La visita del Obispo Martí a Ortiz en 1780

Por José Obswaldo Pérez


DESDE MUY TEMPRANAS HORAS de la mañana, el alegre doblar de las campanas recordó a la población orticeña que al fin había llegado el día de la tan anunciada visita del Obispo Mariano Martí a Ortiz. Era 5 de mayo de 1780, día de fiesta para la feligresía. Después de haber permanecido una semana en San Francisco de Asís de Tiznados y el haber fundado el Señor San José de Tiznados como nueva parroquia eclesiástica, el Obispo entró al pueblo a la ocho y media de la mañana, a lo largo del viejo camino real por una hoya entre cerros.

El Monseñor Mariano Martí era un legendario prelado de la Iglesia Católica. Se decía que tenía grandes virtudes, austeras costumbres y severa conducta. Había nacido en Tarragona, España, en el año de 1721. Se ordenó de sacerdote en Barcelona, en 1749, y fue consagrado Obispo en 1761, en el Obispado de Puerto Rico. En 1770 tomó posesión de la Diócesis de Caracas, en reemplazo del Obispo Diego Antonio Diez Madroñero, quien había fallecido en ese entonces. Apenas se posesionó de su nuevo ministerio cuando el Monseñor Martí inició un recorrido pastoral por toda Venezuela.

El alto Prelado había llegado por el viejo camino de recua que conduce a Cueva e´Sapo, en un tramo montañoso que comunicaba con la vertiente de la Galera Mapire y la serranía de Morrocoyes. Muy cerca de los linderos del pueblo, hasta las orillas del río Paya, donde se había traslado el padre Félix José Figueroa, acompañado de un nutrido grupo de fieles y representantes civiles de la comunidad. Desde su séquito, el Obispo Martí podía distinguir el templo que se visualizaba a poca distancia de su recorrido.

Esta era su visita oficial, porque la primera vez que vio a la parroquia fue el 28 de diciembre de 1779. Eran las once de la noche, cuando casi desapercibido pasó por Ortiz, luego de haber hecho una parada dos horas antes en Parapara, a una distancia de cinco leguas del pueblo. En su fugaz transito, Martí describe que el pueblo estaba “casi iluminado, principalmente la calle de la Iglesia…[1]. Una sorpresa para el alto prelado y su caravana, que extrañamente se extravió en el camino. El incidente obligó a monseñor Martí detenerse en el paraje El Caiman[2]. Allí tuvo de esperar a algunos miembros de comitiva que se habían perdido en el camino, un hecho fortuito ocurrido por primera vez en su larga jornada de pueblo en pueblo.

Tres años después, el Obispo Martí volvería a Ortiz. También, en visita de carácter oficial, el 30 de enero de 1783. Visitó el sitio San Juan de Paya, caserío ubicado en la posesión Las Cañadas, bajo la erección de San Juan Bautista, donde había una humilde capilla o ermita, en la que se oficiaban misas y se atendían a las almas del lugar. Era una Capilla vieja de bahareque cubierta de tejas con dos puertas. Tenía un altar, con los adornos correspondientes, ornamentos y vasos sagrados para la celebración del Santo Sacrificio de la Misa. Fue una de las primeras capillas que se construyeron en los diferentes sitios para la erección del curato del pueblo de Parapara, del cual Ortiz estuvo anexo hasta el año 1776[3]. Aunque la vieja ermita estaba quebrantada y el vecindario casi reducido, el Obispo dispuso durante su visita que el sacerdote no residiera allá más que durante la octava Fiesta del Santo Patrón San Juan Baustista.

Durante sus seis días de estadía en Ortiz, el Obispo Martí realizó varias actividades. Entre ellas impartir misas, oficiar bautizos y matrimonios; dialogar con las autoridades civiles, entre ellas con el Teniente de Justicia de Parapara, Ortiz y otros pueblos circunvecinos, Pedro Osío. De igual modo escuchó y habló con los feligreses. En las noches, después de conversar con el padre Félix José Figueroa, tomaba su Libro Diario para escribir sus impresiones personales. Aspectos demográficos, económicos y sociales sobre el pueblo son registrados por su recorrido pastoral. La impresión de Martí sobre los orticeños fue que era gente de buen genio, aunque dada a bailes nocturnos y velorios; así como tanto relajada por la incontinencia.

Entre sus actos, Martí dejó un edicto prohibiendo los bailes y velorios nocturnos. Igualmente, al enterarse que mujeres solteras y viudas con hijos, fruto de relaciones irregulares, se paseaban públicamente con ellos por la localidad y la iglesia, solicitó justicia contra ellas: enviarlas a la cárcel por deshonra a la moral y las costumbres. Sin embargo, el hecho más resaltante fue la reunión que sostuvo con vecinos y representantes de familias con linaje que le pidieron permiso para la construcción de un nuevo templo, para sustituir a la vieja ermita que estaba localizada en sitio poco cómodo para los feligreses. Asimismo, éste templo resultaba de poca capacidad, a lo cual el Obispo accedió en lo correspondiente, pero a condición de que fuera dentro del pueblo”[4]


NOTAS BIBLIOGRAFICAS

[1] MARTI, MARIANO (1998): Libro pastoral, p. 87

[2] Sitio situado al sur de Ortiz. Para 1813, El Caimán era un antiguo lugar y una hacienda perteneciente a Don Francisco Xavier Ustariz. La palabra Caimán es voz de origen taína y corresponde a un zootopónimo con que se conocen a los saurios de la familia de los cocodrilos (Género alligátor). Con el tiempo su nombre se ha degenerado en La Caimana, hoy un vecindario ubicado cerca de la comunidad de Tigüigüe.

[3] MARTI, MARIANO (1998): Documentos relativos a su visita a la Diócesis de Caracas 1771-1784.Tomo II. Libro Personal. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia; pp. 179-183

[4] VILA, PABLO (1981) El Obispo Martí. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
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