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Noche Buena de ayer

A los colegas y amigos de la
Casa de Estudio de la Historia de Venezuela
Lorenzo A. Mendoza Quintero

Por MIRLA ALCIBÍADES
Converso con varias personas y, por los comentarios que les escucho, quedo convencida de que todos ven las hallacas como el plato natural de celebración decembrina. Se sorprenden cuando señalo que no es así. Ciertamente, este delicioso manjar fue, hasta el siglo XIX, un plato que se disfrutaba a lo largo del año.
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Ortiz y la Unerg

Ortiz y  la Unerg


Por José Obswaldo Pérez

La población de Ortiz acaba de cumplir 140 años de haber sido capital de Guárico. Una fecha importante para la historia cultural y política de esta localidad guariqueña. La fecha, el 12 de noviembre de 1874, es recordada desde 1974 cuando la comunidad celebró sus 100 años de tan significativo hito. Momento histórico que fue aprovechado para promover el Comité Pro-Universidad, creado bajo los auspicios de la Cámara de Comercio del municipio Roscio. Acontecimiento que convocó la participación del pueblo en general y los orticeños, como proactivos, aportaron su respaldo para esta causa cristalizada hoy, hace ya cuarenta años.

Las periodistas venezolanas (1872-1910)


MIRLA ALCIBÍADES

Cuando comencé a estudiar la literatura producida por las venezolanas en el siglo XIX, mi percepción inicial sufrió severo cuestionamiento. Sucedió de esa manera porque, en la medida que avanzaba en mis investigaciones, me iba dando cuenta de lo determinante de ese aporte. Muy pronto reparé en que, en el campo de la poesía, de la dramaturgia, de la novelística, de la ensayística, en el trabajo como traductoras, esas mujeres habían hecho un aporte sustancial durante el período.

Un primer problema se me hizo evidente: consistía en que esa vasta producción no está recogida en libros. Es cierto que algunas novelas y textos poéticos escritos por ellas fueron editados en volumen, pero otros materiales todavía reposan en la prensa de la época o en libros antológicos de ese siglo. Me convencí de que la vastedad del ejercicio de escritura que habían ejercitado las venezolanas se convertía en un reto para quienes se interesan en el tema.

Sin embargo, en este momento opto por detenerme en un tema sumamente decisivo en aquellos años: el del periodismo femenino o prensa de mujeres, es decir, los títulos hemerográficos que fueron apareciendo por decisión y voluntad de mujer. En el curso de esa investigación se hizo evidente otro problema derivado de las fuentes. En muchos casos esas revistas no lograron ingresar a ningún repositorio bibliohemerográfico, razón por la cual se perdieron en el tráfago de los siglos. Por ejemplo, en lo que a la pesquisa actual concierne, supe la existencia de La Alborada en 1881, porque la mencionan tanto el Diario de Avisos como La Opinión Nacional (ambos de Caracas) en información de gacetilla. He tratado de encontrar alguna muestra de este material pero hasta la fecha me ha sido imposible. Así como el caso descrito, igual experiencia me sucedió con La Audacia (Macuto, 1881). La información sobre este impreso llegó a mí de manera accidental, mientras revisaba la colección de El Monitor en busca de noticias que me pudieran interesar. Otros casos de similar naturaleza se hizo evidente en otros momentos que excuso citar el día de hoy.

Una vez que hube determinado el fenómeno a examinar, otro problema derivó de esa decisión. ¿Cómo conceptuar este fenómeno? En un primer momento pensé presentar estas notas bajo el enunciado “Prensa femenina venezolana del siglo XIX” o, tal vez, “Revistas de mujeres en el siglo XIX”. Pero de inmediato reparé en el hecho de que esa denominación sembraba confusión, porque no diferenciaba entre los materiales dirigidos a mujeres, vale decir, los impresos periódicos fundados por hombres y que se destinaban a receptoras, de las entregas periódicas fundadas por ellas. De tal manera, tenía que encontrar una manera de definir ese fenómeno de una forma que esquivara la anfibología mencionada.

Fue así como opté por la caracterización que se ha leído en el encabezado de estas líneas: “Las periodistas venezolanas (1872-1910)”. Tampoco ese enunciado me satisface mayormente por cuanto no voy a tratar de esas profesionales de la prensa. No puedo hacerlo porque son muy pocos los datos biográficos que he podido reunir sobre cada una de esas pioneras del periodismo femenino venezolano. No es fácil elaborar la biografía de la mayoría de esas periodistas por ausencia de información al respecto –sea porque se escudan en un seudónimo o porque no se ha indagado en registros parroquiales para precisar datos básicos referidos a sus lugares y fechas de nacimiento y muerte.

Pero, insisto en el hecho, esa denominación me parece más apropiada que aquella en la que había pensado en un comienzo. Cuando los estudios sobre el campo se profundicen y cuando al hablar de “prensa femenina en el siglo XIX” se entienda que se hace referencia a las iniciativas adelantadas por ellas, la expresión habrá superado la etapa de las ambigüedades.

Otra acotación importante me compulsa a señalar que un primer acercamiento al fenómeno debe concluir en 1910. Pienso que ese año constituye la culminación de una serie de rupturas que se venían produciendo al interior del discurso patriarcal desde que, en 1872, apareció la primera revista fundada por una periodista venezolana, Ensayo Literario. Fue la concreción ese año de un lento proceso que las llevó a actuar primero como colaboradoras de revistas y periódicos y, posteriormente, como responsables directas de los impresos que auspiciaron.

Pienso que 1910 es una fecha que adquiere plena justificación por cuanto los festejos del centenario se inician en Venezuela en 1910 y, sobre todo, porque ese año está señalado en nuestro país por el ingreso de la primera mujer que realizó estudios formales en la Universidad Central de Venezuela. Se trató de Virginia Pereira Álvarez.

La investigación que vengo adelantando me ha llevado a registrar 30 títulos de revistas en toda la geografía nacional. Me inclino a pensar que no agoto el registro porque –insisto en este hecho– he conocido la existencia de varios de esos títulos porque se les menciona en periódicos tanto de la capital como del interior de la república. Agotar el tema implicaría la revisión de colecciones que exceden el millar de títulos y, como se verá, es una tarea poco menos que imposible, a no ser que se cuente con un equipo de trabajo que, les diré, no es mi caso. ¿Cuáles son esos periódicos y quiénes son sus directoras y/o fundadoras? Lo señalo de seguidas:

1) Ensayo Literario (Caracas, 1872), directora Isabel Alderson; 2) El Hospital (Mérida, 1878), órgano de la “Sociedad de Beneficencia de Señoras”; 3) La Alborada (Caracas, 1881), redactoras: Consuelo, Pepita, Amira, Corina, Alida, Eda, Josefina, Reneta y Malvina; 4) La Audacia (Macuto, 1881), redactoras: Dilia y Débora; 5) Revista Escolar (Mérida, 1882), Aziloé Aruca Halck y Carolina Aruca Halck; 6) La Alondra (Coro, 1885), redactora: Zoraida; 7) Brisas del Orinoco (Ciudad Bolívar, 1888), redactora: Rebeca (Concepción Acevedo de Taylhardat); 8) Ña Fernanda (Táriba, 1889), (varias redactoras que no se identifican); 9) El Chistoso (Coro, 1890), redactora: Polita de Lima (era manuscrito); 10) Armonía Literaria (Coro, 1891), responsables principales varias señoritas de la sociedad Armonía; 11) Flores y Letras (Coro, 1891), eran responsables varias señoritas de la sociedad Alegría; 12) El Ávila (Caracas, 1891), redactora: Rebeca (Concepción Acevedo de Taylhardat); 13) El Problema (Caracas, 1891), directora: Rosalina González; 14) La Luz Cristiana (Caracas, 1891), directora: A. P. de Norwood; 15) La Lira (Caracas, 1895), directora: Concepción Acevedo de Taylhardat; 16) La Azucena (La Grita, 1896), redactoras: Beatriz Camargo y Sara M. Guerrero; 17) El Cristus (Barquisimeto, 1896), responsables: Ildegardis de García y Concepción Alvarado; 18) Alondras (Maracaibo, 1897), redactora: Ana Yepes Serrano; 19) El Recreo de las Damas (Caracas, 1897), directora y redactora: Concepción Godoy de Martínez, subdirectora: María Martínez de Arredondo; 20) Violetas (San Cristóbal, 1897), redacción: comisión de señoritas alumnas de la clase de literatura en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús: 21) El Estímulo (Duaca, 1898), directora: Lucinda de Colmenares; 22) Violetas (Coro, 1907) redactora: Ana G. Fortique; 23) Arte (Maracaibo, 1907), redactora: María Moreno de López; El Distrito Bolívar (Barinitas, estado Barinas, 1907), directora: Elena Conde; 24) El Esfuerzo (La Grita, 1908), administradora: Isaura; 25) La Cítara (Coro, 1908), directora: Josefa Victoriana Riera de Torrealba Arráiz; 26) El Pensil (Betijoque, 1909), redactora: Emma Dubuc Arias; 27) El Verbo Democrático (Coro, 1909), redactora y directora: Josefa Victoriana Riera; 28) Idilios (Chejendé, Trujillo, 1909), directora: Amalia Peña, administradora: María Cristina Segnini; 29) Minerva (Caracas,1909), directora y redactora: Olimpia Eloísa González; 30) La Violeta Azul (Colón, Táchira, 1910), directora: Hercilia Vivas Colmenares.

¿Son todos los títulos? No puedo asegurarlo. Por el momento, me limito a constatar que esos impresos existieron, que los leyeron y que todavía esperan por especialistas que se dediquen a estudiarlos.

Fuente: El Nacional 14 DE NOVIEMBRE 2014

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Periodismo y cultura en Valle de la Pascua


FELIPE HERNÁNDEZ G.
Escribiendo una crónica sobre personajes y personalidades del Guárico, concluimos que esta entidad ha sido pródiga y liberal en hombres con vocación y aptitudes sobresalientes para el quehacer cultural y periodístico. En el caso de Valle de la Pascua, en su devenir es fácil encontrar honorables ciudadanos que consagraron ingenio, talento y esfuerzo intelectual al cultivo de las letras y a la exaltación de los más elevados principios y valores del espíritu. Solamente en el siglo XX, especial mención de honor merecen los nombres del Dr. Miguel Lorenzo Ron Pedrique, Gerónimo y Pedro Manuel Escobar Ramírez, el Dr. Alberto Aranguren Hidalgo, Luis Adolfo Melo Infante, Juan Rafael Martínez, el poeta José Rafael Hernández, el Br. Oscar Cobeña, el maestro Vicente Sánchez Chacín, Luisa Julieta Hernández, Parminio González Arzola, don Lorenzo Rubín Zamora, José María Álvarez Jaramillo, don Julio C. Pérez, Rafael Pellicer Viana, Juan Suárez Ávila, Prof. Guillermo Loreto Mata, entre muchos más.

Algunos de ellos pertenecieron a la Sociedad Unión y Progreso (1908), así como al Centro Bolívar (1923), organizaciones desde donde sus miembros desplegaron en el tiempo, una labor social y cultural de significativos alcances. Lamentablemente estas organizaciones, cada una en su momento, vieron truncadas sus actividades por desacertadas decisiones contrarias al quehacer cultural de los representantes del régimen gomecista en la zona.

En cuanto al periodismo local, son muchos los medios informativos que proliferaron, entre ellos perviven los nombres de “Eco Regional”, vocero de plausible labor orientadora, fundado y dirigido por el educador José María Álvarez Jaramillo; “Letras de Molde”, “La Pluma”, “La Pampa”, “El Candil” “Eco Libre” y “El Coloso”, hechuras del farmaceuta y poeta Alberto Aranguren Hidalgo. “El Turista”, “Don Quijote”, “Juan Sabroso” y “Scientia Et Labor”, periódicos fundados y editados por el poeta y farmaceuta Eladio Díaz Vargas y por el Dr. Miguel Lorenzo Ron Pedrique. “La Idea” y “Santos Luzardo”, creaciones del progresista empresario Luis Adolfo Melo; e “Ícaro”, fruto del tesonero maestro Rafael Pellicer Viana.
En la década de los sesenta, salieron a la luz pública en Valle de la Pascua, los importantes quincenarios “El Guariqueño”, editado y dirigido por el experimentado periodista, don Misael Flores, el cual reapareció en una segunda etapa. “La Hoja”, redactada por Dibén Gómez Laya; “Palestra Popular”, dirigido por don Pedro Díaz y Juan de J. Montenegro, que contaba con la colaboración del recordado periodista chaguaramero, Arturo Celestino Nadales; y “Región”, vocero dirigido por don Lorenzo Rubín Zamora, con el apoyo del profesor José Sánchez Torrealba --jefe de redacción-, César Díaz Zamora, Witremundo Pérez Salomón, y doña Mercedes Méndez Rubín de Zamora –autora de las notas sociales---. El quincenario Región cumplió una misión periodística, social y cultural importante y fecunda, y contó con la colaboración de destacados escritores de su época, entre ellos: monseñor Rafael Chacín Soto, Rafael López Castro, el Pbro. Francisco Hurtado, el poeta Ernesto Luis Rodríguez, el historiador José Antonio De Armas Chitty, Adolfo Salvi, y el Prof. Pedro Díaz Seijas.

También de la década de los sesenta, es el quincenario “Expresión” editado y dirigido por don Misael Flores. En él dieron apoyo como redactores, el periodista Pedro Antonio Gómez y el Prof. José Sánchez Torrealba.

En 1998 circuló el periódico “El Vallepascuense”, dirigido y editado por Enrique Bolívar, y como colaboradores: Prof. José Sánchez Torrealba, Dr. Luis Fernando Melo, Dr. José Antonio Ron Troconis, Dr. Carlos Eduardo Clavo, Liliana Prado de Bolívar, entre otros.

En 1992, el tesonero periodista Misael Flores vuelve con “El Reportero”, que reaparece en 2008 como periódico mensual de historia regional y local, editado por el periodista Misael Flores y Misael Esteban Flores, con el apoyo de Amalia Hitcher, Elpidio Barrades, Felipe Hernández, Jesús “Chucho” López, Jesús “Chucho Villarroel, Manuel Soto Arbeláez, Ligia López, Franklin Santaella Isaac, Lito Silveira, entre otros.

Es importante señalar, que en los interines, cuando en Valle de la Pascua no ha existido un órgano de prensa local, destacados columnistas y articulistas publicaron sus producciones en los periódicos regionales editados en San Juan de los Morros: “El Nacionalista”, “La Prensa del Llano” y “La Antena”.

En la actualidad, Valle de la Pascua cuenta con el diario JORNADA, el cual salió a la luz el 15 de diciembre de 2000, editado por José María Arias, vicepresidente: José Descarrega Nin, y como director Manuel Arias. Desde su fundación, los directores principales de Jornada, han sido: Rosa Ninoska Jansen, Rodolfo Oropeza, Andrés M. Rodríguez, Frank Reyes Solís, Kerys Granados, y en la actualidad, la diligente licenciada Betania Armenante. El staff de comunicadores lo han integrado, Freddy Arveláez (deportes), Joseíto Guerra, Frank Reyes, Franklin Rodríguez, Kerys Granados, Luis Salas, Ángel David Gómez (Taquitos de hoy), Carlos Sotillo, el equipo de Prensa de la Alcaldía de Infante, y otros; además de los colaboradores: Felipe Hernández G., Manuel Soto Arbeláez, Luis Pérez Guevara, Manuel Camero, etc.

El próximo 15 de diciembre Jornada cumple sus primeros catorce años de circulación continua, circunstancia digna de elogio, que induce a pensar muy positivamente del quehacer periodístico en Valle de la Pascua, puesto que desde el diario Jornada se irradian destellos de luz sobre todo el Guárico, y ello, amén de informar la cotidianidad y promover la cultura, significa avance para todos.

*Cronista del Municipio Leonardo Infante 
felipehernandez457@yahoo.com
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Confrontación entre los frailes Rotella y Ubrique en Cabruta, año 1740


Por Felipe Hernández G
En diciembre de 1720, el gobernador de la provincia de Venezuela, Marcos de Castro, organizó una fracasada expedición en busca de El Dorado, en la que viajaban unos misioneros capuchinos; de ellos, los frailes Bartolomé de San Miguel y Salvador de Cádiz, al llegar a Cabruta acordaron, con grupos indígenas guaiqueríes y mapoyas, salir de allí para poblarse en la mesa de Calabozo. En 1722, una real cédula de 8 de junio, aprobó la propuesta de los capuchinos andaluces de fundar varios pueblos y villas a orillas del Orinoco, uno de los cuales estaría en Cabruta, pero fue el jesuita Bernardo Rotella quien estuvo en el sitio entre 1733 y 1734; de esta fecha databan las partidas de bautismo más antiguas que en 1765 vería el obispo Mariano Martí.
En 1738 objetaron la intromisión jesuita en su jurisdicción y para 1740 la fundación de San Ignacio y Nuestra Señora del Socorro de Cabruta por Rotella, los hace acudir a la corte. El proyecto jesuita era crear una misión mixta de indios y españoles, iniciando un foco de atracción poblacional hacia el Orinoco; Cabruta sería el centro de comunicaciones de esa parte del país, entre Guayana y Caracas y entre el Atlántico y el alto Orinoco. Sus primeros habitantes fueron indios guamos huidos de las misiones capuchinas, cabres del Orinoco y algunos españoles, mulatos y mestizos. Era un lugar estratégico, sitio de obligada parada fluvial y terrestre. La situación se hizo más complicada cuando el gobernador de Nueva Andalucía (Cumaná) autorizó a Miguel Ángel de Córdoba, quien acompañaba a Rotella, a fundar una villa de españoles con el nombre de Nuestra Señora de la Concepción y los capuchinos consiguieron que ese proyecto fuera anulado mediante real cédula del 5 de febrero de 1741 y el 14 del mismo mes, el Consejo de Indias dictaminó que la ribera N del Orinoco estaba dentro de la jurisdicción de los capuchinos, declarando al mismo tiempo como infractores a los jesuitas. Sin embargo, esta congregación no abandonó Cabruta, sino que la convirtió en centro de acción misional, indispensable para controlar las incursiones caribes hacia el alto Orinoco y permitiéndoles a los misioneros la penetración de Guayana.
El día 6 de marzo del año 1740, el misionero jesuita Bernardo Rotella se consiguió con una inesperada compañía, luego de terminar de oficiar la misa dominical en el pueblo de misión de Cabruta, asentamiento que había fundado a comienzos de ese año en las riberas del río Orinoco. El religioso relató lo siguiente: “al acabar de decir misa, me vi en gran consternación, fue el caso que al salir la gente […] reparó que este pueblo se hallaba cercado de un crecido número de hombres, todos armados, unos de fusil, otros de flecha” (A.G.I., 56-6-20).
El grupo que invadía así Cabruta venía comandado por un religioso capuchino procedente de Calabozo, fray Vicente de Ubrique. Seguidamente, los misioneros acordaron una reunión. Rotella refirió así su encuentro con el capuchino: “Saludéle con cuantas demostraciones de cariño supo sugerirme la sinceridad de mi afecto, […] respondióme que venía en seguimiento de indios cimarrones y que su ánimo era cogerlos donde quiera que los hallase”. Ante esta pretensión, el jesuita contestó defendiendo su fundación, porque con antelación al hecho se había logrado un “compromiso” entre el obispo de Caracas, José Félix Valverde; el gobernador de Venezuela, Martín de Lardizábal, y los superiores de ambas órdenes religiosas, José Gumilla por los jesuitas y fray Salvador de Cádiz por los capuchinos andaluces. Según este acuerdo, se respetaría el trabajo misional de cada orden y no se solicitarían indios fugados. “A esta réplica no hubo más respuesta que diciendo no sabía de tal compromiso, pero, sin embargo, me entregó mis indios [guamos]”.
Cabruta dependía del obispado de Puerto Rico, a pesar de estar situada en terrenos de la provincia de Caracas. En 1758 José Solano propuso, sin éxito, que dada la importancia estratégica de Cabruta, se creara una gobernación especial para esa región con capital en esa ciudad. El 29 de diciembre de 1765 fue visitada por primera vez por el obispo Mariano Martí. En una relación anónima de San Sebastián, antes de 1767, se dice que tenía 120 familias de indios aproximadamente y 20 o 25 hombres de armas para defenderse de los caribes. En 1767 tuvo lugar la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles y Cabruta fue entregada interinamente por el obispo de Caracas a los capuchinos, quedando al frente de ella fray Damián de Jerez, hasta su muerte en 1772 cuando lo sucedió fray Alfonso de Marchena; en 1774 fue entregado al ordinal. Entre estos años fue sede de la misión capuchina. Para la posteridad, en jurisdicción de la actual parroquia Cabruta existe el sitio llamado Capuchinos.

felipehernandez457@yahoo.com
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Políticas desarrollistas puestas en práctica en Calabozo en la primera mitad del siglo XX

    
Represa de Calabozo, un  símbolo de las políticas desarrollista
de los años 50 del siglo XX
Por  José Aquino


Las  políticas económicas puestas en práctica a través del tiempo, por los  Estados con el fin de lograr el bienestar de las sociedades. En tal sentido, a mediados del siglo XX, se  pone en ejecución la doctrina desarrollista con el fin de superar los males de la dependencia socioeconómicas. Por consiguiente el  modelo mencionado no fue una teoría económica, sino una   estrategia de desarrollo, basándose en las teorías económicas disponibles. Por lo tanto, buscaba formular estrategias que le permitiera a cada país de la  periferia capitalista alcanzar gradualmente el nivel de desarrollo de las naciones centrales (Pereira, 2007).
            
Desde esta orientación, se formularon políticas para mejorar la producción creando un mercado nacional que ha estado deficiente, motivado a una estructura económica agroimportadora que impide el crecimiento del proceso productivo. Por tal motivo, se fomenta con esta estrategia económica el autoabastecimiento nacional y la capacidad  agroexportadora. De esta manera se cumpliría con la búsqueda del bienestar social. Por consiguiente se trata de fortalecer los sectores de la economía con cuantiosas inversiones, tanto  nacionales como foráneas. Para ello era necesario articular a la nación, los empresarios, la burocracia estatal, las clases medias y los trabajadores en el marco de un sistema capitalista sustentado en un modelo socialdemócrata puesto en práctica a partir de 1958.
            
En consecuencia de lo antes expuesto, las estrategias de desarrollo generarían alto impacto en las Regiones intervenidas con el fin de lograr en el papel una sostenida y armónica elevación del nivel  socioeconómico de las comunidades mediante una política de creación de zonas industriales, creación de infraestructuras (carreteras, represas) y  estimulando  la producción en zonas donde reinara la pobreza.  Sin embargo, los planes de desarrollo puestos en práctica no toman en cuenta el impacto ecológico que genera la relación armónica, hombre medio-sociedad-naturaleza, puesto que su orientación gira a la obtención  capital sin preocuparse  por el  impacto que se genera en el tiempo.
            
Por consiguiente, los hombres en todo momento buscan mejorar las condiciones de vida de la sociedad donde interactúan, por tanto van transformando el medio donde viven, utilizando nuevas técnicas para intervenir espacios naturales, con el fin de establecer otros tipos de relaciones productivas, para dar respuestas satisfactorias no solamente a los miembros de las comunidades donde residen, sino también a la región, a la nación y al mundo.
            
Caso particular, en Calabozo, durante la década de los años 50 y los siguientes 30 años del pasado siglo, donde sus pobladores en este tiempo mantenían unas relaciones de producción que giraba mayormente en torno a una ganadería  extensiva, en grandes hatos de la trashumante, lo cual permitía aprovechar los pastos para darle a los vacunos, durante todo el año. Tanto en períodos lluviosos aprovechando las tierras altas y en el período seco los de las tierras bajas. Este tipo  de actividad generaba desde los tiempos coloniales una estructura social que estaba regentada por el dueño de la unidad de producción, llamada hato, mientras que las labores agropecuarias las realizaban los peones que vivían en las adyacencias de dicho lugar, actividad que sigue manteniendo en la actualidad en las zonas aledañas al sistema de riego Río Guárico, puesto en servicio a partir de 1958.
            
Aunado a esto el Estado Venezolano busca estructurar políticas para tratar de beneficiar a los sectores desposeídos de la sociedad, emprendiendo proyectos de desarrollo a gran escala, a partir de la década de los 50. Con el fin de que los sectores dueños del capital se apropien del   plus producto y así generen   ganancias  a los nuevos sectores de la  burguesía que  en concordancia con los sectores poderosos con la industria petrolera  venezolana. Caso específico, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, el continente Europeo marca el rumbo de su reconstrucción, a través de planes económicos de gran envergadura. Los países latinoamericanos no se quedan rezagados, tratan también de recuperar sus economías, debido a que las exportaciones de productos tanto mineros como agrícolas no contaban con un mercado seguro para sus colocaciones, como consecuencia de la devastadora guerra de la década de los 40 en Europa.
          
Para el viejo continente los capitales norteamericanos diseñan el plan “Marshal”. Mientras que para los países subdesarrollados se emplea un modelo económico de tipo capitalista llamado “Desarrollismo” que consistía en mantener a esas  naciones dentro de la relación centro-periférica, en  los cuales los capitales centrales  sólo compraban sus materias primas a precios bajos a estas naciones, mientras que ellos vendían sus productos transformados a precios ventajosos, lo que permitía  obtener plus ganancia.
          
Por tanto, el desarrollismo en esa década de los 50  fue vendido como  modelo  para la solución de los países latinoamericanos  para la corrección de los desequilibrios macroeconómicos y combatir las desigualdades sociales. Esto consistía en otorgamientos de créditos a estos países para elevar su capacidad industrial, con el fin de cumplir las demandas de producción interna y externa. Acompañada también con la creación de infraestructura no solamente  de la industria sino también de los servicios que estas naciones carecían.
          
El boom que ocasionó esta política fue  asumida en países como Argentina, Brasil que copiada por otra naciones del continente como México, Chile, Uruguay y Venezuela que la aplicó durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Bajo el lema del “ideal Nacional” planifica y comienza a construir grandes obras de infraestructura, ya que el país necesitaba crear una red de servicio para poder desarrollar un parque industrial al estilo de Argentina y Brasil, naciones que llevaron la delantera del modelo expuesto.
          
Por consiguiente, el país necesitaba no solamente parques  industriales sino también carreteras y autopistas para llevar la producción a los puertos y aeropuertos. Además de crear centros de producción agrícolas para suplir las necesidades de las personas que trabajaban en las industrias de la región central, como los centros productivos de Turén y Calabozo. La finalidad de estructurar en estas regiones, ejes económicos y servicios que respondieran a las expectativas de un modelo en desarrollo.
           
Es de hacer notar que el proyecto desarrollista estaba circunscrito en dos modelos de Desarrollo, uno con el lema de Doctrina del Bien Nacional y otro Regional, en lo que respecta específicamente al Estado Guárico, se buscaba crear eficientes unidades de producción agropecuarias, con el fin de integrar a las familias campesinas, a través de empresas productivas, mediante la diversidad de la producción agropecuaria. Por tanto el proyecto desarrollista facilitaba la explotación nacional e intensiva de la actividad agropecuaria a gran escala, lo que permitiría fortalecer económicamente y socialmente a un sector de la población del Estado Guárico.
           
Por tal motivo, se aprovechan las aguas del río Guárico, en la construcción de la Represa, se comienza a construir su gran  dique en el año 1953, para culminarla en 1956, la finalidad de regar 110.000 hectáreas y de esta manera establecer un centro de producción agropecuaria a gran escala, con el fin  de darle alimentación necesaria a los centros industriales en formación con  la región centro norte el eje Caracas, Maracay y Valencia.

Del mismo modo el proyecto pretendía el aprovechamiento racional de los recursos  naturales y humanos, con el fin de lograr un equilibrio económico y social en aras del bienestar  nacional, lema político para esa época, al incorporar localidades y regiones del país desfavorecidas en esos tiempos. De esta manera, la orientación desarrollista buscaba subsanar gran parte de la población dispersa de los llanos de las actividades agropecuarias de gran escala, estableciendo la concentración del sector agropecuario y el sector servicio en Calabozo.
            
Por otra parte el proyecto en cuestión, pretendía la explotación pecuaria, preferiblemente la ganadería de carne, aprovechar el riego para el establecimiento de centros de ceba, además de la siembra de arroz y otros rubros.
            Entre sus objetivos:
            Dar la pauta para la explotación de una manera eficiente, basada en el acondicionamiento del medio y la capacidad del hombre, para utilizar la tierra en forma intensiva y racional.
            Crear un centro de producción a gran escala que contara con servicios, con el fin de integrar de manera eficiente el sistema de riego, el parcelamiento y el sector industrial.
            Mejorar las condiciones de vida de las localidades intervenidas.
            En cuanto a la organización y dotación de la parcela  para los campesinos, esta se repartió bajo la figura de las uniones de prestatarios, con lo cual se buscaba establecer la justicia social, para una gran parte del campesinado que pedía tierra. Justamente en los comienzos de la década de los setenta con la promulgación de la Ley de Reforma Agraria (1960), se comienza con una relación hombre-medio, más integrada a la actividad agropecuaria, porque aglutinaba más número de personas que el proyecto original, que pretendía crear también a mediano plazo un gran empresario agropecuario.
            
Es necesario señalar que durante la década de los sesenta se diseña otra política desarrollista en Venezuela, bajo el modelo de sustitución de importaciones adoptada por todas las naciones latinoamericanas a través de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
            
Es necesario señalar que durante las décadas de los sesenta y setenta, se siguen los patrones de los planes de la nación (CORDIPLAN), bajo este modelo de desarrollo se ejecutan planes  socio-económicos que impulsan el interés de agrupar y clasificar los sectores productivos antes descritos, los cuales dieron resultados parciales en cuanto al bienestar social de estos. Mientras se consolidan los sectores medios y grandes  productores agropecuarios a través de la producción del monocultivo del arroz, el sector campesino que se había organizado en  uniones de propietarios paulatinamente estas organizaciones  van perdiendo su aplicabilidad y utilidad, lo que generaría  prácticas  capitalistas como arrendamiento y el traspaso de la unidades de producción.
            
Por otra parte la producción arrocera fue aumentando paulatinamente desde 1958-1970, no solamente en el incremento de las áreas   de siembra, sino también por el manejo integral (Estadísticas del MPPA y T. 2012), en consecuencia de los antes expuesto en lo que respecta a la parte ambiental para comienzo de la década de los años 70 proliferara  cíclicamente  la superpoblación de la rata arrocera o  ocasionando por una parte la disminución de la producción y la otra la contaminación ambiental por la utilización de insecticidas  fosforados, generando no solamente  intensiones   sino otras enfermedades  en las zonas aledañas a los  cultivos (Arias y otros,1996).Generando el rompimiento de la relación armónica sociedad-naturaleza como consecuencia desmedida de los dueños del capital de obtener solamente el lucro y satisfacer solamente  la producción  a gran escala y no darle el interés social y humano de los pobladores.
            
Este modelo desarrollista no eliminó la dependencia sino que la profundizó, por cuanto las empresas trasnacionales (agropecuarias y comerciales) en caso particular de esta Región  concentraron beneficios a los dueños del capital   al igual que los nacionales, mientras que en los demás sectores sociales no generó el desarrollo horizontal sino de manera desigual, para que solamente las  capas medias tuvieran ciertos beneficios y progresos a costa del llamado desarrollo en sus diferentes políticas puestas en práctica.





BIBLIOGRAFÍA

Álvarez, J.R. (1993). Diagnóstico General Actualizando. Sistema de Riego Río Guárico. Unidad de Desarrollo Agropecuario.

Arias, Luis y Otros. (1996). Sistema  de Riego Río Guárico. Diagnóstico Socioeconómico  ambiental y Alternativas . U.C.V. Caracas.

CEPAL (1950) Informe Económico de América Latina. Santiago de Chile.

Furtado, Celso (1964). Desarrollo y Subdesarrollo. México D.F. Fondo de Cultura Económica.

Pereira, Rafael (2007). Desarrollismo y los Estados. Santiago de Chile.


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Doña Elisa, la hija adoptiva de Ortiz

Por José Obswaldo Pérez

Doña  Elisa Aponte de Strubiger,
una trabajadora social 
que lucha por Ortiz (Foto JOP)


“Soy una anciana de 87 años, hipertensa, diabética, con osteoporosis y para usted de decir”, cuenta doña Elisa Aponte de Strubinger. Pero no se siente cansada. Sube y  baja la camioneta de su hijo, sin  mucha ayuda,  si acaso su bastón de apoyo.

“La voluntad me ayuda a seguir hasta que Dios me reciba”, dice esta mujer fogueada en la lucha social.  Pero, polifacética en su acción de vida.  Pintora, poeta y conservacionista, entre sus quehaceres más reconocidos. Su microhistoria de su existencia está llena de una narrativa humana  que la califican como “Toda una dama de singular prestigio y elegancia”, definida así por don Fernando Rodríguez, en una semblanza dedicada a ella, en sus 85 años.

Nació en Los Teques,  estado Miranda,  el 02 de Febrero de 1926. Casó con Carlos Strubinger,  hoy viuda, con seis hijos y 14 nietos, todos profesionales. Además, cuenta con siete bisnietos, para felicidad de la vida. Fue catequista en su ciudad natal,  con los salesianos.  Y fundó el colegio “Nuestra Señora del Carmen”. En El Vigía, barrio mirandino,  comenzó su trabajo social, como un ejercicio apostólico de llevar el bien a los demás.

Más tarde, se trasladó a Ortiz, el 8 de agosto de 1973. “Compramos, entre tres hermanos, una finca; mis hijos compraron casa en Ortiz, residiendo  en una de ellas”, nos dice.  Así es, la casa habitación de doña Elisa es hoy, un taller de orfebre y sueños. También, es un museo donde se expone su obra, donde se relata en cada objeto una historia que comulga por los espacios de la Quinta Los Teques.

 En Ortiz, fundó la Asociación Civil “Casa de los Niños La Corocora ”, antes de esta sociedad hizo trabajos sociales con niños de bajo recursos económicos con la ayuda de la comunidad orticeña, familiares y personas de los Teques. Aquí, también,  fue facilitadora de Multihogares.

  “Sigo con mi obra social con ancianos, niños, jóvenes y todos aquellos a quien podamos ayudar”, afirma, con ese deseo de proseguir ayudando a sus congéneres.

Doña  Elisa Aponte de Strubiger se autodefine como una hija adoptiva del pueblo de Ortiz, a quien ama y se inspira cada mañana y cada atardecer de su vida. “Quiero seguir enseñando El hombre, Cristo y la Iglesia y otros textos religiosos. Seguí dando la catequesis”, concluye.
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Para un proyecto de nación


TOMÁS STRAKA
Con motivo de su 73 aniversario, Acción Democrática organizó un conjunto de actividades entre las que estuvo un foro para evaluar su situación actual, hacer un resumen de lo que ha sido su papel en la historia y, sobre todo, atisbar qué le puede aguardar en el porvenir. Las conferencias centrales estuvieron a cargo de Germán Carrera Damas y Américo Martín, a los que seguimos como comentaristas Ricardo Villasmil y quien suscribe. Después intervino una representación de la juventud del partido. Es decir, dos historiadores, un “histórico” (Martín, líder de la resistencia contra la dictadura así como de la división del partido en 1960), un economista, que también tiene estudios en Historia, y un grupo dirigentes juveniles. El peso parece haber estado en la historia, bien por quienes la tenemos como objeto de estudio, o bien por quienes la han protagonizado, lo cual puede dar pie a varias interpretaciones. Algunos dirán que es la evidencia de que a AD ya es fundamentalmente cosa del pasado, que tiene más que decir sobre su historia que sobre sus planes para el futuro; pero otros, sobre todo de cara a la cantidad de jóvenes presentes en el evento y de su notable éxito en el movimiento estudiantil (¡el partido ha ganado nada menos que la presidencia de la Federación de Centros Universitarios de la UCV, algo asombroso para quienes fuimos estudiantes en los años noventa!), verán en la revisión de la historia una base sobre la cual construir nuevos proyectos de sociedad, un trampolín para saltar hacia nuevas metas. Es sobre esta imagen de la historia como base y como trampolín sobre la que queremos detenernos.
Queda en manos de la dirigencia adeca ver qué decisiones toma con base en lo discutido en el foro. Si algo dejó en claro es que se trata de un partido que en un momento determinado supo sintetizar las aspiraciones mayoritarias de los venezolanos, convertirlas en un proyecto político, tomar el poder teniéndolas como bandera y ejecutarlas en gran medida; de uno al que se le pueden atribuir realizaciones muy importantes en el fraguado de la moderna nación venezolana y de su Estado. De uno que contó entre sus filas a los intérpretes más entrañables de la venezolanidad, como Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco o Simón Díaz. Del partido de Rómulo Betancourt, figura central de nuestra historia, bien se le ame o se le deteste. Pero también quedó en claro que los actuales no son los tiempos gloriosos, que a partir de 1980, o incluso un poco antes, se cometieron faltas importantes, que no debe eludir su cuota de responsabilidad en la quiebra del sistema político anterior, que llegó a estar al borde de su desaparición hace un quinquenio. Desde entonces ha logrado avances vertiginosos, de casi haber muerto tiene otra vez una veintena de parlamentarios y otra de alcaldes, numerosos concejales, sindicatos, gremios y organizaciones estudiantiles (sobre todo esto: por alguna razón, AD ha logrado conectar con una gran cantidad de muchachos). En esta hora de aparente resurrección, ¿para qué puede servir la historia? ¿Será un fardo que impida avanzar, o una base sobre la cual seguir edificando, o un trampolín para saltar al futuro?
Son reflexiones de especial importancia en este momento en el que muchos señalan una ausencia de proyectos viables de país, o al menos una en la oposición venezolana, como parece demostrarlo la crisis de la Mesa de la Unidad Democrática. ¿Qué hizo posible el proceso vivido por AD entre 1941, o incluso entre 1938 y, por poner una fecha, 1988? ¿Qué pasó a partir de entonces para que los consensos empezaran a ser tan difíciles de construir, para que un partido logre amalgamar y representar lo sentido y reclamado por la mayoría de los venezolanos? ¿Qué podemos hacer ahora para lograrlo? Ni la duración del foro ni el espacio de este artículo pueden dar una respuesta definitiva, pero tanto la historia de AD como algunas de las variables de nuestra dramática y agitada hora actual, pueden ofrecernos algunas pistas para emprender planes de acción. Veamos:
  1. AD logró resumir los grandes valores y aspiraciones de los venezolanos.  A pesar de que su programa, desde el genésico Plan de Barranquilla (1931), estuvo definido por el pensamiento de sus líderes, en especial de Rómulo Betancourt, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Juan Pablo Pérez Alfonso, Rómulo Gallegos y algunos más, como Mariano Picón-Salas y Eduardo Mayobre, en todos los casos se basaron en una detenida reflexión sobre la historia de Venezuela.  Era lo que correspondía a unos políticos que venían y por mucho tiempo se mantuvieron en el marxismo, pero siempre tomando como eje las especificidades de nuestra realidad de los años treinta y cuarenta. Tanto fue así que esa realidad la pusieron por encima de la ortodoxia revolucionaria que presuponía el marxismo de entonces, para así romper con el modelo soviético y buscar una ruta propia, venezolana.  Eso fue haciendo un diálogo (una dialéctica acaso le hubiera gustado decir a un Betancourt de 1938), entre sus ideas propias y lo que la sociedad venía aspirando desde hacía un siglo: la democracia como palanca para la igualdad, la construcción del Estado nación sobre los regionalismos, el respeto de la independencia ante los poderes externos (en aquel momento encarnados en las compañías petroleras), la sustitución del caudillismo por un régimen de legalidad. El programa de la “revolución democrática”, como siempre la llamó Betancourt, era sobre todo producto de una tradición venezolana, actualizada en sus métodos con los últimos avances del siglo XX. En el foro Carrera Damas dijo que hay que “comprender para explicar”: pues bien, los adecos de la primera hora comprendieron a su sociedad, con base en ello la explicaron, y del diagnóstico hicieron un proyecto. Obviamente, AD no fue el único partido en plantear tales cosas, ni el único que hizo grandes esfuerzos en alcanzarlas, pero sí el que supo traducirlas en una propuesta conectada con las mayorías. Si la historia es capaz de dar lecciones, esta puede ser la más importante para AD y para cualquier otro partido venezolano actual: la necesidad de comprender su sociedad.
  2. El proyecto de país chavista no ha generado un consenso mayoritario. A diferencia del proyecto enarbolado por AD y los principales partidos que terminaron por imponerse durante el sistema de Puntofijo (1958-1999), el proyecto de país impulsado por Hugo Chávez, cuya síntesis definitiva está en el Plan de la Patria 2013-2019, no ha alcanzado, al menos hasta el momento, un consenso similar. Esto puede medirse, a falta de mejor variable, por los resultados electorales: durante los cuarenta años del sistema democrático anterior, quienes votaban por los partidos del sistema sumaban más de 90%. Eso en alguna medida explica el fracaso de la guerrilla. Pues bien, ni en su mejor momento el chavismo ha logrado representar a más de la mitad de los venezolanos si consideramos una abstención que en promedio ha rondado 30% y que, dentro de los restantes que sí votaron, el chavismo ha sido en su mejor momento 60% (pero que en las últimas elecciones ha llegado, con dificultad, a 51%). Por eso, del mismo modo que el altísimo apoyo a la democracia hace comprensible sus grandes victorias políticas de los años sesenta, el apoyo más bien limitado del chavismo explica su dificultad para dominar a toda la sociedad, así como los continuos sobresaltos a que se ha enfrentado en estos tres lustros. No es que otros factores, como sus falencias administrativas o sus escándalos de corrupción no hayan actuado en su contra, pero de base hay que considerar este aspecto cuando vemos que después del desmoronamiento de los partidos en la década de los años noventa, de las abrumadoras victorias políticas del chavismo entre 2002 y 2007, y de la gigantesca bonanza petrolera, se haya muerto Chávez lejos de consolidar su sistema: de base, por lo que vemos, hay demasiados venezolanos que no lo comparten. Incluso muchos chavistas tienen reservas en aspectos esenciales del mismo, como el socialismo.
  3. ¿Cómo llegamos a esto? Si el chavismo, entonces, no es una mayoría tan absoluta como puede pensarse, ¿por qué ha tenido tanto éxito? En buena medida porque no se ha enfrentado a contrapesos importantes, y no solo en los liderazgos. Lo que Hugo Chávez representó como mago de las emociones no se puede negar, pero junto a ello se apuntala la carencia de un proyecto como el que AD encarnó en 1940, diseñado con base en la historia y las aspiraciones mayoritarias. Más allá de sus limitaciones, el chavismo, tanto como un movimiento social amplio, como en cuanto partido político, fue lo que más se acercó a eso. De hecho, es imposible negar que retomó muchas banderas que los partidos del sistema anterior habían dejado olvidadas desde la década de los noventa, como el caso del sueño de igualdad, paralelamente golpeado por el colapso del sistema económico (colapso larguísimo, casi de dimensión geológica, en el que aún estamos). Una vez alcanzadas las grandes metas que se habían trazado en los años cuarenta (y eso ocurrió hacia 1980) hubo una crisis de ideas y una rutinización que no preparó a la dirigencia para la crisis económica que en breve estallaría ni para renovarse al ritmo en que cambiaba la sociedad. Veinte años después, ya la distancia con la base de la población era insalvable y, en medio de ese vacío de liderazgo, Chávez pudo morder una parte, no una abrumadora mayoría, pero sí lo suficientemente grande como para imponerse sobre las demás. La debilidad de las instituciones y de las empresas, junto con el control de Pdvsa y del Ejército después de 2002, pudo darle el poder absoluto. Pero ni su proyecto ha logrado convencer a todos los venezolanos (hoy decepciona cada día a más), ni la oposición logra terminar de perfilar el alternativo. 
  4. Vale la pena repasar la historia. Aunque no puede aportar las soluciones que deben tomar los líderes y asesores, ¿no ofrece el panorama acá presentado algunas pistas sobre lo que ha sido un proyecto de sociedad exitoso, siquiera en el sentido de integrar a las mayorías? Leer la historia, oír a la gente, construir con ella y sus aspiraciones un programa, atender a sus tradiciones pero conectarlas con los avances de la hora actual: eso es lo que en buena medida le dio tan buenos resultados a AD, o al menos lo que el repaso de su historia insinúa. Y parecer ser, al mismo tiempo, lo que los líderes que deben abrir un camino para Venezuela en medio de la maraña de problemas que nos envuelve, que casi nos estrangula en este durísimo 2014, deben considerar si quieren construir una alternativa viable de sociedad.
@thstraka
Publicado en la  página web del  El Nacional, el 11 DE SEPTIEMBRE 2014 - 12:01 AM
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No hay héroes cubanos negros

Por Martín Yeza

“Lo peor que te puede suceder en Cuba es ser mujer y negra” me dice Leonardo Calvo Cárdenas, líder del Arco Progresista cubano. Me contesta eso luego de que le pregunto por qué no hay héroes negros en la construcción icónica que se desarrolla a lo largo y ancho de Cuba, en donde abundan imágenes del Che, Camilo Cienfuegos y Fidel, pero ni una sola imagen que recuerde a algún héroe negro. Esto no significa que no hayan existido, significa que están negados por la construcción política y propagandística de los Castro, quienes dirigen un gobierno de piel blanca. Y sí, en Cuba hay discriminación racial, no es lo mismo nacer blanco que negro. No es lo mismo nacer mujer que hombre, ni qué hablar de alguno que no quisiera ser heterosexual.

La semana pasada me reuní con Leonardo Calvo Cárdenas, y con Fernando Palacio, líder del Partido Liberal cubano, con quienes intercambiamos opiniones y percepciones sobre Cuba. Explican cuán difícil es hacer equilibrio entre una sociedad que no sabe lo que es la democracia ni la libertad y el deber que tienen en explicarlo, con los escasos medios existentes, sin tener una postura iluminista con el pueblo. Los cubanos sienten que hay algo que está mal, muy mal. Quienes tuvimos la suerte de viajar a Cuba en general volvemos con percepciones diferentes y con un anecdotario cliché como que “el taxista era ingeniero”, o “el mozo es médico” “te intentan vender hasta la esposa”-literal- y que cualquier cubano es capaz de conseguir cualquier cosa del mercado negro: “¿Quieres habanos? Yo consigo, ¿Quieres comer? Yo te llevo ¿Quieres mujeres? Yo te presento”. Nadie se te acerca a hablar porque sean cálidos o porque “los latinos somos así”, se acercan a hablar porque quieren ver cómo hacer que la plata que tenés en tu bolsillo llegue al suyo. Esto sucede en la peatonal de la Habana y en el punto más recóndito del interior cubano. Y este anecdotario cliché en realidad muestra de una manera muy generalizada una sociedad en la que no existe la confianza y por ende no existe el asociativismo ni la solidaridad social tal como la conocemos en otros países.

Frente a este escenario, de deconstrucción sistemática de valores sociales, lo que más preocupa a Leonardo y Fernando es la posibilidad de que en el futuro se instale el narcotráfico, que en algunos pueblos del interior comienza a surgir y el peligro que eso tiene para el futuro de Cuba.

Es inevitable pensar en nosotros y nuestra relación con la idea de democracia, en cómo quienes más enfáticamente condenan la dictadura militar argentina muchas veces son condescendientes con la idea de que no es tan grave que en Cuba no haya democracia porque “tienen asegurados la salud y la educación”. Habla mucho también de quienes políticamente creen que se sienten identificados por los valores de una revolución que sucedió hace 55 años, como si cada día de esos 55 años fueran como aquel Enero de 1959. Una revolución que luego de la caída de la Unión soviética no deja de desplomarse en todos sus sentidos, sentidos que eran sostenidos en base a inyecciones de dinero y no de luchas épicas para hacer películas con galanes de Hollywood.

Conversando con Leonardo y Fernando, también es inevitable preguntar qué puede hacer uno desde su lugar y piden que contemos lo que nos ha tocado ver, sin alterar ni una sola imagen, que contemos lo que vimos y vivimos fuera del mundo de los hoteles all inclusive cubanos, las playas paradisíacas, el clima templado y la buena música, porque ninguna de estas es mérito de los Castro.

Decirles opositores sería injusto, el opositor se opone. No hay una gota de resentimiento en sus palabras, trabajan para ser mejores ellos. No quieren venganza, quieren democracia.

MARTÍN YEZA

Es coordinador de la Dirección de Políticas de Juventud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y y coeditor de la web politicadiagonal.com.
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Juan Hurtado Manrique y la Iglesia de Ortiz

Algunos aspectos históricos sobre su recuperación se inician en el mes de enero de 1886, cuando se conforma una Junta de Fomento, bajo la presidencia del presbítero doctor Juan B. Franceschini, quien dedicará sus esfuerzos para rescatar aquel espacio religioso

Juan Hurtado Manrique,
Proyectista de la Iglesia de Ortiz
(Foto Reproducción JOP)


Por José Obswaldo Pérez


Sobre la reconstrucción del templo de Santa Rosa de Lima del pueblo de Ortiz hay una riqueza histórica aún poco estudiada y sistematizada. Algunos aspectos históricos sobre su recuperación se inician en el mes de enero de 1886, cuando se conforma una Junta de Fomento, bajo la presidencia del presbítero doctor Juan B. Franceschini, quien dedicará sus esfuerzos para rescatar aquel espacio religioso, el cual se hallaba en “desmejoradas” condiciones por la “presión del tiempo”.

Entre los primeros objetivos de dicha Junta estaba la de encargarse de recolectar fondos entre los vecinos para tan loable obra. Así fue como se inició aquel comité que, para la fecha, ya había reunido unos 500 pesos, los cuales habrían de ayudar, en gran parte, en la reparación del templo.

A la par de esta iniciativa de los orticeños, el general Joaquín Crespo Torres – siendo presidente de la República – se comprometió durante una visita al pueblo de Ortiz, el 13 de mayo de 1886 que “emprendería toda su ascendente en la administración actual de país, para que el Tesoro Nacional erogase inmediatamente la cantidad de mil pesos, como contingente (...) a la reedificación del templo de esta ciudad”.

Para esta labor, el gobierno de Crespo encomendó la ejecución de la obra al notable arquitecto caraqueño Juan Hurtado Manrique, quien inicio los trabajos en julio de 1886 y para finales de ese año estaba terminado el frente y casi todas las paredes laterales de las naves derecha e izquierda.

El 8 de diciembre de 1896, el presbítero Franceschini señala – en una carta dirigida al ministerio de Obras Públicas (MOP) -, los adelantos de la reedificación, mencionando que faltaba el techado del templo; pero, los trabajos se habían interrumpidos, desde 1895.

“En esta obra se ha invertido (aproximadamente, hasta el último del mes próximo pasado) veinticinco mil pesos o sean cien mil bolívares”, apunta el emprendedor sacerdote, en su correspondencia.

Y continúa el párroco destacando que “para poner este edificio a punto de techarlo, falta pues, concluir el presbiterio y cuatro columna con cinco arcos por cada lado de la nave del centro”, acota.

A estos trabajos se incorporó el arquitecto Alejandro Chataing, asistente de Hurtado Manrique. En 1895, ambos proyectaron las modificaciones de la iglesia de Ortiz, la cual sólo se construye parcialmente. De modo que quedó inconclusa hasta finales de siglo XX. Sin embargo, se terminó el ancho frente, con dos cuerpos cilíndricos en sus extremos, destinados para la sacristía y el baptisterio y terminados con cúpulas. Los muros laterales que quedaron sin frisos evidencian las técnicas constructivas coloniales de mampostería y tapias con rafas, utilizadas por el arquitecto, mientras que las columnas fueron levantadas con ladrillos cuidadosamente conformados para reproducir la forma redonda.

La iglesia fue diseñada en una escala ambiciosa. Pero la crisis económica y política afectó la continuación de estos trabajos. También, tristemente, Ortiz fue afectado por la catástrofe del paludismo descrita en la novela de Miguel Otero Silva. La localidad para 1888 había perdido sus funciones administrativas estadales, con ellas le habían decretado la muerte.
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El Partido Nacionalista en Guárico (1936-1941)

FELIPE HERNÁNDEZ G.


Roberto Vargas, una de las figuras políticas
del Partido Nacionalista del Guárico

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Los primeros 35 años de la dinastía andina se iniciaron con la invasión de los sesenta que devino en la llamada Revolución Liberal restauradora, comandada por el general Cipriano Castro, quien derrocó al general Ignacio Andrade el 19 de octubre de 1898, meses después del asesinato del general Joaquín Crespo en la Mata Carmelera, el 16 de abril de 1898, este suceso dejó a Venezuela sin partidos políticos por más de 35 años. Muerto Gómez, el país vive un estallido político a partir de 1936.

El primer partido en organizarse fue Unión Nacional Republicana (UNR), fundado el 31 de enero. Entre sus fundadores estaban Martín Pérez Guevara, Casto Fulgencio López, Leopoldo García Maldonado, Enrique Tejera Paris. UNR fue el primero, y duró muy poco. De sus principales figuras, unos se fueron para el gabinete del presidente López Contreras, mientras otros buscaron tiendas políticas de mayor definición y vuelo.

El doctor Roberto Vargas y Oscar Larrazábal habían sido de los fundadores del Partido de José Manuel “El Mocho” Hernández, surgido de una escisión conservadora del Partido Liberal Nacionalista en tiempos del general Joaquín Crespo Torres. Entre 1936 y 1937 varios personajes se dedicarían a estructurar los que se llamaría el PARNAC, que era el resucitar del Partido Nacionalista al cual en el Guárico, perteneció el Dr. Roberto Vargas.

En su libro El Tuerto Vargas, doctor y general (1990), don Oldman Botello cita la obra: Venezuela Moderna (p. 37), donde se señala: “…El presidente Eleazar López Contreras estimuló la creación de organizaciones partidistas en el seno del gobierno y trató de que los amigos de su gobierno y la gente atemorizada por la presencia de las nuevas corrientes ideológicas y políticas se organizara para la batalla. En este camino permitió que el Ministro de Obras Públicas, ingeniero Tomás Pacanins protegiera la creación o mejor, la resurrección del Partido Nacionalista bajo las siglas de Parnac, queriendo estimular en los escasos sobrevivientes y en los nietos de los jefes del mochismo, o nacionalismo, el entusiasmo que fue candela guerrillera y fe electoral a comienzos del siglo XX”.
El Dr. Roberto Vargas fue de los abanderados en la constitución del PARNAC, en el cual militaban jóvenes representantes de las clases pudientes guariqueñas y algunos cuantos mayores. Pero esta organización tuvo vida efímera.
El Dr. Vargas, simultáneamente con su participación como senador, en 1936 es electo para encabezar el gremio de los ganaderos con el nombre de Asociación Nacional de Ganaderos de Venezuela, que es el embrión de lo que en 1938 el Dr. Julio de Armas Mirabal, junto con los hermanos Eladio y Arturo Díaz Vargas, de Valle de la Pascua; el Dr. Antonio Aranguren y Miguel Pulido, de Camaguán, constituyeron plenamente con carácter nacional. Fue un gremio también de poca duración aquel que encabezó Vargas, pero le correspondería presidir en 1946-47 la Asociación Nacional ya citada, teniendo como Secretario al fundador y primer Presidente, Dr. Julio de Armas.
El 16 de julio de 1936, junto con otras agrupaciones entre ellas los banqueros, caficultores, cañicultores, cacaoteros y empresarios, dirigen una exposición al Presidente López Contreras apoyando el “Programa de Febrero” por satisfacer las necesidades nacionales; consideran necesaria la promulgación de una ley que garantizase el orden público y condenaba la doctrina comunista, como era de esperarse en un grupo oligárquico como el que dirigía la exposición al Presidente López Contreras. (El Universal, Caracas, 20 de junio de 1936, p. 1. Citado por OB).

Estos tiempos fueron convulsionados para el país, especialmente en Caracas, donde el gobierno trataba de frenar los ímpetus de las generaciones emergentes en la política. Contaba el gobierno con el apoyo de la alta burguesía. Desde las tribunas de la oposición se denunciaban los desmanes en los métodos lopecistas de conducir el país.

El viernes 25 de septiembre de 1936 se constituye la directiva nacional del PARNAC, integrada por los principales Pedro José Rojas, Jorge Herrera Uslar, Oscar Larrazábal (que fue secretario del Mocho Hernández), Antonio Parra Pérez, Pedro María Delgado, Jorge Arévalo González y Carlos Navas Spínola; suplentes: Feliciano Pacanins, Antonio Lima, Roberto Vargas, Germán Balda Cantisani, Bernardo Borges Ustáriz, Elías Pérez Sosa y J.M. Pérez Machado; el tesorero fue J.A. Rangel Báez.

“Puros viejos godos. De la oligarquía caraqueña y provincial”, dice don Oldman Botello. El Partido Nacionalista o Parnac, junto con otros partidos fue estimulado por López Contreras como contrapeso a los partidos de izquierda, e inclusive le permitió a su ministro Tomás Pacanins que reviviera el Partido Nacionalista. Pudiéndose afirmar, que en el período 1936-1941, se plantea en la sociedad venezolana una crisis política en la que se dirime o pone en juego la cuestión del poder. En el curso de esa crisis y de la lucha que de ella se deriva, el Parnac se identifica con la clase social dominante, la cual intenta imponer desde el estado una concepción y una práctica autoritaria, oligárquica y restringida de la democracia.

En su declaración de principios el PARNAC se definía como “…una asociación cívica nacional de orden político, cuya finalidad es la de establecer en Venezuela la verdadera república democrática, organizando de acuerdo con las bases de su programa político, social y económico, los distintos ramos en que se divide la administración republicana”. Se fijó como objetivo realizar en Venezuela una renovación política y social; bajo el lema “La Patria por razón o por fuerza” y como bandera el color azul del pabellón nacional.

Pero su concepción política y su identificación con la elite gobernante, le depararon al Partido Nacionalista una vida efímera; no pudo resistir el peso y la dinámica de la historia, era una Venezuela distinta.

Para ese mismo tiempo ocurre también la disolución de otros partidos políticos como ORVE (Movimiento de Organización Venezolana), PRP Partido Revolucionario Progresista), FEV (Federación de Estudiantes de Venezuela), OP (Organización Popular) “…expulsados del país sus máximos dirigentes y confinados otros (…) tanto el Partido Nacionalista (PARNAC) como el Partido Agrario Nacional (PAN), perdieron su favor (el de López Contreras) y se extinguieron sin pena ni gloria…” (Venezuela Moderna. p. 37). El presidente López Contreras en su Mensaje ante el Congreso justificó las medidas por necesarias.

En el Guárico, del PARNAC en Ortiz fueron militantes: el Dr. Roberto Vargas, Horacio Trujillo, Nicanor Rodríguez… En Valle de la Pascua, las familias Zamora Pérez, Hernández Núñez, Hernández Zamora y los hermanos Eladio y Arturo Díaz Vargas. En Camaguán: Dr. Julio de Armas Mirabal, Dr. Antonio Aranguren y Miguel Pulido.

De sus últimas actividades, en junio de 1938 en Valle de la Pascua circuló una convocatoria del Partido Nacionalista, que supongo también circuló en los principales pueblos del Guárico, decía así:
PARTIDO NACIONALISTA
Por la razón y por la fuerza
CONVOCATORIA
El Directorio del Partido Nacionalista del Distrito Infante, en sesión extraordinaria del día 29 del próximo pasado, ha acordado convocar a sus miembros a un asamblea general, con el fin de constituir el nuevo Directorio político del año 1938 a 1939, y tratar asuntos de suma importancia para la colectividad. Se invita a todas las personas simpatizantes del Par-Nac., a la asistencia de este acto, que tendrá lugar el día 5 del corriente mes a las 2 p.m., en el salón de la Sociedad Socorro Mutuo.
Valle de la Pascua: 3 de junio de 1938.
El Directorio.
Pero ya la organización estaba herida de muerte y como tal desapareció… haciendo una efímera reaparición en 1941 para apoyar al presiente Medina Angarita.


REFERENCIAS
BATTAGLINI, Oscar. (2001): La democracia en Venezuela: Una historia de potencialidades no realizadas. Caracas: Ediciones FACES/UCV.
BOTELLO, Oldman. (1990): El Tuerto Vargas, doctor y general. Caracas: Fondo Editorial Ipasme. pp. 290-292.
CONSALVI, Simón Alberto. (2011): La historia y sus historias. El Post-Gomecismo 1936: Los Partidos Políticos (IV). Caracas: El Nacional, 14 Febrero de 2011.
El Universal, Caracas, 20 de junio de 1936, p. 1, citado por OB).
Fundación Universidad Metropolitana. (1988): Apreciación del proceso histórico venezolano. Caracas: Fondo Editorial Interfundaciones
HERNÁNDEZ G. Felipe. (2006): Historia de Valle de la Pascua. En los Llanos del Guárico. Caracas: Tipografía de Miguel Ángel García e hijo. p. 225.
MAGALLANES, Manuel Vicente. (1983): Los Partidos Políticos en la evolución histórica venezolana. Caracas: Ediciones Centauro/83. 5a edición. pp. 301-302.
Mensajes Presidenciales, tomo IV, p. 312.

Cronista Oficial del Municipio Leonardo Infante

felipehernandez457@yahoo.com

Enseñanza, elites y sujetos

José Obswaldo Pérez

Durante  el  periodo de  la  conquista y la colonización en Hispanoamérica, la  organización de  la educación resultó un  proceso lento y  tardío, a lo  largo del  hoy territorio venezolano y, en  el particular, en la región  geomental  del  estado Guárico.  Diferencias explicables históricamente en razón a nuestra estructuración  social, económica y  política. Aunque, todavía,  siguen siendo desiertas las búsquedas de registros discursivos que den cuenta de la presencia del maestro o de la escuela primaria en nuestros espacios locales durante el  tiempo histórico colonial. Apenas unas  pocas descripciones referidas en forma parcelada detallan visiones teogónicas y cosmogónicas expresadas por aquellos hombres, primeros habitantes y observadores de estos paisajes  culturales  (Bigott, 1995) y,  especialmente,  por la visión de los llamados Cronistas de India.


De lo que sí se sabe es que los procesos de la educación en el territorio de ultramar se llevaron a cabo a través de la Ley de Evangelización y Colonización de nuestras provincias, promovidos por la corona española y las comunidades religiosas, principalmente, la Compañía de Jesús, que ejerció su influencia en gran parte de  la Provincia de Caracas (Gómez, 2007). Su misión, como perspectiva de orientación política, era evangelizar el alma de las poblaciones indígenas para conquistar sus  territorios, tarea muy beneficiosa, por los intereses lucrativos del  poder de España. Por lo tanto, la escuela de esta época es “más de orden político y moral que de enseñanza de conocimientos o lugar de educación, lo que en términos de la época se expresaba bajo la siguiente máxima: la escuela es el principal ramo de la policía [1].  Más  adelante, el  doctor Alberto Martínez Boom aclara:

“esas máximas morales, esas prácticas de policía, esas formas de vida en civilidad y la enseñanza en oficios son los primeros objetos del saber de la escuela y por tanto, estamos hablando de un saber político más que de un saber pedagógico, propiamente tal, que es el que posibilita la individualización de un saber acerca de la enseñanza” [2].

Como se desprende del párrafo anterior, las pretensiones educativas del Estado Metropolitano español era la construcción de un sujeto para la dominación.  “Los blancos peninsulares y criollos, eran la clase dueña de los medios de producción, con poder para controlar el aparato productivo y el Estado”,  indica la doctora Maigualida  del Valle Pinto Iriarte (2012: 15).

Por otra  parte, la enseñanza de la  religión  respondía  al  paradigma del escolasticismo de Santo Tomás y a la visión Jesuítica de una educación para el desarrollo armónico de todas las facultades humanas, naturales y sobrenaturales (Rey F., 1979 y Maldonado, 1983). Quizás esta ultima de mayor alcance  en  Hispanoamérica,  concebida para preparar a las elites destinadas a ocupar puestos de dirección con arreglo a las necesidades de la colonia; pero,  sobre todo,  para desarrollar el  proceso de transculturación y servir de instrumento de construcción de un nuevo orden social y  político  en aquellos espacios coloniales , como réplica  de  la cultura metropolitana [3].

Mientras  las clases subalternas como los indígenas o los  esclavizados africanos no eran necesarias  educarlas[4]   ya que para trabajar en las minas o en  las  actividades agrícolas, o en otro tipo de  trabajos, sólo se requería la fuerza física u otro tipo de saber orientado, básicamente, a la socialización; aunque estás clases subalternas y excluidas  serán la constructoras de un saber popular mestizo y una  nueva estructura de sociedad[5]  en  el Nuevo Mundo. Muchos de estos sujetos,  especialmente, los esclavizados negros, desafiaran los estereotipos raciales de la época  y,  sin saberlos, subvirtiran las estructuras de la sociedad colonial a través de su trabajo doméstico.

Desde esta  visión egocéntrica del  espíritu de la  conquista, las primeras escuelas primarias en Venezuela estarán vinculadas al proceso de ocupación del territorio y la estructuración de los primeros núcleos urbanos de implantación colonial (Grisanti, 1950). Y con ellas se impondrán como instrumentos de dominación espiritual y cultural que dará origen a la formación y consolidación del  Estado-nación. Una arquitectura legal – de base filosófico-teológica- apoyará a los aparatos de ideologización y dominio colonizador. Un ejemplo de estos preceptos legales será el Real Patronato de Indias que no  sólo normará las regulaciones internas  de las provincias de ultramar  sino la unidad entre las relaciones Estado Español y la institución religiosa. Dicha normativa situaba a la Iglesia católica y sus órganos bajo el control de la Corona  española; pero, en  contra partida, el reino de España se comprometía a cristianizar las tierras conquistadas y favorecer la prosperidad espiritual y material del catolicismo, a la cual se le confiaba la educación, los hospitales y las instituciones caritativas, entre  otros espacios de poderes .

De modo que la Iglesia era, en la práctica, uno  de los principales agentes del poder civil o, dicho de otra manera, su brazo derecho. Bajo su tutelaje –como regla general- se obligaba a los encomenderos a organizar y financiar escuelas de encomienda para los indígenas, las cuales dependían de su administración; allí debían enseñarles español, religión y algunas habilidades manuales. Pero, en la praxis no existía control de esta normativa por parte del Estado y, frecuentemente, no se cumplía.  Como hemos sostenido atrás, la escuela de este período poco se encuentra como espacio público generadora de saberes. Sólo el evangelizador, como los capellanes, tenían la responsabilidad llevar aprendizajes a los niños de los lugares apartados de la provincia,  pero no era “una  práctica pedagógica institucionalizada [6].

La alianza entre el Estado Español, como factor de dominación colonial, y la Iglesia, como elemento ideológico, durará hasta el año de 1767, cuando España decide  expulsar a los jesuitas del  país. Las razones historiográficas se marcan en las diferencias de los nuevos actores de la sociedad republicana que comenzaba emerger en la Nueva España y en  las visiones políticas que tuvieron nuestros forjadores de la nacionalidad[7]. Pero, pese a estos juicios, la  congregación de los Jesuitas fueron  quienes intentaron implementar la educación popular, es decir, la formación policlasista  y de carácter legalista[8] en  la sociedad colonial de finales del siglo XVIII, tal  como  lo expresa Gonzalbo  Aizpuru (1998):

La educación jesuítica, con sus virtudes y sus defectos, había llevado su influencia hasta los últimos rincones y había penetrado en la conciencia de la mayor parte de la población novohispana” [9]

Bonilla Molina (2009) sostiene que el aparecimiento tardío y  laborioso  de la educación en Venezuela, se puede atribuir a tres aspectos fundamentales: a) la carencia de explotaciones mineras, b) la ausencia de grandes concentraciones humanas en el territorio nacional y c) la profunda concepción elitesca  de autoridades delegadas por la Corona española para gobernar en el nuevo territorio.

Sin embargo, Bonilla Molina señala que es, a finales del siglo XVII y a comienzos del siglo XVIII, cuando la sociedad colonial asiste al surgimiento con cierta formalidad y extensión de la educación colonial.  Pero se tratará de una educación “en la que sólo estudiaba en la escuela la descendencia de los mantuanos [10].  El órgano rector de las políticas educativas era el  Cabildo de Caracas, que se encargaba de normar  la  educación y, por su intermedio  establecía  las  cátedras de gramática y habilitaba para el ejercicio de la docencia; pero, aparte de algunos maestros particulares, en la colonia no había mayor escolarización. La escuela primaria era, en verdad, de escaso número y cobertura de estudiantes. A estos accedían sólo los hijos de los blancos, la elite de una sociedad  de privilegiados[11]  y castas  con aspiraciones de poder.  Era una escuela estamental  de grupos cerrados a los que sólo  se accedía  fundamentalmente por nacimiento o  por títulos de nobleza   y  linaje.   De  modo que  las  primeras escuelas  eran discriminantes y excluyentes, con bajo nivel de capacitación y escasa de  recursos.

Sobre el Cabildo de Caracas  y  la Real y Pontificia Universidad de Caracas  recaerá, en ambas, el papel de órganos administrativos y políticos que, al mismo tiempo, funcionarán como elemento integrador “del disperso conglomerado humano de las provincias venezolanas sujetas al imperio español”[12].  A parte de las decisiones  del cabildo, en Guárico, las políticas educativas recayeron fundamentalmente en las órdenes religiosas y en las autoridades del clero secular que, junto el poder Real, dieron carácter institucional a la educación primaria en la región.  En ese periodo de larga duración, Calabozo será más tarde el pueblo iniciador de los estudios de enseñanza primaria en la entidad. Y con ella los de secundaria y, posteriormente,  la universitaria.


Notas bibliográficas


[1] Martínez Boom, Alberto (2010, Segundo semestre).Educación y Bicentenario: la inquietud del presente. Bogotá: Revista Colombiana de Educación, N. º 59,p.38
[2] Ídem. Ob. cit, p 39
[3]CARUSO, MARCELO (2010). La emancipación semántica “Primeras Letras” en Hispanoamérica (ca 1770-1840). Madrid: Rev.Bordón, v. 62, n. 2 ; p. 39-51
[4]Pinto Iriarte, MAIGUALIDA DEL V (2012).Líneas estratégicas para el currículo en el subsistema de Educación básica venezolano. La Habana: Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño.Tesis en opción al Grado Científico de Doctor en Ciencias Pedagógicas, p.
[5]BRACHO, Jorge (2008). Mestizaje ciudadanía y cultura popular: La conciliación contradictoria. Tiempo y Espacio [online]. 2008, vol.18, n.50, pp. 295-320.
[6] MARTINEZ BOOM, ALBERTO (2005). La escuela pública: del socorro de los pobres  a la policía de los niños, p.135
[7] VILLALBA PÉREZ, ENRIQUE (2003).Consecuencias educativas de la expulsión de los jesuitas de América. Madrid: Biblioteca del instituto Antonio de Nebrija de Estudios sobre la Universidad. También ver  SILVA A. Alberto. (2001). Breve Historia de América Latina. Caracas: Universidad Metropolitana. Pág. 58.   
[8]BLANCO G, OSCAR E (2000). Una mirada a la evaluación educativa a través de diversas épocas del acontecer venezolano.  Revista de Teoría y Didáctica de las Ciencias Sociales. Nº 5, p.159
[9] Gonzalbo Aizpuru, Pilar (1998). La educación popular de los jesuitas, México: Universidad Iberoamericana, pp. 230-231.
[10] Rubiano Albornoz,  (2009, Abril - Mayo - Junio).Breve historia de la escuela en Venezuela. EDUCERE. Vol. 1316 - 4910  Año 13, Nº 45; pp. 271 - 279.
[11] BRITO FIGUEROA, FEDERICO  (1978). Historia económica y social de Venezuela. Tomo II. Caracas: Ediciones de la Biblioteca. Universidad Central de Venezuela.
[12] LEAL, Idelfonso (1981).La  educación y la “Real y Pontifica Universidad de Caracas” de 1721. En: Historia de la  Universidad Central de Venezuela. Ediciones  de la  Biblioteca. Caracas: UCV.