Entre sombras de dudas
No era un matrimonio común; su legitimidad había sido puesta a prueba por los vestigios de un compromiso anterior. Álvarez Mirabal, en otro tiempo, había dado su palabra a su ahora cuñada María Mónica Pérez de Ávila y Pérez, viuda de Simón de Bolívar y Lara, sellando un vínculo que, aunque nunca consumado, pesaba sobre su futuro.
José Obswaldo Pérez
Bajo la luz tenue de las velas y el susurro de las plegarias en la Iglesia de Santa Catalina de Siena de Parapara, el , Feliciana Flora Pérez de Ávila y Pérez caminó hacia el altar con el Alférez Pedro Álvarez Mirabal, hijo de Bartolomé Álvarez Gómez y Micaela Mirabal Pérez del Castillo. La escena, aunque marcada por la solemnidad de la ocasión, llevaba consigo el detalle poco conocido sobre una de las hijas del Capitán Juan Antonio Pérez de Ávila y Brea de Mendoza: una historia familiar entrelazada con desafíos legales y la implacable mirada de la sociedad provincial.
Desde los bancos del templo, los más curiosos observaban con detenimiento. No era un matrimonio común; su legitimidad había sido puesta a prueba por los vestigios de un compromiso anterior. Álvarez Mirabal, en otro tiempo, había dado su palabra a su ahora cuñada María Mónica Pérez de Ávila y Pérez, viuda de Simón de Bolívar y Lara, sellando un vínculo que, aunque nunca consumado, pesaba sobre su futuro. La sociedad de la época no perdonaba las sombras de la duda, y el honor debía ser restaurado antes de que Feliciana pudiera cruzar el umbral hacia una nueva vida.
La solución llegó en forma de un documento cuidadosamente redactado y sellado con la autoridad eclesiástica. La Dispensa por Pública Honestidad, concedida por el Ilustrísimo Obispo Juan García Abadiano el , se convirtió en el escudo protector de la pareja. El Escribano Joseph Ortega Samaniego registró cada palabra, certificando un proceso que, más allá de lo jurídico, era también una reafirmación de la importancia de la reputación en el tejido social de la provincia.
Aquel día, cuando las campanas finalmente repicaron, la unión quedó oficializada. La ceremonia no sólo unió dos destinos, sino que también tejió un nuevo capítulo en la historia de una familia marcada por el peso de la tradición y la exigencia de las normas sociales. Y así, entre documentos, plegarias y miradas inquisitivas, Feliciana y Pedro lograron sortear los obstáculos de su tiempo, dejando su impronta en los registros de la historia.
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