Carta por Pedro Camejo. El Negro Primero, otra vez…


La injusticia en el trato al Negro hoy no sólo permanece, se acrecienta con el maltrato a su biógrafo, Manuel Aquino.

Eduardo López Sandoval,


Estimado Amigo José Obswaldo Pérez. Buen día.

No conocí personalmente a Don Manuel Aquino, pero tardíamente leo tu escrito, “Microbiografía Manuel Aquino Delgado”, y es como si hubiera estrechado su mano en este año quince. Gracias.

Y me encuentro con don Manuel Aquino en un par de circunstancias que enumero, Uno, -de historia-, el lugar donde nació Pedro Camejo, y Dos, – de actualidad-, el maltrato que se le hace al Negro y a Manuel Aquino.
Del Negro Primero no sabemos nada del lugar donde nació, dónde están sus restos, su familia, sus orígenes en África, imagen, los bienes provenientes de sus haberes militares. No sabemos de la vida, familia, historia y memoria póstuma de Pedro Camejo. Nada. Razones suficientes para que lo tengamos como tema, el olvido.

La injusticia en el trato al Negro hoy no sólo permanece, se acrecienta con el maltrato a su biógrafo, Manuel Aquino. Veamos.

A Pedro Camejo se ha pretendido colocarlo en posición de homenajeado al colocar una falsa imagen en el billete de 5, flaco homenaje cuando no sabemos dónde nació, donde reposan sus restos, a donde fueron a parar sus haberes militares, dónde está su familia. Don Manuel Aquino, Cronista de la ciudad de El Sombrero, sí escribió: “Negro Primero Guariqueño por Evidencias”, que es el título del artículo que en dos entregas publica en un periódico regional de finales del año 1990. El Cronista Manuel Aquino escribe, luego de hacer referencia a los héroes de la historia patria nacidos por estos llanos guariqueños, y que han sido disputados sus orígenes por otras regiones, y nombra al Coronel Juan José Rondón, General Manuel Cedeño, Juan Ángel Bravo, entre otros. Acerca del Negro Primero dice el Cronista, a la letra: “Ahora abordamos algo sumamente curioso, el caso del más pintoresco, humilde, ingenuo y dicharachero de los héroes, a quien tantas veces ha cantado la épica: Pedro Camejo, considerado apureño de San Juan de Payara por antonomasia y honra del gentilicio, epónimo del municipio. Sobre el cual debemos analizar las siguientes circunstancias: el Dr. Eduardo Hernández Cartens, destacado intelectual y conspicuo apureño, cronista de la ciudad de Achaguas, en una oportunidad me manifestó, “nosotros sabemos (intelectuales apureños) que el Negro Primero no es apureño pero lo aceptamos”. El contador Manuel Moreno, igualmente apureño, sostiene la versión de que es guariqueño de San José de Tiznados.”.
Más adelante el Historiador Aquino hace una interpretación de un pasaje de la Autobiografía de José Antonio Páez que relaciona con documento histórico desenmascarado por él como científico historiador. “Pedro Camejo, -dice Aquino en el artículo-, entra en la historia de la pelea por la libertad de Hispanoamérica sin duda por su valor y entrega a la patria, pero también por el destacado que le hace Páez en su autobiografía, quien relata el diálogo entre Camejo y el Libertador como sigue, Bolívar le pregunta por qué sirvió primero en las filas realistas antes de enrolarse en las filas patriotas:
“─ ¿Pero qué le movió a V. a servir en las filas de nuestros enemigos?

“Miró el negro a los circundantes como si quisiera enrostrarles la indiscreción que habían cometido, [les había pedido que no le dijesen al Libertador que había peleado bajo las órdenes de Bóves] y dijo después:
“─Señor, la codicia.
“─ ¿Cómo así preguntó Bolívar?
“─Yo había notado, continuó el negro, que todo el mundo iba a la guerra sin camisa y sin una peseta y volvía después vestido con un uniforme muy bonito y con dinero en el bolsillo. Entonces yo quise ir también a buscar fortuna y más que nada a conseguir tres aperos de plata, uno para el negro Mindola, otro para Juan Rafael y otro para mi”.

En la segunda parte del trabajo, -he aquí el documento revelado por el Cronista guariqueño que no nombran quienes lo adversan-, continúa: “Don Bernardo Bautista Marrero (el isleño), fue el propietario más poderoso en las inmensas llanuras apureñas, aunque su residencia habitual era nuestro pequeño pueblo de El Calvario, al que tanto quiso y amó como al pueblito de Arafo, en las Islas Canarias, de donde era natural. Administraba sus cuantiosas propiedades hasta los llanos de Casanare, por intermedio de encargados o representantes. El 30 de septiembre de 1812, otorgó su testamento (El Calvario), y el numeral 8 del cuerpo de bienes menciona el hato Merecure comprado a los herederos de Don Sebastián Mier y Terán, compuesto de 58 leguas, además de casas, fundaciones, corrales, en el cual había sembrado 80 mil cabezas entre ganado y bestias y los esclavos: José María y su mujer Carmen, Miguelote y su mujer Felipa dos hijos de estos Juana y Miguel, Juan Rafael, Pio Diego, Toribio Gregorio, Juan Blanco Andrés, Pedro José Eusebio (supuestamente Negro Primero), Manuel José Becerra Xavier, Felipe, Juan, Carlos Francisco, Mindola, José y Juana. El hato Merecure pertenece actualmente a la sucesión Hernández Vásquez y está situado en jurisdicción de San Juan de Payara. Indudablemente que Pedro Camejo, pertenecía a la servidumbre de ese hato como esclavo marrereño (Pedro José Eusebio), el General Páez dice que había sido esclavo de Don Vicente Alfonso, no cabe duda que Alfonso era representante de Marrero…”.

Sigue el Cronista Aquino más adelante: “Cuando Camejo sostiene el dialogo con el Libertador representado por Páez, igualmente le dice que había ido a la guerra en procura de tres aperos de plata para compartirlos con sus compañeros de servidumbre Mindola y Juan Rafael. El Dr. Fleitas Beroes lo plastifica en versos(el dialogo): ¡Me llamo Pedro Camejo/ realista que se fugó; / solo aspiro Mayordomo/ una casaca marrón/ un penacho bien bonito/ que pegue con mi color;/ freno y charnelas de plata/ un caballo correlón/ una Santa Catalina,/ un machete bien cortón/ ser obediente a su mando,/ combatir en pelotón,/ encontrar para Mindola/ aperos de distinción,/ para el negro Juan (Rafal)/ silla nueva con pellón/.

Los historiadores de este año quince realizan ventajosa reyerta en contra de ambos personajes, con la consabida ventaja de saber que los muertos no hablan. Pero olvidan que don Manuel escribió lo que leyó de Páez, quien fue el General del Teniente Camejo en Carabobo en 1821, y que hurgó y encontró el testamento que escribió Marrero en 1812, propietario del esclavizado Pedro Camejo, y de esto dejó memoria. De su estudio debemos finiquitar necesariamente con el título de su trabajo: “Negro Primero Guariqueño por Evidencias”.

Don Manuel Aquino concluye: “Estas evidencias nos suponen que efectivamente, el héroe era guariqueño, posiblemente de El Calvario.”

Remata Aquino: “Nos faltaría obtener otros documentos de indispensable valor y atinentes para esta aclaración, siempre que estemos asistidos por la razón y la justicia.”. Aquino, sin duda, construyo suficiente obra en el espacio del respeto a la ciencia histórica, deja abierta la posibilidad para que investigaciones posteriores abonen al sembradío hecho por él; sumar, por ejemplo el lugar exacto donde nació, familiares, raíces ascendientes africanas, y otros muchos varios, como dónde reposan sus restos.

De estas diáfanas, transparentes, traslucidas y límpidas palabras, algunos han dicho que Aquino se equivocó, que confundió a Pedro Camejo, el Negro Primero, con otro Pedro Camejo, oriundo de Chaguaramas, que nació en otros tiempos y participó en los acontecimientos de la Guerra de la Federación. No hay espacio para la polémica. Esta alegre conclusión no merece otro comentario.
Nuestra investigación no ha logrado ubicar el lugar donde la mamá colgó el primer chinchorro de l el Negro Primero, pero sí ha determinado de forma incontestable hasta ahora, que el Negro no nació en San Juan de Payara.
Otras investigaciones respaldan nuestra inédita pesquisa. Veamos: En el XI Encuentro de Cronistas e Historiadores, realizado en Valle de la Pascua en recién pasados años, el Historiador Miguel Álvarez Díaz, Productor y Conductor del programa de radio local Ondas Canarias, presentó la ponencia denominada: EL PARENTESCO DE LA FAMILIA CAMEJO Y RODRÍGUEZ CON EL LIBERTADOR DE URUGUAY JOSÉ GERVASIO ARTIGAS. Y en su página 7 escribe un Aparte que denomina, PEDRO CAMEJO “EL NEGRO PRIMERO”, que a la letra dice: “Según el historiador canario David Wenceslao Fernández (1992), esta familia Rodríguez Camejo, fue dueña del esclavo Pedro Camejo, conocido en la historia como “El Negro Primero”, nacido en Calabozo, que formó parte del ejercito de Boves y Morales. Y en 1816 pasa a las filas, como otros tantos llaneros, al Ejercito Republicano con el General Páez hizo toda la campaña de los Llanos, hasta que ascendido a Teniente de Caballería por su coraje y valor por el General Páez, murió heroicamente en la Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821, dejando fama de haber sido valeroso y temerario como pocos.
“El General monárquico Ruperto Delgado, Calaboceño, yerno del General Morales, que ya estaba casado con una hija de este y Josefa Bermúdez Marín con quien había contraído matrimonio en Barcelona, en 1809. El General Ruperto Delgado estaba casado con Mariana la hija mayor, apunta en sus memorias que Pedro Camejo estuvo bajo sus órdenes en el Batallón de Caballería “Lanceros de Calabozo” hasta que deserto (SIC) y se fue con el otro grupo de llaneros para las filas del General Páez, en el año 1816.”.

(Vale este paréntesis: el Investigador de la Ponencia menciona como fuente al historiador canario, David Wenceslao Fernández, fuente que además es citada en las Referencias Bibliográficas de la Ponencia con el título INFLUENCIA DE ICOD DE LOS VINOS EN HISPANOAMÉRICA. Además de esta fuente, el autor de esta Investigación, Miguel Álvarez Díaz, nos ha informado que se corroboró esta información en el Archivo Militar de Segovia, en España. En este archivo se recogen los informes del General realista de origen canario, Francisco Tomás Morales Guedes y de su yerno, el también General Realista, -y calaboceño por más señas-, Ruperto Delgado, en la que se indica que el Negro Primero perteneció a sus filas, y lo cuenta dentro de los 220 llaneros que desertaron en el año 1816 para incorporarse a las filas de Ejército Republicano al mando de Páez).

La obra CALABOZO SIGLO XIX, del Historiador Adolfo Rodríguez, acerca del caso en debate, ¿DÓNDE NACIÓ PEDRO CAMEJO, EL NEGRO PRIMERO?, nos dice en el Capítulo que denomina TEATRO DE MISERIA Y CALAMIDADES, y cita al Padre José Ambrosio Llamozas quien el 31 de julio de 1815 escribe un memorial al rey Fernando VII, a quien le dice, le parece faltar, -cito-, “a los deberes de mi encargo y a los gritos de mi conciencia, en no manifestar con sencillez y verdad a V.M. lo que concibo y entiendo ser conducente a instruir su Real ánimo”.

Continúa el Padre Llamozas, a la letra: “Las desgracias que por tantos años han afligido al territorio de Venezuela, los horrores que han destrozado este hermoso país cubriéndolo de sangre y de desolación, sus pueblos desiertos, sus campos convertidos en depósito de restos humanos, el inocente a las puertas de la mendicidad, viudas llorosas, padres indigentes aunque nacidos en la abundancia, esposos sin consuelo, la orfandad y el exterminio señoreando las moradas del pobre y del rico, el noble y el plebeyo … el desorden, la anarquía, la infidelidad de malos vasallos y el encarnizamiento sin ejemplo, advertido constantemente en aquel teatro de miserias y calamidades…”.

Continúa el Profesor Adolfo Rodríguez, en este Capítulo muy bien denominado TEATRO DE MISERIA Y CALAMIDADES, esta vez citando a De Armas Chitty, diciendo que: “Otros calaboceños según J. Llamozas “acosados y perseguidos … pasaron al Apure y se distinguieron en la causa patriota: El General Florencio Jiménez, los coroneles H. Mujica, Francisco Guerrero, José Francisco Hurtado, Remigio Lara, Justo Silva, Comandante Diego Parpacén, Manuel Ojeda, Luciano Hurtado, Camejo conocido por el Primero, José Mirabal; oficiales Manuel Figueredo, Manuel Baldonado, Ramón García Mora, Marcelino Velásquez, Ramón Delgado, Dionisio Parpacén, Francisco Villamediana, y Comandantes de Guerrillas Francisco Carrasquel del Guayabal, el Indio José López de Guardatinajas, y Valentín Cortés y Sandoval de El Rastro”. (Rodríguez, Adolfo, pp 43-47, 2004).

He aquí, amigos historiadores, un interesante tema para la discusión académica: ¿Pedro Camejo, el Negro Primero, nació en Calabozo? Pregunto. Y definitivamente no nació en San Juan de Payara, informo. Punto.
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Alejandro Milano: “Soy cerreño y adeco”

sábado, noviembre 07, 2015


Tiene 77 años. Nació en un mes de noviembre de 1938. Es del Pao de Zarate, La Victoria; pero, tiene vinculaciones con los Milano de Parapara. Desde temprano sale a lidiar con los chivos, ganado caprino que gusta cría para ganarse la vida. Buen conversador. Echarse un palo de ron no es mala costumbre suya para calentar el espíritu.


Por José Obswaldo Pérez
“Yo soy cerreño. Me civilice aquí, en Puepe, desde el año 1958”, cuenta este hombre curtido por sol que vive en Ortiz, en los parcelamientos de Puepe y Las Patillas.

Tiene 77 años. Nació en un mes de noviembre de 1938. Es del Pao de Zarate, La Victoria; pero, tiene vinculaciones con los Milano de Parapara. Desde temprano sale a lidiar con los chivos, ganado caprino que gusta cría para ganarse la vida. Buen conversador. Echarse un palo de ron no es mala costumbre suya para calentar el espíritu. E igual que fumarse un cigarrillo.
El domingo cuando la visitamos nos confesó que seguía siendo adeco y criticaba el gobierno chavista por la crisis económica que vive el país; especialmente, la inseguridad que afecta a los pequeños productores del campo.

José Antonio Páez: La Democracia del Hato


Entre la democracia de los orígenes y su desfiguración, deviene la democracia del hato como fórmula contemporizadora emanada del quehacer de algunos mayordomos, contestes en garantizar la propiedad de la tierra y los ganados, sin desconocer derechos de trabajadores permanentes o temporales y otros factores sociales circunscritos a la dinámica de la ganadería en la región.


Por Adolfo Rodríguez
Escritor e historiador. Profesor Jubilado de la UNERG (Venezuela)






INTRODUCCIÓN
Durante el período colonial, en los llanos de la Orinoquia, se forjan, por imperativos societarios, por lo menos tres modelos de democracia y sus correspondientes liderazgos:

Considero que estos como casi todos los  modelo políticos derivan de una fuente básica o primaria, sujeta a principios de convivencia y  reciprocidad, por los cuales cada individuo es valorado atendiendo a su predisposición y capacidad para mantener el ethos común. Esas pautas que orientan las diferentes etnicidades americanas y las que resultan de éstas, de forma espontánea y natural, por procesos de recreación o reetnizaciòn. Entre otras la neoetnicidad llanera, los vegueros, costeños y demás agrupaciones regionales. Todas, propiciadoras, a mi parecer, del sistema de valores que asisten, en la Independencia, a Pedro Zaraza, quien, según una hija, no contaba con “más patria que las patas de sus caballos”. Expresivo de su potencial de aguante, resistencia, sobriedad, voluntad para construir la nacionalidad a partir del propio esfuerzo y las escasas posibilidades..

De allí la democracia étnica con antecedentes en los modelos comunitarios americanos y que se reorganiza, a su manera en neoculturas resultantes de mestizaje y reacomodo ecosistémico. Una orientación convivencial que predispone para la aclimatación de valores universales en la zona. Orden en que se inscribe cualquier otro grupo en la medida en que impere la tolerancia mutua, en el marco de un caudillismo patriarcal, contemporizador y familístico, como el  inducido por Zaraza, mayordomo que sabía de ganados, pero que, tempranamente se relaciona con los patriotas de 1811 e intelectuales de la talla de don Miguel Peña.

Otra es la democracia de la horda o del botín, consustancial a la guerra y, por ende, a un fatum extensivo que desmerece al otro y sus pertenencias. Su modo de vida es el saqueo y el pillaje (praxis occidental denominada “derecho de conquista”).

Antes que líder de aquellas turbas, Boves no fue más que un secuaz de tales pulsiones. Su “juguete”  como dice un testigo.

El fenómeno que Juan Vicente González juzga “democracia” para decir temerariamente que Boves la inicia en Venezuela, aunque para Briceño Iragorri  hablaba más bien de “demagogia”.

Entre la democracia de los orígenes y su desfiguración, deviene la democracia del hato como fórmula contemporizadora emanada del quehacer de algunos mayordomos, contestes en garantizar la propiedad de la tierra y los ganados, sin desconocer  derechos de trabajadores permanentes o temporales y otros factores sociales circunscritos a la dinámica de la ganadería en la región. Modelo en el que parece inspirarse la república paecista y sus ramajes extendidos hasta el siglo XXI venezolano en un vaivén más o menos sustentable.

La vasta literatura que intenta insinuar cierta cualidad paternalista en Páez, fuertemente teñida de miticidad,  pasa por alto las incontables evidencias que demuestran un ascendiente derivado de su  identificación con la etnia y sus principios.

EL GALOPE INCONCLUSO

No es casual que quien fuera uno de los más confiables conocedores del llano, los llaneros, el hato y su presencia en la historia venezolana, aspirase biografiar a Páez. José Antonio De Armas Chitty hizo el bosquejo de esa tentativa porque considera “triste” en 1990 que “cuando la inmortalidad es propietaria del héroe, no hay una biografía aceptable suya”. Y quedó trunca esa posibilidad de contar con una perspectiva más autorizada sobre un personaje que sigue siendo respetado, enigmático, controvertible e insoslayable, desde luego.

Advierte así: “José Antonio Páez no ha terminado su galope. El caudillo nos dice con duras palabras, desde el rucio tendido, la lanza cruzada sobre la silla, que defendamos lo que nos queda de identidad, lo que nos queda de austeras costumbres, lo que nos queda de lenguaje, de todas esas formas simples y nobles que son patrimonio, legado y razón de pueblo”.

Voy a referirme en esta ocasión a esa forja de una Venezuela de la que fue partícipe excepcional. Y me acojo a un parecer emitido por su fallido biógrafo, al hablar de “aquella República que le fue naciendo de las manos como por milagro”.

Evado, por ende, el  proceso que lo apuntala como adalid fundamental en la guerra de independencia. Así que prosiguiendo con De Armas me detengo en ese  capítulo decisivo en la configuración de la actual república que fue el movimiento de la Cosiata en 1826.  Evento que no debe juzgarse como “el factor central, el origen de la integración (sic) de Venezuela”, De Armas sugiere estudiar “las causas de índole geográfica, política, económica, social. Hay que revisar el movimiento político que se inicia en Caracas en 1822, se afianza en Valencia el 30 de abril del 26 y culmina en el Constituyente de 1830”.

Conviene en la irreversibilidad de ese fraguado porque. “rotas las partes al crear el Libertador a Gran Colombia, con el tiempo, tales partes buscan  ensamble, el regreso al origen”. Y acude a disposiciones de Carlos III en 1777 y sugerencias del gobernador Solano.

“La Cosiata sigue su curso porque es la expresión de Venezuela. Fue un movimiento nacional que buscaba el origen, movimiento que obedeció a leyes deterministas. Esas que la filosofía establece  como componentes de la realidad”. Bases geográficas que Vallenilla Lanz y Parra Pérez reconocen.

Enfatizando De Armas en 1992: “La Cosiata no es más que un regreso a la base inicial”.

“Era una llamada desde el fondo de la sociedad, un reclamo de las raíces, la urgencia de regresar a la forma primaria, y esas son las manifestaciones que ocurren en nombre de la razón que tienen los pueblos cuando se altera su génesis, cuando se quiere dar un perfil distinto a la estructura que conformó su naturaleza”
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EL PERFIL DE VENEZUELA Y LA GESTIÓN POLÍTICO HATERA DE JOSÉ ANTONIO PÁEZ

En ese discurso de 1990 sentencia dicho historiador “Del brazo del caudillo Venezuela estrena perfil republicano” Agregando que “Páez es quien da perfil a esta Venezuela que estamos padeciendo”. Aunque me atrevo decir   “a esa Venezuela posible”. Y que se condensa en el final de aquella carta que Páez envía a Cornelio Muñoz cuando se alza por primera vez Farfán:

“No abandone Ud. su proyecto de negociar la paz por medios conciliadores”.

Lo puntualiza De Armas en su discurso: “Ante la historia, Páez aparece como godo y Monagas como liberal, y esto no responde al comportamiento de estos próceres. Páez era de carácter abierto,  cordial, es decir liberal”, lo cual se observa al perdonar a Córdoba, desertor en Apure y a  Monagas por sus rebeliones de 1831 y 1835. Sin que mencione su tolerancia ante Julián Infante, alzado, tempranamente,  a favor de la Gran Colombia: le permite viajar a Santa Marta a ver a Bolívar y le respeta sus bienes, de cuyo inventario en su testamento, poseo  copia.

De Armas cataloga de “admirable  la obra cumplida por el prócer hasta 1946: defensa a ultranza de Venezuela que pacíficamente buscaba su autonomía,  empleo de hombres honestos en su gobierno, obediencia ante la elección del candidato ajeno a sus simpatías y restitución del mandatario depuesto, promoción de la cultura escrita  y respeto absoluto por la libertad de prensa”. Ante el derrocamiento de Vargas es “quien devuelve la majestad a las instituciones”.    

Agregando De Armas que “tolera los excesos de aquella prensa  que parecía un avispero y se crea el partido Liberal, el primer partido de oposición y el periódico “El Venezolano”. Aunque haga concesiones a la oligarquía, en una suerte de tensiones y distensiones, que consideraba  inevitables, dentro de su particular malicia llanera. Sentencia De Armas que  “Su administración es sobria”. Bajo su régimen el ex jefe realista Feliciano Montenegro instala el Colegio Independencia y escribe su particular versión de historia de Venezuela. Mientras Codazzi elabora su primera Geografía y Baralt la más completa historia del país en aquel entonces; Cajigal funda la Academia de Matemáticas y un grupo de emprendedores la Sociedad Económica Amigos del País.  

Cuando su amante Barbarita Nieves muere esta trayectoria parece opacarse. Habría expresado que su estrella se apagaba. Y De Armas acota: “Las grandes tragedias políticas el hombre las supera  si ha podido superar las tragedias del corazón”

¿Qué reveses empiezan a filtrarse en su vida a partir de este derrumbe del cerco de ternura que supuestamente lo contenía?

Intentando comprender ese dilema de luces y sombras que lo signan, hago esta incursión en la incidencia del modus operandi de la cultura del hato llanero en su formación y nociones para gobernar.

ESPECIFICIDAD DEL HATO TRADICIONAL LLANERO.

El modelo político gestado en el llano bajo el mestizaje cultural experimentado tras la conformación de un hábitat pecuario o neoecosistema regional, tiene su epifanía en lo que denominamos hato tradicional llanero. Una escuela político-administrativa societaria, económica que tiene en el mayordomo su máximo exponente.

La institución del hato llega al continente con los conquistadores. Llevaban cincuenta años tras El Dorado, cuando las miradas se posan en el bien pecuario, aunque el afán del más allá prosigue animando la imaginación.  No por lejanías,  sino por el señuelo del agua. Al poniente o al sur. Un destino que empuja al Orinoco, al Unare, a la Portuguesa, al Apure. Y más allá. Movilidad que define el hato llanero como ámbito ilímite, no tanto por lo que abarcaba la mirada como cree De Armas Chitty como  por la sed de horizontes.

Carvallo (1985) identifica un modelo de hato restringido a “rasgos fundamentales”  que considera configurados “plenamente en el siglo XVIII” y se prolongan “sin experimentar modificaciones significativas hasta mediados del siglo XX” momento en el que se inviste de ropaje capitalista, aunque manteniendo “la práctica de la ganadería extensiva” que, en los llanos, presume “generalizada” por razones edafológicas y pluviométricas”, sin descartar heterogeneidad por razones geológicas, relieve, pluviosidad, hidrografía, índole faunística y botánica.
El modelo de hato llanero resulta de un proceso de aculturación antagonista. Llega trasplantado, pero ecología y  hombres que la habitan, lo transfiguran en hecho sociocultural nuevo, al servicio tanto de presuntos dueños como de las etnicidades que concurren a definirlo. .

La especificidad del trabajo de llano, por su especialización,  obliga a esta conciliación entre los distintos componentes que hacen vida en la región. Esclavos enviados por los amos; hijos de estos, casi siempre ilegítimos: indígenas, "brujos, salvajes.”, que "sin sujeción, les tiraba la ociosidad y bárbaro estilo, hallándose forzados (los misioneros) a buscarlos por los hatos muchas veces" (Carrocera, l972: I, 455). A lo cual se suma mercaderes, dedicados al "furtivo comercio", con quienes realizan transacciones "los mallordomos y esclavos... sin saberlo sus amos." (De Armas Chitty, 1979).

Una diversidad societaria resultante de las fricciones interétnicas e interclasistas:

a) Etnias indígenas que rechazan la reetnización y, que por ello, desaparecen o son replegadas hacia zonas de refugio, donde preservan, en la medida de lo posible, sus ethos específicos. b)  Indios que se instalan, temporariamente, en las zonas de trabajo ganaderas y que, sin desintegrarse étnicamente, cumplen labores, generalmente referidas a "trabajos de mano", como cortes de madera, levantamiento de líneas para corrales y potreros, etc. c)   Indios que asumen el trabajo con reses o a caballo, al margen de la presencia europea, como entre palenques y píritus. d) Indios vaqueros, en el marco de las encomiendas. e) Llaneros propiamente dichos, que asumen  el trabajo de llano, como modo de vida, dentro o fuera de los hatos. g) Y vaqueros: denominación que los hispanos dan a hombres cuya ocupación es el trabajo a caballo, con reses, y que interactuarán, de manera interclasista o interfecundantemente (reetnizándose), con las modos  de vida  mencionados.

FILOSOFIA LLANERA

En su discurso De Armas refiere acerca de los riesgos en que incurre cierto interlocutor de Páez  al no “entender la filosofía llanera”.

Una concepción del mundo  que cristaliza complementando las  prácticas culturales que se gestan en aquel medio durante uno o dos siglos, superpuestas o en franca hibridez con las precedentes. Un sistema de respuestas dirigidas al entendimiento con el entramado ecosistèmico, cuya fuerza endosomática se metaboliza en exosomatismos (1). Dialéctica de continuidades por el cual determinados  componentes identitarios  vertebran modos de producción, modos de ser o modos de vida. Los  originan y sustentan:

La cosmogonía llanera cifrada en la poesía de Sánchez Olivo es reveladora de esa interdependencia entre el medio natural y el modo de ser correspondiente. En su poema “Ese Juan Bruno no ha muerto” hace  registro de circunstancias en que sólo cabe la muerte: “Cuando ríos como el Apure / y el Arauca estén resecos / y las lagunas sin agua / ya más sean espejos; / cuando no haya entrada de agua / palpitantes de aleteos; / cuando el llano chamuscado / no despida el  olor fresco / que por la primera lluvia / se le evapora del cuerpo / cuando por el mes de mayo / no haya lirios sabaneros; / cuando no sean los palmares / de la nubes barrenderos; / cuando aroma de mastranto / no recoja más el ciento, / cuando su canto de alerta / con plena noche de invierno / no lance el gallito azul / desboronando el silencio / a lo largo y a lo ancho / de esteros y más esteros / cuando el carrao ya no llame / insistente el aguadero / o al gran amigo perdido / una noche sin luceros / con centellas dibujantes / grietas en el cielo negro; /…… cuando voz de esa llanura; / no oigamos en la del trueno /….. // Cuando se acaben los rumbos / y el horizonte…. Allá lejos….. / Entonces, José Natalio, / si es verdad que estamos muertos / aunque andemos caminando / muy vivos de carne y huesos”.

El hecho existencial como permanente transfiguración étnica:  “.mientras cielo y pampa / se junten pecho con pecho / esa pampa boca arriba / y boca abajo ese cielo / engendrando la puja / vida que en todo la vemos / como presencia consagrante / del Autor del Universo; / mientras todo eso palpite, / te lo juro, compañero / que sobre esa tierra grande / presente siempre estaremos, / aunque la muerte se empeñe / en quitarnos el resuello / y haga que polvo se vuelva / en la tumba nuestro cuerpo. Por eso Juan Bruno sigue / alerta en el llano abierto, / lanzo en mano y copla en labios, / montando en “su potro negro” / y se le oirá el pasitrote / por bajíos, bancos y médanos…” (Ib., pp.: 64-65).

Clave de esa alternativa de continuidad que asume: la de la vida dentro de las demás vidas, la vida como parte de una existencia mayor, la vida transitoria de los individuos inscrita en la vida sin fin de los contextos amados:
Ese Juan Bruno Espinoza,
José Natalio no ha muerto;
La sabana, maternal,
Lo carga en brazos de aliento, (Ib., p.  66)

Que también advierte con respecto a Marcos Lavado:
Creo que no estés en el cielo
Sino en caballo potrón
Por las sabanas de Arauca
Rumbeando con luna o sol
(En El Llanero, 24-1-1987)

La consubstanciación étnica procede cuando el hombre participa plenamente de su identidad con el particular medio físico:

Ni tampoco moriremos
Los que llevamos metido
Muy hondo a Apure por dentro
Pues nuestra alma forma parte
77  Del alma del llano inmenso (Ib., p. 64)
Las etnicidades como devenir metabólico de específicos ecosistemas. De donde existencias cifradas en preservación de esa fuerza generatriz. Convivencia con el cordón umbilical telúrico (pasado primordial) en beneficio de equilibrios para el presente y garantías L futuro.

A cuyo efecto toda etnicidad elabora códigos, lenguajes o sistemas de pensamiento que refuerzan y prolongan su estatus. Ideologías o corpus doctrinarios. Una gramática signada por orientación inter-fecundadora. Energías étnicas o utópicas (2) investidas de potencial reproductivo y pertinente desarrollo. Neoetnogénesis ajena a riesgos de entropía, por  animarla un sesgo neguentrópíco.  Cualidad de etnoecoutopìa (3).

Etnicidades que se transfiguran en neotnicidades (4) gestadas en la interacción con el nuevo hábitat pecuario, las nuevas prácticas culturales y mestizajes subsiguientes. De allí emana la neoetnia llanera.  Cuanto el llanero diga, haga, elabore, participe, se inserte, reconozca o asuma, converge al mantenimiento y  legitimación del modelo societario concebido y consolidado en todas sus posibilidades. Entre otras esa etnonimia que los distingue, representa y contribuye al imperativo de permanente confirmación.  
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Al efecto las etnicidades someten cualquier cuerpo extraño a una dialéctica  constante de adscripción o antagonismo cultural. Dinámicas de encapsulamiento y reciclaje en función de esa virtualidad neguentrópica que las asiste. Llaneriza el caballo, llaneriza la res, llaneriza al extraño y también las instituciones. Resignifican endosando sus energías alternativas. Y sucedió con el hato como sucederá con la república.  .      




EL MEDIADOR NECESARIO

Hay un tallado de heroicidad que De Armas considera forjado por la violencia al referirse a Páez. Pero al heroísmo étnico lo fragua la específica praxis cultural.

Bolívar parece intuir tal índole en carta del 7 de junio de 1826 a Santander aludiendo a Padilla como a Páez: “estos dos hombres tienen en su sangre los elementos de su poder, y por consiguiente, es inútil  que yo me les oponga porque la mía no vale nada para el pueblo” (cit. por De Armas, 1990).

¿Una de esas intuiciones geniales que lo asaltaban y que no se cuidaba en reprimir? ¿Sangre para significar energías alternativas correspondientes a  respectivas etnicidades, que no se identificaban con la de Bolívar?

Cabe observar cómo la dinámica social llanera se inscribe en la estructura interetnica e interclasista que se macera en el hato.

Su historia evidencia  cómo el mayordomo y otros actores afines que lo acompañan, se sirven de esa fuerza étnica originaria, convivencial, para que el aparato institucional funcione. Se gesta un ordenamiento que en situaciones críticas cumple eficacia ejemplar.

Andamiaje que segrega, entre otros mecanismos de mantenimiento y reproducción, liderazgos como los de Pedro Zaraza y José Antonio Páez. Como en el apólogo de la Ínsula Barataria en “Don Quijote”, tales jerarquías fundamentan sus ejecutorias  en un saber popular alternativo, no estrictamente pragmático ni empírico como acostumbra creerse. En el  Poema El Vejamen se cataloga al saber llanero como “ciencia peregrina” en oposición a la que impartía la Universidad. De Armas (1990) apunta que Páez “se gradúa, por años, en esa vida ruda, que es comunidad de peligros y escuela de malicia y aguante”.

Un dominio cognitiva capaz de expresarse en filosofía constitucional. Ley de Llanos que no corresponde exactamente a la que elaboran grandes propietarios acaparadores.

Acervo específico, de logicidad intrínseca, funcionalidad étnica, a partir del cual se asumen estrategias político-administrativas bajo condiciones de guerra o crisis. Marco en el cual surge el estado nacional en 1830 y la probable persistencia de elementos catalogados de atávicos, telúricos, etnocéntricos o lo que se quiera, pero que mucho deben a esa escolaridad experimentada por sus fundadores en el mundo del hato llanero.

Cuenta Ramón Páez que en el hato San Pablo, siendo Primera Magistrado su padre, "fue recibido nuestro Jefe en sus dominios, por un grave y anciano esclavo negro, que hacía las veces de mayordomo o intendente, y mandaba sobre los hombres y las cosas de la finca. Arrodillándose sobre el empedrado del patio, beso la mano hacia él extendida con amistoso saludo,  luego desensilló el caballo de su amo y lo llevó a un charco del corral que servía de abrevadero de los caballos (ib., 43)

Escena que, a pesar, de su colorido feudal,  ilustra cómo quienes mantenían en el llano estatus de esclavos lo hacían cumpliendo ciertos protocolos de lealtad que solían emplear gran parte de los hombres libres en esa época. El rango de mayordomo es equiparado con el de una función político-administrativa que se ejerce de manera ejecutiva “sobre los hombres y las cosas de la finca”. Poder que de acuerdo a lo investigado, no se ejercía despóticamente, si no de manera consensual con los demás componentes sociales incorporados a la vida del hato. Labor de mediación inter-étnica e inter-clasista como la que procurarían desempeñar los presidentes de la República de Venezuela desde la época de Páez.

De ese contexto sale en 1835 la tropa que repone al doctor Vargas en la Presidencia, como si junto la conciencia de lo que estaba pasando en el país se correspondiera con las fuerzas que más eficazmente podían garantizarla. .  


LA TORCEDURA

Sin embargo, conviene considerar distorsiones que impidieron que esa alternativa programática neoétnica desplegase armoniosamente sus alas.  Torceduras que al parecer, provenían de injerencias foráneas y sus concepciones uniformadoras y coloniales.

Obsérvese que Boves es sistemático en cuanto a  representar los intereses de la corona real igual que Monteverde y Morillo.

Así como buena parte de las propuestas político ideológico que descoyuntan el proyecto hatero de administración pública. Esquemas  procedencia eurocéntrica como centralismo-federalismo. civilismo-militarismo, civilización. y barbarie, godismo y liberalismo. Banderías que empañadas por el extremismo y la violencia contrastan más con el fondo conciliador que animaba el inicial proyecto étnico-político. Desviaciones que derivaron muchas veces en gobiernos dictatoriales.

Páez no fue ajeno a tales influencias  y cabe considerar hasta dónde su espíritu contemporizador contó con el refuerzo de Barbarita Nieves. Una vez que muere, parece secarse el manantial de energía ètnica que lo impulsa.  Ausencia que intentan cubrir personajes que se peculiarizan por su intransigencia. El par también euro céntrico de derecha-izquierda los ubicaría al extremo del primero de dichos polos. Uno es llamado Ángel Malo, Ángel Quintero, quien le azuza propensiones belicistas, como lo hará luego Pedro José de Rojas (5),

Ciertas interpretaciones de la conducta y gestión de Páez ameritan cuidadoso reconocimiento en ese universo de intereses étnicos y clasistas en que se inicia la república Entre otros el factor representado por la propiedad de la tierra en Venezuela bajo aquellas circunstancias.  Vallenilla Lanz (1991 (1919)  refiere cómo el general Páez a punto de concluir su segundo mandato, detenta hatos y haciendas que conforman parte de su propiedad, algunos por adquisición de vales otorgados a próceres llaneros por concepto de haberes militares. La reacción liberal denuncia tal concentración de bienes. De manera tal que El Trabuco 2 del 11 de diciembre de 1844 se atreve  contra él:

 Es el más logrero / Es un Satanás: / un caimán, un tigre, / qué sé yo qué más / Acá quiere un toro / Salido del llano / Acabar con todos / Y despotizarnos.

Acumulación de propiedades que el mismo Vallenilla Lanz (op. cit.) reconoce como garantía de poder en función del gendarme necesario que pudiese capear tendencias anárquicas suscitadas por jefecitos que sustentaban sus alzamientos en feudos locales.

Los presidentes federales, tanto Monagas como Crespo suceden a Páez,  en cuanto acumulación de tierras y ganados. Hasta que Gómez los rebase a todos. La literatura se hace eco de tal situación. Unas veces irónicamente como hace Cabrera Malo;

“Esto es un baturrillo bolchevique” dice uno de sus personajes Mientras otro habla de la   “Ingeniosa la manera esa de estirar la tierra, como si fuera melcocha” En tanto que comenta el cura:
-Aquí en el llano, el coroto no es del amo si no del que lo necesita”.

Obra en que Cabrera Malo se hace copartícipe de la idea de que tales  “Señores feudales” lo eran “más por instintos atávicos que por heredad” como postula De Armas Chitty.

En tanto que Gallegos es discreto en sus referencias a la gran propiedad  llanera. No se manifiesta decididamente crítico de las 200 leguas de extensión del hato Altamira, que heredan cómodamente y sin intenciones repartidoras, tanto Marisela como Santos Luzardo, como puede deducirse.

Mientras que en Cantaclaro dos de los personajes que protagonizan la narración, los Coronado como Juan Crisóstomo Payara, no son objetados en ningún momento por sus extensas posesiones.

La preocupación de Gallegos parece inclinada por la necesaria legalidad de dichas posesiones.

Paralelamente se observa en sus novelas dos modelos de caudillaje: el de Santos Luzardo,  como “buen cacicazgo”, frente a los que llama “caciques de la llanura”, Doña Bárbara, entre otros. El capítulo titulado “La Hora del Hombre” deja ver su aspiración de recuperar “el ancho feudo”  “para la futura obra civilizadora”: “La hora del hombre bien aprovechada”.

En Cantaclaro hay búsqueda de Payara, por parte de Martín Salcedo para comandar la revolución y, con igual fin, Juan Parao jarabea a Florentino.

Empeño justiciero: “Ya era hora de emprender la lucha para que en el ancho feudo de la violencia reinase algún día la justicia” (1977a: 162). Proyecto que no representa destrucción del latifundio sino sometimiento a régimen jurídico. Cuando Luzardo acude ante la autoridad competente, basándose en la Ley de Llanos,  objeta que Mr. Danger cace orejanos no siendo suficiente la propiedad que detenta, mientras que Doña Bárbara, poseyendo lo requerido, debe permitir “trabajos” en sus sabanas, ya que, como apunta Gallegos (1979b) “toda hacienda llanera” anda “regada por tierras que no le pertenecen”.

La solución galleguiana es modernizadora: poblar, sanear, para  “modificar las circunstancias que originan ciertos males: “todo lo que contribuyese a suprimir ferocidad tenía una importancia grande para su espíritu”.  Así que abriga el deseo de  que las quemas aplicadas, en aquella “enormidad de las tierras”, para acabar garrapatales y renovar pastos, provea la rotación de rebaños, mientras se estudia un sistema más “racional”. Lamentando que la quesera no opere con prácticas usuales en “países civilizados”. Insiste en la necesidad de  “civilizar la llanura: acabar con el empírico y con el cacique, ponerle término al cruzarse de brazos ante la naturaleza y el hombre”. Que para Gallegos es trazar “la línea recta del hombre dentro de la línea curva de la Naturaleza”,  fijando “en la tierra de los innumerables caminos, por donde hace tiempo se pierden, rumbeando, las esperanzas errantes, uno solo y derecho hacia el porvenir”.

Perspectivas que Alberto Arvelo parece no compartir “No quiero alambre importuno / en mi mundo desolado / Si se me riega el ganado / yo veré si lo reúno”.

Temores que también Gallegos abriga en textos de Doña Bárbara: “Fue la rebelión de la llanura, la obra del indómito viento, de la tierra ilimite contra  la innovación civilizadora” (1977a: 139). Mientras en otros reivindica la cultura primaria: “la barbarie tiene sus encantos, es algo hermoso que vale la pena vivirlo, es la plenitud del hombre rebelde a toda  limitación” (Rómulo Gallegos, 1977a: 164).


NOTAS
(1) Frigola (1989) habla de una "energía cósmica primordial, cuyas manifestaciones físicas van desde las radiaciones electromagnéticas astronómicas, la materialización de los fotones, hasta la misma energía sexual en estado puro. Las cualidades de esta energía -desde niveles microscópicos hasta los galácticos- son los de la autoconservación, la auto regulación y la auto reproducción en la forma de superimposición cósmica" (p. 82).

(2) Dos metabolismos básicos: uno natural (ecosistémico) y otro cultural (exosomático o étnico) (León, J. B., 1981) resultan o se manifiestan a través de ese juego de continuidades, etnicidades y neoetnicidades.

(3) Morin (1974) dice de "mitos anunciadores de  la hipercomplejidad" que salpican la historia desde hace dos siglos, mencionando "democracia, socialismo, comunismo y anarquismo", "facetas que remiten a un mismo sistema ideal....fundado en la intercomunicación y nunca en la coerción, sistema policéntrico no monocéntrico, sistema fundado en la participación creativa de todos, sistema débilmente jerarquizado, sistema que acrecienta sus posibilidades organizativas, inventivas y  evolutivas al disminuir las coerciones" (p. 222-3).

Acciones, hechos o manifestaciones de un ecosistema y subsecuente cultura, significativos para la pervivencia y desarrollo de la especificidad social. Etnoutopía en cuanto corresponde a un modelo societario satisfactorio por sus resultados.  Expresado, a su vez, en  “códigos simbólicos, primarios, básicos y fundamentales” que concurren a “la reproducción” de la específica organización sociocultural y conjuradores de “la desagregación” (García Gavidia, 2005, p 23). Fuerzas creadoras-recreadoras asimilables al fenómeno que Frigola (1989) denomina "la energía de la vida" o   "energía cósmica-primordial que tiene por cualidad, a cualquier nivel, la autoconservación y la auto-reproducción" (p.23, 82).

Desencadenantes, puntos de partida,  referentes macro o micro, a los fines de la valoración y reconocimiento de patrimonios ecobásicos, etnobásicos, etc.  localizables en individuos, colectividades, economías, políticas,  espacios, ideas, obras de arte, etc.

(4) Mosonyi, E. E.  (1982) propone la noción de “neoetnia” para referirse, entre otras, a las sociedades campesinas que continúan históricamente, “en cierta forma”, las antiguas formaciones indígenas, que muchas veces, subsisten de manera encubierta y en otros casos, “destruidas”, desmanteladas “por procesos de conquista y colonización” (p.  39).

(5)  De Armas dice que Páez en Valencia, “manda a decir a Quintero que él no encuentra empate a esa legalidad, y a Francisco Gómez y a Luis  Iribarren de Valencia, les manifiesta  con maña, contando las palabras  De mi no esperen que les trace caminos, procedan como crean más conveniente que lo que soy yo me voy por el arrasao.

En lenguaje llanero arrasao es la trocha aledaña, inmediata, limítrofe al camino real. Ningún misterio envolvían las palabras del caudillo. Mal estaba Quintero al no entender la filosofía llanera”.


BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ARVELO TORREALBA, Alberto. Obra poética. Caracas: Dirección de Cultura, UCV, 1967.
BRICEÑO IRAGORRI, Mario. El Regente Heredia O La Piedad Heroica. Caracas-Madrid: Ediciones Edime, 1954
CABRERA MALO, Rafael. El  Reflejos de los Remansos Azules.Caracas: Academia Venezolana de la Lengua, 1989.
CARROCERA, Fray Buenaventura de. Misión de los capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas: BANH., 1972.
CARVALLO, Gastón.  El hato venezolano, Caracas: Fondo Editorial Trópicos, 1985.
DE ARMAS CHITTY, J. A. Historia del Estado Guárico. San Juan de los Morros: Universidad R. Gallegos,  1978 -1979, 2 v
DE ARMAS CHITTY, J. A.  La Academia Nacional de la Historia rinde homenaje a la memoria del general e jefe José Antonio Páez en el bicentenario de su nacimiento, 1990
DE ARMAS CHITTY, J. A.  La Independencia de Venezuela. Caracas: Editorial MAPFRE, 1992.
FRIGOLA, Carlos. Los ángeles caídos: antropología, geo-cosmología, chamanismo y folk-medicina. Barcelona (España): Kairós, 1989.
GALLEGOS,  Rómulo. Cantaclaro.  Caracas: Monte Ávila Editores, 1977-
GALLEGOS, Rómulo. Doña Bárbara. Caracas: Colección Ayacucho, 1977.
GARCÍA GAVIDIA, Nelly. “El recorrido de la noción de identidad a la noción de las identidades”, pp. 1- 27, en LEAL JEREZ, M. y Johnny Alarcón Fuentes. Antropología, Cultura e Identidad. Maracaibo: Universidad del Zulia, 2005.
GONZÁLEZ, Juan Vicente.  Biografía de José Félix Ribas (Época de la guerra a muerte).  Caracas: Editorial González González, 1956.
LEON, José Balbino. Ecología y Ambiente en Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores, 1981.
MORIN, Edgar. El paradigma perdido: el paraíso olvidado. Ensayo de bioantropología. Barcelona (España): Kairós, 1974.
MOSONYI, Esteban Emilio. Identidad y Culturas Populares. Caracas: Editorial La Enseñanza Viva, 1982.
PÁEZ,  Ramón  Escenas Rústicas de América. Caracas: ANH, 1973
SÁNCHEZ OLIVO, Julio César. Por el Rumbo del Recuerdo. San Fernando de Apure: Ayacucho, 1978.
VALLENILLA LANZ, Laureano.Cesarismo Democrático. Caracas, Tipografía Garrido, 1952.



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Edgardo Malaspina: Entre la lectura y la escritura


Recientemente, el médico guariqueño Edgardo Malaspina publicó Medicrónicas (2015), un texto que tiene como pretexto un viaje justificable por el viejo mundo. Un recorrido por Grecia e Italia, travesía que lo lleva por lugares plenos de historias médicas y por espacios cargados de historias humanas.




Por José Obswaldo Pérez

Edgardo Malaspina tiene dos cosas que todo médico debería aprender: La lectura y la escritura. Sí, estos dos actos son dos actividades inseparables y esenciales en la actividad de la medicina. Son el puente para la comprensión y la búsqueda de significado. Una manera de dar sentido al mundo y a nuestra experiencia. Como Miguel de Cervantes señaló en su Quijote que: “El que lee mucho y anda mucho, va mucho y sabe mucho”. O bien, esta máxima norteamericana: Good readers make good doctors (=Los buenos lectores hacen buenos médicos).

Quizás, por eso, el galeno e historiador guariqueño Edgardo Malaspina escribió el libro Medicrónicas Grecorromanas. Crónicas viajeras relacionadas con la Historia de la Medicina (2015). El texto tiene como pretexto un viaje justificable por el viejo mundo. Un recorrido por Grecia e Italia, travesía que lo lleva por lugares plenos de historias médicas y por espacios cargados de historias humanas.

Edgardo Malaspina y Natalia, su esposa, son turistas de este paseo; cada lugar es una experiencia, una anécdota, una descripción, una lectura que vuelve comprensibles los acontecimientos. Malaspina se vale de la crónica, como arte narrativo, para escribir menudas historias de lugares. La toponimia, de ese recorrido, comienza en Atenas, la cuna de la civilización occidental; pero, también, de las ciencias médicas. En Roma, Italia, encuentra los recuerdos de familia. Malaspina es de ascendencia italiana; por eso, la memoria le hace elipse entre Santa María de Ipire y Las Mercedes del Llano con sus ancestros napolitanos.

Medicrónicas es una narrativa de oraciones cortas, amalgamadas con una prosa sencilla y amena, cultivadora y exquisita. Ojalá nuestros estudiantes de medicina tengan el bien de leerla, un buen ejemplo para aumentar la conciencia de los valores y de las perspectivas que se llevan a la práctica.

Con este texto, Edgardo Malaspina realiza un aporte a la historiografía de la narrativa médica. En esta misma línea están sus ensayos sobre Literatura y Medicina (1998) que, además, podemos sumar con Médico de Guardia del doctor Fernando Aular.

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La primera putica de Zaraza


Por Manuel Vicente Soto Arbeláez


Los pueblos de la diócesis venezolana visitados por el obispo Mariano Martí, en el último tercio del siglo XVIII, fueron descritos por él a nivel de detalles, tanto desde el punto de vista físico, como en el carácter de sus pobladores. A lomo de acémilas recorrió don Mariano la geografía de la Provincia de Caracas, cuyo límite jurisdiccional oriental era el río Unare, anotando su secretario todos los detalles que el obispo le dictaba. Al Guárico llegó por 2a. vez el 28.01.1783 entrando por San Juan de los Morros; el día 29 llegó a Parapara y el 30 se detuvo en el sitio de Paya. El último de enero se detuvo en El Sombrero de donde siguió el siguiente itinerario: Barbacoas, El Calvario, Iguana, San Fernando de Cachicamo, Altamira, Santa María de Ipire y el 1° de marzo entró a Chaguaramal de Perales donde comenzó a administrar la justicia de la Iglesia Católica, remendando matrimonios rotos, ordenando a los hombres solos, pero con sus esposas en otros pueblos, traerlas de inmediato, so pena de ser castigados. Don Pedro Joseph Ossio, cura propietario del lugar, le da la información sobre el vicio predominante en la parroquia que era la incontinencia, “por los muchos amancebamientos ya de hombres y de mugeres, casados, ya de parientes, que ni en adulterios ni en incestos se repara"(..).


Y para mayor sorpresa del prelado, se encuentra entre los habitantes a una Magdalena irredenta, puta de oficio, que además tenía un expendio de aguardiente y quien era “muy libre en hablar palabras y deshonestidades”(..). Agrega el obispo que personalmente la ha reprendido severamente para que no venda aguardiente dentro de la casa “administrando en ella para que le bevan y que desde la puerta venda lo que quisiere; y he prevenido a este cura (Ossio) para que si dicha Luisa Victoria -así se llamaba la putica- contraviene a esto, le mande a castigar por el Teniente Justicia, y también la he reprendido por su libertad en hablar deshonestidades"(..).

Cuando Martí abandonó a Chaguaramal la mestiza orituqueña continuó con su vida licenciosa de siempre. Al Unare había arribado expulsada de la región del Orituco porque su casa era un lupanar. Cinco años después, en l788, todavía Luisa Victoria era del oficio concupiscente de la carne, pues en uno de los documentos del juicio que la Iglesia le incoó al cura propietario de la parroquia desde esa fecha hasta 1796, don Nicolás de Perea, se le acusa a éste de visitar a la pecadora donde "libaba aguardiente a plazer”(..), según el libelo. Para ese entonces el Pbro. Perea tenía 65 años y mantenía relaciones maritales completas con su amante doña Ana Gutiérrez, mujer blanca de edad mediana, "que no era fea"(..), como dice el documento. La diócesis se vio forzada a nombrarle un coadjutor porque el titular “era nada Zelozo para quitar escándalos"(..).


En 1792 el adjunto logró expulsar a don Nicolás quien se fue con doña Gutiérrez para Turmero. Pero antes de irse demandó al joven cura “por el pago de la mitad de los ingresos de la Ygla. en estos últimos quatro annos que en Justicia me tocan"(..). La historia de esta lite es muy larga y la contaré en otra ocasión. Sólo me queda agregar que el pecador Nicolás de Perea, no se parecía en nada a un prelado anterior a él, que había servido en Santa María de Ipire y en la ermita de su abuelo don Carlos del Peral en Chaguaramal del Batey. Me refiero al probo, pío y casto don Miguel Francisco Berroeta.

El denunciante de Perea fue su coadjutor Pbro. Br. Manuel Antonio Arbeláiz Berroeta del Peral. Pero volviendo a la historia principal que nos ocupa debo decir que a partir de 1788 le perdí la pista a la viuda mestiza Luisa Victoria, quien ostenta el nada honroso título de haber sido “La primera putica de Zaraza”, ¿Podrá alguien reencontrarle la huella? ¿Valdrá la pena? !Ah Mundo!

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Mi padre, a los 21 años

Dos jóvenes orticeños – uno de 15 años y otro de 21, Luis Acosta Rodríguez y Arturo Rodríguez R, respectivamente; primos hermanos los dos-, se destacaban en obras teatrales y con la publicación de un periodiquito llamado El Pampero.



Por Domingo Silo Rodríguez Trujillo



Arturo Rodríguez, a los 21 años/Foto reproducción
Corría el año de 1932. En Ortiz, otrora flor de los llanos, ya desbastada bastante por el paludismo, dos jóvenes orticeños – uno de 15 años y otro de 21, Luis Acosta Rodríguez y Arturo Rodríguez R, respectivamente; primos hermanos los dos-, se destacaban en obras teatrales y con la publicación de un periodiquito llamado El Pampero.

Para ese entonces, la capital del Guárico era Calabozo y el a presidente, como así se le decía, era el General Juan Alberto Ramírez, pariente y compadre del General JV Gómez. Ramírez muy disgustado por que unos jóvenes quemaron el retrato de benemérito en la plaza Bolívar Calaboceña, se mudó a Ortiz, con todo su tren Ejecutivo.

Estando ya en Ortiz conoció a los dos muchachos anteriormente nombrados y quedó muy impresionado con ellos. A Acosta Rodríguez lo becó para que siguiese sus estudios en Caracas y a Arturo lo nombró como una especie de Secretario Privado. De ahí esa foto de mi padre, a los 21 años de edad, tomada en Maracay en uno de los viaje que hizo a esa ciudad, con el General Ramírez, a rendir cuentas al presidente.

Me contaba que el Dr. Fernando Gómez, hermano de Eustaquio Gómez y secretario privado del presidente, JV. Gómez, se la mando a tomar para darle una especie de carnet. Fueron tres los viajes que hizo Arturo a Maracay con el General Ramírez y en el tercero conoció personalmente al Benemérito, teniendo la oportunidad de almorzar con él, junto al general Ramírez y Fernando Gómez en la casa de habitación del presidente frente a la plaza Girardot de Maracay.

La foto que aquí público junto a este escrito es una de tres la del Cañete, la otra la tenía mi abuela Beatriz y esta que le obsequió a su tía Doña María Vicenta de Rondón y está en poder de su nieta Mercedes Rondón de Ramírez