Andanzas de un apasionado


En aquel contexto del Ortiz, de la década de los setenta del siglo diecinueve, el joven Pereira Álvarez se había formado con la ayuda de sus padres y maestros. De sus labios había oído los relatos de heroísmo de sus hombres y de una ciudad olorosa a pólvora. Pero, algunas veces, fue una población tranquila en la medida de las circunstancias. 

Por José Obswaldo Pérez

LA HISTORIA URDIDA sobre la vida biográfica del nuevo redactor de El Pregonero está incompleta, muy poca sacada a colocación pública. En algunas oportunidades o casi siempre se le menciona anteponiéndole el título de general, como si fuese vestido de traje militar o como si hubiese combatido a fuego en los campo de batalla. Aquel apelativo antepuesto a su nombre más bien se trataba de una costumbre de la época decimonónica: la de colocar rango a las personas que ejercía cargos públicos. Aunque no era para menos, Ismael Pereira Álvarez fue un hombre muy polifacético. Maestro de escuela, periodista, escritor, poeta, político y funcionario público. Todo un hombre que, al menos en lo particular, resulta fascinante  reconstruir el registro de su vida humana.
Se dice que había nacido en Calabozo; pero, hay quienes argumentan que su lugar de nacimiento fue Ortiz, en 1858. Ambos pueblos del estado Guárico. Fue hijo de General José de los Santos Pereira y de doña Lucía Álvarez Báez (quien para el año de 1873, ya había fallecido), unidos por matrimonio civil y eclesiástico. Cuando nace Ismael, su padre era Comandante Militar en Ortiz y tenía como función la persecución de la Facción de la Sierra del Tiznados, dirigida por Zoilo Medrano, José de Jesús González –alias el Agachado– y Donato Rodríguez Silva, líderes del movimiento campesino que había insurreccionado en Guárico, en 1846 y quienes desde 1858 andaban alzados en armas en contra del derrocamiento del presidente José Tadeo Monagas. Fue militar oriundo de Villa de Cura, quien sirvió en la Independencia, según el escritor e historiador liberal Laureano Villanueva. Mientras en el hogar de Lucía Álvarez Báez era propio de una familia de agricultores parapareños que criaban ganado y cultivaban café en propiedades de la Sierra del Tiznados.
Por lo que sabemos, la pareja tuvo cinco hijos, tres hembras y dos varones: Rafaela, Filomena, Ismael, Eusebia y Fidel. Un dato lo confirma un documento del deslinde judicial de la Posesión de San Antonio de la Platilla, promovido por el General Vicente Alfonso y otros, el 12 de mayo de 1873.El manuscrito refiere la herencia de doña Lucía y sus hijos por parte materna. Por otra parte, un acta del matrimonio de Eusebia Pereira Álvarez, la hermana menor de Ismael, es una prueba también de su relación consanguínea con sus ancestros orticeños y parapareños. Por ella sabemos que tomó estado en la Iglesia Parroquial Santa Rosa de Lima de Ortiz, el 7 de marzo de 1880, con Juan Flores Rodríguez, hijo legítimo de León Flores y doña Julia Rodríguez. Fueron testigos de la boda Tomás Federico Rodríguez, Francisco de Paula Paredes, Teolinda Paúl de Rodríguez y Francisca Riveros. Los sacramentos matrimoniales fueron realizados por el presbítero doctor Juan B. Franscechini.
Los Pereira Álvarez son pertenecientes de una parentela familiar que se extiende entre Parapara y Ortiz y otras localidades guariqueñas. Del linaje de los Pereira se destacan familiares directos por la línea paterna que tuvieron vida política, militar y académica con actuación tanto en el periodo colonial como en la etapa republicana, tales como: Miguel Pereira, ayudante de campo del general Manuel Cedeño, con quien participó en la Guerra de la Independencia y el presbítero doctor Francisco Antonio Pereira, orador de notas canóniga de la Catedral de Caracas y cura parroquial de El Sombrero en 1857, amigo político de Ezequiel Zamora y compañero de las elecciones del 46 y que, a su vez, eran parientes. También, doña Jacinta Trujillo y Ponte, esposa del general José Eugenio Rojas y madre del general Rufo Rojas Trujillo, fallecido en Ortiz, el 20 de noviembre de 1877. Mientras, por la parte materna figuran como familias de los  generales  Ramón, Manuel Lisandro y Sixto Álvarez Báez, quienes residían hacia los años 70, en Calabozo. Los Álvarez fueron  líderes regionales que pertenecieron a esa casta de políticos liberales federalistas que, algunas veces, aparecían bajo la  roja bandera goda, y otras bajo la amarilla bandera liberal, y sus diversas ramificaciones.
Un adolecente inquieto
La historiografía, por lo menos, le adjudica una hoja pública de vida larga y afortunada. Rubín Zamora, escritor guariqueño, apunta que, en el año 1883, ocupo el cargo de Secretario General del estado Bolívar. Otro guariqueño, Adolfo Rodríguez, escritor e historiador, insiste en mencionarlo como amigo y “compañero de andanzas” del escritor Manuel Vicente Romero García, autor de la novela Peonía y otras obras narrativas. Por su parte, Armando Ramón Rodríguez, en su Diccionario Biográfico, Geográfico e Histórico de Venezuela, escribe: “Escritor y profesor, que en 1883 y 1884 fue secretario del estado Bolívar. Publicó en Caracas, Profesorado normal de la Mujer venezolana (1903) y Gotas de Genio: Simón Bolívar (1928)”. Su pariente Rafael Bolívar Álvarez, periodista y escritor villacurano al prologar el opúsculo de  Recuerdos del Gran Ferrocarril de Venezuela, trabajo escrito por Ismael, subraya las inquietudes periodísticas, literarias y políticas de este joven: “Siendo cuasi un adolecente empezó su carretera literaria, y buena muestra dio de su talento en el Guárico, en Apure, en Guayana, en Barcelona, en Caracas, en todas parte, a donde llevó la lucha por la existencia”.
Sus primeros pasos había transcurrido entre Calabozo, San Juan de los Morros, Villa de Cura y Ortiz. En este último pueblo vivía en los años 70. Allí  participaba en actividades culturales y políticas. Era un jovenzuelo, pero formaba parte de un grupo de intelectuales liberales vinculados al gobierno de Guzmán Blanco; no sólo oriundos de Ortiz o Villa de Cura, sino de otras latitudes como el escritor caraqueño José María Manrique o el poeta canario Isaías Viera García. Se dedicaba, además, a dictar clases en una de las escuelas regentadas de la localidad, años en que el gobierno guzmancista promovía la educación pública primaria. Testimonio de su presencia en este ámbito local  lo comprueba un documento de  la Jefatura Civil de Departamento Bermúdez de 1875, donde fue apoderado del matrimonio de Clemente Silva y Antonia Rojas, dos iletrados de la comunidad.
En aquel contexto del Ortiz, de la década de los setenta del siglo diecinueve, el joven Pereira Álvarez se había formado con la ayuda de sus padres y maestros. De sus labios había oído los relatos de heroísmo de sus hombres y de una ciudad olorosa a pólvora. Pero, algunas veces, fue una población tranquila en la medida de las circunstancias. Contaba entonces con todos los servicios de una gran urbe. Tenía 1.581 viviendas, 40 casas de comercio, 104 queseras, 685 conucos, cuatro médicos, cuatro agencias de periódicos de prensa nacional y extranjera, una escuela municipal y privada, telégrafo y un periódico. Era una de las diez o quince capitales de provincia de los Estados Unidos de Venezuela que contaba con el título de ciudad. Había sido designada capital del Guárico, en medio de una circunstancia accidental. Entre una “conspiración contra el gobierno” y la amenaza de un epidemia palúdica obligaron a Joaquín Crespo a trasladar la jerarquía regional de Calabozo a Ortiz, este último lugar fue residencia predilecta del caudillo. Pero más que estas circunstancias y uno de los argumentos más certeros  con lo cual compartimos es la tesis del escritor e historiador Adolfo Rodríguez, quien señala que las razones que incidieron en los despojos de la capitalidad a Calabozo fueron dos hechos emocionales: la devoción orticeña y el menosprecio del mantuanismo calaboceño hacia Crespo que, al final, debió ser más celos políticos. Explica el autor que “las causas del traslado de la capital del Guárico a Ortiz no fue lo que alegó Crespo ni lo que argumentaba Terrero Atienza en su telegrama al presidente. Las pestes ha denotado otras capitales de Venezuela y eso no fue la razón para despojarla de su título. Los percances militares, siempre transitorios, no justifican tales procedimientos. Joaquín Crespo, afecto a estos escenarios, levantado en Parapara, formado en la carrera militar entre estos breñales, hizo el traslado por devoción orticeña y el menosprecio a que fue sometido allá en Calabozo, el impenetrable mantuanismo, lo llamó a él y a sus hombres ‘briganes’ o bandoleros, y se negó a prestarle ninguna colaboración económica cuando a mediado de 1870 entró triunfante a esta ciudad desplegando el fin de la resistencia del presidente encargado General Vicente Galías. El repudio del latifundismo calaboceño contra  el enguerrillamiento orticeño se expresó muy bien en sus artículos de El Bazar, el comerciante y periodista Luis Corrales”.
A los diecisiete años se convirtió en editor de periódicos en Ortiz. Pronto, como costumbre y gusto imperante de su tiempo, se proveyó de varios seudónimos para ejercer la actividad periodística con los cuales aparecerán firmados sus artículos costumbristas, políticos, morales o sobre poesía. Fundó los periódicos El Pensamiento Libre (1878) y La Voz de los Llanos (1878). Se publicaban semanalmente en un cuarto pliego francés, el primero y en un medio, el segundo. Ambos trataban de política, literatura, comercio, anuncios, noticias y comunicados.
 “… cuando redactábamos en Ortiz- dice Pereira Álvarez- La Voz de Los Llanos, un escritor notable, hoy ausente de la patria, con quien manteníamos polémicas sobre luchas políticas en defensa de las heroicas comarcas guariqueñas, trataba de burlarse de nosotros llamándonos voz infantil y asignándonos incapacidad absoluta de que éramos demasiado jóvenes para aquella época” (La Revolución, 04 de septiembre de 1891;p.2).
A pesar de su juventud, Pereira Álvarez tenía un carácter temperamental. Se dice que un día cuando enseñaba en una de las escuelas de la municipalidad incurrió en pegarle a uno de sus alumnos con una gruesa regla de tablita o de madera. Este hecho causó el reproche de algunos vecinos, obligándolo abandonar el pueblo. El episodio verídico nos los contó antes de morir don Nicanor Rodríguez, orticeño y memorialista, quien a su vez lo oyó de su abuela doña Evarista Moreno Vilera. Ante esa circunstancia, no le quedó otro remedio que emprender un viaje hacia Apure. Allí se encontraría con algunos amigos y parientes cercanos, formando un ambiente político y cultural muy importante en la región.
En 1881, Pereira Álvarez llegó a San Fernando de Apure- una sección del gran estado Bolívar, en aquel entonces- como director de la Escuela Complementaria. También ejerció la actividad comercial mediante un contrato aprobado por Congreso Nacional para el establecimiento de un buque de vapor en el río Orinoco, en el Apure y sus afluentes, con la finalidad de transportar mercancías, frutas y ganado. Igualmente siguió la vocación periodística, haciendo periodismo en el semanario El Lazo de la Unión. Un tabloide publicado en dos páginas, cuyo redactor fue Juan Félix Carten y su administrador don Manuel María Betancourt, secretario del Concejo Municipal del departamento Bajo Apure. Esta publicación vio la luz pública el 23 de junio de 1881; salía regularmente todos  los jueves y, extraordinariamente, cada vez que fuese necesario.  Se vendía suelto a 60 céntimos y un bolívar la suscripción mensual.
Adolfo Rodríguez señala, en su libro Historia del Periodismo en Apure que aquel periódico era de tinte político y propugnaba la candidatura del general Antonio Guzmán Blanco a la presidencia del Gran estado Bolívar para el primer periodo constitucional. Además: “Ofrecía ser repartido a domicilio. Aceptaba remitidos y avisos de interés particular, can pago previo del importe y firmados convenientemente por el interesado para efectos legales. Y advirtiendo categóricamente con respecto a la ponderación en los escritos”.
“…la mayoría de las notas editoriales –indica Adolfo Rodríguez- eran redactadas por Juan Félix Carten, aunque le hizo el quite muchas veces Ismael Pereira Álvarez (...) Generalmente los asuntos tratados en las breves notas editoriales versaban sobre la cuestión electoral. Pero, se escribió también de escuelas, de la prensa nacional, de industrias...”, sostiene el autor anterior.

El camino a la política                   

El joven Pereira Álvarez había ya tomado el camino directo hacia los límites exteriores de la respetabilidad pública: el periodismo. “…Y como todos los que se forman en esta escuela”, decía Rafael Bolívar en el prólogo “Conceptos Literarios·” de  Recuerdos del Gran ferrocarril de Venezuela, “se fue derecho a la política y en ella ha prestado buenos servicios a la república y a la causa a que pertenece hasta por tradiciones de familia”.
De este modo empezó la carrera política disparando tercerolas desde las trincheras del periodismo, donde se formó ideológicamente bajo la doctrina del liberalismo europeo, impuesta por el general Leocardio Guzmán Blanco y que más tarde su hijo Antonio consolidó como amo y señor de la patria. Desde ese puesto, su pasión política se hará presente a lo largo de su vida, dejando muestras de preocupación por el acontecer nacional.
Durante su permanencia en Apure, Pereira Álvarez sustituye en el mes de noviembre de 1882 al general Fortunato Vautrai en la Secretaría general de Gobierno y en su puesto se nombra al bachiller Antonio María Boggio, como director interino de la dirección de la escuela. Para aquel entonces debía tener unos veinticuatro años. Tiempo cuando comienza su carrera política que más tare lo llevará a formar parte del Gobierno del Gran estado Bolívar.
Formó parte de una tribu de liberales que fueron una tendencia interna en el Parido Liberal Amarillo. Una fuerza política que marcó el devenir de la Venezuela Contemporánea del siglo XIX, manteniéndose en el poder por treinta años. Conformaban el grupo de los “andrecistas”, partidarios del continuismo de 1892, entre quienes se destacaban: Luciano Mendoza, Celestino Peraza, Rafael López Baralt, J.M. García Gómez, Domingo Monagas, Diego Colina, Paco Batalla, Jacinto Regino Pachano, Julio F. Sarría, Rómulo Guardia, Laureano Vallenilla Lanz, Alberto Smith, Carlos Villanueva, José Loreto Arismendi, Emilio Horacio Veluntini, Henrique Chaumer y Aquiles Iturbe.
Después de tener su primera experiencia de gobierno en la sección de Apure, el general Ramón A. Moyón, presidente interino del estado Bolívar lo nombró el 30 de mayo de1883, con el voto afirmativo del Consejo Administrativo, como Secretario General encargado. Decía el decreto: “mientras dure la ausencia del secretario de Estado, ciudadano general Juan José Yépez, que pasa a Caracas en comisión de servicio, se encarga de la Secretaría General, el oficial mayor ciudadano general Ismael Pereira Álvarez”.
Se casó en Ciudad Bolívar, con Heraclia López. Oriunda de esa entidad federal, con la cual tuvo cinco hijos: Virginia, Ismael Anibal, Alejandro, Héctor y América. Una familia modesta de distinguidos profesionales que dejarán significativos aportes al país. Virginia será una de las primeras profesoras normalistas de Venezuela y una importante medica que tendrá el país; Ismael Aníbal será periodista y político como su padre. Fue redactor en el diario La Esfera y El Universal; Alejandro será un apreciable abogado egresado de la UCV, en 1911; Héctor se destacará como cónsul y profesor de lengua española en Pensilvania, Estados Unidos de Norteamérica y América se esposa con el diplomático venezolano  F. Armando de Pedraza. Los Pereira Álvarez siempre llevarán el apellido paterno, como tradicional estilo portugués.
Como quijote o peregrino ansioso de exponer sus ideales, siguió sus andanzas de apasionado y fundador de periódicos. Tan pronto como recibió colaboración del gobierno fundó en Carúpano, El Eco Nacional (1890), semanario político, dirigido por poco tiempo y en su cargo lo ocupó luego el doctor José Loreto Arismendi. En 1892, funda con el conspicuo periodista y crítico teatral Maximiliano “Max” Lores Ponce el periódico El Trabuco, de Barcelona.
En 1893, se radicó en Caracas. La ciudad capital y asiento del gobierno de la República de los Estados Unidos de Venezuela. Allí desplegó una actividad periodística en varios periódicos caraqueños. Fue redactor del periódico El Noticiero, fundado por los hermanos Porras. Escribía y opinaba de política. Iba y venía por la República.

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