Antonio Sedeño, un aventurero conquistador

La aventura americana del rebelde Antonio Sedeño lo lleva a pasa desolado por los rumbos de los Llanos de Paya, en 1538. Se metió a la tierra adentro, con el pretexto de proseguir en sus conquistas. Durante su marcha se cometen los mayores atropellos contra los naturales .


POR JOSE OBSWALDO PÉREZ

EL CAPITAN ANTONIO SEDEÑO fue un personaje un tanto oscuro en la historia de la colonización en Venezuela. Sin autorización real se dedicaba a conquistar territorios y apresar indios para venderlos como esclavos. Esta circunstancia hizo que los hombres de Sedeño fueran siempre perseguidos por las tropas del gobernador, Jerónimo de Ortal, que representaba a la Corona española.

En 1512, de España llegó a Puerto Rico, con dos esclavos y el titulo de contador de la Real Hacienda, y con un salario de cuarenta mil maravedíes al año. De esta manera se inició formando parte de la administración colonial al ser designado contador de la Real Hacienda en Puerto Rico. Más tarde, en 1515 fungía de Regidor de la Isla.

En 1530 emprendió su carrera de explorador y conquistador al trasladarse a la isla de Trinidad, pero el terrible acoso al que le sometieron los indígenas motivará el abandono de la empresa dos años más tarde. En 1534 regresó a la isla para conquistarla definitivamente, no sin grandes dificultades al enfrentarse con Alonso de Herrera y Álvaro de Ordax por los derechos de conquista y gobernación.

En junio del 36 levanta ancla con ciento cincuenta hombres y setenta caballos, con ellos llega a los ríos San Miguel de Neveri y el Unare, este ultimo conocido popularmente como Castilla del Oro, por lo llano de sus tierras y por el oro de sus minas –las de Borbutara-. Luego, emprende entrada a tierra a dentro con miras de penetrar a Río Meta, y desde allí a El Dorado. La aventura americana del rebelde Antonio Sedeño lo lleva a pasa desolado por los rumbos de los Llanos de Paya, en 1538. Se metió a la tierra adentro, con el pretexto de proseguir en sus conquistas. Durante su marcha se cometen los mayores atropellos contra los naturales .

Ante las denuncias, la Audiencia envió al Licenciado Francisco de Castañeda con órdenes expresas de capturar a Sedeño; pero, en Valle de Río Tiznados encontró a unos indios con tatuajes “donde cogió la muerte, pues en el partido de Tiznados, la violencia de un veneno, que le dio una criada suya, puso fin a sus temeridades, y a su vida” .

En este sentido, hay muchas versiones sobre la muerte de Sedeño. Se dice que fue la morisca Fernández, quien era su concubina o cocinera la que confabuló, con otros enemigos, su muerte en mayo de 1538 ; y pero según otros, Sedeño murió “como término de un grave mal que lo aquejaba” .

El poeta conquistador Juan de castellanos, español sevillano, quien había tomado parte de algunas expediciones a tierra firme con gente que había sido de Antonio Sedeño y Jerónimo Ortal, describe a Sedeño como un hombre pequeño, de quien dice que fue de “buen talante, de grata condición y generoso; más en su pretensión tan gran gigante que tenía lo más por poca cosa” . Dice Castellano, en la Elegía XII, en la cual corrobora este aspecto de la vida del turbulento contador de Puerto Rico, de quien el cronista-poeta buscó la corteza lisa de un árbol para acomodarle, en latín y castellano, el siguiente elogio fúnebre:

Híc requíescít homo Sedeñus corpore parrus;
Rebus at in cunctis pectore magnus erat.(=Aquí de su brio falto
Reposa Antonio Sedeño./Que fué de cuerpo pequeño/Y en el ánimo muy alto.)

“ Hic requiescit homo sedenus corpore
Parvus, rebus at in cunctis
Pectores magnus erat”

El Fray Antonio Gaulín describe el hecho:

“ Enterrándolo en un espacioso valle, a quien los españoles dieron nombre de Provincia de los Tiznados por unos indios que en el habitaban, pintados siempre de negro con carbón molido y yerba mora sobre unas rajaduras, quienes introducidos aquel vetumen permanecían indelebles su pintura, que ellos tenían a superior gala; y desde entonces se conocerá este nombre Tiznados e un río, que corre por los llanos de la provincia de Venezuela y que cae al Portuguesa, y en todos los hatos de ganado que hay en sus márgenes y vegas circunvecinas.”

Castellanos puso poesía a las heroicas aventuras del valiente capitán Antonio Sedeño e hizo una crónica de su muerte en el río Tiznados, diciendo de él en sus versos de Elegías de Varones Ilustres de India:

“ Do el río Tiznados desencierra
su licor a llano convertido,
Yendo ya por la falda de la sierra
A la sombra de un árbol extendido
Dieron estos varones a la tierra
El valero cuerpo fallecido
Y en la corteza lisa por su muerte
Una letra pusieron de esta suerte:
Hic resquiescit homo Sedeñus Corpore Parvus
Rebus at in curetis pectores magnus erat
(Aquí de su brío falto reposa Antonio Sedeño,
que fue cuerpo pequeño, y en el animo muy alto)

Crónica/A ORILLAS DEL RÍO SAN JUAN

Cuando cesó de llover salí para ver mejor: más allá de un barranco de tupida y verde vegetación (crece el cactus, el mango, la guayaba, un cocotero y mil hierbas más) el río, con lo contaminado que se encuentra, no ha perdido ese sencillo atractivo silvestre que sin duda poseía cuando el indígena lo cruzaba camino a su choza o cuando el cruel ojo español lo vio por primera vez en su letal expedición de conquista. ........................................................................................................................................................ Por Daniel R Scott Se nos vino encima el cielo con una lluvia torrencial que golpeó con violencia nuestro techo de cinc. Me asome por unas de las ventanas de la habitación. Diez metros más abajo se divisan las aguas del río San Juan. "Pero no se preocupe amigo" me dijo una señora con un tono de voz despreocupado y tranquilizador. "Vivo aquí desde 1958 y sus crecidas jamás han alcanzado a estas casas". Suspiré aliviado. Cuando cesó de llover salí para ver mejor: más allá de un barranco de tupida y verde vegetación (crece el cactus, el mango, la guayaba, un cocotero y mil hierbas más) el río, con lo contaminado que se encuentra, no ha perdido ese sencillo atractivo silvestre que sin duda poseía cuando el indígena lo cruzaba camino a su choza o cuando el cruel ojo español lo vio por primera vez en su letal expedición de conquista. A estas mismas corrientes bajaba al San Juan de antaño para calmar la sed, lavar la ropa, pescar, refrescarse y para hallar momentos de esparcimiento. ¡Cuantos jolgorios y sabrosos sancochos alegraron sus orillas! Y la ancianita con sabe Dios cuantos años encima hablando de cuando Juan Vicente Gómez vino a San Juan para descansar por los de los Baños Termales. Eso sí que era vivir. Para esos días era más caudaloso y limpio que hoy. Cierta vez mi papá (Don Antonio Scott Power) me regaló el oro de uno de sus más lejanos y difusos recuerdos de su niñez: se veía sobre los hombros de su padre a mitad del río. "El agua le llegaba por el pecho" decía papá con esa balbuceante y postrera voz herida por la edad y el mal de Parkinson. Estamos hablando de 1917 o 1920. Igual da. Otra leyenda creída y contada por una de las familias más viejas del terruño relata como mi abuelo ( Daniel Scott Gutierrez ) enterró en sus orillas un cofre de morocotas que, meses más tarde, al volver y no poder hallar el sitio exacto de su ubicación, le hizo perder la razón. "¡Yo lo puse aquí, yo lo puse aquí!" repetía sin cesar y delirante. La vieja familia a la que me refiero tiene el "yo lo puse aquí" como proverbio. "Hija: ¿donde pusiste el peine? ¿Que no lo encuentras? ¿No está donde lo pusiste? ¡Estás igualita a Don Daniel diciendo: yo lo puse aquí, yo lo puse aquí! ". Pero claro, se trata de una historia sin fundamento. A este Scott le hizo perder la cordura el exceso de lecturas y el sempiterno dolor humano. Comentaba también papá que cada roca, playa, orilla o recodo del río poseían nombres e identidad propia. Mencionó algunos pero lamentablemente ya los olvidé. La vida de los habitantes de mi terruño giraba en torno a las diáfanas y vitales aguas de su río, y en su comunión diaria con él, le asignaban los nombres que las configuraciones de su curso sugerían. Pero, como era de suponer, el advenimiento de la modernidad con su estela de polución lo convirtió en otro río anónimo y malogrado de los tantos que afean a esas no menos feas ciudades de las que nos sentimos tan orgullosos.

LA PALABRA GUINEA / GUINEO EN VENEZUELA

Realmente el conocimiento escrito de África comienza con la expansión del Islam en la Edad Media. Los musulmanes transforman la palabra Afri, en Afriqiya para designar con ella todos los territorios africanos conocidos entonces, a excepción de Egipto. En el siglo VIII los cronistas árabes citan el nombre de Ghana, el país del oro; conocen el trayecto que siguen las caravanas de esclavos negros a través del Sahara


ARTURO ALVAREZ D´ARMAS


A mis amigas
Filomena Embaló
Munas Sankhe
Celsa Acosta
Olga Camacho
Elireima Acosta
Lisette Zimmerman

Semper aliquid novi ex África
(Siempre aprendemos algo nuevo de África)
Plinio el Viejo (a.d.C. 23-79)



El nombre de África se lo dan los invasores romanos que conquistaron el actual norte de Túnez, a partir de la destrucción de Cartago, ese topónimo viene del griego Afri, es decir “sin frío”. Los griegos le llamaron Libia. Al invadir el norte de África los árabes le denominan “el Magreb” que significa “occidente”. Otros “conquistadores” le decían a las nuevas tierras Numidia, a Etiopía “cara quemada” y al sur del Sahara los árabes le llamaban “Bilad al-Sudan”, país de negros. A la llegada de los portugueses en 1444 a las bocas del río Senegal le dicen Guinea. Pero finalmente el nombre de África se le debe a los romanos. Para la mitología, África es representada simbólicamente por el busto de una mujer (aludiendo a las partes aún no descubiertas de dicho territorio), por un elefante, un etíope, un león, un negro con una panoplia y un tigre.

La memoria de Cumbito

Por José Obswaldo Pérez

Recoger la historia de los pueblos debe ser un acto de justicia. Nada más cruel es encontrarse a comunidades sin memoria histórica. Sin saber de dónde vienen y quiénes son, y hacia dónde van. Se trata de un encuentro consigo mismo, con nuestra memoria de pueblo que viene a designar el esfuerzo consciente de los grupos humanos por entroncar con su pasado, sea éste real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto.

Un aporte al gentilicio orticeño es el folleto publicado por el profesor Fernando Rodríguez Mirabal, actual cronista municipal de Ortiz, intitulado Cumbito, su historia y genealogía. Se trata de una crónica de algunas familias cumbiteses arraigadas en ese pequeño vecindario orticeño. El trabajo fue promocionado por la familia Vilera, quienes se han propuesto a recuperar y preservar las tradiciones del lugar. Todo bajo la excusa celebración de rendirle tributo a la Santísima Virgen del Carmen, quienes han escogido como patrona de aquellas tierras.

Cumbito es un caserío rico en tradiciones e historias. Aún se mantienen las costumbres del llano. Pero los cambios tecnológicos han hecho mucho más para mejorar la vida de los lugareños. Nuevas vías de comunicación, nuevas técnicas de cultivos y ganadería; cercas alambradas, corrales, lagunas, hacen de aquellas tierras de labranzas un lugar de contrates.

De cumbito, también, se tienen otros aportes como los del investigador de culturas africanas Arturo Álvarez D’ Amas quien ha dado en el origen toponímico del lugar. O las mías propias que he hecho sobre esta zona en el contexto del desarrollo histórico de Ortiz. También, en esta localidad, se halla un conjunto de festividades y bailes que fueron declarados Patrimonio Nacional por el Instituto de Patrimonio Histórico de la Nación, en el 2005.

Enhorabuena este aporte de Fernando Rodríguez. Allí estuvimos acompañándolo en la presentación del folleto, en la casa de los hermanos Vilera, en el Fundo La Ceiba, donde fue bautizado con flores y agua bendita por el párroco de Ortiz, Vladimir Pérez. Me acompañó el exdiputado José Camejo Castillo, quien ahora anda metido en buscar los remiendos de la historia local. Tertulia placentera amenizada por copleros de la zona, cerveza y comida para un rato de amenas conversaciones con los coterráneos del lugar. Todos los vecinos e invitados de otras partes montamos nuestro cumbito, que en palabra africana más o menos quiere decir que motamos nuestro bullicio, entre baile, música y aguardiente.
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Historia y toponimia

Para Marc Bloch, los nombres de los pueblos sirven para recorrer la línea de los tiempos en sentido inverso. Sus topónimos –nombres propios de lugar– reflejan la flora, la fauna, las topografías e hidrografías de la antigüedad; trazan contornos borrosos de viejos hatos, pueblos y caserios; proyectan patrones de colonización y de explotación de la tierra; reafirman diluidas herencias y persistencias indígenas; y exhuman remotos colonizadores para develarnos su hablar, sus costumbres, sus imperativos, sus devociones, y por qué no, sus mentalidades.


Por José Obswaldo Pérez

Desde la perspectiva epistemológica, la historia tiene un papel importante, así como la geografía u otra ciencia social, en los estudios toponímicos. La utilización de la toponimia como un recurso de la historia en la ocupación del espacio se remonta al siglo XIX. Nació en Europa, como disciplina. En Alemania, su fundador fue Wihelm Arnold con un trabajo titulado Asiendlungen und Wanderun deutscher Stâmne. Zumeist nach hessischen Ortsnamen, aparecido en 1875. En Francia, se remonta a H. D´Arbois de Jubainville con un trabajo intitulado “Recherches sur l’origine de la propriété et des noms de lieux habités en France » (1875).

Sin embargo, el verdadero fundador de la toponimia como ciencia fue Auguste Longnon, quien fue el primero en enseñanzarla, inicialmente en la Ecole Practique des Hautes Etudes, y luego en el Collège de France, hasta su muerte en 1913. Sus estudios sobre Noms de lieux de la France (1920-1929) fue publicado en una obra póstuma, recopilada por sus antiguos alumnos (Dick, 1992:01).

Pero, la critica histórica de las interpretaciones de la toponimia -desde el punto de vista de la ocupación del espacio- ha sido preconizadas por Marc Bloch (1934, 1939,1940). Marc Bloch, en el estudio de la historia rural francesa, profundiza en el origen y significación de los nombres propios del lugar y los relaciona estrechamente con la historia social francesa. Estos estrechos lazos entre la toponimia y la población fueron especialmente subrayados por Marc Bloch en su artículo “Réflexions d`un historien sur quelques travaux de toponymie" (1934)[1].

En este artículo, el autor valora la toponimia como factor predominante en el estudio poblacional, pero no es el único caso. Por tanto, existen otros elementos que tienen que acompañarse para que exista una verdadera razón toponímica de una región, pueblo, villa, etc. Así lo deja ver cuando dice:

La toponimia, por sí sola, no puede permitir resolver los problemas de población. Es preciso recurrir a la ayuda de la arqueología, el estudio de los hechos jurídicos, de las costumbres y especialmente de los usos agrarios, de los hechos de lenguaje y del vocabulario agrario y finalmente del examen de los nombres del lugar[2].

Entre los muchos ejemplos que da Bloch, en su obra La Historia Rural Francesa sobre la toponimia como elemento de apoyo a la investigación agraria en la Edad Media, en el estudio de su hábitat y de la ocupación del suelo, deja entrever lo escaso de los textos y la gran ayuda que la arqueología y la toponimia pueden prestar a él. Hace hincapié en las excelentes notas de geografía histórica sobre "Le pays de Macon et de Chalon avant l`an mille, de Gabriel Jeanton", 1934; ayudándose al mismo tiempo con hallazgos arqueológicos, con el estudio de los nombres de lugar mencionados por los documentos y con la toponimia catastral, la cual conserva el recuerdo de aglomeraciones desaparecidas[3].

Para Marc Bloch, los nombres de los pueblos sirven para recorrer la línea de los tiempos en sentido inverso. Sus topónimos –nombres propios de lugar– reflejan la flora, la fauna, las topografías e hidrografías de la antigüedad; trazan contornos borrosos de viejos hatos, pueblos y caserios; proyectan patrones de colonización y de explotación de la tierra; reafirman diluidas herencias y persistencias indígenas; y exhuman remotos colonizadores para develarnos su hablar, sus costumbres, sus imperativos, sus devociones, y por qué no, sus mentalidades.

Sin embargo, la historia de un territorio tiene, a veces, el parecido a un muñeco ruso: muchos muñecos contenidos en uno; es decir, muchos significados en uno solo. De allí que la toponimia encierra una serie de misterios. Pero, su estudio - desde la concepción de la historia-, debe tener en cuenta algunos aspectos metodológicos fundamentales, a fin de buscar sus últimos orígenes, para no caer en contradicciones o en análisis superficiales e incompletos de etimologías. Este es un aspecto importante que habrán de tomar en cuenta los toponómistas e historiadores. Los topónimos, en los términos en que han sido definidos, no pueden utilizarse en el análisis histórico de cualquier manera. El analista debe prestar atención, a nuestro juicio, a tres aspectos en particular:

· El hecho de que numerosos topónimos no tienen un sentido claro o fácilmente inteligible.
· El problema del cambio (en relación al espacio y en relación al tiempo) y,
· Los principios de pertenencia y permanencia

Respecto al primer punto, Moreu-Rey (1982) considera que, dado un determinado conjunto de topónimos, se pueden distinguir en él dos grandes grupos: los nombres cuyo sentido es claro y comprensible y los nombres que aparentemente no tienen sentido alguno, porque no corresponden a ninguna palabra hablada dentro del ámbito geográfico y lingüístico estudiado. A los primeros, este autor les llama topónimos transparentes; a los segundos, topónimos no transparentes o fósiles. A estos últimos, se trata en definitiva de “antiguos nombres comunes cristalizados o petrificados, y conservados en algunos casos durante milenios” (Moreu-Rey, 1982:13).

Con relación al segundo aspecto, el historiador nunca debe olvidar que la noción de cambio es fundamental a la hora de interpretar cualquier topónimo. Por una parte hay que hablar de cambio lingüístico: los nombres -cualquier tipo de nombre- sufren una evolución determinada a lo largo del tiempo; cuanto más antiguo es un nombre, mayor transformación puede haber sufrido. Pero, por otra parte, debe tenerse en cuenta el cambio geográfico: el hecho de que el territorio -y, por tanto, el “objeto denominado” también está sujeto a las alteraciones que comporta en el transcurso del tiempo. En la práctica, conocer las transformaciones más importantes que hayan afectado a un lugar determinado puede resultar de una gran ayuda para interpretar con exactitud el sentido inicial de un nombre relacionado con este lugar.

Finalmente, el tercer punto, alude a los principios de pertenencia y permanencia, estudiados por la historiografía francesa. El primer concepto es abordado por Heri Dorion (1993), el cual se refiere a la memoria colectiva como punto de referencia básica a la hora de abordar la naturaleza del topónimo como modo de comunicación. Mientras, el segundo concepto corresponde a la particular supervivencia del topónimo en el tiempo. Un autor importante de la lingüística hispánica como lo es Ramón Menéndez Pidal (1952) señala la importancia de la dimensión popular que tienen los nombres de lugar y su permanencia en el tiempo. Señala el autor lo siguiente:

Los nombre de lugar son viva voz de aquellos pueblos desaparecidos, transmitida de generación en generación, de labio en labio, y que por tradición interrumpida llega a nuestros oídos en la producción de los que hoy continúan habitando el mismo lugar, adheridos al mismo terruño de sus remotos pasados; la necesidad diaria de nombrar ese terruño une a través de los milenio la pronunciación de los habitantes de hoy con la pronunciación de los primitivos” (1952:5).

Mucho antes, estas investigaciones habían adquirido un interés para los estudiosos de las palabras y los nombres de lugares. Pero, a raíz de estas publicaciones es cuando se expanden por Europa y América los estudios toponímicos. En Europa citamos al filólogo portugués José Leite de Vasconcelos, con su obra pionera Opúsculo. Vol. III: Onómatologia, publicada en 1931.

En América, especialmente en Estados Unidos y Canadá se conocen las primeras investigaciones ligadas a la historia, la geografía y la lingüística, donde se conforman equipos interdisciplinarios para investigar topónimos en sus respectivos países. En Estados Unidos se publica el trabajo realizado por un equipo de investigadores en la revista Names, órgano oficial de divulgación de la Sociedad Americana de Nombres (conocida por sus siglas en inglés como America Name Society), la que tiene por objetivo el estudio de la etimología, origen y significado, y aplicación de todas las categorías de nombres: geográfico, personal, científico, comercial y popular. George Stewart, autor de las obras Name of the Land y A classification of the Land (1954) es colaborado de dicha revista americana.

En América Latina, la toponimia adquirió importancia como estudio durante los últimos años del siglo XX. Especialmente, en Brasil y Venezuela. Dos países con mayor número de investigaciones toponímicas. En nuestro país se destacan, de manera sincrónica, un grupo de pioneros de esta disciplina como: Lisandro Alvarado, Tulio Febres Cordero, Julio Cesar Salas, Pablo Vila, Juan Pablo Sojo, Ramón Armando Rodríguez, Marco Aurelio Vila, Miguel Acosta Saignes y Adolfo Salar Quijada. Este último fue quien científicamente y académicamente orientó los estudios toponímicos en Venezuela. Sin duda, un significativo número de aportes, en este sentido, permiten que, cada día, se impulsen investigaciones para descifrar los nombres de los lugares. Más aún cuando hoy se necesita una fuerte revisión y actualización de ellos.



NOTAS
[1] BLOCH, Marc (1978) La Historia Rural Francesa. España: Editorial Crítica. Grupo Editorial Grijalbo.; ver su ensayo : Réflexions d’un historien sur quelques travaux de toponymie dans Annales d’histoire économique, t. VI, 1934.

[2] Ídem, P. 98

FUENTES CONSULTADAS

BLOCH, MARC (1978) La Historia Rural Francesa. España: Editorial Crítica. Grupo Editorial Grijalbo.
DICK, MARIA VICENTINA DE PAULA DO AMARAL (2000). A investigação lingüística na onomástica brasileira. Frankfurt am Main
DORION, Henri(1993) : A qui appartient le nom de lieu?.En : Onomastica Canadiana. 75, 1, p. 1-10.
HUDON, H. (1986): Méthodologie des inventaires toponymiques. Québec: Commission de toponymie, Dossiers toponymiques, 16.
MENÉNDEZ PIDAL, RAMÓN (1952): Toponimia prerrománica hispánica. Madrid: Gredos.
MOREU-REY, ENRIC (1995): Tipología toponímica. En ROSSELLÓ, V.M.; CASANOVA, E. (eds.). Materiales de Toponimia. València: Generalitat Valenciana - Universitat de València, 1995, Vuelo. Y, p.
PEREZ ASCANIO, JOSE OBSWALDO (2006).Estudio histórico sobre la toponimia del Municipio Ortiz. Una aproximación a la realidad regional. Tesis de Grado para optar el titulo de Magíster en Historia de Venezuela. San Juan de los Morros: Universidad Rómulo Gallegos.





HEMEROGRAFÍA


BLOCH, MARC (1934). Réflexions d’un historien sur quelques travaux de toponymie dans Annales d’histoire économique, t. VI, 1934).
ECICLOPEDIA WIKIPEDIA. Toponymie française [En línea], http://fr.wikipedia.org/wiki/Toponymie_française
ZADORA RIO, Elisabeth (2001): Archéologie e toponymie: le divorce. France: Les petits cahiers d’Anatole. No.8; pp2-17
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Topofilia, lugar y toponimia

El lugar, según el geógrafo chino-americano Yi-Fu Tuan, está definido por la perspectiva empírica que las personas tienen de un espacio. Es decir, las experiencias de quienes ocupan un área son quienes hacen que ese lugar sea significativo para ellos y su interpretación para los demás.


Por José Obswaldo Pérez
La añoranza por el terruño, por el lugar donde uno nació, tiene una carga emocional para un habitante cualquiera. Yo recuerdo que cuando regresaba a mi pueblo, después de un período de clases en la universidad, mi corazón se emocionaba por la vuelta y el encuentro con los amigos, pero sobre todo, por el encuentro con esos espacios que uno guarda en la memoria. Todas esas emociones la vivía en el desplazamiento desde la ciudad donde estudiaba hasta el encuentro con mí querido pueblo: Ortiz. De allí que la percepción de lugar juega un papel importante en la producción de emociones. Las emociones son provocadas, en un contexto relacional, con personas; así, como también, con objetos, y por consiguiente, con el lugar añorado o cualquier otro territorio o espacio. Sean emociones positivas o negativas, apacibles o no. Entonces podemos hablar del concepto topofilia, que nos es más que el enlace afectivo positivo que se establece entre las personas y el medio ambiente que le rodea. Entonces, la topofilia puede ser un hábitat (lugar) apacible y agradable a nuestra percepción, a nuestra memoria.

LA PARRANDA DE SAN PEDRO

La historia comienza en los cañaverales del valle de Pacairigua, cuando a una esclava llamada María Ignacia se le enferma su hija Rosa Ignacia, al no poder curarla, la madre invoca a San Pedro y le promete que si le cura a su hija le hará una fiesta anual.

por Arturo Alvarez D´Armas

Solo: Baila, baila, María Ignacia
que te quiero ver bailar;
Coro: Baila, baila, María Ignacia
baila, baila sin cesar,
Coro: Baila, baila, María Ignacia
baila, baila sin cesar.


Así comienza la Parranda de San Pedro después de salir de la eucaristía en la Iglesia de Guatire. Esta festividad es celebrada todos los 29 de junio de cada año.
La historia comienza en los cañaverales del valle de Pacairigua, cuando a una esclava llamada María Ignacia se le enferma su hija Rosa Ignacia, al no poder curarla, la madre invoca a San Pedro y le promete que si le cura a su hija le hará una fiesta anual. Al morir María Ignacia, la promesa recae en su esposo y es por esa causa que un hombre se viste de mujer en la Parranda de San Pedro.

La Parranda se compone de María Ignacia: hombre vestido de mujer, usa falda ancha de múltiples colores. Su cabeza es adornada con un sombrero de cogollo y lleva un par de moños de mecate. Rosa Ignacia: una muñeca que simboliza ser hija de María Ignacia, los Sampedreños: en su mayoría son tocadores de cuatro y maracas. San Pedro: este personaje está casi desaparecido. Los tucusitos: son niños que acompañan a María Ignacia, hacen de hijos. Llevan gorra bicolor, amarillo y rojo; el abanderado: es la persona que lleva la bandera de la parranda. El cargador de la imagen de San Pedro.

Los sampedreños se visten de levita y pumpá de color negro, al cuello llevan un pañuelo rojo o amarillo. Igualmente cuando la parranda visita las casas o clubes, bailan con unos trozos de cuero al cual llaman cotizas. Las mismas se amarran a las alpargatas, con el canto y los coros del pueblo retumban las cotizas en los oídos y el alma de los bailadores. En esa parte de la coreografía se oyen los siguientes versos:


Con la cotiza dale al terrón
vuélvelo polvo sin compasión.
Dale que dale al terrón
dale que dale al terrón
dale que dale al terrón
dale que dale ¡yaaa!

Durante todo el día 29 los sampedreños recorren las calles y barrios de Guatire, cerca del mediodía se encuentran en algún sector del centro con los seguidores del San Juan de Guatire. Se hacen algunas reverencias, tocan, cantan y después cada quien se va por su lado.
Los sampedreños de Guatire siguen visitando a los Pedro y Petra y bien avanzada la tarde se instalan en el club Los Gavilanes donde disfrutan del famoso Tere tere, la conserva de sidra, el sancocho. Allí cantan y bailan hasta el cansancio interpretando el siguiente canto:


Guatire tiene dos cosas
que no las tiene otro pueblo,
la rica conserva e´ sidra
y la parranda de San Pedro.

Cada 29 de junio el pueblo de Guatire recuerda con fervor y cariño a Justo Tovar “Pico”, que con su apasionamiento y espiritualidad sampedreña decía:


Pégale Pedro
pégale Juan
pasa pa dentro
que está en el zaguán.