Los claustros del sexo pago

Ma. de los Ángeles González

LA EXISTENCIA de "casas de placer" es tan antigua como las sociedades. Siempre ha proporcionado lo mismo: prácticas sexuales negadas en el ámbito social; oficiantes profesionales, capaces de ofrecer otros placeres; variedad, exotismo, anonimato, espacio a tendencias que la moral juzga perversiones. Las sociedades han legitimado unas prácticas, encubriendo y censurando otras. A diferencia de algunas variantes de la prostitución, el burdel configura un escenario específico. Un reciente libro de Mónica García Massagué ayuda a entender las claves históricas de los pactos sociales que supone. Ilustrado con excelentes imágenes -decoraciones de templos y palacios, pinturas, esculturas, objetos- rastrea los hitos fundamentales de la vida del burdel.


DIGNOS ANTECEDENTES. La historia del prostíbulo no es la historia de la prostitución, aunque corra paralela a ésta y solo en algunas culturas coincida con la estigmatización. El antiguo oficio se ha ejercido dentro y fuera de los burdeles y no siempre fue considerado indigno. Muchas religiones de la Antigüedad promovieron la prostitución sagrada: el caso más arcaico documentado corresponde a Sumeria (4000 a.C.) donde los sacerdotes dirigían un templo-burdel en Uruk, próxima a la actual Bagdad.

En Babilonia, los templos de la diosa Mylitta, como los de Nana y Venus/Afrodita, albergaban fiestas orgiásticas en las que participaban las sacerdotisas y los creyentes. El pago de los servicios se destinaba al templo. Las más bellas mujeres de Babilonia se consagraban a la diosa y se entregaban a quienes asistían al culto, sin que esto impidiera un buen matrimonio posterior. Herodoto relata la costumbre babilónica de exigir a todas las mujeres, alguna vez en su vida -en lo posible antes de contraer matrimonio- la visita al templo de Militta para ofrecerse a un desconocido. Una vez que habían decidido hacer su ofrenda a la diosa, no podían volver a sus hogares sin haberla consumado; tampoco podían elegir al ofertante, sino aceptar al primer hombre que lanzara unas monedas a sus rodillas y llevar a cabo el acto sexual dentro del templo. Nadie podía pujar por una mujer en concreto, era sólo cuestión de rapidez localizar a las más atractivas. Por eso, las menos agraciadas podían tener dificultades para cumplir el ritual, y algunas llegaban a permanecer años en el templo sin ser elegidas.

En la India, las devadasis estaban casadas con el dios Shiva y consagraban su vida al santuario, satisfaciendo deseos de sacerdotes y visitantes. Esas ofrendas aseguraban la fertilidad y prosperidad de la región. Sólo a partir de la presión musulmana la práctica empezó a menguar, ya que el islamismo, como el cristianismo, se opone a la inclusión de la sexualidad en los templos.

Manuales de amor


EN LA REPRESENTACIÓN que Europa ha construido del mundo oriental, el harén ha funcionado como símbolo de todas las fantasías reprimidas. Lo cierto es que Oriente ha sido la cuna de los manuales del arte amatorio, siendo el Kama Sutra indio el más conocido. El mundo árabe compendia su saber en El jardín perfumado (1535), escrito por el turco Al-Nefzawi y dado a conocer por Richard Burton en el siglo XIX. Estas obras ofrecen lecciones sexuales prácticas, recomendaciones para aumentar el goce, afrodisíacos, consejos sentimentales. Al-Nefzawi describe las once posiciones árabes para el amor y las veinticinco indias, descartando aquellas que son pura acrobacia. Algunos eruditos chinos también se dedicaron a la doctrina amorosa. Hermanas del cenador verde, de Sung K`ang, recoge los consejos de una madama a sus pupilas: "No hagas jamás comentarios sobre la cortedad de su tallo de jade. Hazle sentir el amante-dragón… Si vuelve varias veces a la semana, ¡sube los precios!... Si el afrodisíaco falla, recomiéndale un sueño reparador, adulándole con referencias a la agotadora naturaleza de su trabajo". Shang-Yin, por su parte, alecciona a los hombres que visitan los burdeles: "No te jactes de tus habilidades como amante. No te excuses de tus fracasos. No hagas agujeros en las paredes para espiar a otros haciendo el amor. No le hagas promesas falsas. No le adules con poemas si no son sinceros. No muestres deseos por las otras mujeres. No robes sus bienes bajo la excusa de tomarlos prestados".

UN MUNDO AL MARGEN. En Grecia y Roma el prostíbulo fue institucionalizado y regido por la administración pública, que mantuvo el control financiero. Además de casas municipales existían las putae, contratadas por el Estado para atender a los soldados. Pero la caída del Imperio supuso la desaparición del lupanarium y en los inicios de la Edad Media la Iglesia condenó la prostitución, denostó y descargó terribles castigos a quienes la ejercían. Entonces nació el bordel, de origen francés, y las casas de la alegría sobrevivieron al margen (social y geográfico), gracias a la dura abstinencia que se imponía a los religiosos y aun a los esposos. En la Baja Edad Media, sin embargo, volvió a interesar el control del negocio y existieron burdeles administrados por Ayuntamientos y Universidades, mantenidos por reyes y reinas. Se llamaron abadías, ya que las mujeres vivían bajo un régimen parecido al del convento y en muchos de ellos incluso trabajaron monjas. Desde entonces, los burdeles subsistieron a enfermedades y prohibiciones, incluso desde el Renacimiento pugnaron por el reconocimiento como gremio. En Francia, las "belles folles", como se las llamó, lograron dádivas reales. En Fanny Hill (1749), John Cleland retrató la esmerada instrucción que recibían en Londres algunas prostitutas, dándole voz narrativa a una de ellas en su polémica novela.

A su vez, desde el Romanticismo y hasta las primeras décadas del siglo XX, el burdel fue refugio de artistas, que encontraron en él una vida al margen de las convenciones burguesas, de rebeldía frente a las normas, y a menudo se identificaron con las prostitutas como víctimas de un orden social que excluía, a la vez que condenaba la exclusión. Zola estudió a la prostituta como un caso social en la célebre Naná (1880). Baudelaire y Toulouse Lautrec encontraron en el burdel un hogar, y sirvió de inspiración a Degas, Gauguin, Van Gogh, Klimt, Munch, entre tantos.

LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL. En la sociedad victoriana, la rigidez moral que orientó la vida doméstica y la represión de la mujer a través del modelo de "ángel del hogar" consolidó la necesidad del burdel para casados y solteros. Para estos últimos, además, funcionó como lugar de iniciación y aprendizaje sexual -y muchas veces sentimental- ritual inexcusable hasta mediados del XX, cuando la liberación de las costumbres igualó las oportunidades de intercambio erótico para los jóvenes. La sociedad moderna ha fortalecido el desarrollo del servicio sexual como empresa. Lejos de desaparecer, dice García Massagué, el burdel se ha ido transformando en la era del fast-sex y el marketing erótico. El sexo se publicita con descaro o se ofrece bajo nuevos eufemismos, afectado por el culto a lo efímero, el consumismo, la atracción del glamour. El perfil dominante del usuario actual es el hombre común de mediana edad, en especial soltero o divorciado. Ellas, las prostitutas, siguen siendo las grandes desconocidas de un negocio que mueve millones y que alimenta la mayor esclavitud del siglo XXI.

HISTORIA DE LOS BURDELES, de Mónica García Massagué. Océano, 2009, Barcelona, 152 págs. Distribuye Océano.

Foto: www.elpais.com.uy.

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