En
medio de una retórica y una prosa incendiaria de marcado acento político;
enfrascado en luchas intestinas por la toma del poder; en este ambiente que, a
su vez, es una realidad social aparece el periódico El Telescopio, el cual fue fundado el 1 de marzo de 1895.
Por
José Obswaldo Pérez
Introducción
A finales del siglo XIX, Venezuela celebra apoteósicamente el Centenario del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre (1795-1830), en un reconocimiento tardío a sus cualidades de victorioso estratega militar, magnánimo gobernante y virtuoso ciudadano, quien rindiera su vida, vilmente asesinado, en aras de su ideario republicano (Salvador González, p.210). Con motivo de tal efeméride, el gobierno del presidente Joaquín Crespo organizó unas pomposas fiestas públicas, puntuales en Caracas; pero que se extendieron por todo el país.
Estas actividades no sólo se centraron a la promoción de ornatos públicos sino también acciones culturales y políticas. De modo que bajo estas premisas surgió la fundación de un periódico que tuvo como nombre subjetivo El Telescopio, el cual tenía como objetivo promover el desarrollo de los municipios Ortiz y El Sombrero. Su contextualización histórica se ubica en un momento cuando el país y nuestra entidad regional vivía tiempos azarosos, en medio de una retórica y una prosa incendiaria marcada con acento político; y enfrascada en luchas intestinas por la toma del poder.
Fue su editor y administrador Francisco Paredes
Rondón[1],
durante casi un año. Luego, en su segunda época, en el año de1896 se encargó de
su dirección el periodista y poeta Agustín Ruiz, con nuevas condiciones
editoriales. Ahora, el periódico salía cada cuatro veces al mes, los días
viernes de cada semana. Su suscripción mensual costaba 50 céntimos.
Ruiz fue corresponsal de El Microbio de Villa de Cura en 1895 y, en ese entonces, denunciaba
en el periódico que el pueblo de Ortiz se hallaba en mal estado; además, el
Concejo Municipal no se reunía y el cementerio se encontraba descuidado y en
malas condiciones.
Manuel Aquino anota, en sus artículos periodísticos
Históricas de El Sombrero, la
comunicación dirigida por el ciudadano don Rosendo Martínez a la Cámara
Municipal del Distrito Bruzual, el 11 de enero de 1895,solicitando ayuda económica para fundar El Telescopio. El ayuntamiento le
respondió acordando la cantidad de 16 bolívares mensuales.
En el periódico se destacaban los escritos de
Olegario R. Polanco y Ricardo Montilla Barón, entre otros jóvenes escritores
locales. En su edición del 1 de marzo de 1895, el editorial se titulaba
“Prospecto”. Trae la noticia sobre la presentación teatral de “cinco niñas
vírgenes” en un performance que representaba a las cinco naciones libertadas
por el Padre de la Patria, con motivo de los actos celebrados en el Centenario
de Sucre. Las actoras eran escolares del Colegio Privado de Señoritas que dirigió
el Doctor Juan Bautista Franceschini, párroco de Ortiz. Por lo menos, el nombre
de cuatro jovencitas podemos distinguir de la copia que poseemos. Ella son:
Cristina Paúl (Venezuela), Beatriz Rodríguez (Colombia), Julia Mercedes Reyes
(Perú) y Rosalía Ramos (Bolivia).No faltó una que no pudimos visibilizar por lo
borroso del papel.
En una edición de septiembre de 1896,El
Telescopio informa la creación de la Sociedad Patriótica Obrera, en San
José de Tiznados. Esta sociedad se estableció en la casa de Juan Pedro
Bolívar,el 19 de septiembre de ese año,
la cual fue presidida provisionalmente por Rafael M. Rodríguez Aranay su Junta Directiva se conformó de la
siguiente manera: Presidente, Juan Pedro Bolívar; vicepresidente, José R.
Herrera; vocales, Ángel Donaire Rivas y Santana Páez; y el secretario y
subsecretario fueron: Rafael M. Rodríguez Arana y Juan J. García C. Dicha
organización tenía como propósito la reparación del templo.
También, el periódico anuncia sobre los
estragos de un famoso ladrón llamado “Mono negro”, quien robaba los hatos
cercanos de los Tiznados y había puesto en jaque al jefe civil de la parroquia,
Anastasio Padrón. Igualmente, la publicación trae sobre funciones teatrales en
Ortiz, los días viernes, sábado y domingo. Entre las obras de escena se
anunciaba: “El hombre es débil” (zarzuela) y “Los andaluces”.
En su edición del 21 de mayo de 1897, se halla
un artículo editorial titulado “Calumnia no triunfa”, en la que el impreso
expresa:
“En la lucha de las ideas, las armas deben ser
iguales y los golpes nobles.
“Las ideas honrosas son legítimas de los
cerebros dignos. Ellas son refundidas en la prensa y esa prensa ocupe elevados
puestos entre las principales potencias políticas de las naciones, no pueden ni
violar las concesiones de aquellos, ni aún tampoco reprocharle.
“El origen de una lucha encierra grandes
problemas que ocultan el misterio; y el intricado porvenir es el único que con
perfectos derechos pueden darles soluciones.
(…)
“Las calumnias lanzadas a la voz de la publicidad
sólo hará enardecer más y más nuestros ánimos y puede ponernos al combate.”
En esa misma edición, se encuentran los
pronunciamientos políticos de los habitantes de Parapara, con fecha del 27 de
abril de 1897, donde se da a conocer una larga lista de vecinos. También, hay
una pequeña crónica sobre la construcción de la Iglesia de la Parroquia de Las
Mercedes: “La Capilla de Las Mercedes-adelantadísimos están los trabajos de
este edificio sagrado. El lunes de la presente semana le fueron colocadas las
puertas y diariamente continúan las actividades ejecutadas en las obras…”
El
primer taller fotográfico.
Si no hubo otro, debió ser Olegario R. Polanco
el primer fotógrafo de Ortiz, al montar el primer taller fotográfico de la
localidad, Al menos lo rescata el periodista y educador Ricardo Núñez, en un
artículo publicado en El Progreso de
Calabozo, a quien describe como “un joven de excelentes prendas y artista de
talento”.
El taller fue fundado en 1884 y con apenas un
año de labor, el joven Olegario se aplicaba generosamente en la profesión y
alcanzó adquirir fama en la región, llegándose a comparar como distinguido
discípulo de Navarro y Ponottini, consumados maestros de la fotografía mundial.
Olegario Ramón Polanco fue nativo de San José
de Tiznados, hijo natural de Reguilda Polanco. Casó en su pueblo natalel 25 de mayo de 1883 con la señorita
Lestenia Rachadell, hija legitima de Manuel y Elisa de Rachadell. De este
matrimonio fueron hijos suyos: Arturo Ramón, nacido en 1888 y fallecido en
Ortiz, a los 24 años, en julio de 1912; María de la Cruz, fallecida en Ortiz, a
los 22 años, el 23 de diciembre de 1910 y María Reguilda, fallecida a los 18
años, en enero de 1909.
Decía Núñez Gómez que tenía conquistada “una
reputación que le enaltece y promete ser, no muy tarde, digno alumno de
aquellos inteligentes profesionales…” Por otra parte, eljoven Polanco llegó a ser un inquieto
escritor y poeta local. Parte de su obra está plasmada en las páginas de El Telescopio de Ortiz.
Otro estudio fotográfico que hubo, en Ortiz, a
finales del siglo XIX, fue el deAscensión
Molero. Este establecimiento había comenzado a funcionar primero en la Ciudad
de Calabozo.
[1] Hijo legítimo de Carmelo Paredes y Felicita Rondón. Fue político,funcionario público, concejal y maestro de
escuela.
El ocaso del partido Liberal Amarillo y su división en grupúsculos minoritarios fue no solamente un aspecto importante de la Historia Política de Ortiz, sino que abarca a otros espacios geográficos de finales de siglo XIX. Su caída es un proceso abordado desde la historiografía de las ideas; pero, también, desde el discurso y el poder, a través de una narrativa expresada en documentos primarios y, sobre todo, en las manifestaciones discursivas de las elites simbólicas, especialmente, de aquellos funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones de gobierno.
En el siglo que terminaba, el lenguaje y las palabras muestran una cognición social, es decir, una interface entre el discurso y la sociedad (Van Dijk, 2009). Este registro de signos configuraba la concepción del mundo y las sensibilidades colectivas propias de un momento dado o de una realidad determinada, mediante elementos constitutivos de la conciencia y de la acción humana. Los acontecimientos narrados marcan el fin de un ciclo histórico, cuyos hechos transcienden con la idea floreciente del lenguaje de la subversión, es decir, el lenguaje de la política por otros medios como el lenguaje de la “revolución”, palabra imprecisa, pero de aprehensión colectiva con el significado de cambio positivo, de progreso y un mejor porvenir (Straka, 2011:93).
Al examinar las diferencias políticas, entre los sujetos sociales del oficialismo del gobierno andrecísta y los grupos de oposición del rojismo y el mochismo local, nos encontramos con un discurso político dominado por la intriga y la división, el fin de la” alianza de los caudillos regionales” que hizo posible la gobernabilidad de Venezuela, ahora acababa como simples montoneras.
En ese contexto narrativo, los episodios determinan la valoración de la historia como producto cultural, tanto en la construcción verbal directa del discurso reconstructivo de sus representaciones mentales como a través de las fuentes documentales primarias- como el libro de oficio de la Jefatura Civil del Distrito Roscio de 1899 – sirviéndonos como material de información para mostrar tales acontecimientos (events) y extrayendo de ellos hechos históricos de discusión y análisis historiográfico que, al final, conjugan con las variaciones o cambios perceptibles de la dinámica vital de aquella sociedad en ciernes.
A las puertas de inestabilidad política
Era 1899, un año aún convulsionado políticamente. El asesinato de Joaquín Crespo, el 16 de abril de 1898, en la Mata Carmelera, estado Cojedes; la elección fraudulenta de Ignacio Andrade, en los comicios realizados ese año y la promulgación de una nueva Constitución por el reciente gobierno, abrían las puertas para una crisis nacional (Arraíz Lucca, 2007). A esto, también, se agregaría la muerte del expresidente Antonio Guzmán Blanco, en Paris, la cual se hizo conocimiento en toda Venezuela. Tanto en la capital como en las parroquias del distrito Roscio, se le guardó duelo por ocho días por tan sensible acontecimiento.
De modo que, estos hechos ponían al gobierno del general Ignacio Andrade en un escenario de inseguridad e inestabilidad. ¿Y cómo estas vicisitudes influyeron a nivel local y regional? En efecto, en febrero de ese año, el general Ramón Guerra- aquel que había puesto preso al “Mocho” Hernández, ganando fama y prestigio por tal hecho- se alzaba en Calabozo. En los caminos y calles de pueblos de Guárico se levanta la campaña de la Revolución Liberal Restauradora. Por lo tanto, en la entidad llanera no era de extrañar que fuese también un foco de esas pugnas caudillistas entre los partidarios del gobierno y los opositores al régimen.
Uno de estos líderes guerrerista, Alejandro Lefebre, jefe de Operaciones del Distrito Roscio, se comunicaba con Isidoro Wiedeman[1] en Ortiz, el 21 de febrero, para manifestarle que la revolución comenzaba a cosechar triunfos en Guárico y Apure (Ruiz Chataing, 2010: 86). Pero, las acciones de Guerra marcaban con mal pie y presagiaba duras derrotas como la de Morrocoyes, cerca de Dos Caminos, entre las vías que conducen a Calabozo y Tiznados. “Es increíble lo que le paso a Guerra en Morrocoyes. Hasta a pie salió según me han dicho. Allí tenía todo su capital guerrero y ahora he sabido que la dispersión fue de tal naturaleza que probablemente no vera más los numerosos dispersos que cogieron para Tiznados y otros puertos”, cuenta el general Augusto Lutowsky, en comunicación enviada a Zoilo Bello Rodríguez, desde Calabozo, el 8 de marzo de 1899.
Como se ve la trama de estas luchas políticas tenía su escenario en el Distrito Roscio, cuya capital tenía su asiento en el municipio Ortiz. En este contexto surge una narrativa histórica en tiempo y espacio contemporáneo, cuyos indicios son extraídas de documentos primarios como se ha dicho. De esas correspondencias y telegramas, entre los funcionarios policiales del gobierno de Andrade y sus subalternos, donde se plasmaba un discurso político singularizado, cuyo contenido socio-simbólico subyacente (es decir, su base ideológica) se sustentaba en el control de la opinión y la orientación de comportamientos colectivos; pero, sobre todo, se buscaba la deconstrucción de sus adversarios para frenar aquella inflexión de los “indignados” que tomaban las armas para restituir la legalidad. Esa otra pequeña historia de ambiciones, felonías y engaños conque terminaba el siglo y abría un nuevo tiempo para el periodo de los Andinos en el Poder.
Un Roscio prófugo
Aquel mayo de 1899, las autoridades policiales habían reclamado enérgicamente la captura de unos hombres que se habían fugado de la Cárcel Pública de Calabozo y que la ley los había calificado de criminales. Entre esos sujetos estaba el nombre de Ulbano Roscio[2], quienes los jefes militares y civiles buscaban desde hace mucho tiempo por parajes y lugares apartados de la periferia urbana. El texto que reclamaba a la autoridad de San Francisco de Tiznados, incitaba a no dejar impune el caso. Asimismo, la comunicación enviada al Jefe Civil de la Parroquia requería “medida serias” contra aquellos sujetos que infundían “terror” y “amenaza”, por lo cual se ordenaba la captura de Roscio y otros cuatro individuos que, en el texto, calificaban de “secuaces”. Se trataban de los ciudadanos Juan Colón, Eustaquio Arteaga y dos Ramón, Ceballos y Carrizales, respectivamente. En la referida notificación, el Jefe Civil del municipio Ortiz subrayaba:
“(…) no duda el suscrito que U. apercibido de los grandes deberes que le impone el carácter de primera autoridad de ese Municipio, procurara dejar satisfecha la vindicta pública ultrajada por la impunidad que quieren atribuirse esos criminales”.
Al parecer la inteligencia policial había visto “merodear tranquilo” a Roscio y sus compañeros en el Caserío Platillón, al noroeste de Guárico, cerca de San Juan de los Morros, según informe de personas fidedignas. La medida judicial se llevó a cabo; el primero en capturar fue Ramón Carrizales, quien fue entregado a las órdenes del Juez de Primera Instancia Criminal de Calabozo.
Luego, correspondió a Roscio, quien era prófugo de la justicia. Había sido recapturado y enviado a Calabozo, el 30 de mayo. Más tarde, Roscio y Carrizales fueron sobreseídos de los cargos por el Juez de Primera Instancia Criminal, el 28 de junio de ese año. Mientras los otros sujetos, el gobierno seguía en su búsqueda.
Opositores con ideas revolucionarias
En un mensaje dirigido al presidente del estado en Calabozo, el Jefe Civil de San José de Tiznados, Comandante Manuel Rachadell, informaba sobre individuos que “sustentan ahí ideas revolucionarias”. Citando a José Nieves, José Gregorio Zapata, los hermanos Ramón y Manuel Herrera, Vicente Páez y otros que “sirven para reclutas”.
Sin embargo, las denuncias recaen sobre los sanjosedeños José Gregorio Zapata y Teófilo Herrera. Según, las autoridades de la parroquia observan una “conducta hostil a la paz pública”. En otro despacho dirigido al Jefe Civil de San José de Tiznados, por el Jefe Civil del Distrito Roscio, la autoridad se extrañaba que, en dichas denuncias del 20 de junio, no figuraran José Nieves, los hermanos Ramón y Manuel Herrera y otros indiciados calificados de propagar “ideas de planes subversivos contra el orden pública”[3]. Sin embargo, la superioridad civil del distrito instaba al comandante Rachadell a que no “(…) pierda de vista a esos individuos y al tener pleno conocimiento de que intentan hacer armas contra el Gobierno redúzcalos a prisión como es de su deber…”
Según los informes de una red de inteligencia del gobierno, compuesta por comisarios de caseríos y jefes civiles de las parroquias, las acciones conspirativas tenían su epicentro en los Tiznados, específicamente, en la Sierra Alta de esa cuenca; entre los sitios de Guanaire y San Pablo de Camobé, donde se estaba conspirando contra el gobierno. Había presunción de que los generales Francisco Esteban Rangel y Antonio Rodríguez Orozco estaban confabulados “en su propósito revolucionario contra el Gobierno”.
Las autoridades habían ordenado al oficial Manuel Ramón Núñez, la captura del telegrafista Antonio del Nogal, en San Juan de los Morros; al parecer involucrado en ideas y planes subversivos contra el Gobierno y el comisario mayor de Palacios-caserío cercano a Ortiz-, tenía instrucciones de apresar al General E. Chalbaud Cardona, de Mérida, a quien la policía describía fisonómicamente como “catire, ojos verdes, poco bigote, ninguna barba, delgado, estatura mediana y cojo de una pierna”.
En San José de Tiznados, el Jefe Civil Manuel Rachadell insistía en acusar a los sospechosos, mientras el gobierno había suministrado a esta parroquia armas y municiones a sus funcionarios. En un oficio del 06 de septiembre se hace referencia del envío de 25 mosquetones y mil cápsulas.
Las acusaciones de Rachadell, contra aquellos ciudadanos de San José, llegaron a la prensa. La Voz del Guárico – en edición de julio- reseñaba que los acusados de conspirar habían manifestado su adhesión al gobierno de general Andrade. Pero, estos sujetos denunciaban y rechazaban al jefe civil de allí, por cuanto los acusaba de “revolucionarios” y, al mismo tiempo, practicaba coerción y violencia contra ellos. Desde luego, el gobierno de Celestino Peraza se distanció de los métodos “ilegales” de Rachadell y convidó al funcionario a utilizar “las vías judiciales si se cree con derecho contra aquellos firmantes”[4]. E igualmente, la autoridad civil de Roscio manifestaba sus diferencias con el Comandante Rachadell, “(…) No es ajustado el procedimiento del jefe civil, pues el ejecuta actos no ordenados por esta jefatura y que ni siquiera se tienen conocimientos de ellos”.
Persecución a los mochistas
A finales de julio de 1899, se encargó de la presidencia del Guárico, el General Francisco Manuitt, hijo, en sustitución del General Celestino Peraza, quien se había separado del cargo por motivos de salud. Entre sus medidas de seguridad ordenó, en el mes de agosto, arrestar a los principales mochistas del Distrito Roscio, y remitirlos a la ciudad de Calabozo. “No debe U. por ningún respecto tener con ellos contemplaciones, puesto que los conozco a todos…”, señalaba en un telegrama dirigido al Jefe Civil de Ortiz.
Las órdenes se comenzaron a cumplir. En San Francisco de Tiznados se remitió la captura del general José Gómez, de San Casimiro, a quien fisonómicamente describen como un “hombre pintado de canas”. A las celdas de la cárcel pública de Ortiz empezó a llegar los presos políticos. Entre los que se encontraban: Antonio Brandgy y Luis Tomás Rojas Caballero[5], considerados por la autoridad distrital de no ser de ninguna significación, pero que debía estar encarcelados por órdenes superiores. Otros de los capturados, considerados por razones políticas, fue Pedro Antonio Carbonell[6], enviado a Caracas, “en calidad de preso”, bajo la conducción de un oficial y una cuadrilla de hombres.
La lista de encarcelados crecía, al tiempo que se ordenaba reducir a prisión a los adversarios del andrecismo. Pero, en esa lista también caía gente no vinculada con los planes subversivos como en el caso de Nicomedes Gamarra, a quien se le creía perjudicial, asimismo al ciudadano Cosme Flores, a quien buscaban en San José de Tiznados y era acusado de ser un “propagador de noticias perjudiciales al gobierno”.
Sin embargo, en un oficio de septiembre, el jefe Civil del Distrito Roscio informaba al presidente de República, Ignacio Andrade, sobre la situación de “completa paz” en que se encontraba su jurisdicción, pese a los rumores
El fin del andrecismo
Los indicios eran determinantes. Las conspiraciones continuaban creciendo en el contexto del municipio y áreas geográficas adyacentes, algunos funcionarios andrecistas se estaban pasando a la causa restauradora. El complot, ahora, era en el seno del gobierno. “La situación es caótica. Conspiran los liberales, los nacionalistas, los generales, los civiles, los Ministros”, escribe J.R Velásquez, en su obra La caída del liberalismo amarilla.
El movimiento revolucionario, como una célula conspirativa, había captado muchos adeptos en sus filas. En el mes de septiembre, los rumores y las noticias telegráficas eran concluyentes. En San Juan de los Morros se hablaba de un alzamiento liberalizado por Rafael Carabaño; la misma situación se presentaba en Flores. Las fuerzas sediciosas se habían organizado en San José de Tiznados, en los sitios Paraima, Las Garzas y Santo Domingo, donde habían reunido un grupo de 400 hombres.
El 17, el jefe Civil pone en sobre aviso a Cándido Vásquez, quien vive en Sabana Redonda, sobre las prácticas de los revolucionarios “que merodean sobre la Sierra”. Le advierte que no se deje sorprender, que ponga mucha vigilancia “por estar su casa de habitación avanzada sobre una vía interesante”.
Entre las acciones “subversivas” estaban los ataques contra los postes del tendido telegráfico.
Apuntes finales
Los hechos de esta lectura del año 1899, en una escala menor, nos han permitido apreciar conspicuamente la acción de unos sujetos sociales involucrados en este interciso del tejido político-social orticeño. Pero, a la vez, nos muestran que el discurso político tiene sus referencias dimensionales extra-lingüísticas como se observa a través de las configuraciones de los actores y las palabras materiales e ideológicas del poder institucional. En tal sentido, al revisar estos acontecimientos mediante el análisis del discurso histórico sobre la base de nuestro pasado político y militar, implicaría un nuevo abordaje historiográfico sobre la forma de hacer Historia de las Ideas y de las Mentalidades en un espacio local que, a todas luces, comenzaba a sufrir los cambios de una nueva era o, por lo menos, un reacomodo de sus hombres con su tiempo.
[1] Se trata del hombre a quien se le acusaba de asesinar a Crespo, de un disparo en el corazón, a causa de un enfrentamiento por un insulto que él le profirió a éste durante el combate de la Mata Carmelera, en Cojedes. La información fue suministrada por su asistente, el comandante Andrés Velásquez, en una entrevista concedida al diario El Luchador, en Tumeremo, el 19 de julio de 1952. Ver también ARMAS CHITTY, J.A DE (1978). “El Mocho” Hernández. Papeles de su Archivo, p.63; ANDRADE, IGNACIO. ¿Por qué triunfo la revolución Restauradora?, pp 34-35 y Memoria de la Corte Federal y de Casación. Caracas:Impr. Nacional, 1937; p.568.
[2]El doctor Adolfo Rodríguez nos habló de este personaje y nos dijo que había escrito sobre él en un artículo publicado en el diario El Nacional de Caracas. No hemos podido conseguir más datos sobre la vida de este personaje que debió ser mestizo e hijo de esclavos.
[3] JEFATURA CIVIL DEL MUNICIPIO ROSCIO. Libro de oficios. Telegrama para el Jefe Civil de San José de Tiznados, junio 28 de 1899. No.198.
[4] JEFATURA CIVIL DEL MUNICIPIO ROSCIO. Libro de oficios. Telegrama para el Jefe Civil de San José de Tiznados, julio 26 de 1899. No.126.
[5]Luis Tomás Rojas Caballero vivía en Parapara, en el sitio denominado La Candelaria.
[6] Pedro Antonio Carbonell fue hijo de Don Juan Francisco Carbonell y Doña Francisca de Jesús García. Carbonell García casó en Ortiz con Rosario Ramos, el 3 de mayo de 1885.
Bibliografía consultada
Fuentes primarias
JEFATURA CIVIL DEL MUNICIPIO ROSCIO. Libro de oficios. Distrito Roscio, 1899.
Compilaciones documentales
ARMAS CHITTY, J.A DE (1978). “El Mocho” Hernández. Papeles de su Archivo. Caracas: Ediciones de la Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela.
ARRAÍZ LUCCA, RAFAEL (2007). Venezuela: 1830 a nuestros días. Caracas: Editorial Alfa.
CONGRESO NACIONAL. Recopilación de leyes y decretos de Venezuela. Volumen 25, p. 97
ESTEVES GONZÁLEZ, EDGAR (2006). Las guerras de los caudillos. Caracas: Editorial CEC. SA. Los libros del El Nacional.
RUIZ CHATAING, DAVID (2010). Ignacio Andrade. Caracas: Biblioteca Biográfica Venezolana. Libros de El Nacional.
STRAKA, TOMÁS (2009). La república revolucionaria. La idea de revolución en el pensamiento político venezolano del siglo XIX. Caracas: Instituto de Estudios Políticos. Revista Politeia.No.43, Vol.32; pp.165-190
STRAKA, TOMÁS (2011).¿ Ha ocurrido una revolución en Venezuela?. Debates IESA, Vol. XVI, No.2, pp.92-95
VAN DIJK, TEUN A (2009). Discurso y poder. Contribuciones a los Estudios Críticos del Discurso. España: Editorial Gedisa.
VELÁSQUEZ, J.RAMÓN (1973). La caída del liberalismo amarilla. Tiempo y drama de Antonio Paredes. Caracas: Cromotip.
EN LA MICROREGIÓN del municipio Ortiz existen nombres españoles antiguos que aparecen en la cartografía histórica nacional. Nombres como en caso de Ortiz, un topónimo de difícil transparencia de origen hispánico. Se trata de un antropónimo de origen patronímico, derivado del nombre del padre del progenitor de esta familia. Aparece este apellido en tiempos remotos y, en opinión de un acreditado autor, es una palabra mozárabe originario de la ciudad de Toledo. Según, Bizén d´O Río Martínez (1998), en su Diccionario de Heráldica Aragonesa hubo ramas importantes y antiguas del apellido Ortiz en Castilla La Vieja, León, Castilla La Nueva, Vascongadas, Navarra, Aragón, Andalucía, Murcia, y Extremadura.
Aunque posteriormente este apelativo se extendió al resto de las regiones y pasaron a América Hispánica. En tierras del antiguo Reino de Aragón, tuvieron casa los de este patronímico desde tiempo antiguo en las poblaciones de Tauste, Pilzán, Quinto de Ebro, Calatayud, La Almunia de Doña Godina, Tarazona y San Martín del Río. También se documenta a los portadores de este apellido en varias poblaciones aragonesas que tienen, por génesis, las ramas primitivas de este linaje.
En relación con el origen etimológico, el Diccionario de Apellidos Españoles (2001) señala que, según la interpretación tradicional, éste patronímico sería el resultado castellano del nombre personal latino Fortis, derivado de fortis, -e, "fuerte, robusto". No obstante, algunos autores sostienen que Ortiz viene del nombre Fortunio, calificativo que se le daba al recién nacido para augurarle un futuro próspero. Aunque un autor prestigioso como Francisco Piferrer (1992) – escritor de Nobiliario de los reinos y señoríos de España - afirma que la etimología del apellido Ortiz no es fácil de explicar debido a la dificultad del origen de este linaje. Mucho más cuando añade que de todo lo que se lee sobre el apellido, en su inmensa mayoría, no pasan de ser conjeturas más o menos motivadas.
Las interpretaciones más modernas sobre este patronímico explican que su evolución de deviene de Fortunatus a Fortún y de Ortún o Fortunio. Su grafía evolutiva dio lugar a los apellidos Fortúnez, Fortúniz, Fortiz, Hortiz, Ortiz y Orti, durante los siglos VII al X. Piferrer (1992) explica que este apellido procede de los Duques de Normandía (norte de Francia) por dos hermanos apellidados Orti que vinieron a pelear en España. Razones bastan para señalar que es uno de los nombres más antiguos de Castilla. Así se extendió en los demás reinos de España, con sus peculiaridades modificaciones según la región, denominándose Ortí, Ortis, Ortiza, entre otras, de acuerdo con la variación de la escritura.
Los hermanos Alberto y Arturo García Carraffa (1952-1963) – autores de la Enciclopedia Hispanoamericana de Heráldica, Genealogía y Onomástica- señalan que el apellido Ortiz y Orti (u Ortis) son el mismo de "Ortiz" y sus variantes obedecen, sin duda alguna, a errores de copia. Así lo comprueban expedientes de pruebas de nobleza para ingreso en Ordenes Militares y otros documentos afines. También los escudos de armas de algunas casas de Ortiz, que varios autores aplican a Orti y Ortis, son debido a los errores de transcripción.
Pero mucho antes que Piferrer, otro historiador, escritor y filólogo español, Diego Ortiz de Zúñiga (Sevilla 1633-1680)-autor del Discurso Genealógico de los Ortizes de Sevilla- agregaba que el origen de este apellido provenía en parte de España, principalmente del solar de Carriedo, el cual se extendió por Andalucía y Extremadura, donde se puede encontrar múltiples muestras de sus asentamientos. Por ejemplo en Vizcaya (país vasco) hubo dos casas con este apellido: una muy antigua e infanzona, en el lugar de Santecilla, del Ayuntamiento de Carranza, y otra en la villa de Gordejuela, ambas en el partido de Valsameda.
También existe otra explicación sobre el significado del topónimo Ortiz. Esta la ofrece el ya fallecido investigador venezolano Adolfo Salazar Quijada (1994)- en su libro Origenes de los Nombres de los Estados y Municipios de Venezuela-, quien apunta que este nombre proviene de la lengua cántabra (vasca) y que significa 'lugar donde abundan árgomas. La árgoma (Ulex beaticus) es una planta espinosa, de flores amarillas, conocida también con el nombre de aulaga y de retama espinosa”. Según, el autor plantea que el nombre de este pueblo está relacionado con esta planta, muy común en los llanos y muy apetitosa por el ganado cuando tiene sus hojas tiernas.
Diversas líneas derivadas de las casas españolas difundieron el apellido Ortiz en América. En la historia colonial de esta localidad, este apellido estuvo representado en 1776 por Juan Ortiz y la familia Juan Francisco Ortiz, casado con doña María Josefa Silva y sus hijos José Toribio, María Antonia y Juan Gabino. Familas provenientes de los hinterland colonizadores de San Sebastián de los Reyes, San Antonio de los Altos y Puerto Cabello, de la Provincia de Caracas.
Endogénesis del topónimo Ortiz
Históricamente, el topónimo Ortiz surge a partir de la conformación de los espacios geográficos en los llanos de Paya, mediante el partido Ortiz o "sitio Paya" que, posteriormente, comenzó a llamarse "Valle de Ortiz" por sus ocupantes fundadores de hatos durante el siglo XVII. Su núcleo poblacional inicial se inició en Puepe y Las Patillas. Sin embargo, el nombre geográfico "Ortiz" sufrió una modificación al agregarse la "santificación" del entorno natural: el de Santa Rosa de Lima, una vez que en 1696 es denominada vicefeligresía, adscrita al pueblo de Parapara. Pero, mucho antes, este hagliotopónimo se utilizaba con el genérico "Paya". Por otra parte, la historiografía colonial recoge el nombre del lugar en diferente grafías o variaciones, como " Santa Rosa de Paya" (1696) "Santa Rosa de Lima de Ortis "(1764), "Santa Rosa de Lima de Hortiz"(1780) o "Santa Rosa de Lima de Ortiz"(1800). Igualmente, el topónimo Ortiz aparece en distintas referencias cartográficas, durante los años 1778, 1818,1884 y 1889.
Desde la época colonial la población de Ortiz es considerada como pueblo de "gente blanca" o "pueblo de vecino españoles" y, a través de la historia contemporánea, es conocido por la novela Casas Muertas, de Miguel Otero Silva. Surgió en el transcurso del tiempo espontáneamente a mediado del siglo XVII, a las expensas del hato y la actividad agropecuaria. Todas mediante el proceso de penetración y conquista del llano. De este modo, muchos de nuestros pueblos surgieron bajo este fenómeno sociológico y cultural, con el levantamiento de las casas de los vecinos "criadores" y las viviendas de los peones; es decir, casas y corrales, en términos de la época; y, poco a poco, a su alrededor, aparecerían las misiones religiosas que, posteriormente, contribuirían a darle prestigio y solidez a las comunidades agrícolas dispersas en la región.
Según el imaginario colectivo de sus habitantes se extiende, de generación en generación, una leyenda ad hoc de representación oral que identifica la fundación del pueblo con la de un Cacique, al que llamaban Ortiz (o Cacique Ortiz), y quien gobernó una tribu en la región. Esta fábula es recogida por la historiografía venezolana. Ramón Armando Rodríguez (1957) - en su Diccionario Biográfico, Geográfico e Histórico de Venezuela - explica que el poblado "fue fundado por un cacique a quien los españoles llamaban Ortiz, de la misma región, por lo que el incipiente pueblo derivó su nombre de aquel indio"
Asimismo, Telasco A. MacPerson (1941: 374)- en su Diccionario del Estado Miranda - dice que, a finales del siglo XV, "se estableció en el valle que está en esta ciudad, un indio de apellido Ortiz, cuyo nombre conservó la población que progresó. Luego por los esfuerzos de él y de sus descendientes, y de algunos vecinos españoles que allí se radicaron". De este modo, este topónimo podría ser considerado como un historiotopónimo, porque homenajea a un primitivo poblador cuya memoria es nombrada y retomada a través de la toponimia.
Pero, ¿quién era ese cacique fundador llamado Ortiz, que este pueblo había tomado su nombre y que muchas veces nos hemos preguntado? Dice la historia - anotamos en una ocasión y citando el libro de Montañez - que un colonizador encontró a un tal Pero o Pedro Ortiz, cacique cumanagoto llamado Guararima, que se cambió o le cambiaron su nombre por este de castellano. Era un indio guerrero, hábil negociador con los colonos y un conocedor del territorio cumanagoto. Allí tenía su gente. Sin embargo, la altivez de Ortiz o Guararima se manifestaba por su capacidad de presentarse como una naboría (o vasallo) de los españoles para ayudarlos, siempre y cuando hubiese algo que negociar. Por ejemplo, un barril de aguardiente.
Desde los días de la conquista de los llanos, el mito y las conjeturas cabalgan aún en la memoria histórica de este pueblo. Quizás el conquistador – en su travesía por estas tierras de Guárico- como el capitán de las tropas de Antonio Sedeño, Juan de Miranda, sea quien en un septiembre de 1536 halló un pueblo o bohío llamado Ortiz, nombre derivado de un cacique ¿Acaso sería, después, el pueblo de Santa Rosa de Lima de Ortiz?
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The second monster followed the first, and at that the artilleryman began to crawl very cautiously across the hot heather ash towards Horsell. He managed to get alive into the ditch by the side of the road, and so escaped to Woking