ELÍAS PINO ITURRIETA

La "traición" de Páez

El capítulo de la fundación de Venezuela es más rico que lo que la manipulación sugiere


ELÍAS PINO ITURRIETA |  EL UNIVERSAL
La idea de que Páez traicionó los ideales de la Independencia se ha extendido desde tiempo atrás, pese a que carece de fundamento. Las chácharas "historiográficas" del presidente Chávez se han regodeado en la reiteración de una lectura del pasado que sólo se puede sostener en una observación superficial de lo que sucedió cuando termina la guerra contra los españoles. Hace poco su hermano Adán ha vuelto sobre el punto, debido a la preocupación de que se pueda repetir con el augusto comandante lo que supuestamente sucedió con el Libertador cuando Venezuela se separó de Colombia. Aparte de lo que tiene de ridículo una analogía que sólo se comprende cuando el personalismo se convierte en eje de la política, reitera una tesis manida que no ha faltado en el discurso de muchos líderes, aun de los que pasan por enterados de los sucesos estelares de la historia.

En un mitin realizado en Cabimas (30 de marzo de 1946), Rómulo Betancourt dijo lo siguiente: "Se frustró nuestra primera república, la de 1830, porque a la hora de gobernar fueron desplazados muchos de los libertadores y tomaron los puestos de comando los antiguos realistas que andaban voluntariamente exiliados por las Antillas en los días en que era necesario ajumarse el pecho frente a Boves, frente a Yánez, frente a las huestes de Fernando VII. En los tribunales se enquistaron, en 1830, hombres que echaron a pique las medidas tomadas por el propio Bolívar de confiscar las tierras de los latifundistas criollos y españoles afectos a la causa del absolutismo borbónico; esos hombres que no sentían la revolución de independencia, torpedearon a conciencia la obra de la primera república". Y por allí se lanza quien entonces habla como presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, si no cual padre, como continuador de un análisis del pasado que ha remachado el presidente Chávez y ahora engorda el hermano Adán, a quien quitan el sueño las señales de disensión susceptibles de producir conmociones en la cúpula cuando la salud del cesáreo pariente se deteriora. En todos y en cada uno de los casos se observa desconocimiento de lo que sucedió con la Independencia en sus postrimerías, o la necesidad de arrimar la brasa de un proceso histórico a la sardina de un suceso del futuro al cual se atribuye la calidad de "revolucionario".

La fundación de Colombia por el Libertador no provoca entusiasmo en Venezuela. Al contrario, genera molestias que se convierten en repulsa. Una decisión de tanta trascendencia no se consulta con la comunidad, con sus voceros principales, civiles y militares, para que encuentre abono una distancia cada vez mayor frente a los designios del fundador que no se ocupó de considerar los planos de la nueva mansión con las personas que la habitarían. De allí los embrollos de La Cosiata, cuya noria gira alrededor del único individuo capaz de apoyar la reacción de la colectividad cuando todavía brilla la estrella bolivariana, un hombre de armas de origen popular quien ya comienza a destacar por sus luces y a quien adornan los recientes laureles de Carabobo. Caracas, la cuna de la Independencia según se insiste en la época, pierde la capitalidad para que los altos poderes del Estado se establezcan en Bogotá. La República de 1811 se convierte en un Departamento de una nación gigantesca e inesperada, mientras sus hijos se sienten en minusvalía frente a los burócratas de la remota sabana. ¿Para eso hicimos la guerra?, ¿para eso derramamos la sangre en Boyacá?, se preguntan los caraqueños de la época y miles de guerreros y políticos disgustados ante el hecho de que se han menospreciado los fueros de la "Antigua Venezuela". Las manifestaciones de antipatía frente a los neogranadinos comienzan a crecer, no sólo en las tertulias callejeras y en los pliegos de la prensa, sino también en los salones del Congreso Nacional y en las disputas cada vez más avinagradas de los cabildos locales.

Un par de sucesos de entidad incrementan la reacción: la crisis de la economía no es atendida por los legisladores bogotanos, cuyas regulaciones se ocupan tangencialmente de las particularidades regionales sin considerar las calamidades dejadas por la guerra en cada Departamento; el malestar aumenta cuando se recibe en Caracas la noticia de que Bolívar pretende cambiar la Constitución de Cúcuta por la Constitución de Bolivia. La desatención de los legisladores acelera el disgusto de los propietarios, y el temor a que se pueda establecer una monarquía sin corona hace que los políticos liberales envenenen sus dardos frente a lo que se siente, con fundadas razones, como el establecimiento de un proyecto conservador de gobierno que choca con los principios de la modernidad. El descontento encuentra desembocadura en Páez, cuyas credenciales lo convierten en figura imprescindible y quien se transforma en vocero del retorno de la nacionalidad frente a una dominación cada vez más indeseable. El capítulo de la fundación de Venezuela es más rico, más enaltecedor de lo que la ignorancia y la manipulación sugieren, pero de lo expuesto se desprende una afirmación de republicanismo y una apertura hacia principios de estirpe liberal, los más avanzados de entonces, que no se pueden escatimar para que el hermano Adán compare a don Hugo con don Simón y a Páez con los "apátridas". Debemos suponer que a tan colosales atrevimientos no quiso llegar don Rómulo, cuando mitineó a la ligera sobre los desatinos de 1830.

eliaspinoitu@hotmail.com
domingo, marzo 04, 2012

Las vacilaciones de 1811

La hechura del mapa de la futura república es uno de los temas que más prevenciones concita.


ELÍAS PINO ITURRIETA |  EL UNIVERSAL

Los fundadores de la Independencia son parte de una memoria canónica cuyos secretos usualmente no se revelan, porque forman parte de un aglutinamiento afectivo y de una posibilidad de encuentro de la sociedad que hace mucha falta, en especial cuando sus miembros se enfrentan y dividen por situaciones del presente. Penetrar en el bosque de sus estatuas es riesgoso, porque las estatuas se levantan para que uno necesariamente las venere y porque, la verdad sea dicha, esos hombres convertidos en bronce no se merecen ni una mínima falta de respeto. Es mucho lo que se les debe para ponerse ahora a manchar una reputación, en torno a la cual sólo la injusticia y la mentira pueden encontrar mácula. Pero nadie puede dejar de ubicarlos en su contexto, enfrentados a las solicitaciones de su época y atenidos a una circunstancia ante la cual no les quedó más remedio que responder a su manera, a la manera de unos individuos perplejos que por primera vez deben resolver negocios de envergadura y tratar de remendarlos sin el riesgo de caer en un abismo. De allí la persistencia de unas vacilaciones sobre las cuales se tratará de seguidas, para verlos de veras cómo fueron y para calcular las barreras que, como criaturas de una situación de incertidumbre, no se atrevieron a derrumbar o sólo derrumbaron a medias. 

Una confesión del diputado Yanes, expuesta ante la Cámara en la sesión de 3 de julio de 1811, pone las cosas en su lugar. Dice: "Puede asegurarse que ninguno se levanta por la mañana con las mismas ideas que tomó en su lecho la noche anterior". No hace sino confirmar el parecer que en la sesión anterior expone el diputado Sata, sin que nadie lo rebata: "Somos ahora unos hombres nuevos en la ocupación en que estamos ... y yo mismo ignoro aún si estoy calculando para ser un tirano luego que me falte el freno de la censura pública, y esta creo que es la opinión de todos mis colegas". Debe recordarse que las palabras de los representantes del pueblo circulan en las vísperas de la Declaratoria de Independencia, es decir, justo cuando parecen más inoportunas las cavilaciones. Las expresiones nos remiten a un teatro agobiado por las dudas, del cual no pueden salir las conclusiones que el futuro reclama por ignorancia, o por el empeño de manipular el pasado para que diga lo que le conviene al presente. 

La hechura del mapa de la futura república es uno de los temas que más prevenciones concita, debido a que parte de la consideración de los intereses de las regiones representadas en el Parlamento. Muchos diputados consideran la necesidad de dividir la provincia de Caracas antes del establecimiento de la Confederación de Venezuela, para evitar que la región más rica y poblada se convierta en controladora de la nueva situación política. Duros debates suceden entonces, que llegan al extremo de temer una convulsión civil antes de que comience la guerra contra los realistas. La incomunicación de las comarcas del interior, en las cuales se han establecido desde antiguo microclimas capaces de hablar por sus intereses y de temer el predominio de una hegemonía de los caraqueños, estorba el proyecto que, en primera instancia, según suponemos en la actualidad, debía prevalecer en la intención de los padres conscriptos: la Independencia como meta a la cual se debía llegar sin escollos. 

Pero el tema que más problemas origina es el de la igualdad de los hombres en la república recién nacida. Apenas se plantea con cierta propiedad en la sesión del 31 de julio, después de la Declaratoria de la Independencia. Lo hacen en sesión privada debido a las espinas de su contenido, y se llega a proponer entonces que cada provincia lo resuelva según su necesidad, sin que se tome una medida genérica que satisfaga a todos los venezolanos. No es posible en ese día llegar a un acuerdo positivo, pese a que un diputado atrevido como Yanes habla de los derechos inalienables de los pardos y un diputado con los pies en la tierra, como Briceño, llama la atención sobre la amenaza de un movimiento armado si no se llega a la proclamación de la igualdad de todos los hombres. Sólo el 20 de marzo de 1812 llegan a un consenso, que consiste en la eliminación de los fueros personales sin detenerse en menciones "delicadas" sobre los derechos de las llamadas castas libres. 

Falta ahora espacio para detenerse en las polémicas sobre los derechos de Fernando VII, en cuya defensa se había convocado el Congreso de las siete provincias y sobre los cuales se discute con detenimiento, a favor y en contra, hasta el 4 de julio. No fue asunto que pudieron despachar a la ligera, sino un tema de conciencia que funcionó como una noria en la cual dieron trabajosas vueltas. ¿Por qué? Porque son hombres de su tiempo, formados en un clima de opinión que no permitía desembocar en situaciones drásticas que podían barrerlos con su fuelle. Porque no inventan los embrollos que vienen en su equipaje a la hora de emprender un enigmático viaje. Los traen en sus heterogéneas valijas. Porque podían perder la fortuna y la vida en el empeño de cambiar los hábitos en cuyo seno se habían aclimatado, por una vida nueva que todavía no tenían y de la cual podían esperar sorpresas perturbadoras. Ante esa encrucijada se encuentran, a la fuerza, atados a ella sin remedio, y lo más sensato es verlos así, no sólo para entender su desafío y admirarlos por ello, sino también para apreciar el reto que se debió asumir después para terminar la faena. eliaspinoitu@hotmail.com

Fuente: El Universal
domingo, julio 10, 2011

Cárceles de ayer

Los presos han convertido una de las celdas en botiquín en el que venden aguardiente...


ELÍAS PINO ITURRIETA |  EL UNIVERSAL
Uno de los primeros informes sobre las cárceles en la época republicana data de 1831. Está suscrito por Antonio Leocadio Guzmán, quien es entonces Ministro de lo Interior, y dice así: "En toda Venezuela no hay un edificio que pueda llamarse adecuado para la detención y seguridad de los presos, puesto que no está concluido el que se levanta en Caracas. Es asombroso el descuido que se nota en este ramo y es tan importante su mejora, cuanto que de ella depende, en gran manera, la administración de justicia. Hasta ahora, los jueces territoriales, al aprehender a un reo, lo ponían en marcha a disposición de la Corte Superior, con el sumario, porque no habiendo cárcel en que asegurarlos, la imperiosa necesidad los obligaba a hacerlo; pero esto ya no es posible; ningún venezolano puede ser distraído de sus jueces naturales, y como nadie puede faltar a esta disposición constitucional, todos los crímenes van a quedar impunes, si no se establece, por lo menos en cada cabecera de cantón, una cárcel segura. El Ejecutivo cumple su deber representando que, por efecto de las disposiciones existentes, no debe contarse con esto en mucho tiempo".

La afirmación de una figura fundamental de la burocracia nos lleva al terreno de la contradicción entre la realidad y los ideales. Es evidente cómo se impone la primera sobre los segundos, no en balde declara la imposibilidad inmediata de transformarla en términos positivos. Desde el siglo XVI ha funcionado una cárcel en la capital, situada en la esquina de Principal. El local se caracteriza por la sordidez, pero no experimenta mejorías en las primeras décadas de la república. En 1837, el diputado Francisco Aranda la llama "mala y horrorosa" en carta que dirige al Presidente de la República. En 1843, el diputado Tomás Lander le dedica las siguientes letras que publica en El Relámpago: "La cárcel que tiene Caracas es una mansión de horrores. El venezolano que se ve encarcelado deprava su moral con la vista de los objetos que le circundan, se deprava a sí mismo, porque cuanto ve y cuanto oye lo empuerca y lo envilece, y se familiariza con el crimen por el inmediato roce en que la sociedad lo coloca con todos los criminales".

La situación permanece en 1856, pues un informe para el ministro del ramo lamenta que las refacciones en el edificio no hayan parado en nada bueno: "Así ha estado desde el coloniaje y parece que continuará para vergüenza nuestra, para escarnio de la justicia y de la vida republicana". Sin embargo, el lugar que por fin estrena nuevas construcciones no varía la rutina en su interior. Denuncia El Candelariano, en su edición de 5 de noviembre de 1851: "No es cárcel, sino un lugar calculado para hacer morir muy en breve a un hombre en medio de los tormentos más atroces". Pero, ¿qué pasa en las provincias? Nada edificante, la continuación de una cadena de apresamientos miserables, dejados y ofensivos de cuyas vicisitudes apenas se ofrecen ahora contados detalles.

Pedro María Ortiz, preso en Angostura, se queja en 1833 de que lo están matando de hambre junto con otros infortunados. Dos años después, en la fortaleza de Maracaibo viven hacinados los prisioneros, hasta el punto de que se busca la manera de trasladarlos hacia Puerto Cabello para evitar "horribles consecuencias de orden público". La casa que sirve de prisión en Cariaco en 1848 es una ruina: "Hállase la existente en el mayor estado de deterioro, amenazando aplastar a los pobres que dentro están". En las bóvedas de La Guaira no existe manera de atender a los reos enfermos, afirma el alcaide en 1849. El funcionario le escribe al ministro "por razones de humanidad". De acuerdo con un expediente de 1839, la penitenciaría de Barcelona es un caos. Como funciona en una propiedad alquilada que antes servía como domicilio familiar, carece de los mínimos requisitos de seguridad. Los cautivos hacen lo que les viene en gana, no sólo por lo inapropiado del lugar sino también por la complicidad de los escasos e irresponsables celadores. Pero la situación no es mejor en Barquisimeto, según oficio de 1853: "Considerando el carácter indómito de la mayor parte de los encausados y los excesos que se cometen dándoles dinero, sin embargo de la vigilancia de los Alcaides, se proporcionan licores y se entregan a juegos de azar y suerte, de que resultan pleitos de gravedad, tanto que ayer un preso, por motivos de esta especie, hirió cruelmente a otros". En breve se enteran en el ministerio de las tremolinas que suceden en las permisivas celdas de San Cristóbal. Los presos se niegan a desyerbar las calles y las plazas, sólo asisten cuando quieren a los oficios religiosos y han convertido una de las celdas en ruidoso botiquín, en el que venden sin ocultamiento botellas y copas de aguardiente. Los delincuentes han hecho de su galera un club, en suma.

Pero son cosas del ayer lejano, testimonios de un pasado yerto y enterrado que seguramente apenas toquen la sensibilidad de los lectores acostumbrados a los avances en materia carcelaria que ha experimentado la sociedad en nuestros días. Quizá piensen que observan un desfile de incuria y atrocidad cuyos detalles no les incumben y cuyo registro no deja de ser una ociosidad en la humanizada y revolucionada república de la actualidad. No obstante, y sabrán perdonar, fueron ahora el único recurso del escribidor para cumplir su compromiso dominical. 


domingo, junio 26, 2011

Sobre la memoria histórica

De los empeños de manipulación de la memoria que lleva a cabo el presidente Chávez

por ELÍAS PINO ITURRIETA |  EL UNIVERSAL

El Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia ha provocado una polémica que traspasó las barreras nacionales. El hecho de que afirmara uno de sus colaboradores que Franco no había establecido un totalitarismo en su país, sino apenas un régimen autoritario, generó justificadas protestas de los círculos intelectuales y del ciudadano común. Los sillones de los académicos aún se estremecen por el terremoto de los comentarios provocados por su diccionario. No se trata ahora de participar en la trifulca, aunque bien se pudiera debido a los nexos de nuestra sociedad con aquella en la cual reinó el Caudillo, sino de referir el asunto de la memoria histórica relacionado con el episodio y traído a colación hace poco por uno de los representantes más calificados de la historiografía escrita en castellano: Ángel Viñas. 

Especialista en el análisis del gobierno de Franco y en los sucesos de la Guerra Civil, en lugar de arremeter contra la institución responsable del debate, llama la atención sobre los problemas que genera la memoria histórica cuando esta se desarrolla después de un conflicto capaz de dejar cicatrices indelebles, como es el caso del enfrentamiento fratricida de los españoles; pero también cuando las partes involucradas en los dos lados del conflicto tratan de escribir su historia según el panorama que quieren observar desde atalayas tendenciosas y parciales. La historia escrita desde cualquiera de esas atalayas no guarda relación con el pasado, especialmente la que escriben los ganadores, afirma Ángel Viñas, sólo repite una operación de patrañas y clichés semejante a la ordenada por Stalin en torno a los hechos de la revolución soviética. Partiendo de tal premisa, el párrafo que dedica a la denominada historiografía franquista es como sigue, palabras más, palabras menos: va esencialmente tras el empeño de ocultar los horrores cometidos entonces por los triunfadores, pero, especialmente, busca la manera de maquillar los motivos que provocaron el alzamiento contra el gobierno legítimo de España. La afirmación del colega español sirve para hablar sobre los empeños de manipulación de la memoria que lleva a cabo el presidente Chávez, según se tratará de sustentar a continuación. La inexistencia en Venezuela de una guerra como la civil española impediría un tratamiento del tema de la manipulación de la memoria según lo maneja Viñas, pero sólo a medias. En realidad aquí no sucedió antes del advenimiento del chavismo un conflicto susceptible de marcarnos con heridas sin restañar, como pasó en la Península, pero el Presidente se ha empeñado en crearlo con su retórica. ¿Cómo reconstruye las vicisitudes de la segunda mitad del siglo XX venezolano? Como una guerra de los explotadores contra los explotados, como una calculada expoliación del pueblo por los adecos y los copeyanos, en alianza con el tenebroso imperialismo; como una generalizada represión de las mayorías y como la empecinada negación de los valores fundamentales del humanismo. Los hechos condujeron, de acuerdo con sus machaconas interpretaciones, al advenimiento de la "revolución". No habla de batallas campales ni del asalto de ciudadelas, sino de un tipo especial de combate convenientemente disimulado cuyas consecuencias serían semejantes a las de las guerras declaradas y libradas a cabalidad. No le ha ido mal en la operación, hasta el punto de producir, hoy día, después de la contienda que jamás existió, las muertes, las dentelladas y las llagas cuya existencia nadie puede negar, pero que no fueron tan multitudinarias ni tan difíciles de curar. En el empeño de manipulación, el Presidente ha llegado a calificar al siglo XX venezolano como "el siglo perdido de Venezuela", como el tiempo dilapidado que él viene a recuperar. El siglo XX es todo lo contrario, desde luego, es la fábrica del país que llegó a estar a la vanguardia de las sociedades del Continente por el repertorio de sus obras: educación masiva, sanidad cada vez más ampliada y satisfactoria, establecimiento de la industrialización, liquidación progresiva de las formas de represión, relaciones políticas cada vez menos erizadas, libertad de pensamiento, comunicaciones eficientes, grandes obras de infraestructura, modernización de los servicios, diversificación de las áreas de esparcimiento, multiplicación de los contactos con el exterior, adelantamiento científico y tecnológico... no tanto como en el paraíso, pero tampoco como para que la obra de nuestros padres y de nosotros mismos sea objeto de una descalificación así de escandalosa e injusta. Porque eso es exactamente lo que hace la manipulación: negar lo que se realizó en un período estelar de la historia por quienes fueron nuestros antecesores más cercanos, pero también por quienes vamos para viejos, con el único objeto de justificar lo que él pretende hacer con la sociedad partiendo de la idea poco o nada respetuosa que tiene de sus miembros. Cuando trata el caso español y el desaguisado de la biografía de Franco, el maestro Viñas habla de la justificación del futuro a través de la tergiversación del pasado como una tentación que se convierte en necesidad cuando se asciende al poder por ruta escabrosa y cuando no se deben dar motivos al escándalo. O cuando alguien quiere permanecer en el trono por motivos inconfesables, se puede agregar. No parece que se trate apenas del problema de un diccionario, ni de algo que sólo incumbe a la Real Academia de la Historia. 


domingo, junio 12, 2011

Crónica del archivo del Libertador

Bolívar de puño y letra, sin intermediarios, para que cada quien saque sus conclusiones


por ELÍAS PINO ITURRIETA | EL UNIVERSAL

El archivo debió incinerarse, de acuerdo con lo ordenado por su propietario, Simón Bolívar, en disposición testamentaria de 1830 que fue desobedecida por sus albaceas. La afortunada desobediencia permitió la conservación de un acopio de materiales esenciales para el entendimiento de Venezuela e Hispanoamérica toda, debido a que no solo contiene los papeles suscritos por el Libertador sino también documentos remitidos a su instancia por los personajes de entonces, venezolanos y extranjeros; y testimonios de diversa naturaleza -políticos, de batallas y escaramuzas, de contenido económico, de interés cultural, de la vida cotidiana... -, debido a los cuales se pueden desentrañar los enigmas de un proceso fundacional de la sociedad.

Desgajado en tres piezas por sus allegados y esparcido en diferentes latitudes, el archivo comienza a tomar un solo cuerpo a partir de 1872, cuando el presidente Guzmán Blanco ordena la publicación de las Memorias de O'Leary; y se puede considerar como un conjunto más coherente a partir de 1883, cuando es adquirido en buena parte por el gobierno nacional y comienza su consulta gracias a la célebre recopilación de Blanco y Azpurúa. En 1914 compra el Gobierno el resto de los papeles del archivo, para que se encargue de su organización y custodia la Academia Nacional de la Historia. En 1921 se traslada a los espacios de la Casa Natal del Libertador, como parte del museo del grande hombre y como posibilidad de investigación. Después, en 1938, queda bajo la responsabilidad de la Sociedad Bolivariana recién creada por el presidente López Contreras.

Descuido

La Sociedad Bolivariana comienza la publicación de los Escritos del Libertador, extraídos del monumental archivo, pero descuida aspectos esenciales de su obligación. Las dificultades con las que tropiezan entonces los investigadores para el examen de las fuentes, inaccesibles generalmente; y evidentes fallas en el cuidado y mantenimiento de la documentación, aconsejan la búsqueda de un destino más confiable para los papeles. De allí la disposición del gobierno del presidente Caldera, expresada en decreto de enero de 1999, de trasladar la guarda y custodia del Archivo de Libertador a la Academia Nacional de la Historia. La Academia hace entonces un diagnóstico de repositorio y recopila evidencias sobre el peligro de creciente deterioro o desaparición física que amenaza a los testimonios, debido a la ausencia de previsiones mínimas de archivística y a la carencia de lugares adecuados para el resguardo.

Respaldo

Con la ayuda del Banco Venezolano de Crédito, la Academia Nacional de la Historia crea un espacio especialmente pensado para la preservación de los preciosos materiales. En mayo de 2000 inaugura la nueva sede del Archivo del Libertador con celosa curaduría, dotada de equipos de última tecnología para la preservación de los documentos, con una bóveda de seguridad para la custodia, con oficina para la preparación de ediciones y con sala de lectura para los usuarios. Debido a la calidad de los testimonios, pero también a su puntillosa conservación, en 1997 la UNESCO incluye los papeles de Bolívar en el repertorio de bienes susceptibles de considerarse como Patrimonio de la Humanidad y como parte de la Memoria del Mundo. Ya entonces la Academia ha continuado la edición de los Escritos del Libertador, hasta llegar al tomo XXXIII, y emprende el proceso de análisis de las copias de los documentos que guarda en microfilms, con el objeto de evitar su deterioro y de ponerlos al servicio de los estudiosos. Está en ese trance cuando la sorprende un decreto del presidente Chávez, que ordena el traslado del repositorio al Archivo General de la Nación. En junio de 2010 se cumple la disposición, mientras los nuevos custodios dejan constancia de cómo lo recibieron completo en su contenido y en perfecto estado de conservación.

En marcha

Hoy, con la colaboración del Bolivarium de la USB, que manejó la parte técnica y la actualización de los índices, la Academia pone en marcha el Portal del Archivo del Libertador. Se trata de la fijación de más de 60.000 imágenes individuales del repositorio, digitalizadas a la perfección, con el apoyo de un índice actualizado y con un sistema de búsquedas directas a través de las cuales toparán los usuarios sin escollo ni intermediario lo que deseen topar: elementos geográficos referidos en la documentación, fechas y lugares de cada correspondencia, identificación de destinatarios y localización inmediata de todos los asuntos de que versan los textos en su integridad, sin ningún tipo de recortes y sin interferencias anacrónicas. Bolívar para todos, en suma y de veras. Bolívar de puño y letra, sin intermediarios, para que cada quien saque y ventile sus conclusiones, si le parece. Gracias a la compañía de auxilios modernísimos, el inédito encuentro puede convertirse en diálogo abierto e infinito. De nuevo se incumple el testamento del Libertador, que condenó sus papeles a la hoguera, pero se le hace un servicio trascendental a la sociedad que nació de sus esfuerzos durante la Independencia que ahora celebra su bicentenario.

eliaspinoitu@hotmail.com

Fuente: El Universal
domingo, mayo 22, 2011
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