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Víctor José Seijas Pérez

Víctor quedo huérfano de madre muy pequeño, por lo que paso a ser criado en el hogar de Don Epifanío Acosta Toro y Doña Adela Rodríguez Moreno, tíos paternos de su padre, a quien también habían criado, por lo tanto Víctor se crió y creció. 

Por Domingo Rodríguez Trujillo

 

En la foto tomada del diario El Nacionalista a pareásemos de izquierda Ítalo Ramírez, mi persona, Cesar Augusto Rojas Acosta (upo), Víctor Seijas Pérez y Geovanny Tasca, foto tomada a inicios de los años 60 en el negocio del Sr. José Ángel Dib en Ortiz; de los 5 los únicos vivos Ítalo y yo, los otros 3 QEPD.

Doña Guillermina Herrera Trujillo

Por Domingo Silo Rodríguez Trujillo

Doña Guillermina Herrera
Doña Guillermina Herrera Trujillo fue una gran dama, una gran educadora; ejerció el cargo de maestra en su pueblo natal San José de Tiznados, donde nació en la primera década del siglo pasado, en el hogar formado por el matrimonio de Don Teófilo Herrera Medina y Doña Ángela Trujillo Rojas y sus dos hermanos Ángel Domingo y Augusto.

Doña Guillermina Herrera formo parte del personal docente del Grupo Escolar Juan German Roscio, conformando una trilogía de extraordinarias maestras con sus paisanas doña Rosa Rodríguez Medina y la señorita Consuelo Nedeer Rojas. Yo tuve el honor de contarme entre los alumnos de estas tres sabias mujeres.

Doña Guillermina, a finales de los años 50, consiguió cambio para la ciudad de Caracas. Allí, además, de trabajar en varios planteles educacionales, obtuvo el título de maestra normalista en el Instituto de Mejoramiento Profesional del Ministerio de Educación y su labor educativa la finalizó en los primeros años de los 70, en el primer gobierno del Dr. Caldera, cuando fue jubilada.

Finalizada su carrera pedagógica doña Guillermina regresa a su Estado Guárico; pero, a la ciudad de San Juan de los Morros, donde fija su residencia en un inmueble de su propiedad adquirido años antes, ubicado en la calle Salías de esta ciudad. Allí vivió unos cuantos años, poniendo en práctica otra destreza que Dios le dio, las manualidades ya que era una excelente bordadora y tejedora; y sus manteles, sabanas, centros de mesas, abrigos que confeccionaba era muy del gusto de la clientela que tenía. Ya después de varios años de estar residiendo en San Juan volvió a Caracas, ya muy entrada en años con su hijo, mi querido primazo Jesús Emilio, uno de sus tres hijos que procreó: José Guillemo, el mayor, ya fallecido y Mireya, también, muerta prematuramente.

En la primera mitad de los años 90, la maestra y gran dama que fue Doña Guillermina falleció a los casi noventa años en la ciudad de Caracas, donde se encuentra sepultada. La última vez que la vi con vida fue cuando vino darnos el pésame a mi padre quien era su compadre, a mis hermanos y a mí por la muerte de nuestra madre Josefina Trujillo Herrera, quien era su prima hermana por partida doble quien cariñosamente le llamaba (Mina).

Actualmente, aquí en San Juan de los Morros viven la mayorías de sus nietos hijos de José Guillermo. Si actualmente me tocara hacer abstracción de la familiaridad tan cercana que me unía a ella, diría lo mismo que escrito. Porque la tía Mina fue un ejemplo, como madre, como educadora, como mujer luchadora y emprendedora y, si algún día alguien escribiese la historia de los educadores guariqueñas habrá una mención para ella. Honor a quien honor merece.

(Texto tomado de la cuenta del autor en Facebook: https://www.facebook.com/domingosilo.rodrigueztrujillo)

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Mi padre, a los 21 años

Dos jóvenes orticeños – uno de 15 años y otro de 21, Luis Acosta Rodríguez y Arturo Rodríguez R, respectivamente; primos hermanos los dos-, se destacaban en obras teatrales y con la publicación de un periodiquito llamado El Pampero.



Por Domingo Silo Rodríguez Trujillo



Arturo Rodríguez, a los 21 años/Foto reproducción
Corría el año de 1932. En Ortiz, otrora flor de los llanos, ya desbastada bastante por el paludismo, dos jóvenes orticeños – uno de 15 años y otro de 21, Luis Acosta Rodríguez y Arturo Rodríguez R, respectivamente; primos hermanos los dos-, se destacaban en obras teatrales y con la publicación de un periodiquito llamado El Pampero.

Para ese entonces, la capital del Guárico era Calabozo y el a presidente, como así se le decía, era el General Juan Alberto Ramírez, pariente y compadre del General JV Gómez. Ramírez muy disgustado por que unos jóvenes quemaron el retrato de benemérito en la plaza Bolívar Calaboceña, se mudó a Ortiz, con todo su tren Ejecutivo.

Estando ya en Ortiz conoció a los dos muchachos anteriormente nombrados y quedó muy impresionado con ellos. A Acosta Rodríguez lo becó para que siguiese sus estudios en Caracas y a Arturo lo nombró como una especie de Secretario Privado. De ahí esa foto de mi padre, a los 21 años de edad, tomada en Maracay en uno de los viaje que hizo a esa ciudad, con el General Ramírez, a rendir cuentas al presidente.

Me contaba que el Dr. Fernando Gómez, hermano de Eustaquio Gómez y secretario privado del presidente, JV. Gómez, se la mando a tomar para darle una especie de carnet. Fueron tres los viajes que hizo Arturo a Maracay con el General Ramírez y en el tercero conoció personalmente al Benemérito, teniendo la oportunidad de almorzar con él, junto al general Ramírez y Fernando Gómez en la casa de habitación del presidente frente a la plaza Girardot de Maracay.

La foto que aquí público junto a este escrito es una de tres la del Cañete, la otra la tenía mi abuela Beatriz y esta que le obsequió a su tía Doña María Vicenta de Rondón y está en poder de su nieta Mercedes Rondón de Ramírez