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Concho Lara/Un descendiente del Mocho Hernández

Concho Lara llegó a Parapara en 1949. Se vino a trabajar con un señor llamado Salvador Solórzano. Allí se formó como funcionario público. Fue policía y estuvo por cinco años de Presidente de la Junta Comunal de Santa Catalina de Sena de Parapara, donde se vanagloria de ser aún apreciado por los parapareños.


Por José Obswaldo Pérez

RAMÓN CONCEPCIÓN HERNÁNDEZ, mejor conocido como Concepción “Concho” Lara vive en San Francisco de Tiznados (municipio Ortiz, estado Guárico), con sus 73 años acuesta. Nació el 8 de diciembre de 1932. Se dice ser el segundo sobrino del General José Manuel Mocho Hernández, a quien admira como “un hombre histórico” y que el historiador José Antonio Armas Chitty en su libro “El Mocho” Hernández. Papeles de su archivo (1973), lo considera como “el caudillo que arrastró las más grandes simpatías a finales del siglo pasada en procesos eleccionarios e igual fervor popular bajo las dictaduras de los generales Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Sorprendía su influencia en los hombres que habían llegado a la treintena y se le admiraba en el exilio por su protesta noble en aquella Venezuela que se fue acomodando, no obstante los alzamientos, al carácter pétreo del caudillo de La Mulera”.



ORTIZ: UN ANTROPÓNIMO HISPANO


EL NOMBRE DEL PUEBLO de Ortiz es un topónimo de difícil transparencia de origen hispánico. Se conoce como un antropónimo de origen patronímico, derivado del nombre del padre del progenitor de esta familia. Aparece este apellido en tiempos remotos y es apellido mozárabe originario de la ciudad de Toledo. Según, Bizén d´O Río Martínez (1998), en su Diccionario de Heráldica Aragonesa hubo ramas importantes y antiguas del apellido Ortiz en Castilla la Vieja, León, Castilla la Nueva, Vascongadas, Navarra, Aragón, Andalucía, Murcia, y Extremadura, aunque posteriormente se extendieron al resto de las regiones y pasaron a América Hispánica. En tierras del antiguo Reino de Aragón, tuvieron casa los de este apellido en las poblaciones de Tauste, Pilzán, Quinto de Ebro, Calatayud, La Almunia de Doña Godina, Tarazona y San Martín del Río. También se documenta a portadores de este apellido en varias poblaciones aragonesas, que tienen por origen las ramas primitivas de este linaje.

En relación con el origen etimológico, el Diccionario de Apellidos Españoles (2001) señala que según la interpretación tradicional, éste apellido sería el resultado castellano del nombre personal latino Fortis, derivado de fortis, -e, "fuerte, robusto". (Marrero, 1975: 30-32). No obstante, algunos autores sostienen que Ortiz viene del nombre Fortunio, nombre que se le daba al recién nacido para augurarle un futuro próspero. Aunque Francisco Piferrer (1992) señala que la etimología del apellido Ortiz no es fácil de explicar debido a la dificultad del origen de este linaje, y muchísimo más cuando se añade que de todo lo que se lee sobre el apellido, en su inmensa mayoría, no pasan de ser conjeturas más o menos motivadas.

Las interpretaciones más modernas sobre este patronímico explican que su evolución deviene de Fortunatus a Fortún y de Ortún o Fortunio, lo cual dio lugar a los apellidos Fortúnez, Fortúniz, Fortiz, Hortiz, Ortiz y Orti, durante los siglos VII al X. Piferrer (1992) explica que el apellido Ortiz procede de los Duques de Normandía por dos hermanos apellidados Orti que vinieron a pelear en España. Es uno de los apellidos más antiguos de Castilla y se extendió en los demás reinos de España, con sus peculiaridades modificaciones según la región, denominándose Ortí, Ortis, Ortiza, entre otras, de acuerdo con la variación de la escritura.

Alberto y Arturo García Carraffa (1952-1963) señalan que el apellido Ortiz y Orti (u Ortis) son el mismo de "Ortiz" y sus variantes obedecen, sin duda alguna, a errores de copia. Así lo comprueban expedientes de pruebas de nobleza para ingreso en Ordenes Militares y otros documentos. Y también los escudos de armas de algunas casas de Ortiz, que varios autores aplican a Orti y Ortis, debido a los errores de trascripción.

Pero mucho antes que Piferrer, otro historiador, escritor y filólogo, Diego Ortiz de Zúñiga (Sevilla, 1633-1680) agregaba que el origen de este apellido provenía en parte de España, principalmente del solar de Carriedo, el cual se extendió por Andalucía y Extremadura, donde se puede encontrar múltiples muestras de sus asentamientos. Por ejemplo, en Vizcaya (país vasco) hubo dos casas con este apellido: una muy antigua e infanzona, en el lugar de Santecilla, del Ayuntamiento de Carranza, y otra en la villa de Gordejuela, ambas en el partido de Valsameda.

También existe otra explicación sobre el significado del topónimo Ortiz, ésta la ofrece el investigador venezolano Adolfo Salazar Quijada (1994), quien señala que este nombre proviene de la lengua cántabra (vasca) y que significa 'lugar donde abundan árgomas. La árgoma (Ulex beaticus) es una planta espinosa, de flores amarillas, conocida también con el nombre de aulaga y de retama espinosa[1]. Según, el autor plantea que el nombre de este pueblo está relacionado con esta planta, muy común en los llanos y muy apetitosa por el ganado cuando tiene sus hojas tiernas[2].

Diversas líneas derivadas de las casas españolas difundieron el apellido Ortiz en América. En la historia colonial de esta localidad, este apellido estuvo representado en 1776 por Juan Ortiz y la familia de Juan Francisco Ortiz, casado con doña María Josefa Silva y sus hijos José Toribio, María Antonio y Juan Gabino. (Botello, 1994: 26).

Históricamente, el topónimo Ortiz surge a partir de la conformación de los espacios geográficos en los llanos de Paya, mediante el partido Paya o “sitio Paya” que, posteriormente comenzó a llamarse Valle de Ortiz, por sus ocupantes fundadores de hatos durante el siglo XVI. Su núcleo inicial se inició en Puepe y Las Patillas (Matute, 1971). Sin embargo, el nombre geográfico “Ortiz” sufre una modificación al agregarse la “santificación” del entorno natural: el de Santa Rosa de Lima, una vez que en 1696 es denominado vicefeligresia, adscrita al pueblo de Parapara (Botello, 1994; Pérez, 2002).

Pero, mucho antes, este hagliotopónimo se utilizaba con el genérico "Paya". Por otra parte, la historiografía colonial recoge el nombre del lugar en diferente grafías o variaciones, como " Santa Rosa de Paya" (1696)[3] "Santa Rosa de Lima de Ortis "(1764), "Santa Rosa de Lima de Hortiz"(1780) o "Santa Rosa de Lima de Ortiz"(1800). Igualmente, el topónimo Ortiz aparece en distintas referencias cartográficas, durante los años 1778, 1818,1884 y 1889.

Desde la época colonial, Ortiz fue considerado como un pueblo de "gente blanca" o "pueblo de vecino españoles" y, a través de la historia contemporánea, es conocido por la novela Casas Muertas, de Miguel Otero Silva. Como otras localidades guariqueñas, surgió espontáneamente en el transcurso del tiempo a mediado del siglo XVII. Su origen se generó a expensa del hato ganadero y la actividad agropecuaria, mediante el proceso de penetración y conquista del llano (Rodríguez Mirabal, 1987). De este modo, muchos de nuestros pueblos llaneros surgieron bajo este fenómeno sociológico y cultural, con el levantamiento de las casas de los vecinos "criadores" y las viviendas de los peones; es decir, casas y corrales, en términos de la época; y, poco a poco, a su alrededor, aparecieron las misiones religiosas que, posteriormente, contribuyeron a darle prestigio y solidez a las comunidades agrícolas dispersas en la región.

Según el imaginario colectivo de sus habitantes se ha extendido, de generación en generación, una leyenda ad hoc de representación oral que identifica la fundación del pueblo con la de un Cacique, al que llamaban Ortiz (o Cacique Ortiz), y quien gobernó una tribu en la región. Esta fábula es recogida por la historiografía venezolana. Ramón Armando Rodríguez (1957) explica que el poblado "fue fundado por un cacique a quien los españoles llamaban Ortiz, de la misma región, por lo que el incipiente pueblo derivó su nombre de aquel indio".

Asimismo, Telasco A. MacPerson (1941: 374) dice que, a finales del siglo XV, "se estableció en el valle que está en esta ciudad, un indio de apellido Ortiz, cuyo nombre conservó la población que progresó. Luego por los esfuerzos de él y de sus descendientes, y de algunos vecinos españoles que allí se radicaron". De este modo, este topónimo podría ser considerado como un historiotopónimo, porque homenajea a un primitivo poblador cuya memoria es nombrada y retomada a través de la toponimia.

Pero, ¿quién era ese cacique fundador llamado Ortiz, que este pueblo había tomado su nombre y que muchas veces nos hemos preguntado? Difícil la repuesta cuando no se encuentra con suficientes documentos historiográficos que demuestren la existencia de este indio, salvo lo que recogen los dos autores anteriores. Sin embargo, dice la historia - anotamos en una ocasión - que un colonizador encontró a un tal Pero o Pedro Ortiz, cacique cumanagoto llamado Guararima, que se cambió o le cambiaron su nombre por este de castellano. Era un indio guerrero, hábil negociador con los colonos y un conocedor del territorio cumanagoto; donde tenía su gente. La altivez de Ortiz o Guararima se manifestaba por su capacidad de presentarse como una naboría (o vasallo) de los españoles para ayudarlos, siempre y cuando hubiese algo que negociar, por ejemplo, un barril de aguardiente. (Silva Montañez, 1993).

Desde los días de la conquista de los llanos, el mito y las conjeturas cabalgan aún en la memoria histórica de este pueblo. Quizás el conquistador – en su travesía por tierras de Guárico- como el capitán de las tropas de Antonio Sedeño, Juan de Miranda, sea quien en un septiembre de 1536 halló un pueblo o bohío llamado Ortiz, nombre derivado de un cacique ¿Acaso sería, después, el pueblo de Santa Rosa de Lima de Ortiz? (Pérez, 1995; Silva Montañez,1993).

NOTAS


[1] Veáse a SALZAR QUIJADA, Adolfo (1991, Enero, 12): Ortiz. Caracas: Vespertino El Mundo. También del mismo autor: Orígenes de los Nombres de los Estados y Municipios de Venezuela (1994). Caracas: Universidad Central de Venezuela/Servicio Autónomo de Geografía y Cartografía Nacional., p.203.
[2] Según el Diccionario General de la Lengua Española VOX (1997) : también se conoce como Aulaga vaquera, planta muy ramosa, con ramillas de espinas cortas y axilares (Ulex bœticus)
[3] Veáse el Libro de Bautismos de los Partidos de Ortiz, Las Cañadas y San Juan de Paya por el Capellán Miguel Antonio Dueñas.(1689). Caracas: Arzobispado de Caracas. Sección Parroquia No. 129.


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La motivación religiosa en el topónimo Villa de Todos los Santos de Calabozo


En el contexto toponímico, el nombre de la Villa de Todos los Santos de Calabozo es una denominación compuesta de naturaleza antropocultural. Es un hagliotopónimo de motivación espiritual y religiosa que se divide taxonómicamente en dos elementos híbridos. Primero, Villa de Todos los Santos, que debe ser una translación toponímica de España.


Por José Obswaldo Pérez
EN EL SIGLO XVIII, la Villa de Todos Santos de Calabozo era un pueblo de “picota y horca” (Carrasquel, 1943:196). Había sido fundado por los capuchinos andaluces Salvador de Cádiz y Bartolomé de San Miguel con el nombre de Nuestra Señora de la Candelaria, el primero de febrero de 1724. Sin embargo, mucho antes, en 1694, existió un sitio de vida efímera con el nombre de Jesús de Nazareno de Calabozo, fundado por el fraile Salvador de Casabermeja. Anteriormente en 1676, Fray Pedro de Berja había pedido el establecimiento de la ciudad (Vila, 1963). Una real cédula del 15 de febrero de 1738 confirmaba la fundación, pues  más  tarde los terratenientes no  a gusto con  esta decisión hostigaban incluso, a través del gobernador, para que les fueran devueltas las tierras donde estaba la villa. Por consiguiente,  el 14 de septiembre de 1741, el gobernador ordenó que les fueran devueltas de nuevo las posesiones a los dueños de hatos. El 14 de agosto de 1744, el padre Antonio de Jaén y 62 vecinos solicitaron al Consejo de Indias la reposición de la villa. El Consejo otorgó el 6 de julio de 1751 lo que le correspondía a ésta y a las Misiones de la Santísima Trinidad y Nuestra Señora de los Ángeles, una legua alrededor a cada una. El título de villa fue confirmado por real cédula el 20 de abril de 1774, autorizada a su vez por el Obispo de  la Provincia de Caracas, el 15 de Diciembre del año siguiente (De Armas Chitty, 1974: 41-44).

De este modo, con las misiones capuchinas y andaluzas no sólo llegó al primitivo Calabozo la cruz, como símbolo del cristianismo, la conquista y la fe, sino también la espada como arquetipo de las armas para la defensa, protección y ocupación de los llanos, a fin de controlar la resistencia de tribus indígenas en la zona. Junto con ella, mosquetes, armaduras, perros, lanzas, provisiones, pendones y toda la investidura militar de la época se consolidarán en las “misiones escoltas” como una empresa religiosa-militar que tuvo una intensa importancia en el contexto histórico de Venezuela colonial (Castillo Lara, 1975; Rodríguez, Mirabal, 1987:192). Con la articulación de estos elementos y el tutelaje de los misioneros, el asentamiento creció rápidamente con el comercio generado por el desarrollo de los grandes rebaños de ganado establecido en los Llanos. Aunque su fundación fue tardía, se originó al final de la conquista y colonización de Venezuela. Mientras ciudades importantes como Barquisimeto y el Tocuyo nacieron durante la ola expansionista y globalizadora del siglo dieciséis, Calabozo empezaba como un enclave misionero a finales del siglo XVII. Había sido concebido para guarnecer un asentamiento español anclado a la creciente red de “misiones con escoltas” que se esparcían hacia los llanos, con el fin abrir paso a la penetración de criadores con sus rebaños en calidad de “quieta y pacífica” (Rodríguez Mirabal, 1987:193).

En el contexto toponímico, el nombre de la Villa de Todos los Santos de Calabozo es una denominación compuesta de naturaleza antropocultural. Es un hagliotopónimo de motivación espiritual y religiosa que se divide taxonómicamente en dos elementos híbridos. Primero, Villa de Todos los Santos, que debe ser una translación toponímica de España. Un desplazamiento designativo de la madre patria que el conquistador trasladó con toda su carga cultural a las colonias hispanoamericanas y otros lugares como en el Reino de Brasil. No es exagerado el sentimiento religioso de los primeros colonos-españoles y portugueses- que llevó a designar a la naciente población como Pueblo deTodos los Santos. Una herencia de siglos devenida de la época del cristianismo, y a una regla establecida por el Papa Gregorio el Grande (590-604). El bautismo no sólo fue un título para el culto público a una determina persona, sino que pasó a ser una creencia de quien poseía el nombre de un santo se encontraba bajo la protección del mismo. De allí que años más tarde, las mismas instituciones eclesiásticas, pueblos y países se erigían bajo la amparo de un santo. Por eso, unas de las características de la colonización fue la santificación natural del espacio geográfico para el dominio espiritual del lugar. La santificación consistía principalmente en la purificación de los pecados, luego la permanencia de la vida y ascenso al camino de la virtud. En la purificación estaban incluidos todos los aspectos de la perfección espiritual: templanza, prudencia, paciencia, humildad, caridad, esperanza y fe (Goicu, 2002:303-304).

Esta realidad tuvo consecuencias en el plano toponomástico, en el cual el nombre de este lugar nos remite al “universo ibérico”, desde una percepción sensible o espiritual de los habitantes, constituyéndose en fuente inspiradora de la localidad.La denominación de un lugar por parte de los europeos consistía en poner nombres de santos a lugares, por ser descubiertos en días en que el calendario católico atribuía a determinado santo, santa o devoción (Dick, 2000:227). El topónimo Pueblo deTodos los Santos envuelve dos puntos nucleares de la conquista hacia los llanos: la propiedad del territorio por el dominio de los caminos terrestres y lacustres, a través de las emigraciones espontáneas y la colonización hispánica; y la conquista espiritual de las localidades mediante las encomiendas y misiones religiosas. Los primeros permitirán el reconocimiento de ese espacio, que les permitirá dominar las “arterias básicas” de la comunicación oriente-occidente y viceversa; y, los segundos, garantizarán la continuidad de la presencia de las emigraciones para la implantación de nuevas fundaciones, misiones, hatos, credos y otras cosmovisiones (Pérez, 2006; Rodríguez, 1991:105).

La toponimia religiosa se distingue por el carácter original de la lengua eclesiástica romana, la cual se basa en vocablos provenientes de lenguas diferentes. Su raíz cristiana y latina, supone en primer lugar los aspectos esenciales sobre la antigüedad de una palabra y segundo, su origen eslavo, en el cual se encuentran en muchas de ellas las denominaciones que designan la organización del culto, la jerarquía eclesiástica y el calendario católico. Desde la perspectiva histórica, estas características tienen una enorme influencia en la conquista del territorio.

Concepción Suárez (2002) señala que su origen tiene sus comienzos en las transformaciones de ritos y cultos prerromanos lo cual cumplen una función de “santificación” del entorno natural. El autor citado explica que una “buena parte del lenguaje toponímico se remonta a costumbres y referencias culturales preexistentes a la romanización, que, a todo más, sólo fueron reutilizadas, transformadas, reconvertidas por la cultura latina y la cristianización ulterior” (2002: 41-64). De este modo, los nombres referidos a ciertos lugares tienen raíces preindoeuropea, indoeuropea y celta, los cuales fueron utilizados por el conquistador europeo para nombrar el entorno natural habitado y, posteriormente, sacralizarlo y luego cristianizarlo.

El otro elemento taxonómico componente de la Villa de Todos los Santos es la palabra "Calabozo", la cual tiene su origen en el latín: Calare (= hender, herir) + Fodere (= hacer una fosa). Su significado trata de una especie de excavación en roca o en el suelo utilizado para  mantener a los delincuentes o prisioneros de guerra encerrados y bajo castigo. Al parecer el topónimo tuvo una cierta evolución: de Calarfodium pasó a Calapozio (latín hispánico) y finalmente a Calabozo, un perfeccionamiento híbrido entre el griego y  el latín.  En estesentido, Corominas y Pascual (1984, I: 747) atribuyen a la palabra calabozo un origen hipotético de la voz compuesta “calafodium”, en la que podría distinguirse, junto al derivado “fodium” del latín fodere (‘cavar’) y la forma prerromana “cala”, el cual significa: ‘lugar protegido, cueva’, probablemente de origen anterior al celta o al ibero.

En regiones de España, como León y Salamanca, se registra la etimología calabozo, lo que demuestra que  es un fisiotopónimo, es decir, un nombre motivado por las características físicas del medio o las circunstancias que los rodean (Pérez, 2006).

Al igual que Corominas y Pascual, el reconocido lingüista, Fernando Navarro, señala la posibilidad de que la palabra Calabozo derive directamente de las palabras latinas fodiareyfodium, voces que su equivalente en español es “hoyo”. Éste vocablo se utilizaba generalmente para cualquier agujero excavado en la tierra. “nada de extraño tiene que nuestra palabra calabozo esté también emparentada con fodium; más concretamente, con el latín vulgar calafodium, compuesto con una supuesta raíz prerromana cala (subrayado nuestro) que transmitía la idea de cueva o lugar protegido” (Navarro, 2002). Sin embargo, Calabozo no es una palabra transparente; es decir, es unapalabra opaca, inexplicable que, por lo menos, plantea interrogantes para quienes otros, seguramente más acuciosos e interesados, intenten darles respuesta. Otra interpretación del topónimo es su derivación del prerromano compuesta por Cala-, que significa lugar protegido y el sufijo –boza, que significa ‘matorral’. En otras palabras, Calabozo sería como un “matorral protegido”, que es el nombre también de un instrumento agrícola extremeño; pero, también, en sardo logudonéscalavojo o calafoju es 'fosa, barranco', significado adecuado a nuestro topónimo.


Finalmente, dentro del plano toponímico e histórico, se puede concluir que religión y fe son una consultación de los mitos de los hombres desde los tiempos de la colonización de los llanos. La Villa de Todos los Santos de Calabozo es el manifiesto sentimiento religioso de los primeros colonos y sus descendientes. Una nomenclatura de longitud pomposa, suerte de un sociocentrismo lugareño (Baroja, 1957; Mitchell, 1988:15) cuya medición debería indicarnos el grado de cristianismo y fe de aquella localidad colonial. Pues, resulta que la Villa de todos los Santos de Calabozo fue posteriormente sede de una de las primeras diócesis fundadas en Venezuela, después de las de Caracas, Mérida, Guayana y Barquisimeto. Fue una Diócesis que comprendió gran parte de los territorios llaneros de Venezuela. Siendo, por lo tanto, sede de un obispado que para muchos podemos interpretar que tenía una preeminencia espiritual. Pero no olvidemos que delante de la cruz después vino la espada, también símbolo de protección de la ciudad. En el siglo XVIII, Calabozo fue una plaza militar importantísima que constituyó un cerco para reducir a los grupos indígenas y contrarrestar el contrabando ilegal en la región. Cruz y espada serán la divisa con que se levantará esta localidad, con buena plaza, cárcel pública, cepo, cadenas y prisiones. Calabozo, la ciudad protegida, fue muy próspera en el pasado y lo sigue siendo en el presente. Hoy lleva el nombre simplificado de Municipio Miranda, en honra a la memoria del Precursor de la Independencia de Venezuela, General Francisco de Miranda (1750-1816).

Ver  también
Topofilia, lugar y toponimia
Esclavitud y ganadería: Los orígenes antropoculturales de la llaneridad

La visita del Obispo Martí a Ortiz en 1780

Por José Obswaldo Pérez


DESDE MUY TEMPRANAS HORAS de la mañana, el alegre doblar de las campanas recordó a la población orticeña que al fin había llegado el día de la tan anunciada visita del Obispo Mariano Martí a Ortiz. Era 5 de mayo de 1780, día de fiesta para la feligresía. Después de haber permanecido una semana en San Francisco de Asís de Tiznados y el haber fundado el Señor San José de Tiznados como nueva parroquia eclesiástica, el Obispo entró al pueblo a la ocho y media de la mañana, a lo largo del viejo camino real por una hoya entre cerros.

El Monseñor Mariano Martí era un legendario prelado de la Iglesia Católica. Se decía que tenía grandes virtudes, austeras costumbres y severa conducta. Había nacido en Tarragona, España, en el año de 1721. Se ordenó de sacerdote en Barcelona, en 1749, y fue consagrado Obispo en 1761, en el Obispado de Puerto Rico. En 1770 tomó posesión de la Diócesis de Caracas, en reemplazo del Obispo Diego Antonio Diez Madroñero, quien había fallecido en ese entonces. Apenas se posesionó de su nuevo ministerio cuando el Monseñor Martí inició un recorrido pastoral por toda Venezuela.

El alto Prelado había llegado por el viejo camino de recua que conduce a Cueva e´Sapo, en un tramo montañoso que comunicaba con la vertiente de la Galera Mapire y la serranía de Morrocoyes. Muy cerca de los linderos del pueblo, hasta las orillas del río Paya, donde se había traslado el padre Félix José Figueroa, acompañado de un nutrido grupo de fieles y representantes civiles de la comunidad. Desde su séquito, el Obispo Martí podía distinguir el templo que se visualizaba a poca distancia de su recorrido.

Esta era su visita oficial, porque la primera vez que vio a la parroquia fue el 28 de diciembre de 1779. Eran las once de la noche, cuando casi desapercibido pasó por Ortiz, luego de haber hecho una parada dos horas antes en Parapara, a una distancia de cinco leguas del pueblo. En su fugaz transito, Martí describe que el pueblo estaba “casi iluminado, principalmente la calle de la Iglesia…[1]. Una sorpresa para el alto prelado y su caravana, que extrañamente se extravió en el camino. El incidente obligó a monseñor Martí detenerse en el paraje El Caiman[2]. Allí tuvo de esperar a algunos miembros de comitiva que se habían perdido en el camino, un hecho fortuito ocurrido por primera vez en su larga jornada de pueblo en pueblo.

Tres años después, el Obispo Martí volvería a Ortiz. También, en visita de carácter oficial, el 30 de enero de 1783. Visitó el sitio San Juan de Paya, caserío ubicado en la posesión Las Cañadas, bajo la erección de San Juan Bautista, donde había una humilde capilla o ermita, en la que se oficiaban misas y se atendían a las almas del lugar. Era una Capilla vieja de bahareque cubierta de tejas con dos puertas. Tenía un altar, con los adornos correspondientes, ornamentos y vasos sagrados para la celebración del Santo Sacrificio de la Misa. Fue una de las primeras capillas que se construyeron en los diferentes sitios para la erección del curato del pueblo de Parapara, del cual Ortiz estuvo anexo hasta el año 1776[3]. Aunque la vieja ermita estaba quebrantada y el vecindario casi reducido, el Obispo dispuso durante su visita que el sacerdote no residiera allá más que durante la octava Fiesta del Santo Patrón San Juan Baustista.

Durante sus seis días de estadía en Ortiz, el Obispo Martí realizó varias actividades. Entre ellas impartir misas, oficiar bautizos y matrimonios; dialogar con las autoridades civiles, entre ellas con el Teniente de Justicia de Parapara, Ortiz y otros pueblos circunvecinos, Pedro Osío. De igual modo escuchó y habló con los feligreses. En las noches, después de conversar con el padre Félix José Figueroa, tomaba su Libro Diario para escribir sus impresiones personales. Aspectos demográficos, económicos y sociales sobre el pueblo son registrados por su recorrido pastoral. La impresión de Martí sobre los orticeños fue que era gente de buen genio, aunque dada a bailes nocturnos y velorios; así como tanto relajada por la incontinencia.

Entre sus actos, Martí dejó un edicto prohibiendo los bailes y velorios nocturnos. Igualmente, al enterarse que mujeres solteras y viudas con hijos, fruto de relaciones irregulares, se paseaban públicamente con ellos por la localidad y la iglesia, solicitó justicia contra ellas: enviarlas a la cárcel por deshonra a la moral y las costumbres. Sin embargo, el hecho más resaltante fue la reunión que sostuvo con vecinos y representantes de familias con linaje que le pidieron permiso para la construcción de un nuevo templo, para sustituir a la vieja ermita que estaba localizada en sitio poco cómodo para los feligreses. Asimismo, éste templo resultaba de poca capacidad, a lo cual el Obispo accedió en lo correspondiente, pero a condición de que fuera dentro del pueblo”[4]


NOTAS BIBLIOGRAFICAS

[1] MARTI, MARIANO (1998): Libro pastoral, p. 87

[2] Sitio situado al sur de Ortiz. Para 1813, El Caimán era un antiguo lugar y una hacienda perteneciente a Don Francisco Xavier Ustariz. La palabra Caimán es voz de origen taína y corresponde a un zootopónimo con que se conocen a los saurios de la familia de los cocodrilos (Género alligátor). Con el tiempo su nombre se ha degenerado en La Caimana, hoy un vecindario ubicado cerca de la comunidad de Tigüigüe.

[3] MARTI, MARIANO (1998): Documentos relativos a su visita a la Diócesis de Caracas 1771-1784.Tomo II. Libro Personal. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia; pp. 179-183

[4] VILA, PABLO (1981) El Obispo Martí. Caracas: Universidad Central de Venezuela.

Perfil/Argeliers León

Por Arturo Alvarez D´Armas
arturoalvarez176@gmail.com


Argeliers León Pérez fue una valiosa figura de la musicología cubana. Compositor, folklorista, pedagogo y africanista. Nació en La Habana el 7 de mayo de 1918 y falleció en esa misma ciudad el 23 de febrero de 1991.

Estudió música en el Conservatorio Municipal de La Habana, Pedagogía en la Universidad de La Habana y estudios de especialización tanto en Cuba, como en la Universidad de Concepción en Chile. Igualmente toma cursos con el maestro José Ardévol y en París con la profesora Nadia Boulanger.

En 1943 obtiene el título de Doctor en Pedagogía de la Universidad de La Habana y en 1949 se gradúa en el Conservatorio Municipal con los títulos de profesor de Armonía y el de Composición.