos y vigilia que habrían de permitirle acceder a las matrices societarias y logísticas decisivas para vencer las resistencias al fin propuesto:

1) Tendencias inter-étnicas, que aglutina el estilo patriarcal del general Pedro Zaraza.
2) Tendencias interclasistas, que habría de centralizar la experiencia hatera de José Antonio Páez.

Realidad étnico-social, a lo cual se expone el proyecto republicano, absorbiendo su abigarrada dispersión. Un coctel que sirve ocasionalmente a los fines de la guerra, pero se descompone ante el modelaje administrativo, a la manera de supraestados, de acuerdo con el estilo imperial que se combatía.

Un tira y encoje que devino en la declinación del liderazgo de Bolívar y su propuesta de Gran Colombia y la emergencia de una alternativa nacional que origina en Venezuela una especie de etno-estado, que el principal jefe político-militar de la provincia –José Antonio Páez- instituye de acuerdo con el exitoso manejo de los asuntos laborales, culturales y sociales en los hatos llaneros.

Y fue el modo en que pudo subvenir a la fase fundacional de la República de Venezuela, como un ejercicio de mayordomía, con todas sus implicaciones socioétnicas. Sin que se descarte las tendencias centrífugas expresadas en rebeldías, inconformidades, disidencias varias, que la primera república enfrenta, entre otras estrategias, con represión militar. Aunque también con criterios modernizadores en todos los órdenes, derivados de diversas asesorías, que se esmeran en acercarlo al orden internacional de entonces, fundamentalmente representado por UK, USA, Francia, Chile y otros países.

LA DIRIGENCIA ILUSTRADA EN LA PRIMERA REPÚBLICA

Circunstancia en que emerge una intelectualidad fuertemente crítica y avanzada, que se esmera en captar enseñanzas tanto universales como propias. Unos advertidos de las conveniencia de avances bajo el esquema contemporizador de Páez, en tanto que otros ansiosos de cambios más o menos drásticos, a partir de una crisis económica que enfrenta sociedades agrícolas y mercantiles de la zona centro-norte-costera del país, con la economía tradicional ganadera. Reto que capitaliza el periódico “El Venezolano” de Antonio Leocadio Guzmán e subsiguientemente el Partido Liberal, como alternativa aglutinadora de ese espíritu crítico modernizador.

Alternativa renovadora, que no revierte, fácilmente, traumatismos étnico-sociales sufridos bajo la gesta independentista marcada fuertemente por los nombres de Boves y Páez. Ambos con actuación en los Llanos, que prosiguen llamando la atención de gobernantes y opositores.

Ezequiel Zamora, quien ejerce comercio en sitio cercano a la región, afiliado al Partido Liberal, por nexos familiares, es de esa juventud que admira en Páez, quizá la inteligencia con que, con gran economía de esfuerzos, se desenvuelve ante los desafíos inimaginables de esa territorialidad y su cultura.

Una de esas interrogantes que, probablemente, ocupan el interés de las instituciones educativas, que el mismo Páez como Presidente de la República, auspicia. A saber: el Colegio de Independencia, fundado y dirigido por el historiador ex realista Feliciano Montenegro y Colón, donde cursan futuros oficiales anti-conservadores. Y la Academia de Matemáticas, donde se forman agrimensores y habría cursado Zamora, en compañía de Blas Bruzual, Olegario Meneses y José Ignacio Chaquert, intelectuales éstos últimos que participarían, en bandos contrarios, en la famosa y magistral batalla de Santa Inés..

Intelectualidad embrionaria aún en 1846, como para verse sorprendida e incapaz de enfrentar con opciones revolucionarias nuevas la represión desatada por el paecismo para contener la diversidad de manifestaciones que clamaban por una reconducción de los asuntos públicos del país.

Un profesor de matemáticas de la Universidad de Caracas, Manuel María Echeandía es quien recomienda a Zamora, la lucha armada, ante el eventual cierre de la vía electoral. Encallejonándolo, así, en un alzamiento, para el cual no está preparado y opta por esa prestigiosa ruta de los llanos, aunque con soldados reclutados entre agricultores de la sierra que se forma entre los actuales estados de Carabobo, Aragua y Guárico y Cojedes.

Mientras que el gobierno lo contiene con veteranos de la guerra de independencia, conocedores de la guerra de los llanos, precisamente en pleno piedemonte, cuando se proponen entrar al a la región prestigiada por la fábula.

Aquella intelectualidad que loa aúpa, de alguna manera, en los numerosos matices que la conformaban, debieron influir en el presidente electo José Tadeo Monagas, para que inclinara sus preferencias hacia los liberales. Gesto en el que pudo influir algún resabio de quien, efectivamente, había sido hatero y descendiente de hateros, contra quien tal vez juzgaba un advenedizo en las jerarquías de la propiedad pecuaria. Amén de resentimientos por territorialidades dentro del Llano y cuentas pendientes debido a que Monagas se había manifestado grancolombiano.

Razones que conducen a un nuevo modelo de gobernante que podemos caracterizar como personalista articulado con un fuerte nepotismo, por el cual durante casi diez años, se alterna José Tadeo con su hermano José Gregorio en la Presidencia. Y que generará un distanciamiento con los ideólogos liberales, pero no con Zamora, salvado de las persecuciones del gobierno anterior, protegido y ascendido hasta general de brigada por Monagas. Hasta el extremo de manifestar que se hundiría con él una vez que es derrocado.

LA GRAN REVANCHA COMO PROYECTO DELIBERADO

Que constituyo la gran oportunidad de aquella intelectualidad para completar la forja del caudillo ahora para relanzarlo, reaprovecharlo, por todas las características impetuosas, resueltas, carismáticas, que le habían descubierto en él, En instantes en que sueña más bien con regresar a sus provincias, esta vez con la esplendorosa mujer que entonces era su esposa.

Y fue como al rencor personal se sumó al rencor de aquella intelectualidad frustrada en función de un proyecto que se esmeraron en sustraer del personalismo monaguero reemplazado ahora por el de una figura, con una imagen de hombre justo, rescatado de las garras de quienes quisieron sacrificarlo, con el aura de haber asumido la guerra subversiva, desde abajo, como en la independencia. Ese toque de atavismo al cual le sería impregnado una palabra mágica, un nuevo lenguaje y apoyos bien calculados, tanto logísticos como estratégicos, con asesores pocas veces identificados, pero que lo le faltarán a la hora de las proclamas, los normativas, las alianzas, deslindes, las decisiones en materia administrativa o militar, que fueron patentizándose en aquellos inusitados laboratorios de estados federales, que apuntalaban un nuevo orden frente al instituido.

Forja de innumerables manos que concurrieron al amasamiento de aquella materia prima del atavismo hasta convertirlo en símbolo, que igual serviría en vida como después de muerto.

Pudiendo decirse que, ante los cambios en ciernes, que Zamora tal vez no entreveía con nitidez, Venezuela tuvo en él, quizá el último caudillo de raigambre, antes de que el país fuese agrícola y pecuario fuese barrido por una impronta de modernidad que impediría brotes similares.

Ese heroísmo fraguado por un ethos fundamental mítico, de la misma manera como la modernidad barre tradiciones y creencias.

Quedando sus estatuas, anécdotas, égida, para revestir cualquier modalidad de régimen de los que comenzaron a surgir a raíz de la instauración de los hombres que habían contribuido a su forjamiento como mascarón de proa de una maquinaria de poder que se manifiesta en diversas variables a lo largo del resto del siglo XIX y buena parte de los siglos XX y XXI.

Muerto el héroe mítico, viene este héroe acartonado que multiplicará de manera masiva el cine, las historietas, las novelas, los medios de comunicación de masa.

Muerta la autoridad adquirida o espontánea, surgen estos jefes recortados a la medida de sus ambiciones o a la medida de los proyectos hegemónicos de grupos minoritarios, mafias o banderías. Esos restos de una impostura detrás de la que se esconden inconsistencias de uno y otra ideología, advertidos de una historia que, reiteradamente, les pide retiro para que el intelectual a la medida de Vargas o Gallegos, administre en función de una modernidad irreversible que desaloje para siempre los pretextos hipnóticos de que se han servido

DEL PERSONALISMO AL POPULISMO

Hay un simbolismo trágico en la Revolución de las Reformas ocurrido en Venezuela en 1835: el primer golpe de estado contra un régimen constitucional se ejerce contra el primer presidente, no solamente civil, si no con la formación más idónea para modernizar el país. Conato que, sin embargo obliga a que esta posibilidad de un nuevo orden nacional frague, por renuncia del doctor Vargas a ese cargo y reingreso del país a un militarismo, medianamente democrático como anhelaba el paecismo, en el poder.

El primer golpe de estado exitoso también tiene su simbolismo, ya que lo cumple Julián Castro con el avenimiento de las principales tendencias civiles que hacían vida en Venezuela, con una expectativa nacional, que incluye hasta partidarios del monaguismo derrocado, aunque con el detalle, hasta ahora insuperable, de la historia venezolana, de no lograrse una verdadera entente en función de un destino nacional, por encima de intereses personales o grupales.

En Venezuela ha prendido ya la mala yerga del personalismo, exacerbado con Monagas y su régimen nepótico, estimulado en la pobre personalidad de Julián Castro, pervirtiendo una coyuntura que pudo haber sido decisiva para enrumbar el desarrollo nacional. Y que repunta bajo Guzmán Blanco, siempre con el recurso del golpismo, pero de una manera remozada con el refuerzo de la modernización pospuesta. Reorientación que se cumple bajo una exacerbación del culto a Simón Bolívar, que, entre otras falacias, es identificado, familísticamente con Guzmán. Cuya égida es sucedida por nuevas insurrecciones y golpes que tendrán un largo receso, bajo el régimen de Juan Vicente Gómez, a medias entre un pintoresco ruralismo y el repunte petrolero, siempre bajo el ropaje bolivariano, que reflota bajo sus sucesores, medianamente intelectuales y democráticos, aunque militares, Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, abrigados bajo el lema partidista de las Cívicas Bolivarianas.

El golpe que los sustituye tiene ribetes parecidos al de 1858, aunque, predominantemente civilista y con la presencia fundamental de un partido de corte socialista, impregnado de ideas radicalmente modernizadoras, signados bajo el cognomento de Revolución de Octubre y una vasta gama de manifestaciones que parecían conducir hacia un proyecto efectivamente de nación. Que contará, sin embargo, con reservas de otras tendencias militares y civiles, que depondrán al presidente de más relumbre intelectual en toda la historia nacional, electo con una abrumadora mayoría en un proceso de gran amplitud democrática.

El nuevo golpe de estado, ejecutado por militares surgidos de las principales academias más reconocidas en el continente, al parecer, con el apoyo y auspicio del gran supervisor de los asuntos políticos, económicos y militares de la región – EE. UU- se mantendrá casi diez años, con un absoluto control, cumpliendo labores de transformación física, casi todas de concreto armado, con obras de importancia para el transporte automovilístico, al parecer ajustados a ciertos intereses mercantiles.

Régimen unicolor que es depuesto, como el de 1858, por una de las más grandes convergencias partidistas de la historia nacional, hasta el punto de lograrse así su mantenimiento, durante casi 60 años, con las siguientes variantes, derivadas de la influencia exterior

El triunfo guerrillero de Fidel Castro en 1959, con indudable apoyo extranjero, incide determinantemente en la policía venezolana y genera fricciones que rompen la unidad nacional surgida en 1958 y desatan una serie de golpes, siempre frustrados, hasta que dos nuevos fenómenos en el escenario internacional, reorientan los asuntos políticos tanto venezolanos como continentales:

El fin de la guerra fría, con la caída del muro de Berlín, permite un repunte del capitalismo, liderizado por los Estados Unidos. Pero, al mismo tiempo, se renueva el personalismo a través de un laboratorio de ubicación indeterminada, pero de indudable, origen en el desarrollo de la cultura de masas y los medios de comunicación: el populismo, como fenómeno político, de uso por diferentes tendencias políticas y dispuestas a reemplazar el papel del pueblo como determinante en los procesos de democratización nacional. Un verdadero laboratorio que incide en la renovación de antiguos y nuevos plataformas, como el peronismo, el aprismo, Acción Democrática, y personajes como Carlos Andrés Pérez y Fidel.

Una modalidad de liderazgo que, por igual se cumple a través de la elección popular (caso CaP) como a través de una apariencia de régimen popular como en el caso de Fidel. Alternativa ésta que se nos ocurre denominar más bien neogolpismo, en virtud del manejo de un fuerte poder centralizado (militar y económicamente) para sucesivos golpes de auto-renovación, siempre en nombre del pueblo y en contra de reales o imaginarios enemigos, siempre necesarios para legitimar la función heroica inherente a personalismo implicado siempre en esta alternativa contemporánea de populismo y golpismo.

Chávez, quien insurge en 1992 con un golpe tradicional contra un gobierno electo democráticamente, investido de ropajes prestigiosos como el de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora, pronto se servirá, quizá por asesoramientos de ese laboratorio o sus ramificaciones internacionales, en función del mencionado neogolpismo imbricado de populismo y personalismo.

Son tales los alcances del neogolpismo del siglo XXI y su probable procedencia de un laboratorio internacional, que algunos de los caudillismos contemporáneos (Putin, Trump, etc.) son asociados con fenómenos ya experimentados en nuestros países.

Progresivamente, debido a la caída de los precios del petróleo cuyo aporte ha sido fundamental para el teatro en cuestión, irá reforzando, de tal manera, como en el caso de Monagas, el factor militar, que el mismo nombre de Simón Rodríguez, un intelectual poco estudiado y comprendido, quien nunca fue factor de violencia, poderes ni riquezas ni manipulaciones, hasta el punto que, actualmente luce más bien excluido, por la creciente militarización del régimen.

En tanto que de Bolívar y Zamora sólo cuenta el elemento apoteósico, desmereciéndose la posibilidad de estudios críticos que los ubiquen debidamente en su tiempo y circunstancias.

Su doble simbología, hazañosa y martirológica, triunfal y holocáustica, al mismo tiempo, se presta tanto para la exaltación como para el moldeado de los copiadores de heroísmos.

DEL CAUDILLISMO DE LOS SIGLOS XIX Y XX VENEZOLANOS

Estos caudillos del siglo XXI quieren aparentar todos los rasgos de los que montaban corceles en el siglo XIX.

Rasgos psíquicos ya que hoy cuentan con los servicios más sofisticados para la misma tarea de imponerse en función de si mismos más que de la causa o el país del que se sirven a manera de trampolín.

Una modalidad contemporánea que se denomina populismo. Peculiarizado por un régimen que gobierno generando expectativas casi siempre incumplibles y que por ello, dan lugar a una carrera indeterminada de más expectativas en una especie de círculo vicioso que lo envira todo hasta manifestarse como única y absoluta normalidad.

Un adefesio piramidal, cuya punta se rige como imprescindible en la medida en que su base es empleada como soporte.

Pirámide a la manera de un inmenso tonel de basura ideológica signada por la necesidad de legitimar, cada hora, cada día, una imagen a la medida.

La ideología del populismo es un andamiaje a base de efectismos, basamentados en un condicionamiento cultural centrado en las necesidades más elementales: pan y circo.

Una sociedad amurallada por gigantescos murales que impiden ver más allá de los dispositivos propuestos para la adoración.

Aquí cualquier desarrollo científico tecnológico, educativa o comunicacional, está en función de ese acorazamiento.

La libertad vedada y tolerancia sólo en cuanto pueda ser revertido en beneficio de esa consagración de la punta imperante.

Lo cual logra a través de terminologías cuya carga significativa ha sido redimensionada para tal usufructo.

Hecho que se advierte, como una plaga o virus difundido por algún gran laboratorio ideologizador, en diversidad de países como si se tratara de atavismo nacional, rémora cultural o necesidades imaginarias.

Este caudillismo va de una miticidad con una alta dosis de inconciencia colectiva, por encima, muchas veces, de la voluntad de quienes lo padecen o disfrutan, a esta mitogogía contemporánea, en la cual, cierta manipulación de los hechos, genera una monumental fábrica de alternativas al gusto de cada país.

La producción de heroicidades deviene así en una de las principales inversiones de la cultura de masas a los efectos del consumismo de vastas consecuencias manipuladoras.

El modo en que tal cultura se da la mano con el fenómeno político-administrativo del populismo, muy del agrado de ideologemas que se manifiestan contrarias a esa cultura.

*Docente e historiador venezolano ,

Enfermedades en la Ciudad de Calabozo del siglo XVIII

jueves, enero 19, 2017

¿De qué se enfermaba la elite municipal calaboceña del siglo diecisiete? Al menos más de cinco males se registran en la obra Historia Colonial de algunos pueblos de Guárico (1943), de Fernando Carrasquel quien como compilador nos facilita información de 281 documentos del Archivo General de la Nación (AGN) referentes a la entidad llanera, durante el periodo de 1770-1797


Ilustración: John Cotter En: Juicios Secretos de Dios. Epidemias y despoblación indígena en Hispanoamérica Colonial (1999).

Por José Obswaldo Pérez

Introducción

Los poderosos también se enferman. A eso se refiere el presente enunciado que adjetiva el poder cuando historiamos a los sujetos o agentes sociales que, en su condición de capitulares, alcaldes o tenientes de justicia de una ciudad de la Capitanía General de Venezuela, se ven impedidos en sus funciones por motivos de sus males corporales. El poder, en este caso, es una construcción social de representaciones y prácticas desde el contexto cultural en que interactúan los individuos. Una mirada que atisba buscar, entre las estructuras mentales de una sociedad, algunos aspectos cotidianos relacionados con una red de sensibilidades de carácter social. La enfermedad, en cambio, es un acontecimiento negativo, que además de tener una dimensión biológica se carga de connotaciones sociales, culturales, políticas y económicas. Insinuaciones que, en sentido amplio, permiten entrever notables diferencias entre los modos de enfermar en las distintas clases sociales (Pérez, 2015).

Así pues, una lectura de lo social desde los códigos culturales y sus propios valores permite reflexionar sobre los comportamientos de enfermar en la Venezuela colonial, especialmente, en la Ciudad de Todos los Santos de Calabozo, una región ubicada al sur de los Llanos, en el Cantón de San Sebastián de los Reyes y con fronteras con el Orinoco y la Cordillera de la costa, donde se fundaron en su cercanía, dos misiones o pueblos de indios, nombrado uno Nuestra Señora de los Ángeles y el otro La Santísima Trinidad. Pero, sobre todo, por ser esta ciudad escenario de una dinámica económica-social que la convertía en una urbe mercantil, a expensas de la comercialización legal e ilegal de productos agropecuarios y mercaderías provenientes de un mercado intra e interregional que extendía sus fronteras sociales, políticas y comerciales desde los Valles de Aragua, hasta jurisdicciones con la Cuenca del Orinoco y Guayana,  y de algunos puertos caribeños y españoles por intermedio de sus enclaves coloniales (Carrasquel, 1943; p.13-14).

¿De qué se enfermaba la elite municipal calaboceña del siglo diecisiete? Al menos más de cinco males se registran en la obra Historia Colonial de algunos pueblos de Guárico (1943), de Fernando Carrasquel quien como compilador nos facilita información de 281 documentos del Archivo General de la Nación (AGN) referentes a la entidad llanera, durante el periodo de 1770-1797. En ese legajo de papeles compuesto de correspondencias privadas de los Tenientes de Justicia de la Villa de Todos los Santos de Calabozo se mencionan enfermedades como: la viruela, hidropesía, erisipela y la gota artética; padecimientos frecuentes de esta región histórica de finales del siglo XVIII.

La fuente, en términos generales, nos proporciona un corpus historiográfico sobre algunas dolencias y afecciones del siglo XVIII, en la urbe calaboceña y sus alrededores. Este aporte nos sirve, en primer lugar, para aproximarnos históricamente a un tema poco estudiado en la región. En segundo lugar, se identifican a un grupo de individuos relacionados a una trama o red de vinculaciones con el Cabildo de Calabozo, centro del poder local, durante las postrimerías del régimen borbónico. Y, por último, esta investigación intenta contribuir con la Historia Social de la Medicina en Guárico; además que nos permite construir un discurso sobre el padecimiento desde el punto de vista de la lingüística aplicada a la medicina como propuesta para estudiar la evolución del significado de las narrativas del enfermo, es decir, la historia triangular que el enfermo representa y su relación entre la sociedad y el médico en la época colonial (León Sanz, 2008; p.253).

El análisis del discurso, en el texto referido, es el método para abordar los vocablos o discursemas de estudio. Estas palabras médicas buscan la precisión terminológica y son presupuestos básicos del lenguaje científico que, etimológicamente, provienen del griego o, bien, de un lenguaje vulgar o cotidiano incorporándose a la sociedad dieciochesca venezolana (Ramírez, 2015). Además, complementa este procedimiento técnico con un análisis microhistórico como enfoque de escala reducida que escrudiña aspectos interiores de los actores dentro de un grupo social, expresándonos un retrato sobre los modos de permanencia, cambio y transformaciones de una sociedad.

 

El lenguaje de la enfermedad

Una descripción sobre los padeceres del siglo XVIII, en Historia Colonial de algunos pueblos de Guárico (1943), de Fernando Carrasquel, lo podemos sistematizar en cuatro categorías a saber: enfermedades de erupciones dérmicas, secreciones sanguíneas, edematosas y aflicciones reumáticas. Entre las afecciones con erupciones cutáneas  encontramos en primer lugar la viruela (chicken pox, en inglés; del latín variola: 'pústula pequeña') fue una enfermedad infecciosa grave, contagiosa y con un alto riesgo de muerte, causada por el virus Variola. Esta enfermedad fue una de las principales epidemias que afectó a la Provincia de Caracas, especialmente, el Cantón de San Sebastián de los Reyes y sus pueblos aledaños. Este mal fue un padecimiento muy recurrente durante la época colonial y gran parte  del siglo dieciocho (XIX). Se caracterizaba  por la aparición de pústulas y granos y se propagaba a través del contacto de personas sanas con personas contagiadas o mediante el intercambio de objetos contaminados. La viruela fue una enfermedad epidémica en el Calabozo del siglo XVIII, pero, sin embargo, el término puede haber sido utilizado como una manifestación o síntoma por los representantes de la elite de la época para referirse al sarampión, la varicela o inclusive el tifus.


Cuadro 1. Síntomas y diagnósticos de brotes epidémicos en Calabozo durante el siglo XVIII
Erupciones dérmicas viruelas”, “Erisipelas”
Secreciones sanguíneas “flujos de sangre”. “llagas”
enfermedades edematosas “hidropesía”
Aflicciones reumáticas “Gota artética”

Fuente: Historia Colonial de algunos pueblos de Guárico (1943), de Fernando Carrasquel.

En un informe al Marques de la Torres, Gobernador y Capitán de la provincia, el 22 de julio de 1771, el Teniente de Justicia de Calabozo, Manuel Ruiz Gámez, señala que, en cuatro ocasiones, se ha visto afectado por esta enfermedad y como medida sanitaria indica que “en la casa donde han resultado ha puesto separado al virulento…” (Carrasquel, 1943; p.15). Una víctima de esta enfermedad fue don Nicolás de las Nieves Hurtado, Aguacil Mayor de esta ciudad, quien falleció por la noche el 12 de enero de 1782, “en el sitio del Rastro, en donde se le dio sepultura por no infectar esta Villa…” (Ídem, p.209).

A finales de 1785, también, el Teniente Francisco de Guevara padeció de viruela, lo cual lo separó del cargo momentáneamente y, en su lugar, lo ocupo de interino don Juan Pablo Báez, Alcalde de la Hermandad de primera elección, según comunicación que dirigió Pablo José de Silva al Gobernador Juan Gulleimi (ídem, pp.255-256).

A esta la sigue los flujos de sangre (hyperaemia) y llagas o ulceras (ulcers en inglés), enfermedades muy frecuentes en las diferentes clases sociales de la población de Calabozo del siglo XVIII. En este sentido, el Teniente Ruiz informa  al Gobernador y Capitán General de la Provincia de Caracas sobre tres sacerdotes  capuchinos  que se hallaban en la Villa de Calabozo, en el año de 1771. Dos de ellos presentaba enfermedades de flujo de sangre y llagas. Los religiosos con dichos padecimientos eran el Fray Andrés de Sevilla, quien se encontraba en la Misión de los Ángeles, “(…) bastante enfermo según me dicen, de flujo de sangre y de llagas…” y el Fray Fidel de Cortes, quien se hallaba en la casa del Síndico de los Capuchinos, también, aquejado (ídem, p.34).

Así mismo, el vocablo hidropesía (dropsy o hydrops, en inglés común). Un viejo término arcaico para referirse a un edema generalizado (acumulación de fluidos en los tejidos del cuerpo). No se trata de una enfermedad en sí, sino de un signo, especialmente, concerniente a una insuficiencia cardíaca congestiva o una nefropatía (Peters, 2007; Navarro, 2005).

Sobre este síntoma, el Teniente de Justicia de Calabozo,  Manuel Ruiz Gámez, escribe en 1776, sobre el padecimiento del Alcalde de segundo voto, don José García. Señala en la correspondencia con el Gobernador y Capitán General de la Provincia de Caracas, que el citado regidor  “ha precedido desde febrero de justicia (…) por estar desde dicho mes el primero en cama, hasta lo presente, muriéndose de hidropesía…” (Carrasquel, 1943; p.105).

Entre las enfermedades dermatológicas se encuentra la erisipela (erysipelas, en inglés), también, es una antigua palabra utilizada desde los tiempos hipocráticos para describir la clásica celulitis. Generalmente, las erisipelas se refieren a infecciones de la epidermis y conceptualmente es una enfermedad aguda, febril, contagiosa causada por un estreptococo específico (Streptococcus pyogenes); también caracterizada por  una inflación de color rojo oscuro de difusión difusa de la piel o mucosa. Esta enfermedad sigue un patrón característico determinado por la edad. Normalmente se asocia la erisipela con la población adulta y se creía que su causa era por falta de vitaminas.

Uno de los afectados de este padecimiento es el propio Teniente de Justicia de la ciudad, cuyo testimonio Ruiz lo hace saber en otra comunicación al Gobernador—dirigida el 28 de abril de 1777— donde manifiesta los malestares políticos que acontecen en la localidad, especialmente, los pleitos entre los miembros del Cabildo y los abusos legales contra el reo José Rafael León, a quien defiende por gozar de fuero militar; pero que esta situación, también, lo afecta en su salud. Al respecto, el funcionario se refiere a su caso en los siguientes términos: “El motivo de que este hombre y otros miserables me tengan ahora aquí para protegerlos en lo que es justo, ha dimanado de la enfermedad que padezco desde diciembre, porque si esta no me hubiera detenido, ha muchos días hubiera pasado a la presencia de V.S., pero ya no se me dilatará este consuelo, respecto a que los médicos me dicen puedo hacer viaje para el mes que viene (…)” (p.112).

Al igual que Ruiz, su sucesor, el Teniente Manuel Therreros, le informaba al Gobernador y Capital General de la provincia de Caracas, la incapacidad de no poder cumplir con sus deberes de recorrer a Santa Bárbara de Guardatinajas, como era su obligación por “haberme caído una erisipela que me lo ha impedido…” (Ídem, p.146).

Finalmente, otras de las enfermedades frecuentes fue la gota artética (artragra o articular gout, en inglés), dolencia que ataca las articulaciones, también conocida hoy con artritis. En este sentido, en 1787, el Teniente de Justicia, Juan Araña, escribe al Gobernador sobre su padecimiento. “(…) Inmediatamente que llegué me asaltó el accidente de gota artética, de suerte en el término de dos meses y medio me ha tenido imposible por estar baldado del movimiento del cuerpo, sin embargo me forcé venir a mi casa, pero luego que llegue con la mudada de temperamento y algunos remedios que se suministraron, me hallo a Dios gracias muy alentado…”

Más allá de las palabras

Al observar la documentación analizada queda claro, hasta ahora, que los Tenientes de Justicia son los individuos más afectados por las epidemias de viruela, las cuales eran frecuentes en la Ciudad de Calabozo y otras localidades vecinas.  Así como otros padecimientos como la gota y las erisipelas. De modo que, en el contexto de Calaboceño, podemos inferir cuáles males padecieron los líderes de aquella sociedad colonial con mayor frecuencia y, sobre todo, las enfermedades estomacales y de sangre, seguidas por las calenturas. La hidropesía y las erisipelas, también, constituyen una evidencia documental de otras de las enfermedades más recurrentes entre la elite municipal.

En resumen, en este artículo, hemos intentado poner de relieve, entre otros aspectos, el uso de algunos léxicos de la medicina dieciochesca venezolana. Al listar y categorizar las enfermedades extraídas de la obra de Carrasquel como una muestra representativa de los malestares que padeció la sociedad calaboceña —no solamente las autoridades políticas, militares y eclesiásticas cercanas al poder del Cabildo sino también a lo que presumimos fuera igual para los habitantes de estas tierras llaneras—, aunque no se les nombra casi en los referidos folios documentales de dicho libro. En efecto, una develación del mundo cultural y de significaciones entre individuos e instancias sociales, derivados de espacios de sensibilidad humana.

Aparte, el corpus aquí analizado ofrece un conjunto de terminologías antiguas, en la recopilación de Carrasquel que más allá de las específicamente estudiadas, también, se habla de otras enfermedades, como heridas, pujos (disentería), dolencias, flujos de sangre, mal de orina, llagas,  viruela, y hasta casos de demencia. En su mayoría son vocablos comunes que albergan en sus avatares semánticos formas de representación simbólica y que vistas, desde la perspectiva histórica, estas palabras son evidencias no sólo de nuestro pasado sino una forma de acercamiento al entorno social de la medicina y, aún más, como una manera delimitada de comprender el conocimiento humano.

Fuentes consultadas

CARRASQUEL, FERNANDO (1943). Historia de algunos pueblos del Guárico. Caracas: Imprenta National.
KIPLE, KENNETH F (2003). The Cambridge Historical Dictionary of Disease. Cambridge University Press.
LEÓN SANZ, PILAR (2008). Hacia una historiografía de la enfermedad: Prácticas, profesiones y enfermos. En: Memoria y Civilización. No.11; pp.243-270
MENDOZA, IRMA M (2008, 29 y 30 marzo).Contribución al conocimiento de las fuentes históricas sobre Calabozo, ubicadas en el Archivo General de la Nación. Calabozo: III Encuentro de Cronistas e Historiadores.
NAVARRO, FERNANDO (2005).Diccionario Crítico de Dudas Inglés-Español de Medicina. Madrid: McGraw-Hill/Interamericana.
PEREZ, JOSÉ OBSWALDO(2015).Una aproximación del concepto de enfermedad desde el enfoque de la lectocomprensión del Inglés Médico. San Juan de los Morros: Universidad Rómulo Gallegos
PETERS, ANN (2007).Illustrated Medical Dictionary. The British Medical Association
RAMÍREZ LUENGO (2015). Léxico médico en la nueva España dieciochesca: voces cultas y populares. En: Cuadernos dieciochistas, Ediciones Universidad de Salamanca, no. 16, pp. 291-310.

A 157 años de la muerte de Ezequiel Zamora, el general del Pueblo Soberano (10 de enero de 1860-2017).

Ezequiel Zamora, General del Pueblo Soberano, (Cúa, estado Miranda, 1º/02/1817—San Carlos, estado Cojedes, 10/01/1860), estratega militar y primer líder de los movimientos sociales en el siglo XIX venezolano, fue uno de los principales protagonistas de la Guerra Federal (1859-1863) que propugnaba una extensa reforma agraria a favor de los campesinos. Su asesinato se produjo el 10 de enero de 1860, a consecuencia de un disparo traicionero que se le hizo desde el campanario de la iglesia, cuando se encontraba en la plaza mayor de la ciudad de San Carlos de Austria, asediando a los restos derrotados del ejército conservador. Refiere el historiador J.M. Siso Martínez, que: “Durante las acciones preliminares para la toma de la plaza... recibe un balazo en la cabeza que le causó la muerte. La causa queda en el misterio. Algunos dicen que la bala salió de su propio campo, obedeciendo órdenes de Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco”.

Jefe indiscutible del Ejército Federal, Zamora hizo de la guerra entre los conservadores y liberales un amplio movimiento popular liberador, que levantaba las banderas de la liquidación de la oligarquía y la entrega de la tierra a los campesinos. Los historiadores, entre otros, Federico Brito Figueroa y Adolfo Rodríguez, le han atribuido cualidades propias de héroe popular: valentía, constancia indomable y horror a la oligarquía. Dedicado originalmente al comercio de víveres, su relación con el pueblo le hizo comprender el descontento social ante la crisis económica que asolaba al país desde la guerra de la independencia y, acogiendo las propuestas de Antonio Leocadio Guzmán, se une a él, convirtiéndose en el Jefe regional de los liberales.

El 7 de septiembre de 1846, Zamora se alza en Guambra, proclamando las consignas “Tierra y hombres libres” y “Respeto al campesino y desaparición de los godos”, lo que le haría ganar la devoción popular y el nombre de “General del Pueblo Soberano”. Bajo la dirección de Ezequiel Zamora, la campaña del Ejército Federal condujo a sucesivas derrotas de los godos en 1859. El 10 de diciembre de ese mismo año, en la batalla de Santa Inés (estado Barinas), quedaron diezmados los conservadores, y se abrió el camino hacia Caracas y la victoria definitiva. Después de Santa Inés, Zamora se dirigió hacia el centro del país a través de Barinas y Portuguesa, pero antes de aproximarse a Caracas resolvió desalojar a los restos conservadores de la ciudad de San Carlos.

Durante las acciones para la toma de la plaza, mientras dirigía una operación de aproximación a las trincheras enemigas, recibió un balazo en la cabeza disparado por un francotirador colocado en el campanario de la iglesia. Se afirma, que el asesinato de Zamora fue producto de una conjura fraguada por la oligarquía conservadora, que se valió de una traición dentro de las filas liberales.

Su inesperado deceso cambió el rumbo favorable que llevaba la guerra para los federalistas y produjo la pérdida de quien para muchos fue uno de los más importante líderes populares del siglo XIX venezolano. Sus restos fueron trasladados a Caracas y colocados en la iglesia de la Santísima Trinidad, actual Panteón Nacional, el 13 de septiembre de 1872.

“No habrá pobres ni ricos, no habrá esclavos ni amos, no habrá poderosos ni desdeñados; a partir de ahora, todos seremos hermanos y nos trataremos de igual a igual, como hermanos”, fue la proclama más emblemática que, poco antes de ser asesinado, dejó por escrito el general Zamora. Tras la muerte de Zamora, el liderazgo federalista recayó principalmente en Juan Crisóstomo Falcón y Juan Antonio Sotillo.

*UNESR/Cronista del Municipio Leonardo Infante
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