Enseñanza, elites y sujetos
Por José Obswaldo Pérez
Durante el
periodo de la conquista y la colonización en Hispanoamérica, la organización de la educación resultó un proceso lento y tardío, a lo
largo del hoy territorio
venezolano y, en el particular, en la
región geomental del
estado Guárico. Diferencias
explicables históricamente en razón a nuestra estructuración social, económica y política. Aunque, todavía, siguen siendo desiertas las búsquedas de
registros discursivos que den cuenta de la presencia del maestro o de la
escuela primaria en nuestros espacios locales durante el tiempo histórico colonial. Apenas unas pocas descripciones referidas en forma parcelada
detallan visiones teogónicas y cosmogónicas expresadas por aquellos hombres,
primeros habitantes y observadores de estos paisajes culturales
(Bigott, 1995) y,
especialmente, por la visión de
los llamados Cronistas de India.
De lo que sí
se sabe es que los procesos de la educación en el territorio de ultramar se
llevaron a cabo a través de la Ley de Evangelización y Colonización de nuestras
provincias, promovidos por la corona española y las comunidades religiosas,
principalmente, la Compañía de Jesús, que ejerció su influencia en gran parte
de la Provincia de Caracas (Gómez,
2007). Su misión, como perspectiva de orientación política, era evangelizar el
alma de las poblaciones indígenas para conquistar sus territorios, tarea muy beneficiosa, por los
intereses lucrativos del poder de
España. Por lo tanto, la escuela de esta época es “más de orden político y moral que de
enseñanza de conocimientos o lugar de educación, lo
que en términos de la época se expresaba bajo la siguiente máxima: la escuela
es el principal ramo de la policía” [1]. Más
adelante, el doctor Alberto
Martínez Boom aclara:
“esas máximas morales, esas
prácticas de policía, esas formas de vida en civilidad y la enseñanza en
oficios son los primeros objetos del saber de la escuela y por tanto, estamos
hablando de un saber político más que de un saber pedagógico, propiamente tal,
que es el que posibilita la individualización de un saber acerca de la
enseñanza” [2].
Como se
desprende del párrafo anterior, las pretensiones educativas
del Estado Metropolitano español era la construcción de un sujeto para la
dominación. “Los blancos peninsulares y criollos, eran
la clase dueña de los medios de producción,
con poder para controlar el aparato productivo y el Estado”, indica la
doctora Maigualida del Valle Pinto
Iriarte (2012: 15).
Por
otra parte, la enseñanza de la religión
respondía al paradigma del escolasticismo de Santo Tomás y
a la visión Jesuítica de una educación para el desarrollo armónico de todas las
facultades humanas, naturales y sobrenaturales (Rey F., 1979 y Maldonado,
1983). Quizás esta ultima de mayor alcance
en Hispanoamérica, concebida para preparar a las elites
destinadas a ocupar puestos de dirección con arreglo a las necesidades de la
colonia; pero, sobre todo, para desarrollar el proceso de transculturación y servir de
instrumento de construcción de un nuevo orden social y político
en aquellos espacios coloniales , como réplica de la
cultura metropolitana [3].
Mientras las clases subalternas como los indígenas o
los esclavizados africanos no eran
necesarias educarlas[4] ya
que para trabajar en las minas o en
las actividades agrícolas, o en
otro tipo de trabajos, sólo se requería
la fuerza física u otro tipo de saber orientado, básicamente, a la
socialización; aunque estás clases
subalternas y excluidas serán la constructoras
de un saber popular mestizo y una nueva estructura de sociedad[5] en el
Nuevo Mundo. Muchos de estos sujetos,
especialmente, los esclavizados negros, desafiaran los estereotipos
raciales de la época y, sin saberlos, subvirtiran las estructuras de
la sociedad colonial a través de su trabajo doméstico.
Desde
esta visión egocéntrica del espíritu de la conquista, las primeras escuelas primarias en
Venezuela estarán vinculadas al proceso de ocupación del territorio y la
estructuración de los primeros núcleos urbanos de implantación colonial
(Grisanti, 1950). Y con ellas se impondrán como instrumentos de dominación
espiritual y cultural que dará origen a la
formación y consolidación del Estado-nación. Una arquitectura legal – de base
filosófico-teológica- apoyará a los aparatos de ideologización y dominio
colonizador. Un ejemplo de estos preceptos legales será el Real Patronato de
Indias que no sólo normará las regulaciones
internas de las provincias de
ultramar sino la unidad entre las
relaciones Estado Español y la institución religiosa. Dicha normativa situaba a
la Iglesia católica y sus órganos bajo el control de la Corona española; pero, en contra partida, el reino de España se comprometía
a cristianizar las tierras conquistadas y favorecer la prosperidad espiritual y
material del catolicismo, a la cual se le confiaba la educación, los hospitales
y las instituciones caritativas, entre
otros espacios de poderes .
De modo que
la Iglesia era, en la práctica, uno de
los principales agentes del poder civil o, dicho de otra manera, su brazo
derecho. Bajo su tutelaje –como regla general- se obligaba a los encomenderos a
organizar y financiar escuelas de encomienda para los indígenas, las cuales
dependían de su administración; allí debían enseñarles español, religión y
algunas habilidades manuales. Pero, en la praxis no existía control de esta
normativa por parte del Estado y, frecuentemente, no se cumplía. Como hemos sostenido atrás, la escuela de
este período poco se encuentra como espacio público generadora de saberes. Sólo
el evangelizador, como los capellanes, tenían la responsabilidad llevar
aprendizajes a los niños de los lugares apartados de la provincia, pero no era “una práctica pedagógica
institucionalizada” [6].
La alianza
entre el Estado Español, como factor de dominación colonial, y la Iglesia, como
elemento ideológico, durará hasta el año de 1767, cuando España decide expulsar a los jesuitas del país. Las razones historiográficas se marcan
en las diferencias de los nuevos actores de la
sociedad republicana que comenzaba emerger en la Nueva España y en las visiones políticas que tuvieron nuestros
forjadores de la nacionalidad[7]. Pero, pese a estos juicios, la congregación de los Jesuitas fueron quienes intentaron implementar la educación
popular, es decir, la formación policlasista
y de carácter legalista[8] en la sociedad colonial de finales del siglo XVIII,
tal como
lo expresa Gonzalbo Aizpuru
(1998):
“La educación jesuítica, con sus virtudes y sus defectos,
había llevado su influencia hasta los últimos rincones y había penetrado en la
conciencia de la mayor parte de la población novohispana” [9]
Bonilla
Molina (2009) sostiene que el aparecimiento tardío y laborioso
de la educación en Venezuela, se puede atribuir a tres aspectos
fundamentales: a) la carencia de explotaciones mineras, b) la ausencia de
grandes concentraciones humanas en el territorio nacional y c) la profunda
concepción elitesca de autoridades
delegadas por la Corona española para gobernar en el nuevo territorio.
Sin embargo,
Bonilla Molina señala que es, a finales del siglo XVII y a comienzos del siglo
XVIII, cuando la sociedad colonial asiste al surgimiento con cierta formalidad
y extensión de la educación colonial.
Pero se tratará de una educación “en
la que sólo estudiaba en la escuela la descendencia de los mantuanos” [10]. El órgano rector de las políticas educativas
era el Cabildo de Caracas, que se
encargaba de normar la educación y, por su intermedio establecía
las cátedras de gramática y
habilitaba para el ejercicio de la docencia; pero, aparte de algunos maestros
particulares, en la colonia no había mayor escolarización. La escuela primaria
era, en verdad, de escaso número y cobertura de estudiantes. A estos accedían
sólo los hijos de los blancos, la elite de una sociedad de privilegiados[11] y castas
con aspiraciones de poder. Era
una escuela estamental de grupos
cerrados a los que sólo se accedía fundamentalmente por nacimiento o por títulos de nobleza y
linaje. De modo que
las primeras escuelas eran discriminantes y excluyentes, con bajo
nivel de capacitación y escasa de
recursos.
Sobre el
Cabildo de Caracas y la Real y Pontificia Universidad de Caracas recaerá, en ambas, el papel de órganos
administrativos y políticos que, al mismo tiempo, funcionarán como elemento
integrador “del disperso conglomerado
humano de las provincias venezolanas sujetas al imperio español”[12]. A parte de las decisiones del cabildo, en Guárico, las políticas
educativas recayeron fundamentalmente en las órdenes religiosas y en las
autoridades del clero secular que, junto el poder Real, dieron carácter
institucional a la educación primaria en la región. En ese periodo de larga duración, Calabozo
será más tarde el pueblo iniciador de los estudios de enseñanza primaria en la
entidad. Y con ella los de secundaria y, posteriormente, la universitaria.
Notas bibliográficas
[1] Martínez
Boom, Alberto (2010, Segundo semestre).Educación y Bicentenario: la inquietud del
presente. Bogotá: Revista Colombiana
de Educación, N. º 59,p.38
[2] Ídem. Ob. cit, p 39
[3]CARUSO, MARCELO (2010). La
emancipación semántica “Primeras Letras” en Hispanoamérica (ca 1770-1840). Madrid: Rev.Bordón, v. 62, n. 2 ; p. 39-51
[4]Pinto Iriarte, MAIGUALIDA DEL V (2012).Líneas estratégicas
para el currículo en el subsistema de Educación básica venezolano. La Habana:
Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño.Tesis en opción al Grado Científico de Doctor en Ciencias Pedagógicas, p.
[5]BRACHO,
Jorge (2008). Mestizaje ciudadanía y
cultura popular: La conciliación contradictoria. Tiempo y Espacio [online]. 2008, vol.18, n.50, pp.
295-320.
[6] MARTINEZ BOOM, ALBERTO (2005). La escuela
pública: del socorro de los pobres a la
policía de los niños, p.135
[7] VILLALBA PÉREZ, ENRIQUE (2003).Consecuencias educativas de la expulsión de
los jesuitas de América. Madrid: Biblioteca
del instituto Antonio de Nebrija de Estudios sobre la Universidad. También
ver SILVA A. Alberto. (2001). Breve
Historia de América Latina. Caracas: Universidad Metropolitana. Pág.
58.
[8]BLANCO G, OSCAR E (2000).
Una mirada a la evaluación educativa a través de diversas épocas del acontecer
venezolano. Revista de Teoría y Didáctica de las Ciencias
Sociales. Nº 5, p.159
[9] Gonzalbo Aizpuru, Pilar (1998). La educación popular de los
jesuitas, México: Universidad Iberoamericana, pp. 230-231.
[10] Rubiano Albornoz, (2009, Abril - Mayo - Junio).Breve historia de la escuela en Venezuela.
EDUCERE. Vol. 1316 - 4910 Año 13, Nº 45; pp. 271 - 279.
[11] BRITO FIGUEROA, FEDERICO (1978). Historia
económica y social de Venezuela. Tomo II. Caracas: Ediciones de la
Biblioteca. Universidad Central de Venezuela.
[12] LEAL, Idelfonso (1981).La educación y la “Real y Pontifica Universidad
de Caracas” de 1721. En: Historia de
la Universidad Central de Venezuela.
Ediciones de la Biblioteca. Caracas: UCV.