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Una cayena roja en la tumba de Lina Ron

Su error fatal fue decir que ella obedecía a dos líderes, Chávez y Diosdado. Lina no tenía por  qué conocer la patología mental de los tiranos

"Todas las cosas son ya dichas; pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre".
André Gide.


Lina Ron, fallecida dirigente popular del chavismo
por Rafael Poledo
Lina era de los Ron del valle del Uñare. Una familia de los llanos orientales que ha dado a la república personalidades de peso, políticamente diversas, pues Ron los hubo y los hay adecos, perezjimenistas, copeyanos, urredistas y chavistas cual Lina. Se distinguieron y distinguen por su energía y su temperamento emotivo, aunque Lina merece atención especial, porque en su caso hubo un factor de resentimiento que no debería mirarse con la superficialidad que nuestra clase media pasa sobre los temas importantes.

Hablo de la clase media porque ella es la base de toda sociedad funcional. Los ricos no. Esos están ocupados rindiendo sus reales y no tienen tiempo para la patria. Los pobres tampoco. Esos no pueden pensar sino en qué van a comer hoy y para conseguirlo son capaces de venderle el alma al Diablo. La clase media, en cambio, es la cantera modesta y fecunda de donde salen los intelectuales, los políticos, los profesionales, los sacerdotes, los artistas, los técnicos, los factores reales de toda sociedad. Una sociedad funcional tiene una ancha clase media. Estábamos ampliando ese segmento cuando el impacto dinerario de los años setenta destruyó la moral pública y personal de los venezolanos y ahí se perdió la república. Chávez, siguiendo el plan de Fidel Castro, ha ido destruyendo esa clase media. Quiere sólo un proletariado envilecido por el hambre, que por un plato de comida le entregue su voluntad y su vida.

Lina Ron venía de esa clase media con formación moral y cívica, que en provincia es donde mejor se da. Su familia era copeyana -como la de Chávez- y ella misma era activista socialcristiana. En la vida de Lina pasó algo que le cambió el rumbo. Su temperamento exaltado y generoso le hizo creer en la utopía revolucionaria promovida por un sociópata capaz de decirle a cada uno la mentira que podía conmoverlo y creer él mismo esa mentira. A esa mentira se inmoló Lina Ron.

El final de su vida fue desgraciado para esa idealista de la violencia. El líder a quien había idealizado, el que la usó para amedrentar a sus adversarios y después lloró lágrimas de cocodrilo sobre su tumba, ordenó apresarla para luego hacerle la merced de la libertad condicional, pero manteniéndola con la cabulla corta. Es el destino de esos combatientes abnegados el que una vez usados se les elimine, en algunos casos físicamente. Lina se había dejado arrastrar por su personaje, el de brazo armado y lengua sucia de su líder. En esa dinámica, se le fue de las manos al comandante. Pero su error fatal fue decir que ella obedecía a dos líderes, Chávez y Diosdado. Lina no tenía por qué conocer la patología mental de los tiranos. No había hecho esos estudios ni tenía esa experiencia. Su ingenua declaración abonó los chismes sobre el peligroso crecimiento de Diosdado que la inteligencia cubana destilaba en las orejas de Chávez. Se ordenó destruirlo. Para eso era necesario amarrar a Lina, la única líder popular venezolana capaz de reunir una poblada no más con sonar el cacho.


Por cierto que a Lina jamás le hablé ni por teléfono. Su columna la trajo Francisco Orta, nuestro chavista, Jefe de Redacción de "El Nuevo País", otro que en estos días se murió de tristeza. Ella me escribió algunas cartas, como aquella donde me pedía permiso para contestar ataques de la columnista Patricia Poleo, quien en la vida privada es una de mis dos hijas. Le dije que en mis periódicos quien sea atacado tiene para su defensa derecho a espacio y ubicación mejores que las del ataque. Por elemental decencia. Si no hay chavistas escribiendo es porque esa gente no abunda en razones que pueda exponer ni se puede exponer a una discusión sobre razones. Lina sí escribió con razones, aunque fueran de esas que la razón no entiende.

La clase media arriba mencionada debería meditar sobre la rebeldía de Lina Ron, arquetipo de un segmento determinante en la sociedad venezolana. Salirse del lugar común y el comentario ligero de quienes sólo quieren pasarlo bien. Hacerlo hasta en el nivel académico, para ayudar a pensar a los estudiantes atosigados de doctrinas darwinistas. Lina Ron fue un fenómeno sociológico alimentado en la torpeza de las clases dirigentes. Un vocero de quienes hablan a gritos porque de otra manera no los oyen. La Acción Democrática de Betancourt les escuchaba y los interpretaba. Después vino la Acción Democrática de las dirigentes femeninas que parecían muestrarios de marcas, de los dirigentes juveniles que viajaban con viático y querida, de los traficantes que arrullaban a los dirigentes con la turbina de sus jets -¿sabía usted que en el partido del pueblo había un jet set? Un partido excluyente y fatuo, esnobista y ridículo -valga la redundancia-, ausente de la realidad social, insensible para oír crecer la hierba, cuyos dirigentes se dejaron arrastrar por sus mujeres codiciosas a su vez manejadas por los traficantes que a los políticos les hicieron la fama de ladrones, se enriquecieron -ellos sí- a su sombra y los abandonaron apenas sintieron el olor de la fritanga.

A Lina Ron la adversé con firmeza, pero nunca la encontré despreciable ni repugnante, como sí me lo fueron las dirigentes femeninas adecas y copeyanas que traficaron a sus partidos, y cuando Chávez soltó el primer eructo se borraron del panorama.

Con todo respeto dejo en la tumba de Lina Ron una cayena roja de las que amorosamente cultivo en mi pequeño jardín de expatriado. ©

Fuente: Revista Zeta (Venezuela) 11 de Marzo de 2011


sábado, marzo 12, 2011

Arisela Medina, mujer e historiadora en Vicerrectorado

María Arisela Medina, nueva Vicerrectora
Académica de la UNERG
Por José Obswaldo Pérez
María Arisela Medina se convirtió en la primera mujer en ocupar el puesto de Vicerrectora Académica de la Universidad Rómulo Gallegos (UNERG). Un hecho, sin duda plausible, que enarbola la luchas de las mujeres por ocupar espacios en el ámbito académico y de gobierno en nuestro propio campus universitario.

Esta calaboceña, docente, mujer sensible, egresada de la Universidad de los Andes (Mérida), como licenciada en Historia cuenta con dos doctorados, uno sobre Ciencias de la Educación, otorgado por la UNERG y otro en Educación, mención Currículo,  conferido por la Universidad de Panamá y un postdoctorado en el Epistemología de la Ciencia, otorgado por la Universidad Pedagógica Libertador, Upel.

Además, es paleógrafa, con cursos de mejoramiento en el Archivo General de la Nación. Fue, hasta hace poco, Directora de Cultura  de la UNERG y está ligada a los estudios de investigación popular de los llanos venezolanos, donde ha desarrollado trabajos en tópicos como la música y el folklor.

En el área  docente, es profesora de metodología histórica y  Fuentes de Estudios para la  Historia en el Programa de Historia, del área de Humanidades, Letras y Artes,  así como se ha desempeñado en las unidades curriculares  de Historia de la Cultura Venezolana en el Programa de Educación Integral del área de Educación de dicha casa de estudio.

Medina tiene el reto de promover, desde el despacho académico, las reformas tendientes a la construcción de una nueva arquitectura curricular enmarcada en los planes de desarrollo del Gobierno nacional- especialmente el Plan Simón Bolívar 2007- 2013; en mejorar la calidad académica docente y estudiantil y colocar a la Universidad Rómulo Gallegos en la palestra publica: como hacedora de realidades y sueños.

Tendrá, además,  un papel protagónico, en estrecha colaboración con el rector Ramón Galindo; primordialmente, en impulsar las políticas internas de la universidad, en los valores de corresponsabilidad, socialismo, inclusión, participación y  liderazgo constructivo, que son componentes fundamentales de la Universidad Rómulo Gallegos, en el marco de una nueva redefinición de la educación universitaria.

Entre otros aspectos, la doctora Arisela Medina  gozará la oportunidad de llevar a cabo la continuidad de una serie de planes y proyectos de la gestión del exrector Luis Enrique Gallardo, enmarcados en fortalecer las labores de  investigación y extensión; por supuesto, con la coordinación, supervisión, control y evaluación de  los profesores, alumnos,  empleados y obreros para  dignificar  la excelencia académica de nuestra Alma Mater .


miércoles, marzo 02, 2011

Libia y Venezuela: petróleo y personalismo

La revolución verde terminó en una guerra civil. Foto EFE
Si uno de esos test de elección múltiple con que los medios de comunicación ponen a prueba la paciencia de sus lectores preguntase qué país petrolero está presidido por un ex militar famoso por su retórica revolucionaria que ha utilizado el dinero proveniente del crudo para construir un régimen personalista, aquellos dispuestos a demostrar sus conocimientos se enfrentarían a un dilema: ­ ¿Libia o... Venezuela? En principio, la tentación de comparar los dos países podría verse como un ejercicio fútil basado en datos superficiales. Pero con Libia saliendo de cuatro décadas de "Revolución Verde" por la vía de la guerra civil, parece legitimo preguntarse si las similitudes van más allá de lo anecdótico y el desenlace de los hasta ahora 12 años de "Socialismo del Siglo XXI" puede ser igualmente caótico.

Las similitudes no se pueden exagerar; pero vale la pena mirar con algún detalle ciertos parecidos. Para empezar, está la cuestión de cómo los regímenes de Trípoli y Caracas ha construido sus respectivas bases de poder. En el caso libio, Khadafi buscó apoyo entre los miembros de su familia para luego comprar el respaldo de las tribus que le son cercanas. Ciertamente, la familia juega un papel clave también para Chávez. Basta con recordar el protagonismo adquirido por los "hermanísimos" del presidente venezolano. Pero además, el régimen bolivariano ha construido su propio de movimiento de apoyo con un grado de adhesión al líder y rechazo a cualquier disidencia que podría merecer el calificativo de "tribu". Para ello, Chávez ha recurrido a identificar las fracturas que dividen a los venezolanos y agrandarlas hasta crear un abismo político entre sus partidarios y una oposición a la que deslegitima calificándola como esbirros al servicio de poderes extranjeros. En otras palabras, Chávez y Khadafi han construido su poder sobre la base de "sectarizar" la política creando diferencias irreconciliables al interior de sus sociedades.

Además, se pueden identificar otras dos similitudes clave. El desmoronamiento del régimen libio demuestra que la riqueza petrolera no es suficiente para mantener en pie un Estado. Una cosa es tener petróleo y otra muy distinta es que éste pueda ser exportado y sus riquezas irrigadas para sostener una economía funcional. Los efectos de años de sanciones por su apoyo al terrorismo debilitaron la infraestructura petrolera libia. Pero es que, además, una combinación de corrupción e incompetencia hizo realidad lo que parecía imposible: pobreza en una población de apenas 6,5 millones de habitantes asentada sobre unas reservas 46.400 millones de barriles de petróleo. Las similitudes con el caso venezolano son claras. Hoy la Venezuela de Chávez sólo mantiene unas exportaciones de 2,25 millones de barriles por día cuyos beneficios de evaporan cada vez más rápido entre las grietas creada por la cleptocracia y el desgobierno.

La otra similitud es igualmente relevante. Libia y Venezuela son dos sistemas personales donde la ley ha sido reemplazada por la voluntad de los respetivos caudillos. En este sentido, Khadafi lo ha tenido mucho más fácil puesto que Libia no ha disfrutado en su historia de un minuto de algo semejante a un Estado de derecho. Por el contrario, Chávez ha tenido que realizar un enorme esfuerzo para someter a una de las democracias más antiguas de América Latina. Un proyecto autocrático que todavía no ha completado con éxito. En cualquier caso, por caminos diferentes, el personalismo y el autoritarismo de ambos regímenes conducen a un punto de llegada similar: no hay transición pacífica posible en sistemas que reemplazan las instituciones por la voluntad de un líder único y el uso sistemático de la corrupción para comprar lealtades. En estos casos, el colapso del régimen equivale al desmoronamiento del Estado.

De momento, los ingredientes para un estallido de violencia están presentes en el país caribeño. Venezuela ha desarrollado un sistema de milicias que sólo responde a la voluntad del Presidente y compite con las Fuerzas Militares. Este deseo de proporcionar entrenamiento militar a los sectores de la población considerados leales al régimen ha hecho más sencillo el acceso a armas para los delincuentes y narcotraficantes que hoy las usan para cometer delitos; pero mañana podrían emplearlas contra el Gobierno. Entretanto, la desinstitucionalización se ha extendido a todos los niveles de la vida nacional. Los presupuestos públicos se manejan como la caja menor de los líderes de la revolución y el grado de fidelidad de los ciudadanos al régimen determina si tienen acceso a los servicios sociales o son excluidos de los mismos.

Ciertamente no se deben extremar los parecidos entre los casos de Libia y Venezuela. El régimen de Khadafi ha sido infinitamente más represivo que el chavista. Además, la larga tradición republicana del país caribeño y la solidez de su sociedad civil han frenado el asalto del régimen bolivariano sobre las libertades civiles y hecho posible la supervivencia de una oposición democrática activa. Sin embargo, no cabe duda que estos reductos de libertad estarán cada vez más amenazados a medida que la radicalización se presente como la única salida disponible para un gobierno cada vez más ineficiente, aislado y débil.

Por otra parte, una serie de factores prometen complicar una posible crisis política del régimen chavista. El narcotráfico está carcomiendo los cimientos del Estado venezolano, en especial sus fuerzas de seguridad y su aparato de justicia. De hecho, buena parte del negocio de la droga se encuentra en manos de sectores corruptos de las fuerzas armadas cuyas lealtades están más con el negocio que les enriquece que con el Estado al que sirven. Todo este proceso de descomposición institucional tiene lugar en un escenario geográfico de gran complejidad estratégica. A diferencia de Libia, la población venezolana se encuentra dispersa sobre el territorio al tiempo que selvas y montañas crean barreras al control del Estado. En caso de un estallido de violencia, las autoridades tendrán sustanciales problemas para afirmar su dominio sobre el conjunto del país.

Entonces, ¿está condenado el chavismo a seguir a la revolución de Khadafi en su descenso al caos?­ No necesariamente. Una multitud de factores pueden empujar el proceso venezolano en una dirección distinta. Pero también es cierto que la principal lección que dejan los acontecimientos de Libia es la sencilla regla de que nada es para siempre en política. Khadafi se convirtió en parte de un paisaje estratégico que algunos dieron por eterno. Pero el caso libio -como antes Europa del Este o los Balcanes- demuestra los límites de los Estados para resistir el desgobierno y las sociedades para soportar la represión. Algo así puede pasar con Venezuela. Muchos han terminado aceptando el autoritarismo, la corrupción y los coqueteos con el terrorismo del presidente Chávez como un mal menor con el que toca convivir en la medida en que confrontarlo supone un ejercicio político costoso. Sin embargo, esta opción por el pragmatismo siempre supone ocultar bajo la alfombra dosis de autoritarismo y miseria que terminan por estallar de forma violenta. Pactar con el tirano de al lado sólo es una solución momentánea que siempre conlleva un precio político y estratégico muy caro en el futuro.


Fuente: Infolatam




Román Ortiz es Master en Administración y Dirección de Empresas, Director de la firma de asesoría en seguridad y defensa Decisive Point y profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes. Desarrolla un proyecto sobre Violencia política en América Latina

El fin de la globalización

La globalización como discurso político ha ido perdiendo presencia social. Una revisión arqueológica por parte de los historiadores ingleses Harold James y Matteo Albanese, en un reciente artículo titulado Good bye to Globalization, en Project Syndicate[1], señala que el término en la actualidad ya no está cargado de ideología y que por tanto su atractivo como concepto ha perdido muchos interés.


POR JOSÉ OBSWALDO PÉREZ

Los resultados del Foro Social Mundial que acaba de realizarse en Dakar, Senegal, marcan el presagio del fin del discurso de la antiglobalización, más aun sustentados por los acontecimientos del Medio Oriente. De hecho el fin de la dictadura de Túnez y su “Revolución del Jazmín” es un hito de historia contemporánea o del presente, cuya lección transita en que el hombre camina hacia los estadios de la democracia liberal y hacia una reinversión del modelo capitalista.

El análisis precedente de los hechos del Medio Oriente son los sucesos que el historiador Francis Fukuyama llamó el “fin de la historia”, que no es otra cosa que la atracción universal de los valores occidentales de la democracia y el reconocimiento del hombre como sujeto histórico, tal como señala el episteme hegeliano. Ambos presupuestos tienen un efecto homogeneizador, gracias a la revolución tecnológica y al orden económico liberal.

Tenemos pues, que la globalización como discurso político ha ido perdiendo presencia social. Una revisión arqueológica por parte de los historiadores ingleses Harold James y Matteo Albanese, en un reciente artículo titulado Good bye to Globalization, en Project Syndicate[1], señala que el término en la actualidad ya no está cargado de ideología y que por tanto su atractivo como concepto ha perdido muchos interés. Su definición, ya sea en su connotación elogiosa o peyorativa, hoy está marcada por el fin de un tiempo histórico, tumultuoso y complejo. El término, utilizado para describir los procesos y los complejos fenómenos políticos y sociales, es a veces extrañamente ambiguo. Es por eso, que algunos conceptos tienen una misión fundamental, pero rápidamente toma una dirección contraria y se convierten en complementarios.

Según estos dos historiadores, una historia breve del concepto “globalización” ayuda a explicar cómo este término perdió interés debido a su uso excesivo. Ambos autores explican que su conceptualización tiene el propósito principal de criticar, socavar y subvertir las tendencias políticas que describen. Sin embargo, la palabra terminó siendo utilizada con tanta frecuencia y con tanto entusiasmo por los propios partidarios de esta corriente que el significado del término empieza a cambiar y tener connotación positiva, dado al auge y transformación de varias economías emergentes. De hecho, países como “subdesarrollados" o que pertenecen al "Tercer Mundo" se estaban convirtiendo en superpotencia mundiales. Algunos de los críticos más abiertos también comenzaron a ver las interdependencias de la globalización como una manera de resolver problemas globales como el cambio climático, las crisis económicas y la pobreza.

Visto de esta forma la globalización es un concepto innovador del siglo XX, cuyo origen es italiano y su etimología encuentra su uso terminológico en la invención lingüística del radicalismo continental de los estudiantes de Europa. La investigación cita que en 1970, la revista de la izquierda italiana Sinistra Proletaria publicó un artículo titulado "El proceso de globalización de la sociedad capitalista", que describe el funcionamiento de IBM ", una organización que se presenta como una totalidad, que controla todas sus actividades con el beneficio objetivo y "globalizado" todas las actividades del proceso de producción. " Según este artículo, ya que el producto de IBM en 14 países y vende sus productos en 109 países ", que contiene en sí el mundo (mondializzazione ) del imperialismo capitalista. " Esta versión oscura de la izquierda contiene la primera referencia conocida de la globalización en su sentido contemporáneo.

Sin embargo, la usanza de la palabra tiene sus antecedentes en un artículo académico de 1972[2]. Pero la expresión se había utilizado antes, pero, en un sentido bastante diferente. Era un término de uso diplomático que se manejaba para transmitir la vinculación entre ámbitos políticos dispares (por ejemplo, en los casos de negociaciones simultáneas en cuestiones financieras y de seguridad).

Desde entonces, el vocablo ha tenido altibajos. Según los historiadores citados, el término se puso cada vez más de moda en la década de 1990; pero, sobre todo, como un término peyorativo. Actualmente no es vista sólo como una historia de la integración de los mercados de capitales impulsado por las dos últimas décadas del siglo XX. En Venezuela, incluso, este concepto parte a finales del siglo XVIII, con el auge del cacao, el café y la ganadería, rubros que nos unía más allá del Atlántico con el mundo. Hoy, la perspectiva histórica de la globalización es mucho más amplia y más profunda y se remonta al Imperio Romano y la dinastía Song, y también se refiere a una globalización de la especie humana a partir de raíces africanas comunes[3].

Harold James y Matteo Albanese concluyen que la retórica anti-globalización se ha desvanecido en gran medida y agregan una mueva construcción epistemológica que define a la globalización “como una característica fundamental de la historia humana, en la que geografías dispares y temas diversos están íntimamente entrelazados”.[4]

En resumen, el concepto de globalización forma parte del discurso de la modernidad y la postmodernidad. Es decir es un fenómeno del hombre a través del tiempo.

José Obswaldo Pérez es periodista e historiador. Profesor de Historia Contemporánea de la Maestría de Historia de Venezuela de la Universidad Rómulo Gallegos, San Juan de los Morros, Guárico, Venezuela.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

[1] JAMES, HAROLD Y ALBANESE, MATTEO (2011). Goodbye to “Globalization, Project Syndicate (2-8-11)
[2]T he Oxford English Dictionary
[3] JAMES, HAROLD Y ALBANESE, MATTEO (2011) Ob.cit

[4] Ídem
martes, febrero 15, 2011

Noam Chomsky: ¡Democracia ya!



Noam Chomsky sobre Mubarak, Egipto, América Latina, Venezuela y Hugo Chávez en una entrevista realizada por Boris Muñoz

Noam Chomsky
Por  Boris Muñoz | PRODAVINCI
Cuando entré ayer a las 10 y media de la mañana a la oficina de Noam Chomsky, le dije a su secretaria Bev Stohl: “Bev, Mubarak se va del gobierno”. Yo tenía 20 minutos para culminar, preguntándole sobre la situación del medio oriente, una larga entrevista sobre América Latina iniciada en octubre y de la cual esta conversación sería solo una posdata. Bev no sabía la noticia de la caída de Mubarak y aseguró que Chomsky tampoco. “Hay muchos rumores”, afirmó Chomsky, para no tomar totalmente en serio lo que oía. “Venía escuchando la radio de la BBC y repetían lo que había asegurado Mubarak anoche: se irá a su casa de veraneo, pero no dejará el poder”. Le dije que acababa de darse la noticia en el New York Times. Como buen objetivista, es de los que necesitan ver para creer. Y si lo dice el New York Times hay que darle crédito, aunque él mismo sea su mayor crítico. En cualquier caso, le planteé como escenario de la conversación la salida de Mubarak y sus efectos, en particular las posibilidades del avance democrático en el mundo árabe. Al terminar se despidió cruzando los dedos para señalar sus esperanzas por un futuro democrático.


Parte del mundo árabe está viviendo una epidemia de demanda de democracia. Ahora Mubarak ha dejado el poder. Implica su salida un cambio en el juego de poder de la región. Se habla de revolución y libertad, pero, ¿pueden la democracia y la independencia consolidarse? Como dijo un filósofo en estos días, “no podemos dar el futuro por descontado”. ¿Cuál es su esperanza personal?
Lo que ha venido pasando, incluyendo la salida de Mubarak, es espectacular y no puedo recordar nada parecido. Se le compara a estos eventos con lo que sucedió en 1989 en Europa del Este, pero no hay comparación. Por una razón. Allá hubo un Gorbachov que manejó la situación para que el sistema se mantuviera en pie. Y los poderes de Occidente lo ayudaron y apoyaron. En el caso de Europa del Este también las potencias occidentales apoyaron a los manifestantes, en el norte de África ningún poder de Occidente ha apoyado las protestas. Así que la única comparación posible es con Rumania, donde Ceaucescu, el más horrible de los dictadores, quien gozaba del cariño y protección de Estados Unidos y Gran Bretaña, que lo apoyaron casi hasta el final. Lo que ha sucedido en Túnez, Jordania, Yemen y Egipto, muestra un nivel de valentía y determinación al que es difícil encontrarle situaciones análogas. En Túnez el sistema estaba relativamente bajo control de Francia, con espías franceses infiltrados por doquier. Egipto, en cambio, ha estado bajo control de Estados Unidos. De modo que su situación afecta directamente los intereses de Washington. Esto no es nada nuevo, por supuesto. En los cincuenta, el presidente Eisenhower sostuvo reuniones secretas con su equipo para discutir lo que el llamó “la campaña de odio contra Estados Unidos”. El Consejo Nacional de Seguridad envió un memorándum secreto revisando la situación y en el que decía algo así: hay la percepción en el mundo árabe de que Estados Unidos apoya dictadores rudos y brutales y bloquea la democracia y el desarrollo. Eso lo hacemos porque queremos mantener el control de los recursos energéticos. El memo decía que la percepción era más o menos adecuada porque eso precisamente es lo que nosotros –es decir el gobierno de Estados Unidos– deberíamos estar haciendo. El principio de esta lógica es que en tanto la población permanezca pasiva, intimidada y distraída, podemos hacer los que nos dé la gana. Y esa lógica prevalece justo hasta este momento. Así que por ejemplo, pensemos en la filtraciones de Wikileaks en las cuales el gobierno árabe aparece apoyando a Estados Unidos en relación con Irán. Bueno, investigando la prensa no pude encontrar –y creo que nadie más podrá hacerlo– una sola información de lo que piensa la opinión pública árabe. Hay encuestas de opinión, hechas por prestigiosas compañías estadounidenses, como la que publicó hace muy poco The Brookings Institution en la que se muestra otra vez que el sentimiento de odio hacia Estados Unidos es extraordinario. Cerca de 10 por ciento de la población ve a Irán como una amenaza, pero entre 80 y 90 por ciento piensa que las mayores amenazas son Israel y Estados Unidos. Incluso, la mayoría de la población piensa que estarían mejor si Irán tuviera armas atómicas, pero eso no se reporta. Y la razón es un pronunciado y profundo desprecio de Estados Unidos e Israel por la democracia en el mundo árabe. En tanto la población esté bajo control y tengamos a un dictador de nuestro lado, hacemos lo que queremos. Eso es realmente sorprendente. Por eso, la situación actual de Egipto y el mundo árabe, representa un problema. Lo que tradicionalmente ha sucedido en el punto en el que estaban las cosas antes de la salida de Mubarak es una estrategia rutinaria que ha pasado una y otra vez: Marcos en Filipinas, Duvalier en Haiti, Suharto en Indonesia. Es decir, llega un momento en el que ya no puedes apoyar a tu dictador favorito y entonces tienes que hacerlo a un lado, llamar a una transición “ordenada”, expresar tu amor por la democracia y tratar de restaurar el viejo status quo lo más rápido posible. Eso es lo que ha venido pasando en Egipto, aunque no sabemos si está funcionando o no.
Los poderes que vigilan ese proceso no quieren democracia real. Estados Unidos y Europa están aterrados con la democracia, porque la democracia puede llevar a la independencia. Se habla de islamismo radical, pero eso no tiene ningún sentido. Estados Unidos y Gran Bretaña, por ejemplo, han apoyado tradicionalmente al extremismo islámico en detrimento del nacionalismo secular. Arabia Saudita el estado islámico más extremo y fundamentalista, es su más cercano aliado, además también de ser el centro ideológico del terrorismo islámico. Sin embargo, es nuestro más estrecho aliado porque Obama les está vendiendo armas por 60 mil millones de dólares. En Pakistán, que es la otra gran fuente de terrorismo islámico, Estados Unidos se ha comprometido por años con la islamización del país. La presidencia Ronald Reagan, a quien todos celebran ahora, coincidió con la dictadura de Mohamed Zia-ul-Haq –la peor en una serie de atroces regímenes- que estaba desarrollando armas nucleares. El gobierno se hizo el desentendido para seguir dándole apoyo a la islamización radical que establecía las madrazas, con fondos saudíes, donde no enseñaba nada pero se hacía que los estudiantes aprendieran de memoria el Corán y la yihad. Eso ha permitido que hace poco jóvenes abogados aplaudan y celebren a los asesinos de Salman Taseer, gobernador de la provincia de Punjab. Esos son los mismos abogados –islamistas radicales– que se formaron en las madrazas de Reagan-Zia-ul-Haq. Las relaciones entre Israel y Estados Unidos, que se consolidaron en 1967, obedecen a un patrón semejante. ¿Qué pasaba ese año? Un conflicto esencial entre el islamismo radical, representado por Arabia Saudita, y el nacionalismo secular, bajo Gammal Abdel Nasser. Estados Unidos apoyó otra vez al islamismo radical destruyendo el nacionalismo radical. Eso contribuyo a establecer las relaciones actuales de Israel en la región. Así que el islamismo radical no es el problema. El problema de fondo se llama independencia. Por ejemplo, en América Latina, Estados Unidos libró una amarga guerra contra la iglesia católica. Otra vez el problema de fondo era el control. Por eso, yendo otra vez al mundo árabe, Estados Unidos y Europa están preocupados con la democracia. La única elección realmente libre fue la de Palestina, transparente y supervisada por todos los ángulos. Como el resultado no favorecía los intereses tradicionales, Estados Unidos, con apoyo europeo, inmediatamente se volvió a castigar a los palestinos. Amamos la democracia, pero solo cuando está del lado que queremos. Es demasiado obvio. En Egipto y el resto del noráfrica, eso puede pasar, así que están tratando de bloquearla mediante maniobras para restablecer el statu quo. A eso llaman una transición ordenada. Y no es solo una cuestión de votos, sino de toda una estructura socio-económica. Egipto ha atravesado un periodo neo-liberal con las consecuencias acostumbradas: empobrecimiento de la población con el crecimiento de sectores privilegiados de extrema abundancia, incluyendo la clase política, los altos grados del ejército y los sectores financieros y corporativos. Eso lo ves también en América Latina, porque ese es el modelo neoliberal. Aunque la población no esté sufriendo la pobreza de África Central o el interior de la India, su situación es muy mala. Pero los garantes del statu quo deben asegurarse de que ese orden se mantenga. La táctica de estos días había sido hacer que la población se cansara y desistiera. La mayoría de los manifestantes son gente pobre que vive del día a día y necesita llevar comida a sus mesas. Pues se buscaba cansarlos, pues en algún momento el hambre y la necesidad los llevaría de vuelta adonde estaban, a su horrible normalidad. Sin embargo, ahora no está nada claro esta vez que esos poderes puedan mantener el control de la población. La estrategia que puede funcionar ahora es que el ejército egipcio trate de restablecer el orden con un apoyo mayoritario de la gente.


Pero hay un evidente conflicto entre las masas de manifestantes que se quedaron en la calle pidiendo democracia ya y esa estrategia de restauración del control. Son aspiraciones contrapuestas. ¿Cuál es son las posibilidades de una democracia real?
Entonces, ¿cuál es su esperanza personal?
-Que los manifestantes logren sus objetivos. Esto es que, después de unas elecciones fraudulentas con un congreso fraudulento –lo que en buena medida fue lo que encendió la protesta-, puedan llamar a elecciones libres y limpias, y que esas elecciones puedan reconducir a la sociedad egipcia en un camino de bienestar. Pero es un largo camino, como sabes.
En cuanto a Israel-Palestina, ¿cómo cambia el juego?
Estados Unidos tienen ya un plan en curso: apoyar lo que está dado. Hay un proceso de paz. Y eso significa que Estados Unidos está a cargo. Sabemos que Washington está desesperado por la paz, por supuesto y por eso está tratando de sentar juntos a dos partidos recalcitrantes: Benjamin Netanyahu y la derecha israelí, por un lado, y Mahmoud Abbas del lado palestino. Esa es supuestamente la situación. Pero esto no tiene nada que ver con la realidad. La verdad es sencilla: hay un conflicto. Por un lado, están Israel y Estados Unidos y del otro lado Palestina y el resto del mundo. Si hubiese una verdadera negociación, estaría a cargo de alguien de no sé de donde que pudiera reclamar cierta neutralidad. Así, de un lado estarían Estados Unidos-Israel y del otro el mundo entero, con esas dos o tres excepciones. Teóricamente, eso es lo que reflejan las resoluciones del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas desde 1976, cuando Estados Unidos vetó por primera vez la resolución sobre los dos estados, hasta esta fecha. Incluso la ONU ha declarado ilegales los asentamientos, lo que es tan incontrovertiblemente cierto que hasta Israel lo ha aceptado hace décadas. Y, en resumen, no es que la ONU sea un organismo meramente simbólico, sino que Estados Unidos ha provisto el apoyo económico, militar, diplomático e ideológico de las políticas que ejerce Israel en la región. Mientras eso sea así, no hay proceso de paz, sino un proceso de capitulación. Ahora, trata de encontrar reportes sobre esto. No los encontrarás sino muy en los márgenes. El problema para Israel es que el nuevo gobierno de Egipto decida no jugar el histórico papel pasivo y opte por no colaborar con la charada que tiene montada Estados Unidos. Lo mismo con Jordania. Si tienes una democracia, quizá la gente decida no ser cómplice de las políticas que ha seguido su país. De hecho, es sorprendente aunque comprensible que el apoyo público más fuerte que obtuvo Mubarak fuese de Israel y Arabia Saudita, los aliados tradicionales que quieren mantener el orden de las cosas. El único líder mundial que, durante las últimas semanas, ha apoyado abiertamente la democracia en la región es Recep Tayipp Erdogan, primer ministro de Turquía, quien ha jugado un papel decente en todo esto.
Será hacia fuera, porque Turquía no es un buen ejemplo de democracia interna.
Bueno, hay una democracia que está mejorando. Internamente, la sociedad es bastante abierta y libre. He ido varias veces a apoyar la resistencia de los intelectuales. En cada visita que he hecho he criticado al gobierno, incluso he participado en protestas de desobediencia cívica. No ha habido represión, la prensa actúa con libertad. Pero es una sociedad complicada que todavía tiene muchas cosas podridas y tiene que hacer justicia con el genocidio armenio y la terrible represión al pueblo kurdo que conforma una gran parte de la población. Pero, en general, es un país que ha cambiado mucho desde la primera vez que lo visité hace 10 años.
Los vientos de apertura en Turquía nos permiten volver América Latina, donde también ha habido progresos. Sin embargo, en una conversación anterior, usted me dijo que a su juicio uno de los grandes problemas de la región es el caudillismo. La sombra del caudillo bloquea la democracia. Como lo demuestran las protestas, en Túnez, Egipto, Yemen y Jordania los hombres fuertes también asfixiaban el ansia democrática. ¿Qué mensaje envía esta explosión de demanda por democracia en los países árabes del norte de África a los procesos actuales latinoamericanos?
El caudillo es más que una sombra. Es una realidad. Pero me parece que el caso de América Latina se asemeja un poco a lo que sucede en Turquía: paso a paso el impacto del hombre fuerte puede reducirse notablemente. De hecho, el avance democrático en los últimos 15 años es uno de los más dramáticos en el mundo. Por primera vez 500 años, como ya dije, América Latina ha empezado a integrarse, con particular claridad en Suramérica, y los países comienzan a atender sus severos problemas internos. Ya se sabe que la sociedad no debe estar polarizada entre sectores de extrema riqueza y extrema pobreza. Eso es un gigantesco paso hacia delante. Los líderes que quieren acaudillar sus países deben entender que la capacidad de Estados Unidos de apoyarlos ha declinado. Aunque ha habido un par de golpes de estado en la región durante la última década, nada como en el pasado. Así que tendrán que vérselas con su propios pueblos. Hay una tendencia histórica hacia la democracia. Esa tendencia no es uniforme y sufre regresiones, pero, casi por regla, demanda el fin de una u otra forma de dictadura. Sean dictaduras reales como en Egipto o caudillismos autoritarios como en América Latina. Creo que es una tendencia positiva que debe sostenerse.
Qué tal si esos caudillos son de la izquierda.
Eso no es nada raro. Ha habido incluso regímenes militares de izquierda como el Perú de Velasco Alvarado o el Panamá de Torrijos. Las sociedades latinoamericanas han sido muy maltratadas y es entendible que el esfuerzo de cambiar venga de muchas partes al mismo tiempo. Algunas veces son los militares, otras la izquierda, otras la derecha. Otras veces no es de ninguna de estos sectores tradicionalmente entendidos, como es el caso de Evo Morales, un campesino indígena, lo que representa un enorme cambio para la mayoría indígena boliviana que por primera vez están plenamente a cargo de controlar sus propias vidas. De modo que hay muchas cosas pasando
Finalmente, para terminar con Venezuela, ¿qué opinión tiene del hecho que la saliente Asamble Nacional haya otorgado poderes especiales al presidente Chávez hasta casi el fin de su segundo periodo?
No creo que haya sido una buena idea, pero el asunto crucial es qué va a pasar en la próxima elección. Hasta ahora las elecciones se han manejado dentro de estándares razonables: con una oposición, una prensa relativamente libre y sin emplear la represión violenta de modo sistemático.
¿Qué me dice del fuerte control de las instituciones del Estado?
Es cierto que hay un tremendo control, pero no es nada comparado con el control que mantienen el gobierno y las corporaciones sobre las instituciones sociales.
Al menos las corporaciones tienen distintos intereses, mientras el poder en Venezuela está básicamente concentrado en un hombre y su grupo.
Hay poca diferencia en realidad entre los intereses de la clase económica. La opinión popular es totalmente despreciada. Y la política de la clase económica en alianza con el gobierno, ha sido específicamente diseñada, por más de 30 años, para enriquecer a un mínimo sector de la población, menor del 1 por ciento, mientras el resto está más o menos estancado. También hay una severa represión como se ve en el caso de Bradley Manning, quien ha sido puesto preso en confinamiento solitario y torturado. Si la gente no protesta, el gobierno puede hacer lo que quiera, incluso detener a alguien por seis meses sin razón. Esa es una muy mala noticia, particularmente porque aunque hay pequeñas protestas civiles, no se protesta en los medios. Todo eso esta mal. Eso se puede decir de muchos países.
De acuerdo, pero con poderes especiales, Chávez puede profundizar aun más el control sobre el Estado.
Se puede decir eso. Por otra parte, la oposición tiene todas las oportunidades de desarrollarse. Tiene medios a su favor, hay posibilidades de organizarse y no hay represión sistemática. De acuerdo con Latinobarómetro, los venezolanos apoyan fuertemente el sistema democrático, muy por encima de otros países en la región. Todo eso debe significar algo.
***
La próxima semana publicaremos el resto de esta interesante entrevista de Boris Muñoz a Noam Chomsky
lunes, febrero 14, 2011

Las raíces burguesas de la Revolución de Túnez

Tunez está en peligro

por Michel Rocard 
Túnez, uno de los 22 miembros de la Liga Árabe, está sumido en una crisis severa y profunda, si bien posiblemente tenga una resolución favorable. Es el país más pequeño del norte de África, pues su superficie es de 163.000 kilómetros cuadrados –más o menos el doble de la de Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo– y tiene una población de 10,5 millones de habitantes.

Además, tiene mucho encanto y moderación en cuanto al clima, la historia y la cultura. En tiempos fue el pilar del dinamismo cultural y la influencia de la República y del Imperio romanos. Fue la primera región africana cristianizada, la tierra de San Agustín y la fuente principal del evangelismo católico en África. Originalmente, era sobre todo bereber y fue conquistada por los árabes e islamizada y durante siglos fue una colonia de la Sublime Puerta y, por tanto, turca.

Pasó a ser un protectorado francés, no una colonia –como en el caso de la vecina Argelia– en el siglo XIX. Esa diferencia explica la preservación, relativamente mayor, de las estructuras sociales y las tradiciones locales de Túnez.

Tras lograr la independencia en 1956, Túnez adoptó una constitución republicana de estilo francés, que estableció un sistema de gobierno presidencial. El primer presidente, Habib Burguiba, fue el dirigente del movimiento de liberación, que se alzó con la victoria mucho más rápidamente –y de forma mucho menos violenta– que su homólogo de Argelia. Burguiba, dirigente muy occidentalizado, mantuvo el carácter secular del Estado que heredó de Francia, así como muchos de sus vínculos económicos con Occidente (en particular, con Francia, naturalmente), de forma mucho más decidida que Argelia, después de conseguir la independencia.

Algunos escasos intentos por parte de grupos marxistas de tomar el poder a los largo de los años fracasaron. A diferencia de otros países africanos o de Oriente Medio, Túnez siguió siendo en gran medida un país de libre empresa, que permitió cierto desarrollo industrial. En los últimos años, ha llegado a ser el principal exportador de productos industriales de África, al obtener mejores resultados incluso que Sudáfrica y Egipto.

En 1987, la salud del anciano Burguiba se deterioró demasiado para que pudiera continuar en su cargo. Su ministro de Interior, Zine el Abidine Ben Ali, una vez que fue nombrado Primer Ministro, no tardó en lograr que se declarara a Burguiba incapacitado y lo desalojó de la presidencia.

El nuevo dirigente ya se había hecho notar por haber reprimido el movimiento islámico, política que intensificó después de pasar a ser Presidente. Los ciudadanos tunecinos no musulmanes y seculares –y una gran parte de la opinión mundial, Francia en particular– se lo agradecieron. Excusaron la brutalidad que entrañaba la política de Ben Ali, al respaldar los resultados sin observar ni discutir los medios con los que se lograban.

Pero dichos medios acabaron conduciendo a la supresión casi total de toda libertad de expresión en Túnez: prensa censurada, encarcelamiento de periodistas, procesamientos políticos y detenciones arbitrarias en todos los círculos de la sociedad y no sólo en los que tenían vínculos con el movimiento islámico. El objetivo era el de suprimir todas las formas de oposición democrática.

Al final, el régimen de Ben Ali se convirtió en una simple dictadura. Su familia y él crearon imperios en la economía local, acaparando casi todos los sectores y creando una fortuna para sí mismos.

Pero se mantuvo la política de industrialización. Surgió una clase media auténtica, comparable con la de Egipto y a diferencia de cualquier otro país árabe, con la posible excepción de Marruecos.

Y después, como ocurrió en todos los demás países, la crisis económica mundial que comenzó en 2008 limitó el crecimiento y alimentó las tensiones sociales. Como la prensa y el Parlamento estaban amordazados, la única forma de aliviar dichas tensiones era la de salir a la calle.

La policía disparó a la multitud en varias ocasiones, pero resultó ser demasiado débil para intimidar a los manifestantes. El momento decisivo se produjo cuando el ejército se abstuvo de reprimir las protestas. Una vez que quedó clara la negativa del ejército a apoyar a su régimen, Ben Ali huyó a Arabia Saudí, después de que Francia se negara a acogerlo en el exilio.

Durante un corto período, hubo la esperanza de un gobierno de unidad nacional, en el que los restos del gabinete de Ben Ali y la oposición se unirían para preparar unas elecciones presidenciales, pero un público furioso no quiso saber nada con eso. La única opción que quedaba era una coalición compuesta de las antiguas oposiciones, que, dada la ausencia de un marco institucional respetado, hará que el regreso a la estabilidad sea lento, difícil y peligroso.

Así, pues, Túnez está en peligro. El islamismo podría acabar alzándose con la victoria, pero también es posible que Túnez esté experimentando la primera revolución “burguesa” del mundo árabe. De ser así, el levantamiento de Túnez podría ser un acontecimiento que provocara un cambio en toda la región.


Michel Rocard es ex Primer Ministro de Francia y ex dirigente del Partido Socialista.
Copyright: Project Syndicate, 2011.
www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
miércoles, enero 19, 2011

Las palabras sí importan

El cambio más notable desde la trágica masacre en Tucson (Arizona) del 8 de enero ha sido el modesto resurgimiento de un discurso político más cortés.



por Marcela Sánchez
Algunos han clamado por leyes más estrictas de control de armas, al menos en la venta de pistolas semiautomáticas. Otros se han enfocado en la necesidad de mejorar el sistema de salud mental. Y muchos más han deseado un respiro en medio de las maliciosas peroratas políticas que contaminan los medios electrónicos.


Hasta ahora, sin embargo, el cambio más notable desde la trágica masacre en Tucson (Arizona) del 8 de enero ha sido el modesto resurgimiento de un discurso político más cortés. La nueva sesión del Congreso, que debía comenzar con un debate extremadamente contencioso en torno a la propuesta republicana de revocar la reforma de salud del presidente Obama, empezó en cambio con llamados a la unidad y la reanudación del bipartidismo.

Probablemente, esa camaradería no dure mucho, pero es factible inferir que los políticos y sus redactores de discursos serán mucho más cuidadosos con las palabras que usan de lo que lo fueron antes del 8 de enero. Y ese no es un tributo insignificante a la memoria de los seis individuos que murieron y los 14 que resultaron heridos, incluida la representante de Arizona, Gabrielle Giffords.

Digo eso no porque crea que el lenguaje político agresivo necesariamente incita a la violencia.

Si lo hiciera, Venezuela habría hecho implosión durante los 11 años de mandato del presidente Hugo Chávez. Durante ese lapso, el país -donde casi la mitad de la población posee un arma- se ha convertido en uno de los países más polarizado políticamente en la historia reciente. Líderes antichavistas han pedido el asesinato del primer mandatario en los medios, mientras que el gobernante venezolano ha amenazado con usar tanques militares para contener a sus rivales. Apenas la semana pasada, Chávez recibió a los nuevos miembros de la oposición en la Asamblea General con la promesa de "triturarlos". A pesar de la acalorada retórica, Venezuela no ha visto tragedias como la de Arizona.

Tampoco creo que modificar el discurso político aminore la violencia.

Del otro lado de la frontera de Venezuela, en Colombia, la agresión política ha sido un rasgo permanente desde la independencia. Entre las décadas de 1940 y 1950, liberales y conservadores se mataron unos a otros por sus diferencias doctrinarias. Para poner fin al caos, líderes moderados de ambos bandos prometieron bajar el tono de la retórica, elevarse por encima de las divisiones partidistas y acordaron compartir el poder e intercalar su turno en la presidencia por casi dos décadas. Si bien el sectarismo se superó y ningún cura católico desde entonces ha dicho a sus feligreses que matar liberales no es pecado, este tipo de violencia persiste.

No obstante, al cambiar el discurso y cultivar un tono más cortés se crean las bases para elevarse por encima de la maldad detrás de una tragedia como la de Arizona y enfrentar las consiguientes decisiones. Como afirmó Obama durante el homenaje a las víctimas el 12 de enero: "Sólo un discurso público más cortés y honesto podrá ayudarnos a enfrentar nuestros retos como nación en una forma que enorgullecería" a las víctimas.

Algunos han argüido que es difícil extraer algún tipo de lección de un acto de violencia aislado - si bien despreciable, y que sugerir lo contrario es simplemente politizar la situación y profundizar más la polarización del país.

De hecho, algún día tal vez se demuestre que el presunto asesino, Jared Loughner, era inmune al clima político del día, de alguna forma sordo ante el mundo que lo rodea; y que Giffords, en realidad, no fue más que una persona en el momento y lugar equivocado.

Pero como advirtió en una entrevista Francisco Leal, sociólogo y profesor honorario de las universidades Nacional y Los Andes en Colombia, una manera como las sociedades ignoran retos graves es explicar masacres como la de Arizona en términos de "manzanas podridas". Para Leal, hoy en día una acumulación de factores en Estados Unidos - racismo, recesión económica, obstruccionismo político, indulgentes leyes de control de armas - están creando un "caldo de cultivo" para más actos de violencia.

Tras lo que pasó en Tucson, algunos han lamentado que el poder de las palabras fuera una gran influencia para una mente trastornada. Pero eso es como lamentar que el sol brille.

La palabra es poderosa por naturaleza. Para quienes escogimos ganarnos la vida escribiendo, es precisamente esa capacidad de hacer bien lo que nos atrae. Alguna vez el premio Nobel de LiteraturaGabriel García Márquez, confesó que eligió su oficio porque conduce "a lo único que me ha interesado desde niño: que mis amigos me quieran más".

Imagínense que maravilla sería que los políticos estadounidenses escogieran sus palabras ahora con un objetivo similar: ganarse el respeto de sus amigos - y también de sus rivales. Como lo sugirió Obama en su discurso en Tucson, si bien las palabras pueden herir, también puede ser utilizadas para sanar.

Marcela Sánchez ejerce el periodismo en Washington desde comienzos de los noventa. Esta es su columna semanal

lunes, enero 17, 2011
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