Ancestros calaboceños del I Conde de Xauen

El General Dámaso Berenguer y Fusté presidió el penúltimo gobierno de la monarquía de Alfonso XIII

Dámaso Berenguer y Fusté -el Primer Conde de Xauen-, fue militar y político español, que presidió el penúltimo gobierno de la monarquía de Alfonso XIII.


Por Luis Eduardo Viso

El Conde de Xauen es un título nobiliario concedido el 4 de mayo de 1929 por Alfonso XIII al General Dámaso Berenguer y Fusté, para entonces Presidente del Consejo de Ministros, Ministro de la Guerra y Alto Comisario de España en Marruecos, como recompensa por la toma de dicha ciudad el año de 1920, venciendo a los rebeldes marroquíes, liderados por el rebelde rifeño Abd el Krim (Rif: tribus de una región montañosa del norte marroquí).

El General Dámaso Berenguer y Fusté presidió el penúltimo gobierno de la monarquía de Alfonso XIII, en el periodo comprendido entre 30 de enero de 1930 y el 18 de febrero de 1931. Su origen está ligado al Sitio de Santa Rosa (Ortiz) y a La Villa de Todos Los Santos de Calabozo. A finales de la segunda mitad del Siglo XVIII, se avecinda en el Sitio de Santa Rosa (hoy Ortiz), el caballero Cordobés Don Sebastián Tejada y Rosas, quien contrae nupcias en la Iglesia Santa Catalina de Siena de Parapara, el 2 de diciembre de 1750 con Doña María Josepha Ramos y Camacho, procreando entre otros hijos a Joseph Nicasio del Rosario Tejada y Ramos, nacido en Ortíz, Casado el 5 de febrero 1787 en la Iglesia Parroquial de Todos los Santos de Calabozo, con Doña Josefa Eugenia Camacho y Álvarez, calaboceña, hija de Don Francisco de la Cruz Camacho y Álvarez y de Doña Ana Candelaria Álvarez y Silva, el matrimonio Tejada y Camacho se radica en la Villa de Todos Los Santos de Calabozo, procrean entre otros hijos a Doña Josepha Rita Tejada y Camacho, quien contrae primeras nupcias, con su pariente Don Juan Manuel Bermúdez y Camacho, al enviudar Doña Josepha Rita, contrae segundas nupcias con el Oficial Realista Don Juan Fusté y Garriga, Natural de Reus, Provincia de Tarragona, España, quien para entonces fungía de Oficial del Batallón de Húsares de Fernando VII, de esta unión nacen tres hijos a saber, los mellizos Alexandro Salustiano y Rita Feliciana Fusté y Tejada, nacidos el 8 de junio 1820 en Calabozo, bautizados el 18 de junio 1820 en la Iglesia de Todos los Santos de Calabozo, más tarde en fecha imprecisa, nace en Calabozo Juan Miguel Fusté Tejada. ya viudo para 1822, Don Juan Fusté y Garriga, quien en 1823 luego de la batalla del lago de Maracaibo, se ve obligado a emigrar, viaja a Cuba, años más tarde envía a buscar a sus hijos Alexandro Salustiano y Juan Miguel y se reúne con ellos en Cuba, con sus, tiempos en el que ya había contraído segundas nupcias con Ignacia Seguí Vilallonga, natural de San Agustín , USA, Don Juan Fusté , adquiere para sus hijos Alexandro y Juan Miguel un Ingenio azucarero “Ingenio dos Hermanos”. Su hija Rita Feliciana Fusté y Tejada, había quedado en Calabozo, al cuidado de sus abuelos maternos, más tarde Rita Feliciana contrae nupcias, con Don Avelino Ramos y tuvo tres hijos a saber: Camila, Andrés Avelino y Rito Manuel Ramos Fuste, el ano de 1859, Don Juan Fusté y Garriga, regresa a visitar a su hija en Calabozo, el 9 de julio de 1859, lo sorprende la muerte en esta tierra llanera, sus restos descansan en la Iglesia de Nuestra Señora de La Merced. Camila, la mayor de las nietas del difunto realista, toma estado el 28 de agosto 1861 en la Iglesia Parroquial de Todos los Santos de Calabozo con el mas tarde Prócer de la Independencia de Cuba, Don José Salomé Ramón Isabel del Carmen Hernández Hurtado de Mendoza [Salomé Hernández], nacido el 8 de julio 1841 en Calabozo, bautizado 26 de agosto 1841, en la Iglesia de Todos Los Santos, poco tiempo después fallece doña Camila y Don Salomé, decide viajar a Cuba con el fin de reclamar la herencia de su difunta esposa, es muy bien recibido por los tíos, se le ofrece empleo en un cargo administrativo del “Ingenio Dos Hermanos”, ubicado en Villa Clara, algunas fuentes señalan que Salomé Hernández, llegó a administrar dicho ingenio, más los tíos, no le satisficieron las aspiraciones económicas, relativas a la herencia de su mujer, pues aparentemente no le correspondía. A fines de la sexta década del siglo XIX, se inicia la guerra de independencia de Cuba [Guerra del 68],

Salomé procede a quemar el “ingenio Dos Hermanos” y para evitar sanciones de inmediato se incorpora a la a la lucha armada, muy pronto, se convierte en uno de los principales jefes del alzamiento de los villareños, para el 6 de febrero de 1869; un mes más tarde, ya era jefe de la jurisdicción villaclareña con el grado de Mayor General del Ejército Libertador Cubano, ese mismo año, atacó y tomó el pueblo de Camajuaní y más tarde protagonizo otras importantes acciones militares, murió de intensas fiebres el 24 de diciembre de 1871.

El CEl Calaboceño Don Alexandro Salustiano Fusté y Tejada, había contraído nupcias en San Juan de los Remedios, Cuba, con Doña Josefa Ballesteros Seguí, natural de San Agustín, USA, hija legitima de Don Francisco Javier Ballesteros Muñoz y de Doña Ignacia.alaboceño Don Alexandro Salustiano Fusté y Tejada, había contraído nupcias en San Juan de los Remedios, Cuba, con Doña Josefa Ballesteros Seguí, natural de San Agustín, USA, hija legitima de Don Francisco Javier Ballesteros Muñoz y de Doña Ignacia.

Seguí Vilallonga [su madrasta]. Don Alexandro, falleció el 11 de Diciembre de 1870 en San Juan de los Remedios, Cuba. El matrimonio Fuste Ballesteros, procrea varios hijos, entre ellos Doña Dolores, nacida en 1853 y Doña María Josefa, ambas nacidas en San Juan de los Remedios, Doña Dolores, tomó estado el 31 de Octubre de 1872, en su natal San Juan de los Remedios, con Don Dámaso Berenguer Benimeli, nacido el 16 Octubre de 1838 en Callosa de Ensariá, Alicante, España, contándose entre sus hijos al I Conde de Xauen, Dámaso Berenguer y Fusté. Doña María Josefa, casó con Don Pedro Elizalde Paúl, teniendo por hija a Doña Ana María Elizalde Fusté, nacida el 2 Marzo de 1878 en San Juan de los Remedios, Villa Clara, Cuba, quien contrae nupcias con su primo hermano el I Conde de Xauen, Dámaso Berenguer y Fusté, fueron padres de Dámaso Berenguer Elizalde, II Conde de Xauen, nacido en Madrid el 18 Junio de 1902 y de Ana María Berenguer Elizalde, nacida en Madrid en 1905.

Nota: Doña María Josepha Ramos y Camacho, fue nieta de Don Cósme Ramos, oriundo del Pao de San Juan Bautista, casado con Doña Catalina Hurtado de Mendoza y Castro, hija de los genearcas del linaje Calaboceño Hurtado de Mendoz: Don Juan Lorenzo Hurtado de Mendoza y doña Melchora de Castro. Don Cósme y Doña Catalina, fueron ancestros de importantes Calaboceños entre otros: Don José Ramón García y Ramos, el Cuentista Licenciado Daniel Mendoza García y modestia aparte de quien hoy escribe estas cortas líneas.


Luis Eduardo Viso es ingeniero mecánico y genealogista. Actualmente cursa estudios en la Maestría de Historia de Venezuela en la Universidad Rómulo Gallegos

El petróleo en Casas Muertas

Detrás de estas palabras no sólo se hallaban la felicidad y la ilusión; también se entrelazaban la avaricia y la lujuria, sentimientos que la riqueza del oro negro desenterraba como una maldición. La imagen nostálgica de la “Rosa de los Llanos”, evocada a través de las reminiscencias de doña Hermelinda y el señor Cartaya, simboliza la Venezuela rural y floreciente de finales del siglo XIX.



Por José Obswaldo Pérez

En 1920, la noción del petróleo era solamente una idea abstracta y la expresión de una esperanza profunda. Su significado abarcaba sentimientos encontrados, desde la incertidumbre respecto al futuro hasta las certezas que traería consigo. Este contexto tensa las palabras que describen el desenlace de uno de los capítulos de Casas Muertas, novela que fue publicada por primera vez por la Editorial Losada, en el año 1955 y que catapultó al escritor venezolano Miguel Otero Silva (1908-1985).

Detrás de estas palabras no sólo se hallaban la felicidad y la ilusión; también se entrelazaban la avaricia y la lujuria, sentimientos que la riqueza del oro negro desenterraba como una maldición. La imagen nostálgica de la “Rosa de los Llanos”, evocada a través de las reminiscencias de doña Hermelinda y el señor Cartaya, simboliza la Venezuela rural y floreciente de finales del siglo XIX. Este esplendor, que reflejaba una nación próspera, exportadora de café y cacao, se desvaneció con el tiempo, ahogado por múltiples factores, incluida la negligencia del gobierno central. Mientras el país se sumergía en el caos, alimentado por la incipiente fiebre del petróleo, sus repercusiones ya se vislumbraban en las páginas finales de la referida novela. Así, la gloriosa historia de Ortiz nos llega a través de la memoria de estos dos personajes narrativos de esos días dorados; pero, al mismo tiempo es el eje de un proceso de cambio hacia la modernidad. Hermelinda, ama de llaves de la casa parroquial, y el librepensador masónico Cartaya ofrecen perspectivas contrastantes sobre el pasado que han vivido y las incógnitas de un futuro que está por llegar.

Al culminar Casas Muertas, comienza a despuntar la “otra” Venezuela, la de las “casas malnacidas” que se define por el aroma del petróleo, un tema que Otero Silva explora en su obra posterior, Oficina No 1. La joven Carmen Rosa Villenas comparte con Olegario ciertos rumores de ese futuro: “Dicen que hay petróleo en Oriente, que al lado del petróleo nacen caseríos” y que “en otros lugares están fundando pueblos". Estas nuevas localizaciones utópicas parecen situarse en un espacio remoto y difícil de definir: “Más allá de Valle de la Pascua, más allá de Tucupido, más allá de Zaraza. En Anzoátegui, en Monagas, qué sé yo...”.

En las últimas páginas de la novela, Carmen Rosa, doña Carmelita y Olegario comienzan su viaje hacia lo desconocido, deteniéndose —ya en Oficina No 1— en el punto donde un distintivo olor a petróleo entrelaza la vida con la “fabulación sobre lo fabuloso”. Para Carmen Rosa, ese trayecto hacia el oriente venezolano se convierte en una lucha entre la esperanza y la necesidad. Ya en el corazón de la sabana petrolera, se da cuenta de que esa vida es “miserable y oscura”, pero prefiere enfrentarse a ella en lugar de sufrir “la mansa espera de la muerte entre los caserones derrumbados de un pueblo palúdico”. Así, se enfrenta valientemente a la creación de un nuevo lugar para la utopía de la vida.
—¿Queda muy lejos el petróleo, Olegario? —preguntó Carmen Rosa Villenas.
—Yo no sé, niña. Es más allá de Valle de la Pascua, más allá de Tucupido, más allá de Zaraza. En Anzoátegui, en Monagas, qué sé yo…

En este diálogo inicial de Carmen Rosa, la protagonista principal de *Casas Muertas*, nos ofrece una clave para explorar la novelística del petróleo. Su historia y la de Ortiz se sitúan en un contexto temporal marcado por el final de la dictadura de Juan Vicente Gómez. En este período político, el pueblo llanero vive diversas formas de represión y justicia injusta, encarnadas en la figura del coronel Cubillos, el jefe civil de la localidad. Además, Otero Silva incluye referencias históricas, como el paso de los estudiantes rebeldes de 1928 hacia los campos de concentración de Palenque y El Coco durante la dictadura de Gómez.

Sin embargo, para los “llagosos” y enfermizos orticeños, la conciencia sobre estos cambios políticos, económicos y sociales que afectaban al país era prácticamente inexistente. Se vivía el derrumbe de la Venezuela rural y tradicional, al mismo tiempo que se gestaba el surgimiento de la Venezuela moderna, urbana y petrolera. Entre las décadas de 1920 y 1940, la explotación y consolidación de la industria petrolera coincidió con la muerte del general Gómez, lo que dio paso a una gradual apertura política durante los gobiernos de López Contreras y Medina Angarita. Todo este proceso de transición del siglo XX queda plasmado en el vínculo narrativo de Casas Muertas y Oficina No 1. La primera obra narra la etapa inicial del proceso transformador; es el relato del ocaso, la decadencia y la agonía de un período significativo de la sociedad venezolana.

Arturo, o el bayu que llevamos por dentro

Su vasto conocimiento sobre diversos temas es fascinante; es un lector ávido, que habitualmente recorta y archiva todo lo que le interesa.


Por José Obswaldo Perez

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Durante muchos años, he sentido una deuda con Arturo Álvarez D' Armas, una conexión que se remonta a finales de la década de los ochenta del siglo veinte. Desde entonces, hemos compartido la amistad y un compromiso por la palabra militante, a pesar de nuestras posturas y nuestras diferencias ideológicas. Recuerdo el día en que lo conocí en la Biblioteca Nacional de Caracas, mientras yo iniciaba mis estudios de Comunicación Social en la UCV, tras haber realizado una pasantía de un año en la Universidad Rómulo Gallegos, como estudiante de agronomía. Desde ese momento, fuí descubriendo sus artículos en la prensa, donde abordaba temas que abarcan la rica cultura afroamericana y otras áreas del conocimiento.

Natural de La Pastora, Caracas, Arturo Álvarez se ha establecido como uno de los pocos investigadores dedicados al estudio de la cultura africana, una pasión que brota de sus propias raíces mestizas. Su vasto conocimiento sobre diversos temas es fascinante; es un lector ávido, que habitualmente recorta y archiva todo lo que le interesa. Este impulso por la lectura nace de su infancia, donde se sumergía en los cómics y artículos de revistas y publicaciones de editoriales mexicanas, materiales que moldearon más tarde su identidad intelectual.

Ese primer contacto con la palabra lo llevó a abrazar el periodismo cultural, convirtiéndose en la esencia de su lucha y su ser. A través de publicaciones como Bongo en el Diario La Prensa en San Juan de los Morros, y Cumbe y Tambor en la Prensa del Tuy; así como en El Suplemento Cultural de Últimas Noticias, El Nacional, la Revista Elite y El Nacionalista, su trabajo ha buscado llenar vacíos y abrir espacios para la reflexión escrita. Posteriormente, su actividad investigativa se consolidó con obras como Apuntes sobre el Estudio de la Toponimia Africana en Venezuela, Bibliografía del Folklore Afroamericano, y Medicina Tradicional y Plantas Medicinales: África y Afroamérica, entre otras publicaciones que mantienen inéditas.

Sin embargo, a lo largo de su vida, Arturo ha transformado su esencia y hoy es un poeta consumado. Sus últimas obras, Plantado en Tierra Llana y Yo pecador, así como Poemas de Lesbos y Vástago de Lesbos, publicados bajo el sello propio de Ediciones Cumbe y Tambor, son un testimonio de su maestría en el lenguaje, las imágenes y los símbolos poéticos. Con estos textos, el amigo Arturo se introduce en un género considerado “duro”, aportando a la poesía un papel que comprende como fundamental para la comprensión del mundo.

En sus poemas, se entrelazan el erotismo y vívidas imágenes sensoriales, que coexisten con la poderosa influencia de los dioses griegos y africanos. La experiencia del amor, el autoconocimiento y el encuentro consigo mismo hacen de la poética de Arturo Álvarez D'Armas una representación del bayu, una palabra americana que resume, en poco léxico, esa energía creativa que todos llevamos por dentro: una explosión de alegría, una fiesta del alma.