Personajes

Juanita Goggins

La Luchadora por los derechos de los afronorteamericanos, se convirtió en la primera mujer negra elegida para la cámara legislativa de Carolina del Sur hasta renunciar por razones de salud.

Por: Arturo Álvarez D´ Armas

A la edad de 75 años, falleció en la ciudad de Columbia, en la soledad de su casa Juanita Goggins. Murió de frío, por congelación, tras el inesperado bajón de las temperaturas de hace unos días en esa región norteamericana.

Esa mujer que era parte de la historia de Estados Unidos estaba sola, sin agua corriente y sin calefacción. Fue encontrada sin vida el 3 de marzo pasado a causa de una hipoterma.

Había nacido en Pendleton, Carolina del Sur en 1934 o 1935. Graduada en la University of South Carolina y miembro del Partido Demócrata.

martes, marzo 16, 2010

Doña Bárbara: 80 Años

La intrahistoria de la narración es un relato paralelo y asombroso. Gallegos estaba escribiendo una novela ambientada en el llano venezolano que se titularía. La casa de los Cedeño, pero que luego trocó por La coronela, y es por ello que se traslada en la Semana Santa de 1927 a San Fernando de Apure, a trabajar in situ.
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Por Rafael Arraíz Lucca* En el colofón de la primera edición de Doña Bárbara puede leerse 15 de febrero de 1929. La editorial Araluce, de Barcelona, la publica a cuenta del autor, ya que según Ramón de Araluce: “Su novela es muy buena, pero usted en España es un desconocido y el libro no lo va a comprar nadie”. La segunda edición, de 1930, es de la misma editorial y por cuenta de ella, cuando ya era un hecho que se trataba de un éxito editorial inesperado. Sólo entonces, el maestro Gallegos dejó de afrontar con su bolsillo la edición de su libro. El mismo año se publica por primera vez en Venezuela y lo hace la editorial Élite, de Guruceaga, quien era pariente del novelista. Desde entonces y hasta nuestros días son in numerables las ediciones y las traducciones de la Ópera Mago nade gran escritor La intrahistoria de la narración es un relato paralelo y asombroso. Gallegos estaba escribiendo una novela ambientada en el llano venezolano que se titularía. La casa de los Cedeño, pero que luego trocó por La coronela, y es por ello que se traslada en la Semana Santa de 1927 a San Fernando de Apure, a trabajar in situ. Él mismo relata en el prólogo de la edición de Doña Bárbara, publicada por el Fondo de Cultura Económica de México, en 1954, con motivo de los 25 años de su aparición, de dónde salieron los personajes de su novela. Dice, aludiendo a Pirandello: “A mi se me acercaron los míos en un lugar de la margen derecha de Apure, una tarde de abril”. Se los va presentando un señor Rodríguez quien, naturalmente, ignora que eso está haciendo. Aunque nuestro autor no lo dice expresamente, el episodio ha debido ser como una revelación. Tiempo después, Andrés Eloy Blanco llegó a asegurar que el personaje de Doña Bárbara estaba inspirado en Francisca Vásquez de Carrillo y que la imaginación de Gallegos fue bastante más allá de lo que ofrecía esta señora de carne y hueso, de quien expresa mente el autor se negó siempre a revelar su identidad. En cualquier caso, lo cierto es que para febrero de 1928 el novelista decide detener la hechura de los primeros pliegos de La coronela en las prensas de Gunceaga porque está Satisfecho con el resultado. Aborta el proyecto, ordena romper lo impreso y se va a Europa con el manuscrito. Su esposa, doña Teotiste, va a operarse una rodilla con un especialista en Italia. Decepcionado con su trabajo, intenta lanzar por la borda las hojas sueltas de su novela fallida, pero doña Teotiste lo persuade de qué no lo haga y, finalmente, opta por guardar el cartapacio, en lo que probablemente haya sido una navegación tormentosa. La estadía en Bologna iba a tomar tiempo, ya que la recuperación de la operación de su mujer lo requería. Allí, sin ofuscaciones, se avino con lo que ten escrito, lo corrigió hasta el cansancio durante los meses bologneses de junio, julio y agosto y se lo llevó a Barcelona concluido. Allí se publicó, como vimos, en febrero de 1929, con el título afortunado con que se reconoce este clásico de la literatura hispanoamericana. Esto que relato he podido hacerlo gracias a los trabajos de Juan Liscano, Efraín Subero y José López Rueda, quienes dedicaron mucho tiempo al estudio de la obra gallegiana. En relación con la novela, propia mente, recuerdo que su lectura me subyugó desde el principio, que de ella salí hacia La trepadora y Canaima, que no había llegado a los veinte cuando las leí, estimulado por el fervor de mi madre y mi abuela, que eran tan gallegianas como fueron luego garcíamarquianas. El 15 de febrero de 2009 es una oportunidad para celebrar la obra clásica de la dicotomía civilización-barbarie, optando por lo primero, naturalmente. ___________
*Rafael Arraíz Lucca es ensayista, poeta, historiador y profesor venezolano.
martes, febrero 17, 2009

Roscio y el patriotismo

El error de Marisa Vannini estuvo en la comparación. No cabía hacer comparación entre no iguales. Y entre Miranda y Roscio había la proporción de un hombre normal frente a una torre de mucha altura, que era Miranda: un hombre que comprendió el momento histórico de América Latina antes que todos.. ........................................................................................................................................... por Alfonso Rumazo González* DOS documentos de gran importancia dejó escritos y publicados Juan Germán Roscio. Me refiero a ellos por que la señora Marisa Vannini lo ha hecho, en forma poco amable, contra mí. El primer manifiesto, es un documento que hace al mundo de la Confederación de Venezuela de la América Meridional. Fue publicado el 30 de julio de 1811. En él se expresan las razones en que se ha fundado su absoluta independencia de España y de cualquier otra dominación extranjera Fue formado y mandado a publicar por acuerdo del Congreso General de sus Provincias Unidas. Expresa el texto: “La América, condenada por más de tres siglos a no tener existencia que la de servir a aumentar la preponderancia política de España, sin la menor influencia ni participación en su grandeza, hubiera llegado por el orden de unos sucesos en que no ha tenido otra parte que el sufrimiento, a ser el garante y la víctima del desorden, corrupción y conquista que ha desorganizado a la nación conquistadora, si el instinto de la propia seguridad no hubiese dictado a los americanos que había llegado el momento de obrar, para coger el fruto de trescientos años de inacción y de paciencia. «Si el descubrimiento del Nuevo y Mundo fue uno de los acontecimientos más interesantes a la especie humana, no lo será menos la regeneración de este mismo mundo degradado desde entonces por la opresión y la servidumbre. La América, levantándose del polvo y las cadenas, y sin pasar por las gradaciones políticas de las naciones, va a conquistar por su turno al antiguo mundo, sin inundar- lo, esclavizarlo, ni embrutecerlo. La revolución más útil al género huma no será la de América cuando...”, etc. Juan Germán Roscio fue perseguido por sus ideas; persecución ordena da por los españoles; les había disgustado que fuera uno de los firmantes —tal vez el autor— del “Acta de Independencia”. Apresánrolo el año de 1812 (fracaso de la primera República) y fue enviado a España. Logró fugarse sin embargo. El año 1816 aparece en Jamaica, donde escribió su “Verdadera idea de la soberanía y se desenvuelven los elementos sociales’, con el título de “El triunfo de la libertad sobre el despotismo”. Publica ahí Roscio una muy prolija crítica de las ideas recibidas de España, a la luz de las doctrinas de los enciclopedistas franceses y de los pensadores de la emancipación norteamericana. Reza “La verdadera idea”: “Soberanía es el resultado del poder y de la fuerza moral y física de los hombres congregadas en sociedad; fuera de ella, cada uno es un pequeño soberano porque se halla dotado de faculta des intelectuales y corporales, esenciales constitutivos de la soberanía. A nadie pueden negarse estas dotes, que en proyecto de la creación entraron como partes integrantes de esta imagen y semejanza del Creador. Las obras de Dios son perfectas; como tales El mismo las iba aprobando al paso que su omnipotencia las iba sacando de la nada. El fiat con que recibieron el ser todas las que precedieron a la existencia del hombre, parecía insuficiente a explicar la dignidad y perfección de esta criatura que tanto había de costar a su Hacedor; es por esto que al formarla, toma otro tono más solemne y digno del efecto que iba a producir para complemento de la creación...” “Cuando yo dejé de ser uno de esos infatuados, en varias frases vulgares hallaba comprobado el poder de las naciones.., comprobé que la prosperidad de un pueblo no consiste en la cantidad de oro que posee, sino en el número de talentos y brazos que empleas con utilidad, etc. El error de Marisa Vannini estuvo en la comparación. No cabía hacer comparación entre no iguales. Y entre Miranda y Roscio había la proporción de un hombre normal frente a una torre de mucha altura, que era Miranda: un hombre que comprendió el momento histórico de América Latina antes que todos; que durante doce años recibió y envió emisarios; que envió una circular a la América toda que indicaba el levantamiento general; que inventó y creó la Revolución durante treinta años; que antes que Precursor, lo que disminuye y amputa el todo coherente de su vida y de su obra fue un Protolíder, un líder primero, de preeminencia; que tuvo conciencia histórica desde el principio por lo que escribió su “diario” durante cuarenta años, haciendo así de su propia existencia una gran historia e historia que se escribe; que el archivo del general Miranda consta de 63 tomos; que el nombre de Colombia dado por Miranda a la América —y el de Colombeia a su “diario”— corresponde a un redescubrimiento del Nuevo Mundo para la libertad; que la hazaña dé la empresa libertadora de 1806 en IM Antillas, es la apertura de fuegos en la lucha de la independencia y que tal la inició Miranda; que viajé por Europa para estudiar personalmente los diferentes sistemas políticos y así crear algo nuevo, pan la América nueva; que admiró la Revolución Francesa y la sirvió como General en 1792, la detestó luego, al ver que caía en poder de los jacobinos, y más aun, cuando asumió el poder Napoleón; que como los titanes entregó su personal sacrificio. ¿Un hombre así, era comparable con ningún otro, exceptuado Bolívar? Agradezco al historiador Carlos Maldonado-Bourgoin por su artículo “Roscio contra Miranda” por haber entendido la distancia dentro de la propia identidad de cada uno de estos personajes. ____________
*Alfonso Rumazo González fue profesor universitario de origen ecuatoriano quien se residenció en Venezuela desde 1953. Su Biografía, bibliografía y artículos sobre su obra, puede ser consultada aquí . El presente artículo fue publicado en el Diario El Universal, fecha 23/07/96, en su columna Derroteros.
jueves, enero 22, 2009

Sobre Julio César Sánchez Olivo y su presencia en Valle de la Pascua

El intelectual, escritor, periodista, poeta y político apureño Julio César Sánchez Olivo por lo menos que se sepa vivió en Valle de la Pascua en dos momentos de su vida, el primero en 1936 cuando estuvo hospitalizado en el viejo Hospital Guásco de esta ciudad, en ocasión de la mordida de una baba en Apure, razón que le obligó a trasladarse a Valle de la Pascua en busca de alivio y mejoría para su padecimiento.


Julio César Sánchez Olivo
por Felipe Hernández G*


A Argenis Méndez Echenique. Eminente historiador apureño, estudioso de la vida y obra de Don Julio César Sánchez Olivo.

Don Julio César Sánchez Olivo nació en un hato cercano a la población de Guachara, estado Apure, el 21 de octubre del año 1909. Hijo de Don Teodoro Sánchez Ostos y Doña Maria Josefina Olivo. La carencia de facilidades para instruirse en un medio como el de Apure de ese tiempo la suplió la propia madre, pues el padre había muerto en 1913. En ese sentido, ella se empeñó en que escribiera una plana diaria, copiando regularmente del "Consejero de la Juventud" o del "Manual de Urbanidad y Buenas Maneras" de Manuel Antonio Carreño, además que leyera sobre gramática, historia, geografía, aritmética y algunos otros libros escolares. De esa manera logró inculcarle el hábito de la lectura.

Se puede decir, que fue Sánchez Olivo un autodidacta con una basta cultura que le permitió ocupar importantes cargos, escribir y publicar importantes obras especialmente sobre la historia y las costumbres apureñas.

Afirma Méndez Echenique, que en 1937 fue nombrado Secretario de la Corte Suprema del Estado Apure. Ese mismo año publicó su primer artículo de prensa. "Gobernadores y Prefectos" en el semanario Cordura, dirigido por el Dr. Ángel Domingo Beroes, uno de sus principales mentores y quien lo encaminó hacia el periodismo critico, combativo y social. Entre los años 1938 y 1969, Sánchez Olivo realizó un sin número de actividades económicas, políticas, sociales y culturales en pro del estado Apure, entre las cuales destacan: fundador de la Asociación de Pequeños Criadores del Estado Apure; Secretario General de Gobierno en varias ocasiones; Fiscal del Ministerio Publico; autor de la conocida columna "Camino Real", Promotor y fundador del Comité Pro establecimiento de las Vías Fluviales en Apure; Senador de la Republica por el Estado Apure (1959-64); funda en Caracas el Comité Amigos de Apure; programa radial en Radio Continente titulado "Apure en Marcha"; funda en Apure el quincenario "El Apureño"; y el primero de junio de 1969 inicia un Programa Radial Dominical en la emisora "La Voz de Apure" llamado "El Apure de Ayer, de Hoy y de Siempre".manteniéndolo durante 19 años hasta casi su muerte.

En el año 1977, por iniciativa suya, el gobernador del Estado Elías Castro Correa, creó por decreto, "La Bibliotecas de Autores y Temas Apureños", nombrándolo Presidente de la Comisión Editora. Al año siguiente fue designado Cronista Oficial del Estado Apure e inicia la publicación de una serie de trabajos relacionados con la historia y las tradiciones de Apure, alcanzado más de cuarenta los títulos publicados.

Fue nombrado Miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua en Febrero de 1982 y el 17 de octubre de 1986 la Universidad Nacional Experimental "Simón Rodríguez" lo nombró "Profesor Honorario". Tres días más tarde, el 20 de octubre de 1986, la Academia Nacional de la Historia lo nombra Miembro Correspondiente por el Estado Apure.

PRESENCIA DE J. C. SÁNCHEZ OLIVO EN VALLE DE LA PASCUA
El intelectual, escritor, periodista, poeta y político apureño Julio César Sánchez Olivo por lo menos que se sepa vivió en Valle de la Pascua en dos momentos de su vida, el primero en 1936 cuando estuvo hospitalizado en el viejo Hospital Guásco de esta ciudad, en ocasión de la mordida de una baba en Apure, razón que le obligó a trasladarse a Valle de la Pascua en busca de alivio y mejoría para su padecimiento. En esa ocasión dado su precario estado de salud por la amenaza de una posible gangrena, llegó a creer que iba a morir sin volver a su amado Apure, y en un momento de nostalgia y evocación compuso su célebre canción “Cajón de Arauca Apureño”, que a mi modo de ver constituye un himno a esa tierra, a su gente y todo lo que implica el ser llanero y la llaneridad. Además de ser un clásico de la música llanera venezolana.

Indudablemente que la letra de la canción “Cajón de Arauca Apureño” constituye una remembranza nostálgica del poeta, que se corresponde con sus vivencias, tal como lo señala en sus investigaciones el historiador Argenis Méndez Echenique: “Julio Cesar vivió sus primeros veinte años en los hatos "Chaparralito" y "Los Cañitos", en pleno Cajón de Arauca, por lo que en su niñez y juventud aprendió y ejecutó como un consumado llanero toda clase de faenas rudas y peligrosas típicas del medio campestre apureño”.

Una segunda ocasión en que Julio César Sánchez Olivo vivió en Valle de la Pascua, fue en el año 1952, entonces vino aquí como preso político de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, que lo expulsó de Apure, enviándolo a esta ciudad, la cual le puso como cárcel, desde entonces se radico aquí hasta poco después de la caída del dictador, el 23 de enero de 1958. Refiere el ingeniero Manuel Soto Arbeláez en un artículo publicado en el diario Jornada de Valle de la Pascua el 03/11/2007, lo siguiente:

“De muchacho yo tuve la suerte de ver al “Indio” en Valle de la Pascua, en el cine Manapire. Cargaba a otro indio cantante llamado Delfín Curuco, no muy bueno para grabaciones, pero se defendía con su voz hombruna y ademanes de hombre de campo, de monte adentro, con manos callosas y dedos deformes, seguramente por el uso continuado de la soga de enlazar en labores de vaquerías. Tal vez sería en esa época cuando “El Indio” se enamoró allí, como ha contado en diferentes ocasiones, dándoselas de galán, al igual que su papá. En ese entonces vivía en La Pascua, en calidad de preso político con “La Ciudad como Cárcel”, el poeta apureño Julio César Sánchez Olivo, gran amigo del músico y a quien éste compuso un joropo en su honor, incluido en uno de los últimos discos que grabó el cunavichero arpista, cantado por su hijo Alix. Sánchez Olivo era primo del Dr. Alfredo Plessman Sánchez, también apureño y de grata recordación en Valle de la Pascua, donde ejerció por muchos años. Dentro de esta familia también se cuenta a José “Pepito” Garbi Sánchez quien es nombrado varias veces por “El Indio” en sus joropos y por Sánchez Olivo en sus coplas. “Pepito”, según se cuenta en el Apure, fue combatiente contra la tiranía de Juan Vicente Gómez. En algunos corridos llaneros se le recuerda por su arrojo y valentía. Entre los cantores que lo nombran –además del “Indio”- están Juan de los Santos Contreras “El Carrao de Palmarito” y Ángel Custodio Loyola. “Pepito” sólo contaba con 21 años de edad cuando fue encarcelado por oponerse al régimen gomero. Su nombre completo fue José Amadeo Garbi Sánchez, hijo de Amadeo Garbi Galli -autor del Himno del Estado Apure- quien cumplió funciones públicas en ese estado llanero. La señora Alicia Garbi Fuentes, sobrina nieta de “Pepito”, niega completamente la versión de que aquel hubiera estado incurso en las acciones guerrilleras de Pedro Pérez Delgado “Maisanta”, cuando éste trató de tomar por asalto a San Fernando ocasionando una refriega sangrienta. Versión que consigno aquí según un E-Mail que amablemente me enviara la señora Garbi Fuentes en febrero del corriente”.

En Valle de la Pascua, Sánchez Olivo vivió con su esposa doña Guillermina de Sánchez en una vivienda ubicada en la calle Descanso entre las calles Retumbo y Camaleones. En esta ciudad hizo amistades, entre las que se cuenta la maestra Luisa Julieta Hernández Barrios y su sobrina Gladis Hernández Zamora, así como el escritor y poeta Víctor Vera Morales, Teodomiro Loreto y su esposa Zoraida Moreno de Loreto, el Dr. Emilio Carpio Castillo, Eduardo Clavo, Benito Bolívar y la profesora Luisa de Bolívar, los Zamora, los Hitcher Pérez, los Higuera Loreto, los Moreno, los Vargas, los Salomón, los Azuaje, los Matos Marrero, entre otros. Es decir que don Julio César Sánchez Olivo durante su estancia en Valle de la Pascua se relacionó con la gente más granada y selecta de la ciudad de ese entonces. Haciéndose un asiduo visitante del Country Club que funcionaba en esta población; además trabajó en Radiodifusora La Pascua.

La relación de Sánchez Olivo con Gladis Hernández Zamora la estableció por intermedio de su primo hermano, el doctor Alfredo Plessman Sánchez, médico apureño que vivió y ejerció por muchos años en Valle de la Pascua, casado con doña Rosita Ron Martínez de Plessman, guariqueña, natural de Zaraza, con quienes Gladis tenía gran amistad ya que vivían al frente, en la calle Juan González Padrón. La familia Plessman Sánchez vivía en el edificio de la Clínica Plessman (hoy Clínica Guárico) de la cual era accionista-propietario, junto con los médicos Carlos Eduardo Clavo y Antonio Malavé. Gladis Hernández vivía al frente. Fue Gladis la madrina de la hija mayor del médico, Neyda Plessman Ron, también eran compadres del Negro Arzola y doña Elsa Salazar de Arzola que fueron los padrinos de Ibellice Plessman.

En Valle de la Pascua los esposos Plessman – Ron tuvieron cuatro hijos, a saber: Neyda, Alfredo, Ibellice y Marilyn. Merece recordarse a Neyda y Marilyn, vallepascuenses que en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado, obtuvieron importante renombre y fama nacional como modelos, locutoras, actrices y miss en el caso de Marilyn. Después que se mudaron para Caracas tuvieron a Ricardo que es su único hijo varón.

Refiere don Elio Velásquez, que en los años cincuenta Sánchez Olivo era asiduo del Bar Royal, donde acudía de manera regular cada noche a “echarse unas cervecitas” y mientras las consumía, en viejos papeles escribía canciones y poemas, sin que las interrupciones y el intercambio con los contertulios le apagasen la musa. El Bar Royal quedaba en la calle Atarraya cruce con Descanso, donde después fue construido el Cine Royal, y hoy está el edificio “La Elegancia”.

Don Julio César Sánchez Olivo, murió el 22 de abril de 1988, y sus restos reposan en el viejo cementerio de San Fernando de Apure. Entre las obras publicadas que escribió se cuentan: Bongos y Canoas; Vaqueros y Vaquerías, La langosta (1916) y La Humareda (1926), Relatos Apureños; La Cultura y el Desarrollo General de Apure, entre otras.
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*Profesor Titular. UNESR
lunes, marzo 24, 2008

Pablo Morillo, un "pacificador" derrotado

Cinco años atrás arribó a las colonias con un ejército envidiable para cualquier general europeo: 15 mil hombres bien armados en 65 navíos, no eran precisamente una fuerza despreciable.

Pablo Morillo
por Fabio Solano
solanofabio@hotmail.com

El hombre de la levita negra se atusaba el grueso bigote, acodado en el pulido barandal del gran navío que avanzaba lentamente sobre las tranquilas aguas del Caribe. Su mirada se perdía en dirección al Este, hacia aquella costa donde había pasado cinco años de su vida, luchando en aquellas tierras feraces con gente indómita, rebelde y pendenciera. De alguna manera, aquellos sujetos que no eran ni negros ni blancos, ni españoles ni indios, sino una degeneración racial, lo enfrentaron y en varias ocasiones lo derrotaron. Eso siempre le sucede a los militares de carrera como él, que había salido de bien abajo, cuando recibió su grado de sargento en la batalla de Trafalgar.

Se podía decir que era militar de toda la vida, y como tal juzgaba a los hombres y los hechos, pero eso no quitaba que tuviera sus sentimientos y sus planes personales.

América quedaba atrás y con ellos los ahora llamados colombianos, gentilicio que al hombre de la cubierta del buque no le cuadraba: “Ya verán como esa alianza no le llega a nada a Bolívar. Si algo aprendí en estos largos cinco años es que los venezolanos, más que sus vecinos de la Nueva Granada, son insolentes, gente desordenada, que un día van tras un líder como Boves, y luego se cambian de bando y siguen a otro como sucedió con Páez. Se alzan aquí y allá, luego se quedan quietos durante un tiempo, pero después vuelven a las andadas. Los de al lado son más serios, pero más ladinos. Hablan bien, son mejor educados que los llaneros, pero igual son traicioneros: Hoy dicen sí y mañana hacen lo que mejor les conviene, sin desmentirse, dando vueltas al asunto para acomodarlo a su manera. Estas republiquitas no llegarán a ningún lado, pero ese ya no será mi problema, porque me voy para nunca volver”.

Mientras el movimiento de la nave se sentía ahora más intenso, señal de que estaban por entrar en aguas encontradas, la mente de ese hombre de unos 45 años, remontaba el pasado, como si los años fueran olas a las cuales el casco del tiempo hendía irregularmente: A veces suavemente, a veces rompiendo violentamente cuando había oposición.

Cinco años atrás arribó a las colonias con un ejército envidiable para cualquier general europeo: 15 mil hombres bien armados en 65 navíos, no eran precisamente una fuerza despreciable.

Lo recordaba como si fuera ayer, habiendo salido en febrero de 1805, en agosto ya estaba en Cartagena. Si bien había tocado el nuevo territorio en una isla llamada Margarita, donde ganó una pequeña escaramuza, se dirigió a Nueva Granada para venir de allá para acá, arrasando con los rebeldes.

El asunto dio resultados y logró llegar a dominar parte el territorio, mas no del todo a aquellos hombres, que peleaban a veces como animales feroces, sin respetar las reglas básicas, como lo hacían los llaneros, montados a pelo, semidesnudos, pero bien eficientes con una lanza en la mano.

De los buenos recuerdos se llevaba en su haber sentimental a Valencia, la ciudad donde recuperó su vida. Había dirigido la batalla de La Puerta con un claro triunfo sobre las huestes de Bolívar, pero en mala hora recibió una de aquellas temibles lanzas en su vientre. Los conocedores de heridas le aconsejaron tener una temporada de recuperación, pues un lanzazo no se curaba rápidamente y por eso se quedó en aquella ciudad, la más grande de los alrededores, donde había establecido su cuartel general.

En verdad que los médicos hicieron un buen trabajo mientras él dirigía la guerra desde su puesto de convaleciente.

A Valencia le dejaba una torre en la Catedral y un puente que la gente comenzó a llamar con su nombre: El puente Morillo. “No está mal para un guerrero. En verdad los que construyeron aquel puente eran presos de la guerra, casi todos criollos, y uno que otro extranjero como aquel Uslar de Hannover, pero fue bajo mis órdenes que se levantó como una señal de progreso”.

Lo cierto era que se iba, meditaba el español, traspasando el mando a De La Torre. Las cosas no habían salido muy bien, y dejaba un territorio en manos de las fuerzas del Rey, aunque sospechaba que el asunto podía empeorar. Desde que conocí en persona a Bolívar, supe que en verdad era un líder. Claro que tenía que ser así luego de guerrear durante diez años, curtiéndose como dirigente militar. De esa manera se había formado él mismo en la guerra contra los franceses en España.

“Cuando hablé con Bolívar, en menos de 24 horas cambié de opinión sobre el enemigo: en el momento en que llegó a Santa Ana montado en una mula, con casaca y sombrero militar, con apenas diez oficiales, me impactó.

Al principio pensé que me había equivocado de rival, que aquel hombre pequeño no calzaba las botas de general, pero luego de los abrazos y de conversar con él por algunas horas, capté que era en verdad un jefe. Bebimos, comimos, hablamos y dormimos en el mismo cuarto. Luego se fue y nunca lo volví a ver”.

La verdad es que tuvo que encontrarse con aquel líder rebelde casi contra su voluntad, por orden del Rey, y como se sabe, un mandato de Su Majestad nunca se puede desobedecer. La culpa de todo aquel asunto la tuvo el comandante Riego, que se negó a traer nuevas tropas a pesar de que la Santa Alianza invirtió una buena cantidad para financiar la expedición.

Riego estaba al mando del batallón Asturias y en vez de salir con aquella expedición hacia La Colonia, se alzó contra el Rey y lo obligó a asumir la Constitución de 1812.

Los barcos nunca salieron y el mariscal Pablo Morillo se vio obligado a pactar una tregua que no fue tal, y a firmar un tratado de regularización de la guerra que nunca se cumplió. Bolívar y él sabían muy bien que en la guerra no valen papeles ni firmas, lo que vale es quién gana las batallas y quién controla territorio.

“De La Torre se va a llevar una sorpresa cuando vea cómo pelea esta gente. Veremos que hace, aunque ese ya no es mi problema”, se dijo el hombre de la balaustrada, para luego girar la mirada en sentido contrario, como lo hace un general en retirada. Allá estaba Europa, la civilización y su querida España.

Una expedición punitiva

En febrero de 1815 partió de Cádiz una expedición militar rumbo a América del Sur, cuyo objetivo inmediato y único era dominar a los rebeldes patriotas y recuperar para la corona española las colonias soliviantadas. Ese numeroso contingente estaba al mando del teniente general Pablo Morillo, un militar no de academia sino que venía de abajo, de ser sargento, y que había ascendido por méritos propios en batalla, en lo que se llamó la Guerra de Independencia de España.

Morillo contaba al momento de partir hacia el nuevo continente con 37 años de edad, un tanto maduro pero con la experiencia más que suficiente para comandar aquel ejército, muy grande en relación con los que se agrupaban en Nueva Granada y Venezuela. Este general había nacido en 1778 en la localidad de Fuentesecas, cerca de la población del Toro, en la provincia de Zamora. Tuvo una educación precaria, y fue pastor en su adolescencia, hasta que envuelto en un hecho no muy claro, se fue a Toro, donde sentó plaza en el Real Cuerpo de Marina. Bajo esa bandería participó en combate en varias ocasiones hasta que resultó herido, destacando en la batalla de Trafalgar al obtener el grado más alto posible para un suboficial, el de sargento, pues no había estudiado. Más de veinte años pasó inmerso en la milicia, tiempo durante el cual se casó y enviudó. Su destino parecía ser el de ser un oscuro sargento, hasta que a Napoleón se le ocurrió invadir España, lo cual a su vez provocó una guerra de independencia, donde Morillo pudo avanzar en su carrera militar.

Es así como en 1812 ya había pasado de teniente a capitán, y pronto era coronel, para al año siguiente obtener el grado de Mariscal de Campo, gracias a su perseverancia, acciones militares acertadas y valor demostrado en combate. Finalmente el Rey Fernando VII retomó el trono y recuperó su monarquía. Las fuerzas francesas no sólo habían sido expulsadas de España, sino que el propio Napoleón estaba fuera del poder, preso en una isla. Fue en ese momento cuando el monarca español miró hacia las colonias americanas y decidió que era la hora de recuperarlas, para volver al esplendor de la España imperial. El designado para esa misión no fue otro que el general Pablo Morillo, oficial eficiente, victorioso y sobre todo leal a la corona. Pronto se organizó el gran ejército expedicionario que devolvería las grandes riquezas de las colonias al reino ibérico. La misión era clara, y Morillo la tenía bien medida cuando dijo que iría a una guerra más peligrosa y más cruel de las que conocía con su amplia experiencia.

En abril de 1815 Morillo arribó a la isla de Margarita donde hubo alguna batalla menor, pero como todo el territorio costero de Venezuela estaba más o menos dominado por los realistas, pronto siguió su camino rumbo a Cartagena de Indias.

El plan era evidente: Desde la Nueva Granada iría avanzando hacia el nor-occidente hasta controlar la región que se había soliviantado por las acciones de Bolívar y los suyos.

Efectivamente en julio de ese mismo año el ejército de quince mil hombres, embarcado en 65 navíos, llegó Santa Marta y luego procedieron a sitiar a Cartagena. Desde el 17 de agosto al 5 de diciembre las tropas españolas atacaron a esta ciudad, la cual había sido muy bien fortificada y abastecida por los patriotas, así que de buenas a primeras los españoles no pudieron tomarla.

Pasados tres meses los cartaginenses ya no podían sostenerse y el 4 de diciembre, al contar 300 muertos por hambre y epidemia, decidieron abandonar la ciudad por barco, lo cual resultó bien a medias, pues el capitán los traicionó, entregándolos a los españoles.

Es en ese momento cuando el comando del ejército invasor tuvo su primera equivocación. El general Morillo, en vez de ser magnánimo con la población, de perdonar y auxiliar a los vencidos, en una falta garrafal de conocimiento de la realidad, se fue por el camino de la represión. Tan cruel fue el accionar del ibérico que aquel 1816 fue llamado “el año del terror”. Ganar el sitio y aplicar la crueldad fue uno solo: en los alrededores se ubicaba un pueblo conocido como Bocachica, del cual casi todos sus habitantes fueron pasados por las armas.

Luego procedió al fusilamiento de personas en la plaza de La Merced, y para la historia quedaron nueve dirigentes, de los más reconocidos en la ciudad, quienes fueron sometidos a juicio sin defensa y condenados a muerte.

Morillo comenzó a gobernar a sangre y fuego, pero aconsejado por asesores, decidió ofrecer la libertad a los esclavos negros si delataban a jefes revolucionarios. Esa propuesta hecha en Ocaña, en abril de 1816, surtió efecto y hubo varias traiciones.

Después en julio del mismo año Morillo llegó a Santa Fe de Bogotá, pero se negó a participar en el recibimiento que le habían preparado, dejando la ciudad engalanada. Allí llevó al patíbulo a conocidos miembros de la sociedad bogotana como Francisco José de Caldas, Camilo Torres, Joaquín Camacho, Miguel Pombo y muchos otros. Su crueldad no se limitaba a los revolucionarios que colgaba o fusilaba, sino que se extendía a esposas e hijos, a quienes sentenciaban al destierro, una vez que fueran despojados de todas sus propiedades, viviendas, haciendas o cualquier cosa que tuvieran. Según dicen los historiadores esta actitud de Pablo Morillo fue trascendental en contra de la propia España, pues con esta política del terror prácticamente inclinaba la balanza a favor de sus enemigos, los patriotas.

En Valencia

“Pacificada” Nueva Granada mediante el terror, con Bolívar exiliado en Jamaica, Morillo decidió seguir adelante con su plan de apoderarse de todo el territorio de las colonias y por eso dirigió sus tropas a Venezuela. A finales de 1816 dejó al mando en Bogotá a Manuel Sámano, y partió con su gran ejército entrando por Casanare y Apure. Durante todo el año 1817 estuvo enfrentando a los llaneros de Páez, a los patriotas en Margarita, perdiendo y ganando batallas, hasta que decidió irse contra Caracas, ciudad a la cual arribó a finales de año. Sin embargo no se detuvo allí, sino que fue a guerrear a Calabozo y luego pasó al centro del país.

En febrero de 1818 estableció su cuartel general en Valencia, ciudad donde estaría una buena temporada por cosas del destino. Un mes después de su llegada a la ciudad del Cabriales, Morillo enfrentó a Bolívar en el sitio de La Puerta, batalla llamada también del Semen, por una quebrada del mismo nombre. Si bien el español ganó la confrontación bélica, salió mal a nivel personal pues un lanzazo llanero le dio de lleno en su vientre, provocándole una profunda herida.

Los médicos le impusieron un extenso reposo, sobre todo en cuanto a prohibición de montar.

Morillo decidió entonces cumplir con el requerimiento de recuperación en Valencia y esa es la razón por la cual algunas obras fueron hechas bajo su gobierno, como la fachada de la iglesia Catedral y la torre de la esquina. Para la posteridad quedó el puente Morillo, que en aquella época era de suma importancia para conectar lo que hoy se conoce como San Blas con el centro de la ciudad, sobre el río Cabriales. Si bien Morillo y sus ingenieros realistas planificaron la obra, fue un venezolano, Francisco Arteaga, de profesión alarife, quien dirigió su construcción, con unos 200 presos de la guerra en plan de obreros. El puente fue culminado y con el tiempo fue llamado con el apellido del general español, por lo cual hoy todavía se le conoce como puente Morillo.

A propósito del puente cuentan las consejas, transmitidas de generación en generación, que en él trabajó como preso de los realistas el hannoveriano Juan Uslar, oficial que había llegado a Venezuela en los contingentes europeos para integrarse a las tropas insurgentes. Para solventar la comida de los presos-constructores, Morillo ordenó que cada familia valenciana debería asumir la entrega del almuerzo a uno de los presos, y a Uslar tocó una familia Hernández que habitaba en la Calle Real, la más importante de la ciudad (hoy calle Colombia).

Una joven llamada Dolores era quien llevaba la comida al oficial extranjero, quien a pesar de las pésimas condiciones de cautiverio, aherrojado con otro preso, tuvo el ánimo suficiente para enamorar a la muchacha, con quien dos años después se desposó. De esta unión ribeteada de romanticismo, como descendiente directo, años después nació el conocido escritor Arturo Uslar Pietri.

Todo parecía ir bien para el teniente general español, pero lo que creía un dominio férreo de las colonias inició su derrumbe el 7 de agosto del año siguiente, cuando los realistas, comandados por Barreiro, fueron destrozados por el ejército de Bolívar en la batalla de Boyacá. Como consecuencia Sámano huyó apresuradamente de Bogotá y el Libertador comenzó a avanzar desde Nueva Granada hacia Venezuela.

Al enterarse del desastre Morillo pidió ayuda a la corona, señalando en su carta que “Bolívar en un solo día acaba con el fruto de cinco años de campaña, y en una sola batalla reconquista lo que las tropas del rey ganaron en muchos combates.

Los llanos de Barcelona, los de Apure y Casanare, todos están en poder de los rebeldes...”

La respuesta de España es casi inmediata, y en 1820, con la ayuda de la Santa Alianza, organizó otro gran ejército para de nuevo invadir América, pero esta vez el asunto no funcionó. Si bien Fernando VII recuperó la corona, obvió que las ideas de la revolución francesa habían penetrado a la sociedad española, y cuando esa fuerza militar estaba a punto de zarpar un oficial, el comandante Rafael Del Riego, se alzó en armas y ello obligó al Rey a asumir posiciones más liberales.

Así fue como esa fuerza militar expedicionaria nunca llegó a salir de España. Morillo, por orden de Su Majestad, tuvo que proponer un armisticio, que fue calificado como de regulación de la guerra, el cual fue firmado en Trujillo luego de negociaciones entre delegados donde participaron el general Sucre por el lado patriota y el teniente coronel Pita por los realistas.

Suscrito el tratado, Morillo pidió conocer personalmente a Bolívar, lo cual sucedió en la aldea Santa Ana de Trujillo. El encuentro es bien conocido gracias a la pluma del edecán del Libertador Florencio O’Leary, quien relató cómo Morillo, quien había acudido con un escuadrón de Húsares, preguntó con cuántos oficiales se acercaba el general Bolívar. Cuando el edecán informó que eran unos diez ordenó retirar a sus Húsares.

Al momento de aparecer la comitiva patriota, el español mostró sorpresa al identificar a Bolívar:

“¡Cómo aquel hombre pequeño, de levita azul y gorro de campaña y montado en una mula”, lo cual contrastaba evidentemente con el uniforme del general español, cargado de medallas, condecoraciones y cintas.

Se dieron un abrazo, comieron, bebieron juntos y hasta durmieron en la misma habitación aquella noche, pero eso no cambió nada, pues a los tres meses, en Maracaibo, decidieron que aun bajo el mando español, querían unir aquella provincia a la República independiente, lo cual se tradujo en la ruptura de la débil tregua.

Tiempo después Bolívar explicó a De Lacroix que había manejado con mucho cuidado la diplomacia en aquel momento, porque a sabiendas que la tregua no duraría mucho en realidad sólo buscaba ganar tiempo, para organizar y colocar mejor a las tropas patriotas.

Eso se confirmó cuando habiendo enviado dos comisionados a España a parlamentar supo del rechazo de la Corte: Allá se negaban a reconocerlos como representantes de una república independiente, pues para el Rey Venezuela no existía.

El camino de las armas, de la guerra, era el único posible y así sucedió cuando al año siguiente se produjo la Batalla de Carabobo.

Morillo no estuvo en Venezuela para ver cómo al paso del Ejército Libertador se desmoronaba lo que había construido en cinco años. Se fue a España el 17 de diciembre de 1820, ya con el título de Conde de Cartagena y Marqués de la Puerta en el bolsillo, como premio a sus actuaciones en América.

Posteriormente tuvo actuaciones en las llamadas guerras carlistas y finalmente murió en Francia en 1837, no sin antes escribir sus memorias que incluyen su campaña en América, claro, bajo su particular óptica.

El otrora brillante oficial español estaba en la pobreza total al momento de dejar este mundo y su segunda esposa hubo de pedir ayuda a la Reina, pues tenía 5 hijos que mantener.

Tomado de: Lectura Dominical. Valencia: 10 de febrero de 2008. (El Carabobeño).
martes, febrero 12, 2008

Centenario de su nacimiento/(Re)lectura de Juan Pablo Sojo

Se trata de uno de los autores sustantivos en la historia de la investigación antropocultural en Venezuela, el cual adelantó aportes significativos sobre un tema en que sólo existían breves y muy escasos trabajos 

POR JOSE OBSWALDO PEREZ
Uno de los primeros propulsores endógenos de origen afrodescendiente que se dedicó a los estudios del africanismo en Venezuela fue, sin duda, Juan Pablo Sojo (1908-1948), hijo. Se trata de uno de los autores sustantivos en la historia de la investigación antropocultural venezolana, el cual adelantó aportes significativos sobre un tema en que sólo existían breves y muy escasos trabajos[1].

Juan Pablo Sojo, hijo, había nacido en Curiepe, primer pueblo de africanos y sus descendientes libres en la historia de Venezuela durante el siglo XVIII, quien percibió una gran riqueza histórica, cultural y natural. A la edad de 23 años escribió su novela Noche Buena Negra, la cual recoge la barloventeñidad con sus esperanzas, sus sufrimientos, la cotidianidad cacaotera y sobre todo sus valores y mitos que siempre han caracterizado esa región central.

Esta novela pueda ser analizada como una propuesta literaria para interpretar la situación social y política de Barlovento con su propio lenguaje. Allí el personaje es el afrodescendiente que actúa como un sujeto histórico. Muchas de las investigaciones de Sojo tuvieron cabida en los medios de comunicación de circulación nacional.

En su ensayo Temas y Apuntes Afrovenezolanos (1943) se aproxima entorno a lo afro con interrogantes y comparaciones con el resto de América, reconociendo su influencia notable en la literatura, la música y el arte. El pasado mes de diciembre, en homenaje a sus 100 años de su nacimiento, tres investigadores reconocidos en el ámbito nacional e internacional abordan su obra intelectual.

El blog de Jeroh Montilla, Historiografías, es el espacio donde concurre la (re)lectura sobre el primer propulsor de los estudios de africanismos en Venezuela. Irma Mendoza, Doctora en Historia de Venezuela, profesora venezolana del Postgrado en Historia de Venezuela de la Universidad "Rómulo Gallegos” nos presenta Juan Pablo Sojo. En el Centenario de su Natalicio (23-12-1907 / 23-12-2007).

Arturo Álvarez D´ Armas, Poeta e investigador de temas negroides hace una bibliografía de Juan Pablo Sojo (23 de Diciembre de 1907 – 23 de Diciembre de 2007) , José Marcial Ramos Guédez, Historiador venezolano, doctor en Historia de Venezuela, habla de Juan Pablo Sojo Pionero de los Estudios Afrovenezolanos. Y William W. Megenney, profesor de la University of California, Riverside, presenta a Juan Pablo Sojo y el Modernismo Latinoamericano.

NOTA

[1] Aunque son fragmentarios y casi desconocidos en los espacios académicos se pueden mencionar el trabajo de J.A. Rodríguez para la revista De Re Indica, en 1918: “Folklore venezolano” y Una visión de Barlovento (1969), de Fernando Madriz Galindo, muy rico en materia léxica y paremiológica.
sábado, enero 05, 2008

Microbiografía/ Manuel Aquino Delgado

Don Manuel y yo fuimos dos grandes amigos. Mi amistad se remonta cuando fui designado Cronista Municipal de Ortiz, cuya juramentación me tocó recibir en la XIX Convención de Cronistas Oficiales de Venezuela, celebrada en la Asunción, Nueva Esparta, Margarita, en el año 1990. Mi presentación estuvo a cargo de mi amigo y colega Oldman Botello, entonces cronista de la Ciudad de la Villa de Rey de San Luis de Cura.


por José Obswaldo Pérez

LA ÚLTIMA VEZ QUE CONVERSÉ con don Manuel Aquino fue para concertar un proyecto que él había sugerido durante una conversación, de esas que solíamos hacer un domingo de cada mes, cuando lo visitaba aquí en su casa y que yo, tentativamente, había titulado como Pedro Aquino: el Conde arruinado. Un personaje histórico por el cual me había fascinado y que don Manuel consideraba como su antepasado. Era un conde arruinado, endeudado con proveedores de las casas comerciales y por la entrada en vigencia de la Ley de Quita y Espera del general José Antonio Páez.

Pedro Aquino era ganadero, propietario de hatos en Tiznados, Guaitoco, Chirgua y La Soledad. Todos ubicados en la jurisdicción de Ortiz. Durante la Guerra Federal, Pedro Aquino hastiado de deudas se alzó en esos predios de Ortiz, para capitanear las banderas de la revolución. Se vino a El Sombrero, donde hizo desmanes y asaltos como el que le realizó al ganadero Juan Rodríguez Tosta. Luego pasó a Barbacoa, situándose en el sitio Cinforino, donde conformó una guardia de malhechores que, a veces, atacaba a la población de Barbacoa. Pero, las fuerzas militares de esa localidad lo rechazaron mil veces; y, en una oportunidad, le mataron a siete de sus hombres. En El Sombrero entraba cuando quería, causando alarma y temor en la población.

Pedro Aquino era de El Calvario, hijo de Félix Aquino y Petronila Mosqueda. Sus hijos fueron: Félix de la Cruz, Juan Gregorio, Agueda e Isabel Aquino y Ponte Mosquera. Murió en la Misión de Los Ángeles de Calabozo, durante unas elecciones parlamentarias. La noticia recorrió el país, hecho que celebró el periodista Juan Vicente González en el Diario de la Tarde.

Don Manuel y yo fuimos dos grandes amigos. Mi amistad se remonta cuando fui designado Cronista Municipal de Ortiz, cuya juramentación me tocó recibir en la XIX Convención de Cronistas Oficiales de Venezuela, celebrada en la Asunción, Nueva Esparta, Margarita, en el año 1990. Mi presentación estuvo a cargo de mi amigo y colega Oldman Botello, entonces cronista de la Ciudad de la Villa de Rey de San Luis de Cura y, al mismo tiempo de la hoy, Ciudad de Maracay, quien solicitó a la entonces junta directiva de la Asociación de Cronistas de Venezuela (ACV) el beneplácito para que acertarse mi incorporación en representación de un pueblo histórico como nuestra querida localidad de Santa Rosa de Lima de Ortiz. De allí trascienden muchos recuerdos y vivencias de nuestro querido don Manuel Aquino. Y, desde luego, allí nació la amistad de un hombre que dominaba, con su memoria fructífera, la historia de muchos pueblos del Guárico. Datos históricos de documentos que había leído en diferentes repositorios eran de su fácil recordación. Era como una biblioteca viviente consultada por historiadores y cronistas venezolanos.

Esa amistad estaba complementada con su afecto por nuestro querido pueblo orticeño. Y, la razón, es que los antepasados de Don Manuel eran del pueblo de Ortiz. Domínguez era un apellido de la Villa de Todos los Santos de Calabozo, que luego pasó a establecerse en Santa Rosa de Lima de Ortiz, con doña Catalina Domínguez, hija de Doña Ventura Antonia de la Santísima de la Trinidad Domínguez y Márquez[1]. Doña Catalina se casó, pues, en Ortiz con Juan Páez y de la unión matrimonial nacieron: Demetrea, Juana Inés y Froilán Páez Domínguez. Demetrea Páez Domínguez, bisabuela de Don Manuel Aquino, se casó con Manuel Delgado, su bisabuelo, ambos oriundos de Ortiz, quienes más tarde se residenciaron en Barbacoa. Los Páez Delgados serán una de las primeras legiones de colonos orticeños que se asentarán en Barbacoa. De este matrimonio nacerá Rosa Manuela Delgado Páez, quien contrae nupcias con Toribio Aquino Páez[2], y serán los padres de Don Manuel Aquino Delgado.

En el II Encuentro de Cronistas e Historiadores celebrado en Ortiz, el 23 de Agosto de 1997, Don Manuel nos dejó un interesante documento titulado La Odisea de un hijo de Albión después de la Batalla de La Puerta, en el cual recoge el testimonio del militar británico Richar Vawell -autor del libro de memorias Campañas y Cruceros-, que “después de la segunda batalla de La Puerta, disperso deambuló íngrimo y solo, franqueando montañas abruptas y hondonadas hasta topar con el soldado patriota Vicente Artahona, nativo de Ortiz, quien vivaqueaba por aquellos lugares, pero conocedor de la zona, lograron llegar a Ortiz y de incógnitas fueron recibidos por el Venerable cura párroco, el anciano Don Cayetano Guacardo, que aunque de origen español, simpatizaba con la causa repúblicana”[3].

Dice Don Manuel que, posteriormente, Vicente Artahona “será uno de aquellos lanceros indomables del Escuadrón de Dragones comandado denodadamente por el Coronel Julián Mellado, hasta que muere heroicamente en Carabobo, el 24 de Junio de 1821”[4].

Don Manuel fue hombre respetable. Recuerdo que en las Convenciones de Cronistas, a la que pude asistir, él hacía sentir su presencia y su palabra de desistimiento a los asuntos inherentes a la organización o a las cuestiones propias del evento cuando estos se desviaban de los estatutos o de los procedimientos acordados por el gremio. Eso lo hacía ser un hombre polémico y cuestionador, hasta el extremo de calurosos debates, como expresión activa de quien conformaba la representación del Tribunal Disciplinario Nacional de la ACV.

Don Manuel fue un hombre de iniciativas. Una de ella fue la creación de la Asociación de Cronistas Oficiales Seccional estado Guárico, fundada el 26 de noviembre de 1992, aquí en este pueblo y esta casa. Se conformó una junta presidida por Don Manuel, como Cronista Oficial de El Sombrero. Yo fui designado como Secretario de Organización y Relaciones Pública, como cronista de Ortiz; secretario tesorero, José Antonio Silva, como cronista de Calabozo. Suplentes: Enrique Olivo, cronista de San Juan de los Morros y Josué Jiménez Guillén, cronista de Cabruta. Fue un intento efímero de una organización que buscaba la unificación de todos los cronistas oficiales de nuestra región.

Un año después, el 17 de diciembre de 1994, don Manuel presenta un Informe a la I Asamblea Regional de Cronistas del Estado Guárico, donde reconocía la poca participación de los cronistas guariqueños en la naciente organización gremial. “Por un dejo de no disimulada apatía no hemos dado a nuestra institución, el valor, el sustantivo lugar que ocupamos en el espectro cultural guariqueño como para que se nos respete y se nos otorgue el orden de prelación que nos corresponde como por ejemplo, en otros estados del país[5]

No podemos seguir dispersos- señala en el documento-, muy cierto es, que cada uno de nosotros, como individuo, en el municipio que representamos, estamos dándoles prestigio a la asociación. Pero la Asociación vive de la abstracción y nosotros (los cronistas) aureolados de prestigio como individuos, cuando les decía, que enaltecemos a la asociación vale invocar el viejo refrán de que ‘por la maleta se conoce el pasajero’. Es decir, que si los cronistas somos prestigiosos, la asociación por su razón debe ser grada en superlativo[6]

He aquí, condensado, en el Manuel Aquino, algunas facetas de la cual compartí, y la que hay que buscar en los dispersos artículos de prensa, ensayos, discursos, y entre otros documentos dispersos, la personalidad de un ciudadano bueno y hombre de cultura, que nos legó con su vertical actuación pública y su forma de concebir la historia local una forma transparente de hacer Historia, de cara a un pueblo y a su mejor destino. Mucho habrá de escribirse sobre este admirado cronista guariqueño, quien fue un celoso custodio del patrimonio cultural del municipio Mellado.
NOTAS

[1] Según Jesús Loreto Loreto en Linajes Calaboceños (1990)
[2] CELIS LUGO, FELIX (2006). A Don Manuel Aquino. En el primer mes de su muerte. San Juan de los Morros: Diario La Antena
[3] AQUINO DELGADO, MANUEL (1997,23 Agosto). La Odisea de un hijo de Albión después de la Batalla de La Puerta. Ortiz: II Encuentro de Historiadores y Cronistas
[4] Ídem
[5] AQUINO DELGADO, MANUEL (1994, 17 Diciembre). Informe a la I Asamblea Regional de Cronistas del Estado Guárico. El Sombrero.
[6] îdem
martes, mayo 08, 2007
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