Manifiesto de adhesión en Valle de la Pascua al Partido de la Restauración Liberla. Año 1900

El desgaste y la descomposición interna de la élite política que había gobernado al país los últimos treinta años, hizo posible que la invasión andina tomara el poder sin haber sufridos graves sobresaltos como se esperaba, a pesar de enfrentar un gobierno dotado ampliamente para solventar la situación. 




FELIPE HERNÁNDEZ G.

El panorama político del siglo XIX venezolano cierra el ciclo de agitados “movimientos revolucionarios” con la llamada revolución Liberal restauradora, insurrección conocida también con el nombre de Invasión de los 60 (23/05/1899---22/10/1899). El desgaste y la descomposición interna de la élite política que había gobernado al país los últimos treinta años, hizo posible que la invasión andina tomara el poder sin haber sufridos graves sobresaltos como se esperaba, a pesar de enfrentar un gobierno dotado ampliamente para solventar la situación. Es el inicio de la hegemonía andina y el fin de la hegemonía del Liberalismo Amarillo.
Gobierno de la Restauración Liberal fue la denominación otorgada por sus partidarios al período de gobierno del presidente Cipriano Castro (22/10/1899---19/12/1908). En ese orden, en 1897 Ignacio Andrade es propuesto como el candidato oficial del gobierno del general Joaquín Crespo para las elecciones a realizarse el 1º de septiembre de ese año. De acuerdo con la Constitución de 1893 la votación fue directa y secreta. Andrade obtuvo 406.610 votos contra el favorito de la oposición, el general José Manuel “El Mocho” Hernández, quien sólo consiguió 2.203 en unos comicios tildados de fraudulentos. El triunfo electoral de Andrade se produjo dentro de un clima político de crispación que desembocó en el movimiento insurreccional liderado por Hernández, conocido como La Revolución de Queipa o El Grito de Queipa (23/02 al 12/06/1898).
Durante el desarrollo de las acciones bélicas que comenzaron el 23 de febrero de 1898 y se extendieron hasta el 12 de junio del mismo año, se produjo un suceso inesperado que afectó de manera negativa a la correlación de fuerzas que rodeaban a Andrade, la muerte de Joaquín Crespo. El 16 de abril de 1898 una bala alcanzó a Crespo en la Mata Carmelera y acabó con su vida, llegando así el turno de los andinos. El general Cipriano Castro “El Cabito”, llegó a la presidencia y la ejerció hasta que enfermó y su compadre el vicepresidente Juan Vicente Gómez, esperó que saliera del país para operarse, ocasión que aprovechó para despojarlo de la presidencia.
Como consecuencia de la desaparición del escenario político del general Crespo, muchos caudillos vieron despejado el camino hacia el poder, incluyendo al general Ramón Guerra, quien en su ejercicio como Ministro de Guerra, el 12 de junio de 1898 había capturado al Mocho Hernández, y posteriormente se alzó contra del gobierno de Andrade.
Aparte de los movimientos insurreccionales que tuvo que afrontar Andrade durante su gestión administrativa, se experimentaron dificultades económicas, la desconfianza de ciertos círculos políticos y hasta una epidemia de viruela. Finalmente, Andrade es derrocado el 19 de octubre de 1899 por Cipriano Castro y la Revolución Restauradora, la cual triunfó sin que las fuerzas gubernamentales hicieran un mayor esfuerzo por detenerlas.
El contenido ideológico del discurso de Castro no fue el gancho que atrajo adeptos para lograr sus planes y sujetarlos a su voluntad, el golpe de suerte lo obtiene gracias al desconcierto y la fractura de los pactos regionales logrados con Joaquín Crespo, así como los temores de las elites caraqueñas y regionales de perder su espacio político. Ante lo cual, el nuevo gobierno promete restaurar los principios liberales, vulnerados por la supremacía de los intereses personales, la corrupción y la violación de la Constitución (Pensamiento Político Venezolano, 1983, I, 50). Más sin embargo, este triunfo representó el inicio de una nueva etapa en Venezuela, en la que habrá un retroceso en la evolución de los derechos políticos.
Aún ante la adversa situación, en un acto de adulancia política, en Valle de la Pascua los munícipes aprobaron una manifestación de adhesión a los nuevos gobernantes y sus postulados, que copiada a la letra dice:
“En Valle de la Pascua, capital del Distrito Infante del estado Guárico, el día dos de noviembre de 1900, reunidos en el salón de sesiones del Concejo Municipal los ciudadanos concejales: Rafael Zamora Gil (presidente), Valeriano López Belisario (vicepresidente), Prudencio Herrera (síndico procurador), Arístides Manuitt Peraza, Carlos A. Naranjo, Víctor Manuel Ovalles, Críspulo Ortiz Gutiérrez y el secretario Benito Arias; habiendo ocupado los nombrados sus respectivos puestos, el Presidente, con suficiente apoyo propuso: Que en vista de que la Restauración Liberal, cuyos principios informan el credo político del partido, llevado a cabo en la práctica por el Benemérito Conductor, General Cipriano Castro, y tales demostraciones le habían hecho merecer la confianza del país, proponía se elaborase un acuerdo reconociendo a dicho General, Jefe del Gran Partido Liberal de Venezuela, y nombrar al efecto una comisión de tres miembros para redactar y presentar a la Corporación el referido Acuerdo. La Corporación nombró a los concejales Víctor Manuel Ovalles, Valeriano López Belisario y Benito Arias. El Presidente observando tener varios asuntos que tratar, convocó al Cuerpo para las 5/30 de la tarde con el carácter de sesión permanente. El concejal Prudencio Herrera propuso que se hiciese por Secretaría la participación de estilo al ciudadano Presidente Provisional del Estado Guárico [Dr. Guillermo Tell Villegas Pulido], y demás autoridades respectivas, fue considerada y aprobada… Y no habiendo más de que tratar, se terminó el acto y firman: el presidente: Rafael Zamora Gil, vicepresidente: Valeriano López Belisario, síndico procurador: Prudencio Herrera, vocales: Arístides Manuitt Peraza, Carlos A. Naranjo, Víctor Manuel Ovalles, Críspulo Ortiz Gutiérrez, y el secretario: Benito Arias”.
En la siguiente sesión del mismo 2 de noviembre de 1900... la misma fue abierta con carácter de permanente, por el ciudadano presidente Rafael Zamora Gil, y de los concejales: Lic. Valeriano López Belisario, Víctor Manuel Ovalles, Prudencio Herrera, Carlos A. Naranjo, Arístides Manuitt Peraza, Críspulo Ortiz Gutiérrez, y Benito Arias, secretario. Leída el acta de la sesión anterior, fue aprobada. El Secretario dio lectura al Acuerdo presentado por la comisión nombrada para redactarla, reconociendo al general Cipriano Castro, Jefe Supremo de la República, como Jefe del Gran Partido Liberal de Venezuela. “El Ciudadano Presidente lo sometió a la consideración del Cuerpo por si hubiese alguna observación que hacerle, quien manifestó estar conforme, fue aprobado por unanimidad. Seguidamente la Corporación resolvió: que el referido Acuerdo se le remitiese con nota especial al ciudadano Jefe Civil del Distrito, Gregorio Méndez Matos, para este elevarlo a conocimiento del Benemérito Jefe del País, por el digno órgano del Presidente Provisional del Estado Guárico, Dr. Guillermo Tell Villegas Pulido; haciéndole conocer también, que la Corporación ratifica al Supremo Conductor de la Causa Liberal de Venezuela, los sentimientos de decidida adhesión que animan a la Municipalidad del Distrito Infante hacia su sabio y liberal Gobierno”. Puesta en consideración, fue aprobada. Y no habiendo más de que tratar, quedó terminado el acto, y firman: El Presidente: Rafael Zamora Gil. El Secretario: Benito Arias.
Una vez más, la historia nos enseña que es testimonio del tiempo, vida de la memoria, madre del presente y advertencia del porvenir.

*UNESR/Cronista del municipio Leonardo Infante
fhernandezg457@gmail.com

José Buenaventura Rondón Alayón, hombre de empresas y de pueblo

José Buenaventura Rondón Alayón




Por Misael Flores
Nacido en Altagracia de Orituco en el año 1.938. Hijo de una familia de humildes agricultores, José Buenaventura Rondón Alayón vino al mundo cargado de ilusiones y con metas precisas por alcanzar. La primaria y los primeros tres años de la secundaria la hizo en su pueblo natal, cuando toda la región del Orituco contaba con un clima de ensueños, al igual que San Juan de los Morros, donde la neblina padroteaba al sol y había que transparentarla con la mirada para poder posesionarse del húmedo paisaje que rodeaba a la ya capital del estado Guárico.

Ya de pantalones largos, en el año 1.953, se viene a San Juan de los Morros en busca de una beca para continuar sus estudios. Su solicitud fue negada y no le quedó otra alternativa que ponerse a trabajar, logrando ubicación en la ya existente Casa del BEBÉ, en la cual laboró durante 17 año Al retirarse cobró la cantidad de 12 mil 800 bolívares por concepto de prestaciones sociales, los cuales guardó con miras a iniciarse en cualquier negocio por su cuenta.

La Casa del Bebé fue puesta en venta y se presentaron tres compradores interesados en el negocio. Todos ellos estuvieron de acuerdo en hacer la operación. Y todos tocaron las puertas de José Buenaventura Rondón, requiriendo sus servicios para que se encargara de la parte operativa del establecimiento comercial. A los tres toques dijo que no. Quería trabajar por su cuenta, sin tener todavía nada claro sobre el particular. Los pretendientes desistieron. A la señora Eva Manuitt, propietaria de la Casa del Bebé, se le ocurrió ofrecérsela  en venta a Rondón, quien respondió que lo que tenía eran los 12 mil 800 bolívares que le acababan de liquidar por sus prestaciones y una casita que tenía en la calle Infante. El resto del compromiso lo cumplió satisfactoriamente. Y como él mismo dice: se puso a echarle pierna para salir adelante, venciendo todos los obstáculos.

José Buenaventura Rondón Alayón, Ya también con los pantalones largos como comerciante, compra la edificación en la avenida Bolívar, donde funciona su Casa del Bebé todavía. Y no se queda estancado allí. Ya le había terminado de pagar a la señora Manuítt y siguió creciendo como empresario con la propiedad de Kalita uno, donde puso a una sobrina a regentarla.

Este gracitano, de baja estatura física, pero de elevado perfil empresarial, en el año 1.990 adquiere la Casa Imperial. Lo hizo sin querer queriendo, porque no conocía este ramo de negocio. Pero el dueño de entonces se empeñó en que fuera él el comprador y le facilitó todas las condiciones para que así ocurriera, dándole todas las orientaciones necesarias para que saliera adelante. Así fue y lo antes que pudo le canceló toda la parte que le dio a crédito, quedándole eternamente agradecido. Y lo mejor del caso es que se enamoró de este tipo de negocios.

Este es un hombre sencillo y humilde en su forma de ser. Cristiano de verdadera vocación. Pertenece a la Sociedad Eucarística, al movimiento de cursillos de cristiandad y a la Sociedad Anti Cancerosa.

Siente satisfacción por el saludo cariñoso que mucha gente en la calle le tributa. No olvida que es un trabajador más, que atiende a su negocio en el mostrador, codeándose a diario con su numerosa clientela. Y también se siente orgulloso y feliz de sus hijos y nietos, siempre apegado a su esposa y con el recuerdo de su familia de origen: Su papá, Juan Rondón. Su mamá, María Alayón de Rondón. Sus Hermanos: Lorenzo, Adrián, Delfín, Basilio, Ángela, Juan, Saturnina y Benigna Rondón Alayón.

 José Buenaventura Rondón Alayón conoció a una joven, de nombre Sara, de la cual se enomó y a con quien contrajo matrimonio aquí en San Juan de los Morros, donde ella cursaba estudios, pero es nativa de Guripa. Es quien regenta la Casa del Bebé. El lazo nupcial fue en el año 1.977. Tienen tres hijos, dos hembras y un varón: Julio Manuel Rondón, Ing. Electrónico egresado de la Universidad Simón Bolívar. Maribelia, licenciada en Administración de la UCV y María Angélica,  licenciada en Administración, también egresada de la UCV.

Ubicamos a José Buenaventura en la realidad actual como comerciante, y sin titubeos nos dijo que estos momentos son muy complejos para los negocios, porque no se consiguen los artículos que se necesitan para atender las demandas de la clientela. Antes se hacían los pedidos y de inmediato eran despachados en su totalidad. Inclusive, los vendedores fastidiaban para dejar mercancías y ofrecían créditos. Ahora uno pide y, de cien artículos, mandan cuatro o cinco y en pequeñas cantidades y costos sumamente elevados. Es enfático al informar que la escasez en el ramo que su negocio atiende es del 75 por ciento. Revela que los mayoristas despachan poquito de cada artículo solicitado, para a la semana entrante suministrar otra pequeña cantidad con nuevos precios. Y se repite sin cesar la misma dosis, semana a semana.

Recuerda con nostalgia aquellos tiempos del año 53 cuando él llego a San Juan de los Morros. Había una seguridad y tranquilidad que se podía andar por las calles tranquilamente a cualquier hora, lo cual hoy en día es todo lo todo lo contrario. “Los muchachos íbamos a las fiestas hasta las dos o tres de la  mañana y en nuestras casas nos esperaban tranquilos. ¡Que tiempos aquéllos!. Siempre gran parte del pueblo con neblina. Y no había peleas entre nosotros. Una juventud sana que solo pensaba en el futuro, sonriéndole al presente.”

Concluyó sus declaraciones el señor José Buenaventura, expresando que ha trabajado por este pueblo porque él lo aceptó y le dio todas las ventajas de convivir con todo el mundo. Cuando anda por la calle todo el mundo se dirige a él: “Negro, Negro.” Y lo hacen por aprecio.

Cuando llegó a San Juan de Altagracia de Orituco, pagaba un bolívar con un real por dormir cada noche. Todos los días iba a la Gobernación a preguntar por la beca de 50 bolívares que había solicitado para estudiar. Siempre le decían: venga mañana, fulano no está, perencejo no lo puede atender porque está ocupado. Y así sucesivamente. Los reales se le acabaron y no pudo seguir pagando el hotel. La última vez salió de la gobernación llorando. Andando por la calle de tierra, como eran todas en aquella época, se encontró con don Arturo Manuítt, quien le preguntó que le pasaba y él le respondió enterándolo de su situación. Don Arturo le puso la mano en el hombro y le dijo: Vengase conmigo, y lo llevó hasta doña Eva de Manuítt que era la propietaria de la Casa del Bebé. Allí comenzó a trabajar, labrándose camino en la vida.  

La invasión del sur

ILUSTRACIÓN; Reses buscando tierra firme (Fotografía de Arturo Álvarez D´Armas).

Adolfo Rodríguez
Mediando el XVIII las oligarquías municipales de Caracas, Cumaná y Occidente, logran efectivas avanzadas para dar con infinidad de reses que se arrochelaban por los costos de las cuencas del Orinoco y del Caribe.
En 1714 caraqueños de la talla del Marques de Mijares, don Juan de Tovar y don José de Oviedo y Baños alegan, junto a otros "criadores", poseer "crecido número de ganados en los Llanos desta Provincia", sin poderlos reducir. Y de cómo del lado allá de la Portuguesa "no sólo se hallan más reses con nuestros yerros y señales conocidas...si no también porción considerable de ganado orexano", proclamándose legítimos propietarios y alertando a los de Guanare para que no vaqueen dichas comarcas. Contestándoles éstos que ha tiempo lo hacían. Descaro que motiva a la provincia de Caracas la fundación de la Villa de San Jaime en 1752, al mismo tiempo que decreta la de San Fernando de Cachicamo para contener similares incursiones por parte de Cumaná.
Provincia ésta que batallaba por hacerse un contexto que alcanzaba hasta Cabruta, en el Orinoco Medio. Lo creía el gobernador Carlos Sucre como su sucesor, Don Gregorio Espinoza de los Monteros, apellido que parece servir de punta de lanza en aquella avanzadilla.
En la década de los años treinta, en jurisdicción de la actual Santa María de Ipire, Pedro Espinoza resuelve una litis con Bonifacio Morgado acudiendo a los tribunales cumaneses, cobra diezmos a favor de Cumaná en todo el partido de Iguana y Coporo y lleva de Barcelona al Comisionado Don Gerónimo Barrios para embargar a Morgado, metiendo "cizaña a todos los vecinos que viven desde Quebrada Honda hasta Unare" para someterlos a Barcelona. Por lo cual se comisiona al alcalde Gómez Román, quien advierte la injerencia de Carlos del Peral instigando en pro de aquella provincia oriental, donde había nacido. Alcalde que ordena la detención de Espinoza y embargo de sus bienes, pero éste trae gente armada de Barcelona y los recupera (AGN, DIVERSOS, T. XXI, F. 654; Castillo Lara,1984; Carrocera, 1972).
Don Carlos del Peral, a los fines de atender su capilla de Chaguaramal, designa cura a un sacerdote que, por su nombre, no podía ser si no otro más de aquella familia que empeñada en arraigarse en tierras del actual estado Guárico para adscribirla a la provincia de Cumaná. El “primer Cura Capellán amovible ad natum del Ordinario (a) don Santiago Espinosa de los Monteros", a quien el párroco de Santa María le para el trote por abrogarse funciones que no le competen (Castillo Lara, 1984; MARTI, M, 1969)
Parientes quizá del Capitán Don Juan de Acosta Espinoza de los Monteros, avecindado en Calabozo en 1741, para quien “la conquista y pacificación de los llanos de Apure, era “descubrimientos” iniciados el año 48, cuando algunos “vecinos se asentaron allí con sus hatos pacificando a los indios”. Época en que hay misioneros capuchinos en la zona “sin más amparo que la gente de los hatos. A saber: Fray Alonso de Castro y Fray Juan Bautista de Málaga”, porque Fray Domingo de Campillos retorna enfermo y muere en casa del declarante. Enemistad de los indios, que Montes de Oca verifica en 1759 cumpliendo comisión del Gobernador don Felipe Ramírez: 18 hombres en el rio Atamaica eran sometidos por un grupo, los indios son repelidos, ceden ante “las dádivas y agasajos” por parte de los dueños de hatos” y hasta piden misioneros (Castillo Lara, 1975, 316-7).
Un hijo del primer Tte de Justicia de Calabozo, el Capitán Francisco Álvarez, llegado a Calabozo en 1727, asegura haber sido el primero que en compañía de otros cuatro pobladores entraron en aquellas dilatadas llanuras, en las cuales para el momento de su declaración (1771) había más de 40 vecinos de Calabozo con sus hatos”. (ib, 318).
Esa tercera fuente de la que emanaba aquella confabulación norteña tras los rumiantes y equinos refugiados en esos mundos “más allá del más nunca”, como quiere decir la palabra Apure, según indagaciones del cronista Argenis Méndez Echenique.
Coordenadas geográfico ganaderas que progresivamente concertarán en parentescos como el de Juan Acosta casándose con una hija del adelantado caraqueño Pedro de Aquino, establecido en el Calvario.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
CARROCERA, Fray Buenaventura de. Misión de los capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas: BANH., 1972.
CASTILLO LARA, L. G. La Villa de Todos los Santos de Calabozo: el derecho de existir bajo el sol, Caracas: Italgráfica, 1975.
CASTILLO LARA, Lucas G. San Sebastián de los Reyes. La ciudad Trashumante. Tomo I. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1984-
MARTÍ, M. Visita Pastoral. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de
La Historia, 1969.

El organero de la colonia

Carlos Duarte, en una excelente investigación, se refiere a Pedro José de Osío como un gran músico y un hombre de una cualidad “bastante inteligente”. Sin embargo, el autor se pregunta, así mismo, con curiosidad sobre las circunstancias que envolvían a este personaje y su vida pública en aquella época colonial.

Por José Obswaldo Pérez



Uno de los personajes más notables en la historia de la música colonial en Venezuela, en la segunda mitad del siglo XVIII, fue Pedro José de Osío (Castillo & D’Amico, 1982; p.78). Su presencia no se suscribe sólo a la ciudad de Caracas sino que su figura se extiende a otros lugares de la provincia. Tenía 49 años, en 1779, cuando vivía en Parapara desempeñándose en el cargo de Teniente de Justicia Mayor, con la obligación de atender a Ortiz y San Francisco de Tiznados, dos pueblos de intermediación significativos para la Capitanía General por su desarrollo ganadero y su despegue del control militar hacia el sur.
Este importante músico, organista y fabricante de claveles, había nacido en Santa Marta, en el virreinato de Santa Fe, Colombia, el 19 de octubre de 1729. Fue hijo legítimo del gallego Juan Estévez de Osío y de doña Silveria Antonia de Acosta, también natural de Santa Marta. Más tarde, se casó en Caracas con doña Dominga Antonia Lindo, hija legitima Pedro Lindo y de doña Manuela Robín, naturales de la Ciudad Santiago de León de Caracas. Del matrimonio nacieron diez hijos: Nicolás, Pedro José Antonio, Manuel Isidro, Francisco, Juan José, José Antonio, Silveria, María del Rosario, José Jacinto y María Josefa.
Su presencia en los llanos de Caracas es de 1766, cuando marcho con su familia a la Villa de San Carlos de Austria (Duarte, 1972; p.32), donde permaneció un tiempo dedicado a actividades musicales. Regresó a Santiago de León en 1770 hasta 1774, cuando renunció al cargo de Maestro de Capilla de la Catedral de Caracas, por discrepancia entre los músicos de la tribuna. Es, a partir de ese año, cuando se marcha “a tierra adentro” y aparece como Teniente de Justicia de Parapara, Ortiz y Tiznados, donde dura seis años en el cargo hasta 1779.
Durante este lapso de tiempo, Osío se ve envuelto en un juicio promovido por los habitantes de Ortiz, según por abuso de autoridad y por entorpecer los justos derechos sobre la propiedad de sus tierras realengas (Pérez A, 2002; p.8). De modo que, el 15 de diciembre de 1788, se ve obligado a otorgar poder a don Luis Antonio Medina, Procurador Numerario de Caracas y de la Real Audiencia, para que lo defienda de estas denuncias que él consideraba calumniosas.
Sin embargo, Osío fue remplazado por el caraqueño don Manuel de España, quien había sido designado Teniente de Justicia de Parapara, Ortiz y Tiznados, hasta el mes de julio de 1779. Era casado en Caracas; pero, en Ortiz, vivía con la viuda doña Javiera Moreno, mujer blanca (Martí, 1998;192). No obstante, el Gobierno de la Provincia de Caracas nombra, en su sustitución, a don Francisco N. Osío y Lindo, el cuarto hijo del organero Pedro Osío, también músico. Hay constancia documental que este Osío, tres años después, construyó un órgano para la iglesia de Lezama, en la actual Altagracia de Orituco y, a instancias del Obispo Martí, se consiguió que un particular financiara el instrumento para esa parroquia. (Martí, 1998b: p.500). Este Francisco Osío fue también Teniente de Justicia de Santa María de Ipire y casó allí con una hija de Carlos Vargas Machuca, dueño del hato San Simón y fundador de la Parroquia San Gabriel de Zaraza (Rodríguez, 1998; p.38).
Entre 1777 y 1778 se halla en Valencia y según testimonio del Obispo Martí, vivía allí. Pero, hacia 1779 volvió a mudarse a Parapara, donde ejerce como Teniente de Justicia Mayor (Calzavara, 1987). Es así que, el 27 de julio de 1787, era testigo y firmaba como autoridad civil los documentos del litigio de las tierras realengas del pueblo de Ortiz.

No obstante, entre 1790 y 1791, los vecinos de Ortiz y Parapara continúan el pleito contra el Teniente de Justicia y piden al Rey de España “la fianza de calumnia y la imposición de sus penas”. Es decir, la querella había subido a los más altos niveles del poder imperial que, según Calzavara (1987; pp. 56-57), los denunciantes alegaban “entre otras cosas, que Osío había cometidos muchas arbitrariedades en su cargo, tales como haber puesto en libertad gente indeseable y criminales…”. Para esta fecha, su hijo mayor el doctor Pedro José Antonio Osío y Lindo, quien fue rector de la Universidad de Caracas, entre 1793 a 1794, era su defensor en el juicio.
Carlos Duarte, en una excelente investigación, se refiere a Pedro José de Osío como un gran músico y un hombre de una cualidad “bastante inteligente”. Sin embargo, el autor se pregunta, así mismo, con curiosidad sobre las circunstancias que envolvían a este personaje y su vida pública en aquella época colonial. Dice Duarte (1972; p.271) que “… resulta hoy mucho valor conocer el juicio que sobre el maestro se tenía entonces, emitido en una población del Interior de la Capitanía General. Su fama, extendida por la provincia probaría solamente la importante actividad que desempeño aquel hombre, en el campo musical en nuestro país”.
Como una paradoja de la vida, otro de su hijo llegaría a ser cura del pueblo de Ortiz en 1810. El presbítero José Jacinto Osío y Lindo, sería pastor de almas de aquel lugar donde se le recordaría por su participación en la Independencia de Venezuela. Antes, había sido designado el primer sacerdote de Chaguaramal de Perales- el sitio génesis de Zaraza-, gracias a la influencia de su tío el doctor Gabriel José Lindo. También fue músico y organista en la Catedral de Caracas.
En aquella village agreste y humilde, donde los habitantes aún levantaban loas y vivas al Rey, el presbítero José Jacinto Osío y Lindo le tocó ser un ferviente republicano. Un vehemente divulgador de las ideas de Simón Bolívar que, entre sus feligreses, aprovechaba su posición de religioso para estimular voluntades a favor del despertar de la patria y la causa de la libertad.
Pero, lejos de los ideales de su hijo, la presencia de Pedro José de Osío – por un largo tiempo en esta apacible comunidad - fue un hecho interesante para historia local y regional, especialmente, por la introducción de la música clásica en las actividades religiosas. Un testimonio lo deja su propio hijo, el párroco Osío, en 1813, quien  escribió que fueron músicos de coro litúrgico Aniceto Rodríguez Vargas (monaguillo), Eusebio Acosta y Vicente Tabares, entonces muchachos que quizás llegaron a ser los herederos de esa grande y apasionante figura del mundo musical colonial venezolano. Así, como dice Calzavara, fue una de los personajes más dinámico de toda la música venezolana del siglo XVIII y que, aún, la historia espera por redescubrir.

Bibliografía consultada
CALZAVARA, ALBERTO (1987). Historia de la Música en Venezuela. Caracas: Fundación Pampero.
CASTILLO D, MIGUEL & D'AMICO U, GIOVANNI (1982). Órganos venezolanos del siglo XIX. Revista Musical Chileno, NO. 158, pp. 72-104.
DUARTE, CARLOS F (1972): “El Músico e Instrumentalista Pedro José de Osío”. Boletín Histórico de la Fundación Boulton No. 15.
GUIDO, WALTER (1978): Panorama de la Música en Venezuela. Cuaderno de Difusión. Serie En Venezuela. Nº7 Caracas: Fundarte.
MARTÍ, MARIANO. (1998B). Libro personal. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Tomo II.
MILANCA, GUZMÁN (1993): La música venezolana: de la colonia a la república. Caracas: Montea Ávila Editores Latinoamericana.
PEREZ A, JOSÉ OBSWALDO (2002). Orígenes históricos del Pueblo de Ortiz. San Juan de los Morros: Ediciones de la Cámara de Comercio de Ortiz.
RODRÍGUEZ, ADOLFO (1986). El Oído en El Llano. El Daimón de Gallegos. San Cristóbal (Táchira): Fundación Cultural Barinas.
RODRÍGUEZ, ADOLFO (1998).Historia de la Tierra de Ipire. San Juan de los Morros: Fundación Guariqueña para la Cultura.
RODRÍGUEZ, ADOLFO (1988).La música y los músicos del Estado Guárico. Tomo I. San Juan de los Morros: Coedición de CORPOLLANOS y FUNDACULGUA