DESMEMORIA MUNICIPAL
La casa donde funciona la alcaldía de Ortiz es un patrimonio histórico local. Quienes la han visitado saben del valioso inmueble. Ese espacio fue recuperado en la década de los ochenta de la centuria pasada para casa de gobierno. Antes lo había sido como junta comunal y muchos años atrás, funcionó como dependencia gubernamental en tiempos del general Joaquín Crespo.
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Por José Obswaldo Pérez
fuegocotidiano@gmail.com
Quizás Elias Nedeer, Alcalde del Municipio de Ortiz, desconozca de historia local. Pero peor aún quienes aparentan ser sus asesores. La destrucción de un patrimonio histórico como la casa donde funciona la alcaldía del municipio es algo imperdonable. Una gran ignorancia que cuelga en su magistratura. La casa donde funciona la alcaldía de Ortiz es un patrimonio histórico local. Quienes la han visitado saben del valioso inmueble. Ese espacio fue recuperado en la década de los ochenta de la centuria pasada para casa de gobierno. Antes lo había sido como junta comunal y muchos años atrás, funcionó como dependencia gubernamental en tiempos del general Joaquín Crespo.
Una imagen clara, nítida y de prestancia fue el salón de secciones del Concejo Municipal. Quien allá estado allí debe recordar las innumerables sesiones del ayuntamiento, los debates y los discursos de orden donde la pluralidad política tenía cabida sin mezquindad y sin oportunismos obscenos. Por allí pasaron militares, religiosos, políticos, estudiantes, intelectuales, académicos, maestros, y cuenten ustedes. Desde aquel salón, las palabras de los oradores eran voz de resonancia y oído del pueblo llano que les asistía. Pero, en contraste y en el presente, hoy es un laberinto de paredes transformadas en cubículos que desforman toda una estructura y una realidad histórica.
El burocratismo de la alcaldía de Ortiz, sin consulta y con un estilo de mal gusto, transfiguró sus espacios internos para atender la demanda de cargos y la nueva estructura de la revolución bolivariana. Desde la atalaya de la conciencia del pueblo es una casa que, para sus habitantes, simboliza el asiento del poder local; pero, que más allá de eso, es una casa antigua, valiosa, recuerdo de las asoladas casas muertas rememorables del pasado angustiosos de los orticeños. Lamento que el burgomaestre tenga una falta de memoria y que, por errores administrativos, se destruyan bienes históricos. De nada vale promover la historia cuando uno no actúa con lo que hace.
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Por José Obswaldo Pérez
fuegocotidiano@gmail.com
Quizás Elias Nedeer, Alcalde del Municipio de Ortiz, desconozca de historia local. Pero peor aún quienes aparentan ser sus asesores. La destrucción de un patrimonio histórico como la casa donde funciona la alcaldía del municipio es algo imperdonable. Una gran ignorancia que cuelga en su magistratura. La casa donde funciona la alcaldía de Ortiz es un patrimonio histórico local. Quienes la han visitado saben del valioso inmueble. Ese espacio fue recuperado en la década de los ochenta de la centuria pasada para casa de gobierno. Antes lo había sido como junta comunal y muchos años atrás, funcionó como dependencia gubernamental en tiempos del general Joaquín Crespo.
Una imagen clara, nítida y de prestancia fue el salón de secciones del Concejo Municipal. Quien allá estado allí debe recordar las innumerables sesiones del ayuntamiento, los debates y los discursos de orden donde la pluralidad política tenía cabida sin mezquindad y sin oportunismos obscenos. Por allí pasaron militares, religiosos, políticos, estudiantes, intelectuales, académicos, maestros, y cuenten ustedes. Desde aquel salón, las palabras de los oradores eran voz de resonancia y oído del pueblo llano que les asistía. Pero, en contraste y en el presente, hoy es un laberinto de paredes transformadas en cubículos que desforman toda una estructura y una realidad histórica.
El burocratismo de la alcaldía de Ortiz, sin consulta y con un estilo de mal gusto, transfiguró sus espacios internos para atender la demanda de cargos y la nueva estructura de la revolución bolivariana. Desde la atalaya de la conciencia del pueblo es una casa que, para sus habitantes, simboliza el asiento del poder local; pero, que más allá de eso, es una casa antigua, valiosa, recuerdo de las asoladas casas muertas rememorables del pasado angustiosos de los orticeños. Lamento que el burgomaestre tenga una falta de memoria y que, por errores administrativos, se destruyan bienes históricos. De nada vale promover la historia cuando uno no actúa con lo que hace.